sábado, 14 de octubre de 2023

Santos Mártires Nazario, Protasio, Gervasio y Celsio

Entre las Vidas de los Santos que nos han llegado desde los albores del cristianismo, tenemos la fortuna de contar con la historia de los cuatro mártires Nazario, Gervasio, Protasio y Celsio.

San Nazario nació en Roma. Su padre, llamado Africano, era judío y su madre, Perpetua, era una cristiana que había sido bautizada por el apóstol Pedro.
Sin duda, gracias a sus oraciones, Nazario al llegar a la mayoría de edad optó por abrazar la fe cristiana; fue bautizado por San Lino, quien sucedió al Apóstol Pedro como Obispo de Roma.
Nazario se mostró deseoso no sólo de su propia salvación sino también de la de los demás. Fue muy generoso dando limosnas y al salir de Roma hacia Milán, entregó sus posesiones a los pobres y usó su herencia para aliviar la suerte de los cristianos que sufren en prisión como resultado de las persecuciones de Nerón.
 




San Gervasio




Entre los que se beneficiaron de las conversaciones devotas de Nazario y de la ayuda material estaban los hermanos gemelos Gervasio y Protasio que anhelaban la corona del martirio. Nazario sintió tal amor por estos afianzados creyentes que lamentó tener que separarse de ellos y hubiera preferido morir en su lugar.
El gobernador regional, Anulino, pronto supo de las actividades de Nazario entre los prisioneros y ordenó que fuera llevado a juicio. Al descubrir que Nazario era romano de nacimiento, Anulino intentó persuadirlo para que respetara los ídolos de sus antepasados ​​que los romanos desde la antigüedad habían honrado con sacrificios y reverencia. 
 
 



Martirio de San Gervasio y San Protasio de Milán





Nazario se atrevió a reprochar al gobernador y a ridiculizar a la religión pagana, con lo cual el gobernador ordenó que lo castigaran golpeándolo en la boca. Cuando Nazario insistió en confesar al Único Dios Verdadero, fue golpeado aún más y expulsado de la ciudad como deshonra. San Nazario se sintió afligido por la separación de sus amigos Gervasio y Protasio, pero se regocijó de haber sido encontrado digno de sufrir por Cristo y encontró consuelo en Sus palabras: "Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo."(Mat. 5:11).
La noche siguiente, su madre se le apareció en un sueño y le dijo que fuera a la Galia y que trabajara allí para difundir el Evangelio. Nazario viajó de buena gana hacia el oeste, predicando a Cristo e iluminando a muchos con el conocimiento del Dios verdadero.





San Ambrosio de Milán





En la ciudad de Melia recibió de manos de cierta mujer noble y creyente a un niño de tres años llamado Celsio. Nazario lo bautizó y lo educó en la piedad. Sus esfuerzos se vieron coronados por el éxito, ya que cuando el niño creció, trabajó junto a su preceptor para predicar el Evangelio. Su celo mutuo los convirtió en un objetivo vulnerable. En Tréveris fueron capturados por adoradores de ídolos y llevados ante el propio Nerón, quien probó todo tipo de torturas antes de finalmente arrojarlos al mar para que se ahogaran. Pero el Dios Todopoderoso se complació en mostrar favor hacia sus amados confesores, y los hizo caminar sobre el agua como si fuese tierra plana. Al ver este milagro, los siervos del Emperador creyeron que Cristo era el verdadero Dios y fueron bautizados por San Nazario. No regresaron a la corte de Nerón, sino que comenzaron a servir a su nuevo Señor y Maestro, Jesucristo.
 




Martirio de los Santos en Milán




San Nazario regresó con su discípulo a Milán, donde reanudó su predicación del Evangelio. Por esta razón, fue llevado nuevamente ante el gobernador Anulino, quien, al enterarse de que Nazario había estado en manos de Nerón, se maravilló de que todavía estuviera entre los vivos, porque conocía la crueldad tiránica de Nerón. En vano, el gobernador intentó forzar a Nazario y Celso a adorar a los dioses paganos. Fueron encarcelados, y allí se alegraron muchísimo al encontrarse en compañía de Gervasio y Protasio. Sin embargo, con el tiempo, Nerón se enteró del milagroso escape de Nazario y Celsio de las fauces de la muerte; enfurecido, envió un decreto a Anulino ordenando su ejecución inmediata, y las cabezas de estos dos mártires fueron cortadas a espada.





Basílica de San Ambrosio en Milán




Un cristiano que vivía en los alrededores de la ciudad obtuvo secretamente sus sagrados restos y los llevó a su hogar. A su llegada, su hija enferma se levantó de la cama como si nunca hubiera estado enferma. La familia se regocijó con este milagro y sepultó con reverencia los cuerpos de los mártires, creándoles una tumba con honores en su jardín.
Poco después de la decapitación de Nazario y Celsio, llegó a la ciudad de Milán el líder militar Astasios, que estaba ansioso por una victoria en la guerra contra Moravia en el norte. Los sacerdotes paganos sugirieron que para ganar el favor de los dioses, Astasios debería forzar a Gervasio y a Protasio a ofrecer sacrificios a los ídolos. Gervasio murió bajo las palizas, y Protasio fue finalmente decapitado. Y así se unieron a sus amados amigos Nazario y Celso en el coro de los mártires. Un cristiano llamado Felipe tomó los cuerpos de los mártires y los enterró en su casa.
Las reliquias de los cuatro mártires yacían escondidas en la tierra hasta que fueron descubiertas a fines del siglo IV por San Ambrosio de Milán. 
 




Cripta con las Reliquias de los Santos,
Basílica de San Ambrosio, Milán




 
El descubrimiento de las reliquias de San Nazario es descrito por el presbítero Paulino en su “Vida de San Ambrosio”:
"Vimos en la tumba ... sangre como si acabara de salir del cuerpo. La cabeza con pelo y la barba estaba tan bien conservada que era como si acabara de colocarse en la tumba. La cara estaba radiante... "Las reliquias del mártir Celsio se encontraron cerca y los restos de ambos mártires fueron trasladados solemnemente a la Catedral de los Santos Apóstoles en Milán.
El mismo San Ambrosio describe la visión que le llevó al descubrimiento de las reliquias de los santos mártires Gervasio y Protasio.
Una noche, durante un tiempo de oración y ayuno, San Ambrosio, junto con otros cristianos, toda la noche la pasaron rezando y cantando salmos y alabanzas a Dios y a los santos mártires. Después Ambrosio cayó en un estado que, según él, "aunque quería dormir, no dormía, no sentía nada. Luego vi a dos jóvenes vestidos de blanco, levantando sus manos hacia arriba y orando. Dominado por la somnolencia, no podía hablar con ellos, y cuando me recobré, ya no eran visibles". 
 




Reliquias de los Santos Ambrosio, Gervasio y Protasio,
Basílica de San Ambrosio en Milán, Italia.





Sin saber si esto era una revelación de Dios o un engaño enviado por el diablo, San Ambrosio intensificó su ayuno y le rogó a Dios que se lo explicara. Una segunda noche los jóvenes se le aparecieron como antes. La tercera noche volvieron a aparecérsele junto con un hombre que se parecía al Apóstol Pablo, tal como lo representan sus iconos. Señalando a los jóvenes, le dijo a San Ambrosio: "Estos son aquellos que, al escuchar mis palabras, despreciaron al mundo y sus riquezas, y siguieron a nuestro Señor Jesucristo... Sus cuerpos yacen tendidos en una tumba debajo del mismo lugar donde estás de pie y orando. Sácalos de la tierra y construye una iglesia en su honor".
Convocando a sus hermanos obispos, San Ambrosio les relató su visión y comenzaron a excavar. Encontraron los cuerpos de los mártires, que despedían una fragancia maravillosa. En la tumba cerca de sus cabezas había un pequeño libro escrito por el siervo de Dios Felipe, quien había preservado para la posteridad los nombres de estos mártires y ciertos detalles de su vida. 










Sus padres, Vitalio y Valeria, ambos murieron como confesores de la Fe. Los gemelos huérfanos vendieron sus pertenencias, liberaron a sus siervos y durante diez años se entregaron sin reservas a la oración, al ayuno y a la lectura espiritual. En el undécimo año fueron encarcelados por Anulino y sufrieron la muerte de sus cuerpos por la vida eterna con Jesucristo.
Cuando sus reliquias sagradas fueron sacadas de la tierra, los enfermos comenzaron a recibir sanidad, los demonios fueron expulsados ​​de las personas y los ciegos recibieron la vista. 
Entonces, el santo Ambrosio recordó que en la ciudad había un ciego conocido con el nombre de Severgnus; le trajo al lugar y tan pronto como tocó el borde de la ropa de los santos cuerpos de los mártires, la oscuridad de sus ojos se dispersó y vio la luz del día. [Este milagro en particular es mencionado también por San Agustín en su libro “La Ciudad de Dios”].
A través de las oraciones de tus santos, oh Señor, ilumina nuestros ojos espirituales para que podamos caminar a la luz de tu rostro y en tu nombre nos regocijemos por siempre. Amén.



El pequeño Celsio y su martirio.

Del libro "Niños héroes y mártires", Santo Monasterio de Panayía Barnákoba, Ed. "Δωρίδα", 2011  

Reinaba entonces el terrible perseguidor de los cristianos, el desquiciado Nerón. Era el año 57 d.C.
Sin embargo dentro del corazón de la Roma idólatra florecía misteriosamente la primera Iglesia cristiana.
Uno de sus miembros era Nazario. Joven escogido e inflamado en la fe por Cristo. Este, cuando murieron sus padres (los cuales eran discípulos del apóstol Pedro), vendió su herencia, la distribuyó entre los pobres y comenzó a recorrer distintos lugares de Italia, predicando la Verdad de Cristo.
Cuando después de algunos años llegó a la ciudad de Mediolanum (actual Milán), conoció allí a dos santos hombres encarcelados por la fe de Cristo: Protasio y Gervasio, a los cuales se unió en una amistad cristiana.
Cuando San Nazario fue a enseñar en la Galia, en la ciudad de Meli ("Μέλι"), haciendo en poco tiempo a los primeros habitantes cristianos, una mujer de la clase alta de la ciudad, la cual tenía un niño de tres años, lo trajo y se lo dio al santo, para que le educase cristianamente y lo salvase de la idolatría, en la cual crecería.
 
 




San Gervasio, San Nazario, San Protasio y el joven Celsio.
(A la derecha, San Cosme el Poeta, quien celebra el mismo día)





¡Qué gran fe y coraje el de la madre! Pero también qué iluminación la del niño, que siguió mansamente al mártir, y le regaló toda la dedicación y el amor de su alma infantil.
San Nazario le bautizó y le nombró Celsio.
Desde entonces Celsio se convirtió en un fiel seguidor del santo. Juntos vivieron las dificultades de los grandes recorridos. Juntos pasaron hambre, juntos sufrieron de calor y de frío, la mayoría de las veces sin techo. Juntos sufrieron, juntos fueron martirizados.
¿Quién dio esta fuerza psíquica y corporal al pequeño Celsio? ¿Quién le dio esa paciencia, coraje y sabiduría? ¿Quién más, sino él, como modelo de infantes cristianos? 
Su alma tierna se desbordaba de ardiente amor por Jesucristo. Todos los que escuchaban las enseñanzas salvadoras de San Nazario se acercaban también al pequeño apóstol del Señor. Y hablando con él, se sorprendían de su sabiduría. Sabio intelecto en cuerpo de infante. ¡Admirable!  
Esta bendita criatura ni lloraba buscando a su madre ni se quejaba ante las dificultades que pasaba al lado del predicador de Cristo. La misteriosa gracia de Cristo lo calentaba, lo llenaba, lo endulzaba. Era inexplicable para la mayoría, pero realmente afortunado. 
En poco tiempo, mientras que San Nazario enseñaba por alguna ciudades de la Galia, el pequeño Celsio tomó primero el camino hacia el martirio. He aquí cómo sucedió:
El gobernador idólatra de aquel lugar, Dinobaos ("Δεινοβαως"), arrestó a Nazario y a Celsio y les sometió a interrogación.
Debido a que San Nazario le recriminó por venerar a los ídolos, detrás de los cuales se escondían los demonios, para vengarse y provocarle dolor psíquico, atrapó a Celsio y comenzó a golpearle sin parar.
El pequeño mártir con el poder de Cristo recibía en silencio los duros golpes con su rostro brillando con una alegría divina. Por un breve instante, con su infantil pronnciación, dijo la siguientes palabras: "¡Este Dios, al cual adoro, te juzgará como justísimo Juez!"  






San Celsio 





    
Por condescendencia de Dios, una mujer intervino ante Dinobaos y liberó a los mártires. 
Algo más tarde, tras una nueva acusación de alguien ante Nerón hacia los santos, éstos fueron arrojados al mar para que se ahogasen. Sin miedo y lleno de fidelidad hacia Dios, Nazario nadaba sobre el mar Tirreno, pero también el pequeño Celsio igual de valiente y sin temor. 
¿Quién otorgó esta falta de temor sobre su alma de infante, sobre el alma infantil que es tan sensible? Admiremos el poder de Dios en la persona del pequeño mártir. No le atemorizaron las espumosas olas ni el inmenso mar. ¡Vivía el misterio de la Gracia de Cristo! Y dentro de poco, junto con su compañero, vivirían la ayuda celestial en el mar que abrazó sus benditos cuerpos.
Un maravilloso y hermoso ángel enviado por Dios les levantó hasta por encima de las olas, y con mucho respeto hacia estos inocentes hijos del Señor, les trasladó con seguridad hasta tierra firme.
Este milagroso acontecimiento hizo que muchos creyesen y abandonasen la idolatría. 
Después de esto los dos mártires continuaron su camino apostólico hacia Génova. Y enseñando acabaron de nuevo, unos años después, en Milán. Pero allí fueron arrestados y encerrados en la prisión por el gobernador Anulio, el cual también avisó a Nerón. Aquel, pensando que los soldados no los ahogaron en el mar, lleno de ira encargó a Anulio que los decapitase, junto con Protasio y Gervasio, quienes estaban aún encarcelados. 
Cuando se reunieron los cristianos en la cárcel, se alegraron tanto, que la cárcel les parecía como un paraíso. Se reforzaron los unos a los otros, rezaron, y caminaron valientemente hacia la muerte.
En cuanto al pequeño Celsio, su coraje era admirador. Cerró su corta vida martírica con el martirio por decapitación. Y ahora ruega a Dios por nosotros, y sobretodo por los jóvenes que con corazón puro aman a Dios. 
 
 
 
 
 





Apolitiquio tono 4º  (MODELO: “Ταχύ προκατάλαβε[Tají prokatálabe], “Se adelantó rápidamente”)
 
Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος δ’. Ταχὺ προκατάλαβε.
 
Τετράριθμον σύνταγμα, τῶν Ἀθλητῶν τοῦ Χριστοῦ, Λαζάριον μέλψωμεν, σὺν Γερβασίω ὁμού, Προτάσιον Κέλσιον οὗτοι γὰρ τὴν Τριάδα, ἀνεκήρυξαν πάσι, λύσαντες δι' ἀγώνων, τὴν πολύθεον πλάνην. Αὐτῶν Χριστὲ ἰκεσίαις, πάντας ἐλέησαν.
 
Apolitiquio tono 4º

Elogiemos la compañía cuádruple de mártires: Nazario, Gervasio, Protasio y Celsio. Porque predicaron la Trinidad a todos y por su lucha disiparon la adoración de los ídolos. A través de sus oraciones, oh Dios de Dios, ten piedad de todos nosotros. 
 
 


Otro apolitiquio tono 4º

Tus Mártires, oh Señor, en su valiente lucha por Ti recibieron como premio las coronas de incorrupción y vida Tuya, nuestro Dios inmortal. Porque como poseían Tu fuerza, derribaron a los tiranos y destruyeron por completo la presunción sin fuerza de los demonios. Oh Cristo Dios, por sus oraciones, salva nuestras almas, ya que eres misericordioso.



Condaquio tono 2º

Al arrojar la luz de los milagros como lámparas brillantes, oh Mártires de Dios, hacéis brillar a toda la creación, disipando en todo momento la noche más profunda de enfermedades y dolencias y sin cesar de suplicarle a Cristo, el único Dios, que Él conceda Su misericordia sobre nosotros.
 









Fuentes consultadas: oca.org, saint.gr, johnsanidopoulos.com, Sinaxario de los Doce Meses del Año de San Nicodemo el Athonita.