sábado, 29 de junio de 2024

San Pedro y San Pablo, Principales Apóstoles (+68)

Versos:
"Pedro el predicador de la Cruz fue asesinado por crucifixión, Pablo fue decapitado habiendo decapitado el error".
El día 29, Pedro fue sometido a la cruz y Pablo a la espada.

El día veintinueve de este mes [junio], conmemoramos a los Santos, Gloriosos y Alabados Principales Apóstoles Pedro y Pablo.


El Apóstol Pedro

Fue el primero de los Doce Apóstoles en proclamar su fe en Jesucristo al tiempo que anunciaba gozosamente: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.» (San Mateo 16, 16)
A pesar de ello el Santo Apóstol Pedro no se demoró en negar al Señor por miedo a perder su vida mortal.
Lleno de vergüenza ante su propia cobardía y desesperado por el arrepentimiento, este hombre completamente humano viviría entre las extáticas alturas y las bajezas desgarradoras de una vida transformada por su relación con el Señor Jesús. Sin embargo al final Pedro emergería triunfante... y su fe llegaría a ser nada menos que “la roca” sobre la cual el Señor Dios del Universo edificaría Su Santa Iglesia.
Valiente y osado predicador del Santo Evangelio, este extraordinario mártir y santo trabajó incansablemente para propagar la Buena Nueva de la Salvación a través de Jesucristo a lo largo de toda Palestina, Asia Menor y finalmente en Roma. 
 
 
 







 
 
 
Una y otra vez fue probado profundamente –tal como había sido probado la noche en la que negó, aun conociendo, al Salvador ante Caifás, el Sumo Sacerdote de la Corte Judía. A pesar de ello nunca más Pedro perdió su valor llegando a ser uno de los discípulos más valientes al tiempo que convertía a miles de paganos al Cristianismo a lo largo de Tierra Santa y construía iglesias por doquier. Al final de su vida, en Roma la Ciudad Eterna, también probó ser uno de los apóstoles más humildes – rogando a sus verdugos que lo crucifiquen en posición invertida pues se sentía indigno de morir de la misma manera en que su Salvador había muerto.
Miembro de la tribu de Simeón, Pedro era el hijo de Juan y hermano de Andrés, el Santo Apóstol, el Primero en ser Llamado. Nacido y criado en el pueblo de Betsaida en Palestina, ubicado en el mar de Galilea, creció como un simple pescador tal como lo habían sido su padre y su abuelo antes que él. En su vida temprana este gran santo era llamado “Simón,” pero su amigo Jesús prefirió llamarlo “Céfas” o “Pedro”. 
 
 




Apóstoles Pedro y Pablo, Monasterio de Karakalou, Monte Athos



 
 
 
Ellos se conocieron un día cuando Jesús se encontraba predicando y curando a los enfermos a las  orillas del Mar de Galilea. Cuando Cristo llamó a Pedro le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra". (Juan 1, 42)
La vida de San Pedro ha estado llena de milagros y también llena de una fe gozosa. En una ocasión, luego de que el Espíritu Santo había descendido sobre los Apóstoles y ellos habían comenzado su tarea como divulgadores del Santo Evangelio, Pedro pronunció un sermón tan poderoso en Jerusalén que produjo 3,000 conversos para Cristo al instante dejando a la ciudad maravillada ante esta nueva fe.
Este fue solamente el principio de la extraordinaria carrera de Pedro como el Primero de los Apóstoles. Durante los años que siguieron a Pentecostés él viajaría incesantemente a lo largo de Asia Menor e Italia sanando a los enfermos; resucitando a los muertos y desafiando a que los paganos terminen con su adoración de ídolos y se le unan en la adoración del Sólo y Único Dios.
Tenía el don de la sanación, recibido por Dios, de una manera tan poderosa que aún la sombra de San Pedro podía curar instantáneamente a los enfermos. (En una ocasión una mujer casada usó su poder para curar a su suegra que se encontraba enferma sufriendo de una fiebre muy aguda). Además de realizar muchos milagros fue un gran pensador y una gran fuerza para el bien. Durante una gran disputa con un famoso mago llamado Simón, San Pedro demostró que hechicero no provenía de Dios sino que era un cómplice y sirviente del malvado, de Satán.
 
 










En esa recordada competencia de mentes y voluntades San Pedro prevaleció debido a su profunda fe en el Santo Redentor y a su Evangelio..., para hacerlo breve, debido a que su visión de lo verdadero y de la realidad no estaba fundada en el intelecto o en la magia sino en la Roca que es Jesucristo.
A pesar de ello el precio que pagaría por enfrentar a ese poderoso hechicero sería bastante alto luego de que Simón persuadiera al Emperador Nerón a castigar al santo  Cristiano por haberse atrevido a desafiar su autoridad. Arrestado por los subordinados de Nerón, y amenazado con la cruz, este humilde pescador vio que la hora de su martirio había llegado finalmente. Luego de haber negado a Dios debido al terror mortal que sintió en la noche en que el Sumo Sacerdote y su Corte condenaron a Jesús a morir en una cruz, a San Pedro se le permitiría demostrar su fe de una vez por todas convirtiéndose en un mártir por el Evangelio.
Luego de haber designado a su amigo y colega Lino como Obispo de la Ciudad Eterna de Roma, San Pedro se dirigió a la gloria del martirio con una oración de gratitud en sus labios. Murió el año 68 de Nuestro Señor, según la mayoría de historiadores de ese período, -mientras se aferraba al recuerdo de ese momento supremamente bello cuando el Hijo de Dios lo miró y le dijo: Bienaventurado eres. Tú eres Pedro y sobre ésta Roca edificaré mi Iglesia.
 
 









 
 
Ciertamente, tal y como lo señalan claramente las Escrituras, el Señor tenía un cariño especial por su “Roca”, de quien se refería frecuentemente como: una barca escogida para llevar Mi nombre ante príncipes y reyes.
Recordando esa especial relación entre Jesús y el humilde pescador de Palestina, el gran pensador espiritual y Obispo Agustín escribiría posteriormente en un sermón muy bien conocido: “En este día la Santa Iglesia recuerda piadosamente el sufrimiento de los Santos y Gloriosos Apóstoles, dignos de Toda Alabanza, Pedro y Pablo. San Pedro, el ferviente seguidor de Jesucristo, por la profunda confesión de su Divinidad: ‘Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios Vivo’, fue estimado digno por Señor al escuchar esta respuesta: ‘Bendito eres tú Simón... yo te digo, que tú eres Pedro (Petrus), y sobre esta piedra (petra) construiré mi Iglesia.’”
Otra clara indicación del amor del Señor por San Pedro la encontramos cuando El describe el papel clave que el Gran Apóstol jugará en la vida futura de la Santa Iglesia:  «Yo os aseguro: todo lo que atéis en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en el cielo. (Mateo 18, 18) 
 
 










 
 
Mientras se desarrolla la historia de la Santa Iglesia más tarde quedaría claro que San Pedro fue escogido entre los Apóstoles para jugar un papel de mayor liderazgo en el establecimiento de la nueva Iglesia sobre la tierra. Una vez más el Venerable San Agustín señala ese punto con gran elocuencia y claridad:
“Luego de su Resurrección el Señor le confío al Apóstol Pedro que apacentase Su rebaño espiritual. No porque entre los discípulos solamente Pedro haya merecido desde antes apacentar el rebaño de Cristo, sino porque Cristo Mismo escoge a Pedro como jefe porque ese Pedro era el primero entre los Apóstoles y por lo tanto era el representante de la Iglesia; además de lo cual, señaló esto sólo a Pedro, tal como lo confirmaría Cristo como el Apóstol que estaba por encima de todos, confirmando así la unidad de la Iglesia. ‘Simón, hijo de Juan – dice el Señor a Pedro - ¿Me amas? –y el Apóstol respondió: Sí Señor, Tú sabes que Te Amo’; y le preguntó una segunda vez, y esa segunda vez respondió así; siendo preguntado una tercera vez, viendo que no le creían se entristeció. 
¿Cómo era posible no creerle si él era El Unico, Quien conocía su corazón?”
Dada esta “relación especial” con Jesucristo, el Hijo de Dios, no nos sorprende que para San Pedro le haya sido fácil convertir a los paganos al Santo Evangelio, luego de que los Santos Apóstoles hubieran sido energizados espiritualmente en Pentecostés. 
 
 
 







 
 
Luego de haber pescado esas 3.000 almas para el Santo Evangelio, en esa tarde dramática en Jerusalén, sería el primero en bautizar a un gentil converso, el gran héroe militar y mártir Cornelius, un Centurión Romano que aceptaría la muerte alegremente luego de que San Pedro le mostrara una visión celestial del Señor Jesús.
Otro signo de que San Pedro gozaba del amor del Señor se pone en evidencia cuando luego de haber sido arrojado a prisión por el emperador pagano –escapó rápidamente con la ayuda de un ángel y retomó rápidamente su predicación... Junto con su elocuente y valiente evangelización escribió dos Epístolas importantes a los fieles, las cuales vendrían a formar parte, eventualmente, del Nuevo Testamento. Entre otros temas, estas conmovedoras Epístolas describen la necesidad de la paciencia y la resignación por parte de los Cristianos quienes están siendo perseguidos por su fe en Jesús.
La vida del Gran Apóstol y Mártir San Pedro nos permite vislumbrar el maravilloso amor que el Dios Todopoderoso siente por cada ser humano en el mundo. Cuán revelador aparece –que la maravillosa fe de este hombre tan imperfecto y lleno de defectos haya sido elegido para ser la “roca” sobre la cual se edificaría la comunidad de la comunidad terrena de los fieles.
La historia de Pedro enfatiza la gracia sin límites y el poder restaurador disponible para nosotros en Jesús. No hay nadie que no haya fallado tantas veces que Dios no pueda volverse hacia él o ella y hacerlo exitoso para Sus propósitos.
 
 





Martirio del Apóstol San Pedro





 
Pablo, el Gran Apóstol

Era casi el mediodía cuando el jinete solitario ya se había comenzado a aproximar a las afueras de la gran ciudad Siria de Damasco. 
El nombre de ese jinete solitario era Saulo y había venido a esta ciudad construida por los Romanos con una misión de suprema importancia: tenía planeado arrestar la mayor cantidad de Cristianos conversos para llevarlos de regreso a Jerusalén con el fin de que fuesen castigados por los sumos sacerdotes de su severa fe Judía. 
 







 
 
 
 
 
Saulo odiaba a esos conversos sentimentales, además odiaba su fe en el Hijo del Carpintero –ese carismático milagrero de la región Galilea de Palestina que había insistido (antes de que se le hubiese advertido con la crucifixión) que El era nada menos que la encarnación de Dios mismo.
Saulo era un joven celoso, un estudiante apasionado de la antigua ley Judía que se había beneficiado estudiando con el más sabio de los tutores de todo el mundo Hebreo: el noble Gamaliel. Habiendo dominado la ley, la historia de los Hebreos (junto con la Sagradas Escrituras), Saulo se enorgullecía de sí mismo por adherirse a la manera más estricta y legalista de interpretar el Judaísmo. Cómo despreciaba el misticismo sin sentido de esos Cristianos que se mantenían insistiendo que su joven Profeta había realizado numerosos milagros a lo largo de Galilea... y que después de haber sido crucificado por todos los problemas que causó por parte del Sumo Sacerdote de Jerusalén, Caifás, había resucitado de la tumba y ascendió al cielo. 
 





Saludo entre Pedro y Pablo, c.a. 1170-1180 d.C.
Monasterio de Vatopedi, Monte Athos



 
 
 
Qué desvergüenza. La vulgaridad al máximo. Cada vez que Saulo pensaba acerca de esa oración repetida e incasablemente – Y vendrá de nuevo para juzgar a los vivos y a los muertos, y Su Reino no tendrá fin – sentía crecer nuevamente la ira en su interior. A lo largo del año anterior Saulo había estado haciendo lo mejor que podía para detener esta plaga dondequiera que la encontrase en Jerusalén. Y ahora, en ese final de la mañana del año 34 de Nuestro Señor, este gran erudito y cumplidor de las leyes Judías tradicionales se dirigía rápidamente hacia Damasco para continuar con su fiera campaña contra los Cristianos de ese lugar.
Con el rostro adusto y los dientes fuertemente apretados jaló las riendas de su cabalgadura y comenzó a remontar una pequeña colina.
Y sucedió entonces.
Un rayo de luz brillante –por un momento pensó que se había quedado ciego. Y en ese mismo instante sintió una descarga violenta de energía que lo atravesó como una daga afilada. El cielo titiló... su mente se puso borrosa, mareada, perdida... y entonces comenzó a caer de su montura, deslizándose hacia el suelo, mientras una voz muy profunda resonaba desde algún lugar de su alma atribulada:
Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Tirado en el suelo, el jinete derribado observó cómo su caballo se alejaba en la distancia. ¿Estaba volviéndose loco? Con una voz temblorosa por el miedo habló en voz alta: ¿Quién eres tú, Señor?
 
 






 
 
 
 
Yo soy Jesús, a Quien tú persigues; es difícil para ti patear a quien te mueve.
Bañado por una luz más radiante que el sol, Saulo sintió que el pánico lo envolvía: Se había vuelto ciego. Se tambaleó sobre sus pies, su mente andando a mil revoluciones y con su corazón lleno de pavor. Sin saber a dónde se dirigía comenzó a caminar, tambaleándose, hacia el camino. Sintiéndose completamente solo, viendo apenas, luchaba con la idea de que la voz en esa revelación se había referido a sí misma como Jesús. ¿Era este el mismo profeta de Galilea – el mismo “Jesucristo, Hijo de Dios” contra el que había estado luchando con una furia venenosa durante los últimos meses? Demasiado atónito para responder a sus propias preguntas Saulo cojeó lentamente hacia la gran ciudad de Damasco. Porque la Voz le había ordenado que lo hiciese, se dirigió a buscar a un hombre llamado Ananías, un discípulo de Cristo. 
No se sorprendió cuando el amable Ananías se ofreció rápidamente a bautizarlo. A través de este rito sacramental Saulo se convertiría en “Pablo” (la forma latina del nombre Hebreo)... y Pablo pasaría entonces el resto de su vida haciendo todo lo que estaba a su alcance para expandir y defender el Santo Evangelio del Señor Jesucristo.
Desde este momento en adelante, el Pablo renacido pasaría cada hora de sus días en una búsqueda incesante por propagar el Evangelio alrededor del mundo. Viajaría incesantemente, rezaría, y ayunaría hasta el punto de encontrarse algunas veces tan débil que casi no podría estar de pie. Trabajaría frenéticamente para alimentar y fortalecer a las Iglesias Cristianas que se estaban multiplicando rápidamente... ya sea en Roma o en Jerusalén o en Efeso o en Antioquia o en Corinto o dondequiera que el Espíritu lo enviare.
Podía ser capaz de soportar golpizas y burlas así como amenazas de muerte y el desprecio y la indiferencia... y en su hora final, el martirio bajo las manos de los enemigos de Cristo. Tal como se relata en Libro del Nuevo Testamento de Los Hechos de los Apóstoles y también en sus catorce maravillosas Epístolas escritas por él mismo, la historia de la vida de San Pablo llegaría a ser una de las más conmovedoras e instructivas espiritualmente y fieles capítulos en la totalidad de la historia del Cristianismo.
 





Apóstoles Pedro y Pablo, Λυδία Γουριώτη©
(http://lydiagourioti-iconography.blogspot.com)





 
Explicadas posteriormente y bellísimamente ilustradas en 250 maravillosas homilías escritas por el Bienaventurado Padre de la Iglesia, San Juan Crisóstomo, las Epístolas de San Pablo describen maravillosamente no solo los viajes y las actividades de los discípulos de Cristo, sino también los principios espirituales esenciales y las doctrinas que proveerían la fundación autorizada para la Santa Iglesia y todos sus miembros. En miles de formas distintas los escritos de San Pablo conectan maravillosamente el Antiguo y el Nuevo Testamento en una larga serie de percepciones muy claras que unen perfectamente el antiguo mundo de la Ley Judía con el posterior mundo Cristiano del “perdón de la Ley”, al tiempo en que define la salvación eterna que estaría disponible para la humanidad entera luego del sacrificio redentor de Jesucristo.
Al final el Gran Apóstol Pablo recibiría el martirio en Roma bajo en Emperador tirano Nerón, en el año 68 de Nuestro Señor. Su muerte por decapitación tomó lugar al mismo tiempo que la crucifixión del San Pedro por las mismas autoridades Romanas, según la mayoría de historiadores de la Santa Iglesia.

Nacido alrededor del año 10 de Nuestro Señor de la Tribu de Benjamín, en Tarso en Cilicia (hoy en día parte del sureste de Turquía), Pablo perteneció a los Fariseos – una secta de intelectuales y sabios de los Judíos. Y ciertamente decubriría a muy temprana edad una inclinación natural por estudiar la antigua Ley de los Hebreos, la misma que estudiaría durante largos años –al mismo tiempo que estudiaba historia, cultura, ciencia e idiomas– bajo la tutela de su inmensamente sabio mentor, Gamaliel de Jerusalén.
 Fabricante de tiendas por profesión, el bautizado San Pablo dedicaría su vida completamente a propagar el Santo Evangelio y a ayudar a edificar las nuevas iglesias en problemas que se encontraban en el corazón de la nueva y rápidamente creciente fe Cristiana del Siglo Primero luego de la muerte y resurrección del Redentor Santo. Algunos historiadores de la Santa Iglesia podrían estar en desacuerdo en que San Pablo fue más que cualquiera que los otros Apóstoles, cuyos trabajos incansables y de riesgos interminables fueron responsables de que el cristianismo se convirtiera, eventualmente, en una de las mayores comunidades religiosas del mundo. 
 
 
 




Apóstol Pablo, 1546 d.C. Monasterio de Stavronikita,
Monte Athos (Escuela Cretense, Teofanis o Kris)



 
 
 
Tal como más de un historiador de la Iglesia ha hecho notar a lo largo de las diferentes generaciones: “Fue Cristo quien plantó las semillas, pero fue San Pablo quien nutrió el jardín de la cristiandad.” (Es muy interesante notar que San Pablo usualmente declinó aceptar la hospitalidad de todos, menos de una gentil mujer a quien conocía llamada Lidia y que frecuentemente parecía preferir de la compañía de mujeres cuando viajaba y predicaba. También hubo muchas mujeres entre los evangelizadores de los primeros Cristianos –lo cual también representa otra gran ruptura con la tradición Judía, en la cual quienes desempeñaban esta función eran, casi invariablemente, los hombres).
A pesar de ser un hombre pequeño en estatura y aparentemente frágil con constantes problemas de salud, San Pablo demostró una asombrosa capacidad para el trabajo en cada tarea que realizaba. Como autor de casi la mitad de los veintisiete libros del Nuevo Testamento ha tenido sin duda la influencia más decisiva en las doctrinas de la Cristiandad, luego del mismo Jesucristo. Y ciertamente, aún un breve vistazo a lo que los eruditos Cristianos consideran su trabajo más importante –la Carta a los Romanos– es suficiente para sugerir la visión majestuosa de este gran siervo de Dios. Tal como San Pablo escribe en el Capítulo 5 de esa obra inmortal:
 
 
 




El Apóstol Pablo dicta a San Juan Crisostomo la interpretación
de sus epístolas. Monasterio de Vatopedi, Monte Athos.




 
 
Habiendo, pues, recibido de la fe nuestra justificación, estamos en paz con Dios, por nuestro Señor Jesucristo, por quien hemos obtenido también, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la cual nos hallamos, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.
En efecto, cuando todavía estábamos sin fuerzas, en el tiempo señalado, Cristo murió por los impíos; - en verdad, apenas habrá quien muera por un justo; por un hombre de bien tal vez se atrevería uno a morir -; mas la prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros. ¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por él salvos de la cólera! Si cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, ¡con cuánta más razón, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida!
Por tanto, como por un solo hombre introdujo el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y así la muerte alcanzó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron; - porque, hasta la ley, había pecado en el mundo, pero el pecado no se imputa no habiendo ley; con todo, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés aun sobre aquellos que no pecaron con una transgresión semejante a la de Adán, el cual es figura del que había de venir... Pero con el don no sucede como con el delito. Si por el delito de uno solo murieron todos ¡cuánto más la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia de un solo hombre Jesucristo, se han desbordado sobre todos! Y no sucede con el don como con las consecuencias del pecado de uno solo; porque la sentencia, partiendo de uno solo, lleva a la condenación, mas la obra de la gracia, partiendo de muchos delitos, se resuelve en justificación. En efecto, si por el delito de uno solo reinó la muerte por un solo hombre, ¡con cuánta más razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia, reinarán en la vida por un solo, por Jesucristo!  
 




Martirio del Apóstol San Pablo



 
 
Así pues, como el delito de uno solo atrajo sobre todos los hombres la condenación, así también la obra de justicia de uno solo procura toda la justificación que da la vida. En efecto, así como por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos. La ley, en verdad, intervino para que abundara el delito; pero donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia; así, lo mismo que el pecado reinó en la muerte, así también reinaría la gracia en virtud de la justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Señor. 

La vida del Gran Apóstol Pablo estuvo tan llena de fe, de esperanza y de luchas –y de dolor y rabia y amor por el Dios Todopoderoso– que podríamos pasar el resto de nuestras propias vidas ganando lecciones de ella.
Pablo, como Pedro, tuvo una personalidad muy fuerte. El se entregó completamente –mente, cuerpo y espíritu– a la propagación de la Buena Nueva de Jesús. El podía ser manso como una oveja con aquellos que eran débiles y frágiles en su fe, o despiadado como un león hacia aquellos que podrían descarriar a sus hijos recién bautizados. El estaba dispuesto a aceptar cualquier prueba con tal de proclamar la Palabra de Cristo y para fortalecer a aquellos que habían venido a creer en Jesucristo.



Historia de la Fiesta de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo

“Exaltemos a Pedro y Pablo, esas dos grandes luminarias de la Iglesia, porque resplandecen más que el sol en el firmamento de la fe” (Stichera para Vísperas).

En la Iglesia Ortodoxa, el Apóstol Pedro es el primero entre los Apóstoles por su autoridad, mientras que Pablo es igualmente el primero entre los Apóstoles por su labor apostólica. En los iconos se representan juntos como pilares de la Iglesia de Cristo. Su título principal juntos es, por lo tanto, "Primero de los Apóstoles".

Pedro y Pablo dieron testimonio vivo de su fe con su glorioso martirio durante la primera persecución de los cristianos por parte del emperador Nerón, que duró del 64 al 67 d.C. El obispo Eusebio de Cesarea (m. 339), el primer historiador cristiano, escribió:

“Anunciándose públicamente como el primero entre los enemigos de Dios, él [Nerón] fue llevado a la matanza de los Apóstoles. Está registrado que en sus días Pablo fue decapitado en la ciudad de Roma y que Pedro también fue crucificado. 
 
 
 
 
 
 
 



 
 
 
 
Esta historia está respaldada por el hecho de que los nombres de Pedro y Pablo se conservan en los cementerios de ese lugar hasta el día de hoy ... Porque si fueras al Vaticano, o al Camino de Ostia, encontrarías sus trofeos. [monumentos]” (cf. Eusebio, Historia Eclesiástica II, 25) .

El primero en mencionar el martirio de Pedro y Pablo en Roma fue San Clemente de Roma (88-97) en su Carta a los Corintios. El escritor del siglo II, Tertuliano, menciona que Pedro fue “crucificado” en la Colina del Vaticano, mientras que Pablo fue “decapitado” y enterrado en la Vía Ostia “fuera de los muros” (cf. Sobre la prescripción, 36). El mismo Eusebio cita a Orígenes de Alejandría (d. 253), diciendo: “Pedro…, habiendo llegado por fin a Roma, fue crucificado cabeza abajo, porque había pedido que pudiera sufrir de esta manera” (Eccles. Hist. III , 1). Desde entonces, la tradición del martirio romano de estos dos Apóstoles ha sido constante y unánime. También ha sido confirmado por excavaciones recientes.

La tumba de San Pedro en la Colina del Vaticano y la tumba de San Pablo en la Vía Ostia “extramuros” pronto se convirtieron en lugares de veneración pública. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Constantino el Grande (m. 337) construyó una magnífica basílica sobre la tumba de San Pedro en el Vaticano y una iglesia modesta sobre la tumba de San Pablo.

A mediados del siglo IV, la Iglesia Romana comenzó a celebrar la Fiesta de los Santos. Pedro y Pablo el 29 de junio con “gran solemnidad y festividades”. Los emperadores Valentiniano II (m. 392) y Teodosio el Grande (m. 395) reconstruyeron la modesta iglesia de San Pablo a la grandeza adecuada de una basílica.

En poco tiempo, los peregrinos habían extendido la veneración pública de los Santos. Pedro y Pablo a todos los rincones del Imperio Romano, tanto en Occidente como en Oriente. Generalmente, las Iglesias orientales celebraban la memoria de los Santos. Pedro y Pablo el 28 de diciembre, inmediatamente después de la conmemoración de San Esteban Protomártir (27 de diciembre) . A principios del siglo VI, cuando la Iglesia de Constantinopla comenzó a celebrar la memoria de los Santos. Pedro y Pablo con gran solemnidad, Oriente también aceptó la fecha romana de celebración. Desde entonces, las Iglesias orientales han estado celebrando la Fiesta de los Santos, Gloriosos e Ilustres Primeros Apóstoles Pedro y Pablo junto con Occidente, el 29 de junio.

Al día siguiente, 30 de junio, la Iglesia Ortodoxa conmemora solemnemente a los Doce Apóstoles juntos (Synaxis).

La importancia de la conmemoración de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo en la Iglesia Católica y Apostólica Ortodoxa se destaca por un cierto período de ayuno, conocido como el Ayuno de los Apóstoles, o el Ayuno de los Apóstoles. El Ayuno de los Apóstoles es un ayuno muy antiguo, y hay algunos indicios de que ya se observaba a finales del siglo IV, en relación con Pentecostés:
 
 


 
 


 
 
 
 
"Después de haber guardado la fiesta de Pentecostés, guarda una semana más festiva, y después de eso, ayuna. Es razonable alegrarse por los dones de Dios, pero después de algún tiempo de relajación, debes ayunar de nuevo" (cf. La Carta Apostólica Constituciones V, 20).
 
Esto lo confirma el gran liturgista ortodoxo, el arzobispo Simeón de Tesalónica (m. 1429), quien, en sus “Respuestas” al obispo Gabriel de Pentápolis, escribió: “Después de la venida del Espíritu Santo (Pentecostés) nosotros, según el Constituciones Apostólicas [atribuidas a San Clemente de Roma], todavía nos regocijamos durante una semana, y luego, comenzamos a ayunar de nuevo, para no ser estropeados por un placer excesivo. Al mismo tiempo, con nuestro ayuno, honramos a los Apóstoles que nos enseñaron a ayunar” (P.G., vol. 155, col. 901).
A partir del siglo VI, a través de la influencia de los monasterios, se introdujo una forma más estricta y reglamentada de ayuno en honor de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Este tiempo se convirtió también en un período de preparación para la recepción de los Santos Misterios. Los Padres insistieron en que los fieles recibieran la Sagrada Comunión al menos cuatro veces al año, a saber: 1) Pascua [Pascha], 2) Fiesta de los Apóstoles, 3) Fiesta de la Dormición de la Theotokos, y 4) Navidad [Natividad]. De ahí la razón por la cual la Iglesia Ortodoxa tiene cuatro temporadas de ayuno. Estos sirven como tiempos adecuados de preparación para la recepción de la Sagrada Comunión. Estas venerables tradiciones de ayuno nos dan la oportunidad de prepararnos, mediante la oración y el ayuno, para nuestra renovación espiritual y para la correcta recepción de la Sagrada Comunión.
 
 
 
 
 








 
Los Santos Apóstoles Pedro y Pablo como Pilares de la Iglesia 
 
Por San Juan Crisóstomo. De la Homilía 32 a los Romanos.

 
Donde los Querubines cantan la gloria, donde los Serafines vuelan, allí veremos a Pablo, con Pedro, y como jefe y líder del coro de los Santos, y gozaremos de su generoso amor. Porque si estando aquí amó tanto a los hombres, que cuando tuvo la opción de partir y estar con Cristo, escogió estar aquí, mucho más allí mostrará un afecto más cálido.

Amo a Roma incluso por esto, aunque de hecho uno tiene otros motivos para elogiarla, tanto por su grandeza como por su antigüedad y su belleza y su populosidad y por su poder y su riqueza y por sus éxitos en la guerra. Pero todo esto lo dejo pasar, y lo tengo por bienaventurado por esto, que tanto en vida les escribió, y tanto los amó, y habló con ellos mientras estuvo con nosotros, y allí acabó su vida.

Por tanto, la ciudad es más notable sobre este terreno que sobre todos los demás juntos. 
 
 
 
 
 
 
Apóstoles Pedro y Pablo- s.XVII.(La imagen proviene del Monasterio del Salvador en la isla del Príncipe) - Fanari, Estambul

 
 
 
 
 
Y como un cuerpo grande y fuerte, tiene como dos ojos resplandecientes los cuerpos de estos Santos. No tan brillante es el cielo, cuando el sol envía sus rayos, como lo es la ciudad de Roma, enviando estas dos luces a todas partes del mundo.

De allí será arrebatado Pablo, de allí Pedro. Solo piensen y estremezcan al pensar en lo que verá Roma, cuando Pablo se levante repentinamente de ese lugar, junto con Pedro, y sea levantado para encontrarse con el Señor. ¡Qué rosa enviará Roma a Cristo! ¡Qué dos coronas tendrá la ciudad! ¡Con qué cadenas de oro estará ceñida! ¡Qué fuentes poseen!

Por lo tanto, admiro la ciudad, no por el mucho oro, no por las columnas, no por las otras exhibiciones allí, sino por estos pilares de la Iglesia.
 
 



Damasco, un documental sobre el apóstol Pablo
 
 

Himno de San Pedro y San Pablo. Peristefanon de Prudencio Aurelio, p. 709

 

 

 


 

Apolitiquio tono 4º (griego)

Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος δ’.

Οἱ τῶν Ἀποστόλων πρωτόθρονοι, καὶ τῆς Οἰκουμένης διδάσκαλοι, τῷ Δεσπότῃ τῶν ὅλων πρεσβεύσατε, εἰρήνην τῆ οἰκουμένῃ δωρήσασθαι, καὶ ταῖς ψυχαῖς ἡμῶν τὸ μέγα ἔλεος.
 


Apolitiquio (tropario) tono 4º (español, con notación bizantina)
 
Apolitiquio tono 4º  

Oh principales de los Apóstoles y maestros del mundo, interceded ante el Maestro para que El conceda paz al mundo y una gran misericordia a nuestras almas. 
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τοὺς ἀσφαλεῖς.
 
Τοὺς ἀσφαλεῖς καὶ θεοφθόγγους κήρυκας, τὴν κορυφὴν τῶν Μαθητῶν σου Κύριε, προσελάβου εἰς ἀπόλαυσιν, τῶν ἀγαθῶν σου καὶ ἀνάπαυσιν, τοὺς πόνους γὰρ ἐκείνων καὶ τὸν θάνατον, ἐδέξω ὑπὲρ πᾶσαν ὁλοκάρπωσιν, ὁ μόνος γινώσκων τὰ ἐγκάρδια.
 
Condaquio tono 2º
 
Tú que lo tomaste para Ti mismo, Oh Señor, el más firme heraldo de los que proclaman a Dios, el jefe de los Apóstoles, para el gozo de Tus bendiciones y para tu reposo; por Ti ellos aceptaron sus trabajos y muerte por encima de todo sacrificio, Oh Tú El Unico que conoce los secretos de nuestros corazones.








Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr *johnsanidopoulos.com *youtube.com

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