jueves, 6 de junio de 2024

Santas Mártires María, Marta, Ciria, Valeria y Marcia en Cesarea de Palestina

Cuando llegó el momento de su martirio ellas no se arredraron ante el sufrimiento brutal que sabían estaba por venir.
Eran mujeres delicadas y de hablar muy suave que acostumbraban a pasar sus días en oración, ayuno y meditando en el Santo Evangelio de Jesucristo.


Conversas al Cristianismo, estas cinco mujeres Palestinas –María, Marta, Ciria, Valeria y Marcia- vivían juntas en una sencilla morada en una de las calles posteriores en Cesarea, la capital de Palestina.

Durante varios años estas cinco devotas habían estado muy felices viviendo separadas del mundo... en contemplación silenciosa de su Salvador... el Santo Redentor que había prometido liberar a la humanidad de la muerte y del pecado en virtud de Su muerte en la Cruz y Su Resurrección gloriosa. Muy raramente se les veía en las ruidosas calles de esa ciudad portuaria pues practicaban una austeridad al estilo monacal.
Al tiempo que se privaban de sueño y alimentación, también insistían en vivir en absoluta castidad. Retiradas del mundo, vivían como sombras silenciosas en un universo copado completamente por un amor apasionado hacia el Dios Todopoderoso.
Entonces sucedió.    
De algún modo, el Gobernador de la provincia de Palestina se enteró de la existencia de estas cinco vírgenes Palestinas que compartían esa pequeña casa en Cesarea.
El nombre de ese Gobernador era Urbano y era notoriamente conocido a lo largo de Tierra Santa por torturar salvajemente y luego ejecutar brutalmente a cada Cristiano que caía en sus manos. Urbano era inmisericorde... y había jurado ayudar a su jefe –el infame Emperador Romano Diocleciano (284-305)- a conseguir su objetivo de aplastar al creciente movimiento Cristiano de una vez por todas.
En el Año 304 de Nuestro Señor, Urbano descubrió que las Cinco vírgenes estaban practicando el Cristianismo en su enclave escondido no muy lejos de la costa de Cesarea. En un rápido movimiento hizo que las arrestasen y fuesen llevadas ante su presencia en el Palacio del Gobernador. Mirándolas desdeñosamente les preguntó a María, Marta, Ciria, Valeria y a Marcia si es que ellas, de hecho, habían sido bautizadas como seguidoras de Jesús Cristo.
 
 
 
 




Santa Mártir María



 
 
 
 
Las prisioneras no dudaron en responder al poderoso gobernador. Después de que las cinco confirmaron que habían sido bautizadas, una de ellas dio un paso hacia adelante. Con una voz firme, pero calmada, le dijo al asombrado Urbano que ella y sus hermanas no tenían intención en renunciar a su fe. Luego ella empezó a alabar en voz alta, según lo cuentan los numerosos historiadores de ese período: “No reconocemos a otro Dios que a Tí, Oh Cristo. La belleza de este mundo corruptible no es otra cosa que estiércol.”
“Por ello, acéptanos en Tus mansiones eternas.”
Atónito por su valentía así como por la de sus intachables hermanas, el airado Gobernador ordenó a las vírgenes  que adorasen inmediatamente a los ídolos Romanos cuyas imágenes se encontraban en el Palacio... Cuando las mujeres se negaron, llamó a sus verdugos.  Las  horas que siguieron fueron muy difíciles de soportar,  mientras los matones del Gobernador castigaban la carne de las vírgenes con látigos, correas, garfios y cuchillos. A pesar de los moretones y de estar sangrando permanecieron firmes; a pesar de sus torturas, ellas no se comprometerían en la adoración idolátrica.
 Boquiabierto ante tal expresión de valentía, Urbano les advirtió una y otra vez con palabras como estas: “Serán mutiladas y sus extremidades serán arrancadas de sus cuerpos. Van a rogar para que se les conceda la muerte mucho antes de que sus cabezas sean separadas de su cuerpo a causa de mi espada. ¿Por qué sufrir tales tormentos cuando una simple palabra de adoración dirigida a las deidades Romanas las podría poner instantáneamente en libertad?”
Las heroicas vírgenes ni siquiera se molestaron en responder. María habló en nombre de las cinco, cuando, según se dice, comenzaron a rezar en voz alta: “Bendigamos al Padre que no tiene principio (eterno) así como al Hijo (también eterno) que tampoco tiene principio, y glorifiquemos al Espíritu, al Confortador, de la misma dignidad que Ellos.”
Inspirada y maravillosamente alentada por esa oración espontánea, una de las otras Vírgenes respondió a su hermana con voz fuerte y alta: “¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón? Cristo Dios, ayúdanos. Todo lo podemos en Cristo Quien nos fortalece.”
 El airado gobernado había escuchado suficiente. “Muy bien”, se dice que dijo. “Si vuestro deseo es morir por vuestro ‘salvador’, entonces yo les concedo ese deseo.”
 
 
 
 
 


Santa Mártir Valeria





 
 
Entonces, con un rápido gesto con su cabeza, le indicó al verdugo de palacio que se adelantara.
Sin embargo las valientes jóvenes mujeres de Cesarea no se intimidaron ante esta última amenaza. Una vez más María las guió en una oración ferviente: “Oh Rey inmortal, acepta nuestras vidas como monedas de ofrenda.  Te ofrecemos nuestras almas como monedas consagradas a Ti, nuestro Dios y Maestro.”

Dicho esto la Vírgenes Mártires inclinaron sus cabezas al mismo tiempo a la espera de recibir sus coronas de martirio.
No se sintieron defraudadas por el despiadado Gobernador. En los siguientes breves segundos las cinco murieron bajo las cuchillas de bronce de sus verdugos y se dirigieron a recibir su recompensa eterna.
Pero la extraordinaria vida de estas doncellas no terminó con su martirio. De manera increíble, su propio verdugo las siguió inmediatamente en la muerte –luego de haber perdido repentinamente el favor de sus amos Romanos y haber sido convicto de errores por los cuales recibió la pena de muerte.
 El epílogo de las Cinco Vírgenes de Palestina apareció posteriormente en una emocionante narrativa realizada por Eusebio, el gran historiador de la Iglesia primitiva. Ahí describió la muerte del Gobernador Urbano en un inolvidable pasaje de los Mártires de Palestina (Capítulo VII), como sigue:
 “¿Pero cuál fue la  recompensa por su crueldad para con los santos? ¿qué es lo que recibiría en el juicio Divino aquél que abusó de los mártires? Ello se podía prever cuando a Urbano, siendo aún Gobernador, le llegó el juicio Divino.
“Le llegó repentinamente, a aquél que el día de ayer se encontraba juzgando desde el alto tribunal, custodiado por una banda de soldados y gobernando sobre toda la nación de Palestina. El asociado y querido compañero de mesa del tirano (el Emperador Romano) fue despojado en una noche y sobrepasado por la desgracia y la vergüenza ante todos aquellos que alguna vez lo habían admirado como si fuera el mismo emperador. Se presentó cobardemente y como poco hombre... pronunciando  lamentos y suplicas afeminadas ante todas aquellas personas a las cuales había gobernado.”
Al final, el orgulloso y despiadado Gobernador Urbano sería decapitado bajo la silbante espada de bronce – y sería asesinado por los mismos soldados Romanos a quienes había ordenado terminar con las vidas de María, Marta, Ciria, Valeria y Marcia.
Diecisiete siglos después de haber recibido el martirio, los sufrimientos de esas fieles doncellas de Palestina continúan inspirando a los cristianos en todo el mundo. Porque ellas nunca vacilaron en su devoción al Dios Todopoderoso, el valor de sus acciones y su gloria brilla a los largo de los siglos y de los tiempos por venir.


Apolitiquio tono 1º

Oh ovejas racionales, fueron llevadas al Cristo, el Cordero y el Pastor, a través del martirio, al finalizar sus vidas habiendo perseverado en la fe. Dondequiera que celebremos con corazón alegre celebremos su memoria honorable al tiempo que reconocemos la magnificencia de Cristo.

Condaquio t
ono 4º


Celebramos vuestra memoria, Oh mujeres mártires de Cristo, y rezamos con fe por su ayuda, para que seamos librados de toda aflicción mientras elevamos nuestra oración: Nuestro Dios está con nosotros, quien se complace en glorificarlas.





Fuente: synaxarion.gr*Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury icon-art.ru, saint.gr, diakonima.gr

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