domingo, 5 de noviembre de 2023

Los Santos Mártires Galacteón y su esposa Episteme (s.III)

Versos:
"La pareja no emparejada es decapitada por una espada, teniendo un emparejamiento de sus almas por amor".
En el quinto Episteme y Galacteón fueron decapitados.

Cuando ella vio que se llevaban a su marido para ser torturado por su fe Cristiana, rogó para que ella también pudiera morir.
Los sirios y las autoridades romanas se vieron felices de complacerla en su pedido. Los nombres de estos dos valientes mártires son Galacteón (del gr. “Γαλακτίων”, [Galacteón]),  y Episteme o Epistemia (del gr. “Επιστήμη”, [Epistími]).
Ellos vivieron en el s.III d.C., en los tiempos del emperador Decio. Sus historias, de amor mutuo y de amor por el Evangelio de Jesucristo, han movido a generaciones de creyentes a celebrar su victoriosa fidelidad.
Su bella aventura se inició a principios del Siglo Tercero en el antiguo mundo de Fenicia (actual Líbano). Fue ahí, en la ciudad de Edesa, que una pareja muy adinerada – Klitofón (del gr.”Κλειτοφών”,[Klitofón]) y su esposa Leukípi (del gr. “Λευκίππη”, [Leukípi]) -  vivían con una pena secreta: el hecho, profundamente problemático, de que no importaba cuánto oro le habían entregado a los sacerdotes paganos que gobernaban el pueblo, pero que no habían podido concebir un hijo. (Ninguno de los dos se imaginaba, al tiempo que se lamentaban por la esterilidad de su matrimonio, que pronto ellos serían los padres de un gran mártir para la Santa Iglesia.) 
En aquellos días la antigua ciudad estaba gobernada por un brutal dictador sirio, Secundus, quien por encima de todas la cosas aborrecía a los cristianos. Su oposición al Evangelio de Jesucristo era tan feroz que ordenó a sus soldados mostrar sus temibles instrumentos de tortura en cada esquina de las calles… al tiempo que hacían saber a viva voz que los mismos serían usados sin ningún tipo de misericordia contra aquellos que fueran suficientemente tontos como para unirse a “la secta del Nazareno.” 
 
 









 
Los instrumentos, de sólo verlos, producían un gran terror, y aun a pesar de ello muchos seguían convirtiéndose en secreto a la nueva fe. Uno de esos conversos fue un viejo y harapiento mendigo llamado Onuphrios (Onofrio), cuyas vestiduras desgarradas ocultaban una simple túnica y la dignidad de uno de los monjes de Cristo. Este piadoso mendigo llegaba cada día a las casas opulentas de la ciudad… y donde podía predicaba suave, pero persuasivamente, la verdad del Hijo de Dios y la salvación que nos ofrece a todos gratuitamente.
Un día, mientras Onofrio pedía limosna de puerta en puerta, llegó hasta la estéril y afligida Leukípi. El monje disfrazado escuchó en silencio su historia y sus esperanzas defraudadas, y entonces le contó acerca de los muchos milagros que habían ocurrido dos siglos atrás por el Salvador de Galilea. Leukípi creyó. Ella aceptó a Cristo en su corazón y fue bautizada en el nombre del Santo Redentor. De pronto sintió surgir la esperanza. Soñó que pronto le habría de nacer un hijo suyo… y que también habría de ser un cristiano devoto. Junto a ella se encontraba, lleno de gozo, su asombrado esposo al que, la que pronto sería madre, lo persuadió para que aceptara bautizarse en la Verdadera Fe. Y así ambos abandonaron la idolatría y abrazaron el Cristianismo.
 





Martirio de los Santos Galacteón y
su esposa Episteme. 5 de Noviembre.




 
Ahora ellos era una familia cristiana y cuando llegó el niño lo bautizaron como “Galacteón”, a quien lo educaron en la fe. Le proveyeron de una buena educación y lo instaron a casarse al tiempo que disfrutaba de una brillante carrera profesional. Cuando alcanzó la edad de 24 años, su padre arregló su casamiento con una bella y joven, socialmente reconocida, llamada Episteme.
Su futuro parecía perfecto… pero el joven Galacteón se sentía desasosegado e intranquilo. En el fondo no deseaba casarse –pues anhelaba la severa y austera vida ascética de un monje Cristiano. Cuando compartió con su prometida estas aspiraciones ella no sólo lo alentó… sino que también le confesó que tenía la determinación de vivir, tal como él, una vida de devota religiosidad. Al final, aunque estuvieron formalmente casados, ellos estuvieron de acuerdo en permanecer castos, cosa que hicieron hasta el final de sus días. 
Estos dos jóvenes llegaron a vivir su devoción a Cristo con tal ardor que bautizaron a uno de los siervos de la familia, el fiel Eutolmios, en la misma fe gozosa que ahora era el centro de sus vidas. Alejándose completamente de la gran ciudad ellos se escondieron en dos Monasterios en el Monte Publión (uno para hombres y otro para mujeres), cerca del Monte Sinaí,  donde los devotos monjes hacían lo mejor posible para escapar de la temible represión que estaba tomando lugar contra el Cristianismo alrededor de ellos.
 
 
 









Resplandecieron brillantemente en sus monasterios. Fueron los primeros en trabajo, los primeros en oración, los primeros en humildad y obediencia, y los primeros en amor. Por un tiempo ellos pudieron rezar y meditar en paz. Pero sus horas de tranquilidad estaban destinadas a convertirse en angustia y sufrimiento. Muy pronto una sombra siniestra cayó sobre la montaña cuando llegaron los pelotones de soldados.  No abandonaron sus monasterios ni se vieron hasta poco antes de su muerte. Mientras la cruel persecución contra los cristianos se hacía, día a día, cada vez peor, Episteme tuvo una visión celestial en la cual ella y su esposo caminaban a través de un hermoso palacio gobernado por un Poderoso Rey –una persona bondadosa que sonreía gozosamente mientras colocaba coronas de oro sobre sus cabezas. 
Comenzó una feroz persecución y ambos fueron llevados ante el tribunal en Alejandría bajo el mando del gobernador Ursus. Cuando los paganos azotaron sin piedad a Galacteón, Fue en ese entonces que Episteme vio a su amado esposo ser arrastrado hacia la tortura y la muerte… Episteme lloró. Entonces ella le rogó a sus captores con palabras como estas: “¡Tómenme también a mí! ¡Mátenme al mismo tiempo en que lo asesinan!”. Los torturadores se sintieron muy felices de poder complacerla. 
Ellos sufrieron terriblemente. Fueron azotados y les insertaron cañas debajo de sus uñas. Luego les cortaron las manos y los pies. Cuando finalmente fueron decapitados – mientras rezaban fervientemente y confesaban su fidelidad al Señor- su fiel siervo Eutolmios juntaría sus restos para darles una sepultura digna y Cristiana.  Eutolmios había sido un esclavo de los padres de Episteme, y luego un monje con Galacteón. También escribió la vida de estos maravillosos mártires de Cristo que sufrieron y recibieron sus coronas en el cielo en el año 253, bajo el reinado del Emperador Romano Decio. Galacteón tenía 30 años en su martirio, mientras que Episteme tenía 16 (alrededor de 20 según otras fuentes).
 




Los Santos Mártires Galacteón y su esposa
Episteme de Edesa. Menologio Basilio II.




 
Algunos años después, el siervo que había cuidado de sus reliquias, Eutolmios, escribió un conmovedor elogio en el que describía el amor trascendente que habían experimentado el uno por el otro así como por su Salvador, quien dio su propia vida para redimir al mundo del pecado.
Llenas de sufrimiento, pero al mismo tiempo llenas de gozo, la vida de estos dos mártires cristianos brilla como las estrellas en la bóveda del cielo. De ellos aprendemos que el amor mutuo entre un hombre y su esposa brota maravillosamente del mismo amor que Dios Todopoderoso y Misericordioso envía a los hombres en todo momento y lugar en el que se encuentran.
Ellos murieron… pero en su abnegado amor por cada uno y por el Evangelio de Jesucristo… ¡ellos viven!


El amor espiritual de los santos

El amor físico, en comparación con el amor espiritual, es menos que una sombra a una sustancia sólida. La hermandad de la sangre y del cuerpo no son nada comparadas con la hermandad del espíritu. Galacteón lo prometió a la doncella Episteme. Galacteón bautizó a Episteme y, después de eso, ambos recibieron la tonsura monástica. Su amor físico fue reemplazado por el amor espiritual, un amor tan fuerte como la muerte. Tan grande fue el amor espiritual de Galacteón por Episteme que nunca quiso verla con sus ojos físicos. Ni el contacto físico ni la cercanía son necesarios para el amor espiritual.
 
 






 
Tan grande fue el amor espiritual de Episteme por Galacteón que cuando supo que lo habían torturado, corrió tras él, rogándole que no la rechazara, sino que la recibiera como compañera sufridora, ya que él era su padre y hermano espiritual. Cuando los despiadados torturadores azotaron el cuerpo desnudo de Galacteón, la santa Episteme lloró. Sin embargo, cuando los torturadores les cortaron las manos y los pies para Cristo, ambos se regocijaron y glorificaron a Dios. Tan grande fue el poder de su amor por nuestro Señor Jesucristo, y tan grande fue el amor espiritual con el que se amaron. En verdad, el amor físico es como una colorida mariposa que pasa rápidamente, pero el amor espiritual es perdurable.
 
 
 
 



 
 

 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος α’. Τῆς ἐρήμου πολίτης.  
 
Tὴν λαμπρὰν ξυνωρίδα τῶν μαρτύρων τιμήσωμεν ὥσπερ συζυγίαν ἀρίστην καὶ κλειτὴν καὶ θεόφρονα· τὸν θεῖον Γαλακτίωνα πιστοί, ὁμοῦ σὺν Ἐπιστήμῃ τῇ σεμνῇ. Δι' ἀσκήσεως γὰρ πόνων ἀθλητικὴν ἐξήνθησαν φαιδρότητα. Δόξα τῷ ἐνισχύσαντι ὑμᾶς, δόξα τῷ στεφανώσαντι, δόξα τῷ ἐνεργοῦντι δι' ὑμῶν πᾶσιν ἰάματα. 


Apolitiquio tono 1º
 
Honremos los fieles a estos dos atletas comprometidos, Galacteón y la modesta Episteme. Sus labores ascéticas florecieron en el martirio, por eso les clamamos: Gloria al que os ha fortalecido; Gloria al que os ha coronado; Gloria a Aquel que por medio de vosotros obra sanidades para todos.
 
 
 

Apolitiquio tono 4º

Tus Mártires, Oh Señor, lucharon valerosamente por recibir como premio la corona de la vida incorruptible, Dios nuestro e inmortal. Ya que ellos poseían Tú fortaleza fueron capaces de enfrentarse a los tiranos y destruir completamente la débil presunción de los demonios. Oh Cristo Dios, por sus oraciones, salva nuestras almas ya que Tú eres misericordioso.

Condaquio tono 2º

Los Mártires de Cristo se encuentran ahora en tu compañía pues respondieron de manera resplandeciente en sus pruebas; Oh reconocido Galacteón y tu santa Esposa y compañera en el sufrimiento, Episteme, rueguen por nosotros al Señor nuestro Dios.
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος β’. Τὰ ἄνω ζητῶν.
 
Μαρτύρων Χριστοῦ, τοῖς δήμοις ἠριθμήθητε, ἀγῶσι στεῤῥοῖς, φαιδρῶς ἀγωνισάμενοι, Γαλακτίων ἔνδοξε, σῦν συζύγῳ σεπτῇ καὶ συνάθλῳ σου, Ἐπιστήμη, τῷ μόνῳ Θεῷ, πρεσβεύοντες ἄμφω ὑπὲρ πάντων ἡμῶν.


Otro condaquio tono 2º

Fuiste contado entre los ejércitos de los mártires, porque fuiste glorioso en poderosas contiendas, oh Galacteón con tu compañera sufriente Episteme. Orad sin cesar al Dios Único por todos nosotros.








Fuentes: *saint.gr * "Prólogos de Ohrid" de Nikolai Velimirovic *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury. 

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