El p. Delehaye clasifica la leyenda de San Ginés entre las novelas de imaginación. Es posible que no haya existido nunca, y que su leyenda no sea mas que una versión occidental de la de San Ginés de Heliópolis, ya que de este último y de otros santos se cuenta una historia semejante.
Alban Butler resume así el relato sobre San Ginés:
Cuando el emperador Diocleciano llegó a Roma, fue recibido con alborozadas demostraciones populares. Entre los festejos figuraban naturalmente, algunas funciones de teatro; en una de las comedias que se representaron en su honor, uno de los actores se burló de las ceremonias del bautismo cristiano, pues era un recurso que hacía reír con facilidad a quienes despreciaban profundamente los misterios de la nueva fe.
Así pues, el actor, que se llamaba Ginés, tomó informes de algunos ritos cristianos con ciertos amigos suyos que profesaban nuestra religión y, en el curso de la representación, se tendió como si estuviese enfermo y declamó: "Amigos míos, tengo un gran peso en la conciencia y quisiera verme libre de él". Los otros actores respondieron: "¿Qué podemos hacer para librarte de ese peso? ¿Quieres que te arranquemos la conciencia?" "¡Imbéciles!," replicó Ginés: "Lo que quiero es morir cristiano para que Dios reciba mi alma por haberme apartado del culto idolátrico y supersticioso de los dioses".
Ginés de Roma sosteniendo una máscara. De Rabanus Flavus - Trabajo propio, CC0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=17053755 |
Entonces aparecieron en escena un sacerdote y un exorcista, se sentaron junto al lecho de Ginés y le preguntaron: "¿Par a qué nos mandaste llamar hijo mío? " En aquel instante, por inspiración divina, Ginés se convirtió instantáneamente al cristianismo y respondió, no ya de broma sino de veras: "Porque deseo recibir la gracia de Jesucristo y nacer de nuevo para verme libre de mis pecados".
Los actores llevaron entonces a cabo en el escenario la ceremonia del bautismo. Ginés respondió de todo corazón a las preguntas usuales y recibió el bautismo con la túnica blanca de los catecúmenos. Entonces, otros actores, vestidos de soldado, le condujeron ante el emperador para que éste le juzgase. En esa escena, Ginés declaró con toda seriedad, desde el proscenio:
"¡Escucha, oh emperador! ¡Escuchad todos los presentes: oficiales de la corte, filósofos, senadores y ciudadanos! Escuchad lo que voy a deciros. Hasta ahora no había perdido oportunidad de vilipendiar el cristianismo en cuanto oía hablar de él y me molestaba mucho que algunos de mis amigos profesaran esa religión. Los ritos del bautismo los aprendí con el fin de ridiculizarlo a mi gusto y de inspiraros el mayor desprecio por él. Pero hace un instante, cuando iba yo a ser bautizado por broma, respondí con toda sinceridad al interrogatorio y vi sobre mi cabeza a una cohorte de ángeles que leían en un libro todos los pecados que he cometido desde la niñez. Y cuando los comediantes derramaron el agua sobre mí, los ángeles bañaron el libro en el agua y me lo mostraron después, blanco como la nieve. Así pues, poderoso emperador y vosotros todos que acabáis de burlaros de este rito sagrado, públicament os exhorto a confesar conmigo que Jesucristo es el Señor, que El es la Luz y la Verdad y que está dispuesto a perdonaros vuestros pecados.*
Furioso al oír esto, Diocleciano ordenó que golpeasen a Ginés. Después le entregó a Plauciano, prefecto del pretorio, para que le obligase a ofrecer sacrificios. Plauciano le atormentó en el potro, mandó desgarrarle los costados con garfios y aplicarle antorchas encendidas en las heridas. Pero el mártir no cesó de clamar: "No hay otro Señor que Aquél a quien yo he visto y a quien quiero adorar y servir. A El me aferraré, así hubiese de sufrir mil muertes. Ningún tormento conseguirá impedirme que confiese a Jesucristo con el corazón y con la boca. Con toda el alma me arrepiento de haber escarnecido su santo nombre y de haber empezado a servirle demasiado tarde." Finalmente, Ginés fue decapitado.
NOTAS:
*Dado que la leyenda fuese verdadera, el bautismo no sería válido, pues el ministro-comediante no habría tenido intención "de hacer lo que hace la Iglsia" al bautizar. En tal caso, Ginés habría recibido no el bautismo de agua, sino el de sangre. Dom Ruinart incluyó esta leyenda en Acta Sincera. Para comprender hasta qué punto se equivocó, basta consultar a Dom Quentin, Martyrologes historiques (sobre todo pp. 533-541) y Analecta Bollandiana, vol. xxix (1910), pp. 258-269. Es indudable que ya antes del siglo VI circulaba la leyenda de "Ginés el comediante", pues su nombre figura en el calendario de Cartago. Sin embargo, el texto de Ruinart es un resumen hecho por Ado de un relato más largo, que ha llegado hasta nosotros a través de Surio y otros autores. No se puede poner en duda que en la antigüedad se ridiculizaban los ritos cristianos en el teatro (aunque H. Reich, "Der Mimus" ha exagerado mucho las pruebas). La tradición de que un actor se convirtió en el teatro y fue ejecutado ahí mismo es muy antigua; pero desgraciadamente, dicha tradición está relacionada con cuatro nombres diferentes: Ginés, Gelasio o Gelasino, Ardalio y Porfirio. No existe ninguna prueba de que no se trate de una simple novela hagiográfica. Véase Bertha von der Lage, Studien zur Genesiuslegende (1898); Mostert y Stengel, L'histoire et la Vie de Saint Genis (1895); Paul Allard, La persécution de Dioclétien, vol. i (1908)), pp. 7-9, quien opina que el mártir existió realmente; y CMH., pp. 463-465.
Fuentes consultadas: "Vidas de los Santos de A.Butler", en. wikipedia.org, es.wikipedia.org, orthodoxwiki.org