LA SEPARACIÓN DE LAS ALMAS A LA HORA DE LA MUERTE
Por el monje Gregorio, alumno de San Basilio el Nuevo
PRÓLOGO
Esta narración ha sido tomada del resumen del libro “La Boca de la Muerte” *1 del Monasterio Konstamonitu en el Monte Atos. Se hicieron de él sólo unas mil copias y hoy en día se conservan sólamente dos manuscritos en las bibliotecas del Monasterio de Santa Ana y en el de Konstamonitu.
PRÓLOGO
Esta narración ha sido tomada del resumen del libro “La Boca de la Muerte” *1 del Monasterio Konstamonitu en el Monte Atos. Se hicieron de él sólo unas mil copias y hoy en día se conservan sólamente dos manuscritos en las bibliotecas del Monasterio de Santa Ana y en el de Konstamonitu.
Antiguamente, debido a las dificultades para imprimir los libros tanto en Grecia como en el mundo ortodoxo en otros países, circularon muchas ilustraciones con imágenes que describían "la separación de las almas". Después, sin embargo, un grupo de monjes "ayioritas" *2, editó el libro “La boca de la muerte” realizando bastantes copias, y posteriormente muchos cristianos ortodoxos continuaron su edición.
Este tema sobre la salida del alma del cuerpo se describe a menudo con imágenes que insinúan movimiento, como aparece en muchas Vidas de Santos, como en las de San Antonio, San Macario, San Marcos el Ateniense y en las narraciones del libro "Everguetinós" *3, etc.
Según la Fe Ortodoxa, a la hora de la muerte y la salida del alma del cuerpo, antes de que el alma se halle en el estado medio de las almas, esperando el juicio final por el Señor Teántropo *4, en el día de la Segunda Resurrección, el alma recibe las acusaciones de los malos espíritus. Esto se puede conocer por las palabras del Señor, que dijo: “Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14, 30).
NARRACIÓN
De la teoría que escribí yo, el humilde Gregorio, discípulo de San Basilio el Nuevo.*5
Porque se había muerto mi “yérontas” (del gr.“γέροντας”, monje anciano experto, guía espiritual de otros menos expertos), pedía un padre espiritual que me condujera a los cielos. El Señor, que siempre realiza el deseo de sus siervos, me mostró a este santísimo Yérontas, e iba a menudo a verle, como también otros muchos, y nos enseñaba.
Estaba también por allí una anciana con buen corazón que hacía mucha diaconía (servicio, servidumbre), sirviendo mucho al santo yérontas. Y éste sentía mucha simpatía por esta anciana porque era muy respetuosa y se sacrificaba por el amor de Cristo. Esta respetada anciana llamada Teodora, murió después de pocos años, y todos los alumnos del santo se pusieron muy tristes, sobretodo yo, Gregorio, que la amaba mucho.
Molesto por los pensamientos, muchas veces me decía: ¿se habrá salvado el alma de Teodora? Preguntaba al yérontas a menudo, para saber algo respecto a ella, y no me contestaba. Yo, inquieto por estos pensamientos, no paraba de preguntar y de molestarle.
Un día, sonriendo, me dijo: ¿de verdad quieres, hijo mío, ver a Teodora? Yo le dije: ¿y cómo es posible, padre, ver a Teodora, la cual desde hace mucho se ha muerto y se encuentra en la otra vida? El santo entonces me dice:
“Esta noche vas a verla”. Yo me preguntaba y pensaba cómo la podría ver, pensaba en las palabras del Yérontas.
Por la noche entonces, en sueños, veo un joven que me dice: “levántate, y vete donde te dice el yérontas; vete con él, para ver a Teodora”.
Yo cuando escuché esto, fui hacia la celda del santo, y no le encontré. Pregunté y me dijeron que había ido a su querida anciana Teodora.
Escuchando yo todo esto, me puse triste por no poder verle, para así poder haber ido los dos juntos. Pero un hombre me mostró el camino, y me dijo: “venga, corre, si quieres llegar donde tu yérontas”. Yo corrí, y me pareció que iba hacia el Templo de Panayía de Blajernón ( del gr. Παναγία Βλαχερνών, Iglesia de Santa María de Blaquernas) *6
Y directamente me encontré en un lugar muy estrecho y empinado, y subía este camino con mucho cansancio y miedo. Llegué entonces a una puerta muy grande y alta que estaba cerrada. Esperando fuera de ésta, por si acaso venía alguien que me abriese, vi a dos mujeres que estaban sentadas y hablaban entre ellas. Le dije a una: “señora, ¿de quién es este bonito palacio?” y ella me dijo: “de nuestro Padre Basilio, y dentro de muy poco va a venir, y vais a visitar sus templos espirituales, porque ayuda a sus hijos espirituales en la tierra pero también en el cielo”. Escuchando esto, sentí una gran alegría, y le rogué que me abriese la puerta. La dije que yo también era hijo espiritual suyo, y había venido aquí muchas veces ya con mi yérontas. Entonces ella me dijo: “tú no has venido nunca aquí, y tampoco te conocemos, por eso vete de aquí, porque sin el permiso de la señora Teodora, no es posible que venga nadie. Estos palacios son del santo nuestro Padre Basilio, y lo ha regalado a su sierva Teodora, y sin el permiso de ella es imposible que entre alguien aquí.”
Yo, escuchando todo esto sobre Teodora, sentí más coraje, y empecé a tocar la puerta y a gritar. Escuchándome Teodora, se acercó a la puerta para ver quién era, y mirándome, dijo directamente a las mujeres: “abrid, rápido, porque él es el señor Gregorio, el querido hijo de nuestro padre”. Y cuando ellas abrieron y entraron dentro, Teodora corrió a abrazarme. “Señor Gregorio, ¿qué le trae por aquí? ¿qué pasa, que ha tenido la suerte de venir a este lugar bienaventurado y a esta vida infinita?”.
Yo no sabía qué decir, porque no me parecía un sueño, sino real. Y entonces le dije a ella:
“Señora y mi querida abuela: no he muerto, me encuentro todavía en la vida, pero con el deseo y la bendición de nuestro padre, he venido aquí para verte, para aprender en qué situación y lugar estás, y cómo has superado a los malvados demonios del aire y cómo te has escapado de éstos, porque sé muy bien que yo al final de mi vida pasaré también por ello”.
Ella me contestó diciendo: “ay, mi querido hijo Gregorio, cómo explicarte el peligro y el miedo que sentí cuando mi alma se separó del cuerpo. ¿Cómo te explico los dolores y los sufrimientos que pasé? Estos dolores los comparo como alguien vivo que se cae dentro del fuego desnudo, y quemándose muchísimo, chilla de los dolores, y poco a poco se ahoga, hasta que el alma se va del cuerpo. Tan amarga hijo mío es la muerte. Mucho más para un pecador, como soy yo. Para los justos, no lo sé, hijo mío, de qué tipo es, porque yo, la miserable, era pecadora. Cuando estaba agonizando, en las últimas, veía de pié alrededor de mi cama muchos seres negros y feos, los cuales se mezclaban entre ellos y se agitaban, apretando los dientes con rabia hacia mí, y ladraban como perros y lobos, y hacían distintos sonidos de animales, rugiendo, rabiando, mugiendo como bueyes, volviendo sus oscuros ojos salvajes y sus caras amenazándome. Y no sólo esto, sino que lo peor eran sus acusaciones, de las cuales no podía librarme. Porque aunque movía mis ojos de un lado a otro para no verles, era imposible escaparme de sus acusaciones y sus voces, ya que dondequiera que pusiese mi mirada, les veía.
Y mientras sufría todo esto y me angustiaba, ví de repente a dos alegres jóvenes resplandecientes, con cabellos dorados, que brillaban como el sol, con vestidos brillantes. Estos dos jóvenes se pusieron a la derecha de mi cama, hablando en secreto, y uno de ellos empezó a infundir temor con dulce pero con estricta voz a los seres negros, diciéndoles: “injustos, contaminados y malvados demonios, que llegáis a la muerte de los hombres, ¿a quién abrumáis y agitáis con vuestras voces salvajes? Malvados, no os alegréis mucho, porque no tenéis ningún agrado, y así como habéis venido, así partiréis avergonzados”. Esto y otras cosas parecidas decía aquel radiante joven con voz dulcísima. Aquellos otros recordaban las malas acciones de mi juventud, charlataneando y voceando todos mis pecados, y yo temblaba y esperaba la muerte. Entonces vino un joven gordo, bruto, cuyo aspecto era como de un león salvaje, que estaba cargado de herramientas de hierro, el cual da la muerte a cada hombre. Viendo mi humilde alma aquel tirano, se llenó de miedo y temor.
Entonces los dos jóvenes dijeron a aquel tirano: ¿a qué esperas? Desata las ataduras del cuerpo y no las des mucho dolor, porque no tiene ni muchos ni grandes pecados. Llenando entonces un vaso aquel tirano me lo dio para que lo bebiera, y yo lo bebí sin quererlo. Y directamente salió mi alma del cuerpo, con una violencia terrible. Era tan picante y sosa esta bebida, que no llegando a sufrir toda la amargura, salió mi alma de mi cuerpo. Salida mi alma, la recibieron los dos jóvenes aquellos, envueltos en sus vestidos, y yo observaba mi cuerpo yaciendo muerto y me asombré.
Porque no sabía que sucedía todo esto a la hora de la muerte de los pobres hombres. Mientras me mantenían los ángeles, los rodearon los salvajes y despiadados demonios, que en voz alta decían: “este tiene muchos pecados, los cuales tenemos escritos, y es necesario que nos responda a todos ellos”.
Y los Santos Ángeles lo bueno que hice en mi vida lo presentaron, si yo la pobre había hecho lo que hubiese podido en la medida de mis fuerzas físicas. Si di pan a algún hambriento, o de beber a algún sediento, o había visitado a algún enfermo o encarcelado, o recibido a algún desconocido o extranjero y le había aliviado y si iba a la Iglesia y allí estaba con temor a Dios y respeto, y si había puesto aceite a las velas de las imágenes, y si había reconciliado a alguien que tenía enemistad con otro. O si había llorado por mis pecados o si me había insultado alguien y lo había soportado. Si había dado buen ejemplo a los hombres para que hagan lo bueno, si había consolado a desesperados para que tuviesen paciencia y esperanza en Dios e hicieran obras agradables a Él. Si ayunaba por amor a Dios, si he luchado para no mentir y para ser sobria sin palabras insultantes, y en general todo lo bueno que hice al mundo.
Y lo sopesaron después con los pecados, y corregían éstos. Por todo esto bueno se disgustaban los demonios y se enfurecían conmigo, y luchaban con los ángeles, intentando siempre engancharme con sus manos para echarme en el fuego del infierno.
Después de esto veo a nuestro santísimo Yérontas Basilio tras sus divinas fortalezas y dice a los ángeles: “señores míos, este alma ha hecho muchos buenos servicios y me ha aliviado en mi vejez. Por esto he rogado al Dios por ella, que me ha regalado misericordia. Con todo eso, aceptad también éstos, para que paguéis su deuda frente a los telonios del aire, y para que los intercambiéis para su salvación. Porque yo con la bendición del Dios, soy muy rico respecto a las virtudes celestes y divinas, las cuales las he ganado con mucho esfuerzo y sudor. Y se lo regalo a ella para que el intercambio sea a su favor”. Me pareció que era una bolsa llena de liras; dando esto a los ángeles, desapareció. Cuando vieron todo esto los “negros”, se quedaron sin ninguna fuerza para realizar su maldad, y estando agitados mucho tiempo, se fueron de nosotros mugiendo.
Después de esto vino de nuevo nuestro Santo Yérontas trayendo muchos cuencos llenos de aceite santo, los cuales los mantenían unos jóvenes muy hermosos con pelos de oro, y les dió orden para que los abriesen y los esparciesen sobre mí. Cayendo éstos, me rellené de un divino olor maravilloso, y me limpié. Se hizo mi cabeza brillante y noble, me veía a mí mismo y era guapo y blanco como la nieve, y me rellené con divina alegría. Entonces dijo nuestro Santo Yérontas a los jóvenes: ”mis señores, cuando terminéis con todo lo útil de este alma, traédmela a la tierra celestial, la cual me la ha preparado el Dios para habitar con mis hijos espirituales”. Así se fue de nosotros. Levantando los ángeles sus alas de oro, salieron volando por el aire hasta las nubes, y manteniéndome, subimos hacia el Oriente.
1. Telonio o aduanero de la maledicencia.
Allí encontramos al aduanero de la maledicencia, es decir de la crítica, donde había una reunión de negros, y en medio de ellos estaba el primero con mucha maldad. Directamente nos detuvimos. Testigo mío el Señor, hijo mío Gregorio, que a cuantos critiqué en mi vida, de todos me dijeron el nombre y la hora en que los critiqué. Con sólo una palabra que me mostraban, ya exigían juicio. Y no sólo verdades, sino que muchos me acusaban falsamente, debido a su maldad. O si había dicho algo con otra intención, resultando ser crítica, también esto presentaban y pedían cuentas. Por ejemplo, si había dicho alguna vez algo con amor o con la intención de corregir al culpable, por todo esto preguntaban a los ángeles para que los contestasen. Los ángeles contestaron la verdad y pagaron de aquello que me había regalado nuestro yérontas y así nos fuimos lejos de ellos.
2. El telonio de la arrogancia
Y subiendo algo más, nos recibió el telonio de la arrogancia. Y pagándole también a aquel, como al primero, partimos sin ser molestados, por las oraciones de nuestro Padre. Y subiendo dialogaban los Ángeles, diciendo:” es cierto, de verdad digo que era beneficioso, y gracias a que encontró este alma al amado Señor Basilio, si no, hubiésemos sido molestados mucho por este telonio”.
3. El telonio de la envidia
Este tema sobre la salida del alma del cuerpo se describe a menudo con imágenes que insinúan movimiento, como aparece en muchas Vidas de Santos, como en las de San Antonio, San Macario, San Marcos el Ateniense y en las narraciones del libro "Everguetinós" *3, etc.
Según la Fe Ortodoxa, a la hora de la muerte y la salida del alma del cuerpo, antes de que el alma se halle en el estado medio de las almas, esperando el juicio final por el Señor Teántropo *4, en el día de la Segunda Resurrección, el alma recibe las acusaciones de los malos espíritus. Esto se puede conocer por las palabras del Señor, que dijo: “Porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (Juan 14, 30).
De la teoría que escribí yo, el humilde Gregorio, discípulo de San Basilio el Nuevo.*5
Porque se había muerto mi “yérontas” (del gr.“γέροντας”, monje anciano experto, guía espiritual de otros menos expertos), pedía un padre espiritual que me condujera a los cielos. El Señor, que siempre realiza el deseo de sus siervos, me mostró a este santísimo Yérontas, e iba a menudo a verle, como también otros muchos, y nos enseñaba.
Estaba también por allí una anciana con buen corazón que hacía mucha diaconía (servicio, servidumbre), sirviendo mucho al santo yérontas. Y éste sentía mucha simpatía por esta anciana porque era muy respetuosa y se sacrificaba por el amor de Cristo. Esta respetada anciana llamada Teodora, murió después de pocos años, y todos los alumnos del santo se pusieron muy tristes, sobretodo yo, Gregorio, que la amaba mucho.
Molesto por los pensamientos, muchas veces me decía: ¿se habrá salvado el alma de Teodora? Preguntaba al yérontas a menudo, para saber algo respecto a ella, y no me contestaba. Yo, inquieto por estos pensamientos, no paraba de preguntar y de molestarle.
Un día, sonriendo, me dijo: ¿de verdad quieres, hijo mío, ver a Teodora? Yo le dije: ¿y cómo es posible, padre, ver a Teodora, la cual desde hace mucho se ha muerto y se encuentra en la otra vida? El santo entonces me dice:
“Esta noche vas a verla”. Yo me preguntaba y pensaba cómo la podría ver, pensaba en las palabras del Yérontas.
Por la noche entonces, en sueños, veo un joven que me dice: “levántate, y vete donde te dice el yérontas; vete con él, para ver a Teodora”.
Yo cuando escuché esto, fui hacia la celda del santo, y no le encontré. Pregunté y me dijeron que había ido a su querida anciana Teodora.
Escuchando yo todo esto, me puse triste por no poder verle, para así poder haber ido los dos juntos. Pero un hombre me mostró el camino, y me dijo: “venga, corre, si quieres llegar donde tu yérontas”. Yo corrí, y me pareció que iba hacia el Templo de Panayía de Blajernón ( del gr. Παναγία Βλαχερνών, Iglesia de Santa María de Blaquernas) *6
Y directamente me encontré en un lugar muy estrecho y empinado, y subía este camino con mucho cansancio y miedo. Llegué entonces a una puerta muy grande y alta que estaba cerrada. Esperando fuera de ésta, por si acaso venía alguien que me abriese, vi a dos mujeres que estaban sentadas y hablaban entre ellas. Le dije a una: “señora, ¿de quién es este bonito palacio?” y ella me dijo: “de nuestro Padre Basilio, y dentro de muy poco va a venir, y vais a visitar sus templos espirituales, porque ayuda a sus hijos espirituales en la tierra pero también en el cielo”. Escuchando esto, sentí una gran alegría, y le rogué que me abriese la puerta. La dije que yo también era hijo espiritual suyo, y había venido aquí muchas veces ya con mi yérontas. Entonces ella me dijo: “tú no has venido nunca aquí, y tampoco te conocemos, por eso vete de aquí, porque sin el permiso de la señora Teodora, no es posible que venga nadie. Estos palacios son del santo nuestro Padre Basilio, y lo ha regalado a su sierva Teodora, y sin el permiso de ella es imposible que entre alguien aquí.”
Yo, escuchando todo esto sobre Teodora, sentí más coraje, y empecé a tocar la puerta y a gritar. Escuchándome Teodora, se acercó a la puerta para ver quién era, y mirándome, dijo directamente a las mujeres: “abrid, rápido, porque él es el señor Gregorio, el querido hijo de nuestro padre”. Y cuando ellas abrieron y entraron dentro, Teodora corrió a abrazarme. “Señor Gregorio, ¿qué le trae por aquí? ¿qué pasa, que ha tenido la suerte de venir a este lugar bienaventurado y a esta vida infinita?”.
Yo no sabía qué decir, porque no me parecía un sueño, sino real. Y entonces le dije a ella:
“Señora y mi querida abuela: no he muerto, me encuentro todavía en la vida, pero con el deseo y la bendición de nuestro padre, he venido aquí para verte, para aprender en qué situación y lugar estás, y cómo has superado a los malvados demonios del aire y cómo te has escapado de éstos, porque sé muy bien que yo al final de mi vida pasaré también por ello”.
Ella me contestó diciendo: “ay, mi querido hijo Gregorio, cómo explicarte el peligro y el miedo que sentí cuando mi alma se separó del cuerpo. ¿Cómo te explico los dolores y los sufrimientos que pasé? Estos dolores los comparo como alguien vivo que se cae dentro del fuego desnudo, y quemándose muchísimo, chilla de los dolores, y poco a poco se ahoga, hasta que el alma se va del cuerpo. Tan amarga hijo mío es la muerte. Mucho más para un pecador, como soy yo. Para los justos, no lo sé, hijo mío, de qué tipo es, porque yo, la miserable, era pecadora. Cuando estaba agonizando, en las últimas, veía de pié alrededor de mi cama muchos seres negros y feos, los cuales se mezclaban entre ellos y se agitaban, apretando los dientes con rabia hacia mí, y ladraban como perros y lobos, y hacían distintos sonidos de animales, rugiendo, rabiando, mugiendo como bueyes, volviendo sus oscuros ojos salvajes y sus caras amenazándome. Y no sólo esto, sino que lo peor eran sus acusaciones, de las cuales no podía librarme. Porque aunque movía mis ojos de un lado a otro para no verles, era imposible escaparme de sus acusaciones y sus voces, ya que dondequiera que pusiese mi mirada, les veía.
Y mientras sufría todo esto y me angustiaba, ví de repente a dos alegres jóvenes resplandecientes, con cabellos dorados, que brillaban como el sol, con vestidos brillantes. Estos dos jóvenes se pusieron a la derecha de mi cama, hablando en secreto, y uno de ellos empezó a infundir temor con dulce pero con estricta voz a los seres negros, diciéndoles: “injustos, contaminados y malvados demonios, que llegáis a la muerte de los hombres, ¿a quién abrumáis y agitáis con vuestras voces salvajes? Malvados, no os alegréis mucho, porque no tenéis ningún agrado, y así como habéis venido, así partiréis avergonzados”. Esto y otras cosas parecidas decía aquel radiante joven con voz dulcísima. Aquellos otros recordaban las malas acciones de mi juventud, charlataneando y voceando todos mis pecados, y yo temblaba y esperaba la muerte. Entonces vino un joven gordo, bruto, cuyo aspecto era como de un león salvaje, que estaba cargado de herramientas de hierro, el cual da la muerte a cada hombre. Viendo mi humilde alma aquel tirano, se llenó de miedo y temor.
Entonces los dos jóvenes dijeron a aquel tirano: ¿a qué esperas? Desata las ataduras del cuerpo y no las des mucho dolor, porque no tiene ni muchos ni grandes pecados. Llenando entonces un vaso aquel tirano me lo dio para que lo bebiera, y yo lo bebí sin quererlo. Y directamente salió mi alma del cuerpo, con una violencia terrible. Era tan picante y sosa esta bebida, que no llegando a sufrir toda la amargura, salió mi alma de mi cuerpo. Salida mi alma, la recibieron los dos jóvenes aquellos, envueltos en sus vestidos, y yo observaba mi cuerpo yaciendo muerto y me asombré.
Porque no sabía que sucedía todo esto a la hora de la muerte de los pobres hombres. Mientras me mantenían los ángeles, los rodearon los salvajes y despiadados demonios, que en voz alta decían: “este tiene muchos pecados, los cuales tenemos escritos, y es necesario que nos responda a todos ellos”.
Y los Santos Ángeles lo bueno que hice en mi vida lo presentaron, si yo la pobre había hecho lo que hubiese podido en la medida de mis fuerzas físicas. Si di pan a algún hambriento, o de beber a algún sediento, o había visitado a algún enfermo o encarcelado, o recibido a algún desconocido o extranjero y le había aliviado y si iba a la Iglesia y allí estaba con temor a Dios y respeto, y si había puesto aceite a las velas de las imágenes, y si había reconciliado a alguien que tenía enemistad con otro. O si había llorado por mis pecados o si me había insultado alguien y lo había soportado. Si había dado buen ejemplo a los hombres para que hagan lo bueno, si había consolado a desesperados para que tuviesen paciencia y esperanza en Dios e hicieran obras agradables a Él. Si ayunaba por amor a Dios, si he luchado para no mentir y para ser sobria sin palabras insultantes, y en general todo lo bueno que hice al mundo.
Y lo sopesaron después con los pecados, y corregían éstos. Por todo esto bueno se disgustaban los demonios y se enfurecían conmigo, y luchaban con los ángeles, intentando siempre engancharme con sus manos para echarme en el fuego del infierno.
Después de esto veo a nuestro santísimo Yérontas Basilio tras sus divinas fortalezas y dice a los ángeles: “señores míos, este alma ha hecho muchos buenos servicios y me ha aliviado en mi vejez. Por esto he rogado al Dios por ella, que me ha regalado misericordia. Con todo eso, aceptad también éstos, para que paguéis su deuda frente a los telonios del aire, y para que los intercambiéis para su salvación. Porque yo con la bendición del Dios, soy muy rico respecto a las virtudes celestes y divinas, las cuales las he ganado con mucho esfuerzo y sudor. Y se lo regalo a ella para que el intercambio sea a su favor”. Me pareció que era una bolsa llena de liras; dando esto a los ángeles, desapareció. Cuando vieron todo esto los “negros”, se quedaron sin ninguna fuerza para realizar su maldad, y estando agitados mucho tiempo, se fueron de nosotros mugiendo.
Después de esto vino de nuevo nuestro Santo Yérontas trayendo muchos cuencos llenos de aceite santo, los cuales los mantenían unos jóvenes muy hermosos con pelos de oro, y les dió orden para que los abriesen y los esparciesen sobre mí. Cayendo éstos, me rellené de un divino olor maravilloso, y me limpié. Se hizo mi cabeza brillante y noble, me veía a mí mismo y era guapo y blanco como la nieve, y me rellené con divina alegría. Entonces dijo nuestro Santo Yérontas a los jóvenes: ”mis señores, cuando terminéis con todo lo útil de este alma, traédmela a la tierra celestial, la cual me la ha preparado el Dios para habitar con mis hijos espirituales”. Así se fue de nosotros. Levantando los ángeles sus alas de oro, salieron volando por el aire hasta las nubes, y manteniéndome, subimos hacia el Oriente.
Allí encontramos al aduanero de la maledicencia, es decir de la crítica, donde había una reunión de negros, y en medio de ellos estaba el primero con mucha maldad. Directamente nos detuvimos. Testigo mío el Señor, hijo mío Gregorio, que a cuantos critiqué en mi vida, de todos me dijeron el nombre y la hora en que los critiqué. Con sólo una palabra que me mostraban, ya exigían juicio. Y no sólo verdades, sino que muchos me acusaban falsamente, debido a su maldad. O si había dicho algo con otra intención, resultando ser crítica, también esto presentaban y pedían cuentas. Por ejemplo, si había dicho alguna vez algo con amor o con la intención de corregir al culpable, por todo esto preguntaban a los ángeles para que los contestasen. Los ángeles contestaron la verdad y pagaron de aquello que me había regalado nuestro yérontas y así nos fuimos lejos de ellos.
2. El telonio de la arrogancia
Y subiendo algo más, nos recibió el telonio de la arrogancia. Y pagándole también a aquel, como al primero, partimos sin ser molestados, por las oraciones de nuestro Padre. Y subiendo dialogaban los Ángeles, diciendo:” es cierto, de verdad digo que era beneficioso, y gracias a que encontró este alma al amado Señor Basilio, si no, hubiésemos sido molestados mucho por este telonio”.
3. El telonio de la envidia
Mientras decían todo esto los Ángeles, llegamos al telonero de la envidia, y no teniendo, por gracia divina, que enfrententarnos con aquella categoría con la cara negra y salvaje que me decían, nos separamos felices. Por todo esto apretaban los dientes después, con mucha maldad y odio hacia mí. Y si hubiese sido posible, nos hubiesen devorado.
4. El telonio de la mentira.
Y subiendo a mucha altura nos encontramos con el telonero de la mentira, en el cual había muchos demonios negros, y las caras de ellos eran muy desagradables y llenas de odio. El primero de ellos, con gran menosprecio nos miraba y cuando nos vieron, empezaron a correr como ladrones, dando ladridos y muy nerviosos. Y traían muchas pruebas y muchas mentiras las cuales había dicho muy a menudo muy absurdamente. Los demonios mostraron también que decía mentiras desde pequeño. Cuando lo presentaron, dijeron todo sobre el momento en que lo dije, y las personas a quienes se lo había dicho, y pedían juicio por ello. Pero los buenos ángeles, tal como hicieron con las otras acusaciones, y gracias a la bondad del Dios, me liberaron también de éstas.
5. Telonio del odio y de la ira.
Y subiendo un poco más llegamos al telonio del odio y de la ira. Aquí, encontramos grupos de muchos negros. El primero de ellos se sentaba como un líder muy enfadado y ordenaba con odio y con la voz tan fuerte que no podíamos entender qué decía a los otros demonios. Estos demonios estaban tan llenos de maldad que se mordían y se comían entre ellos como perros rabiosos, y gritando como bestias salvajes. Nos miraban con mucha maldad y pedían no sólo sobre todo lo que había dicho con odio a alguien, sino también el modo en que había mirado, aunque tuviese razón, sino también cuando aconsejaba o culpaba con amor, o cuando me enfadaba con ellos. Todo esto, digo ahora, que una por una me las recordaron voceando, y si había atemorizado o amenazado o entristecido a alguien, o si había tenido enemistad con alguien o si había mantenido maldad contra alguien. Cada acción que había hecho, ellos me la recordaron, diciéndome los nombres de la gente, cuándo fue,con exactamente las mismas palabras muy claramente, que cuando yo estaba enfadado. Cuando pagamos todo este débito, nos fuimos.
6. El telonio del orgullo
Subiendo algo más, nos encontramos con el demonio del orgullo. Y buscando los demonios encontrar algo para acusarme, no encontraron nada ya que era pobre y no podía enorgullecerme. Entonces, pasamos sin gastos.
7. El telonio de la blasfemia.
Y subiendo llegamos al telonio de la blasfemia. El jefe de estos demonios estaba allí con mucha ferocidad, y en cuanto nos vieron, corrieron hacia nosotros enfurecidos, apretando los dientes, endureciéndose y blasfemando y haciendo distintas señales. Me aterrorizaron y yo temblaba, y aseguraron que yo había blasfemado tres veces en mi juventud. Pero los ángeles trajeron pruebas de mi arrepentimiento y confesión, y pagando nos fuimos.
8. El telonio de las tonterías y de las charlatanerías.
Y yéndonos nos encontramos con el demonio de las tonterías y de las charlatanerías, y nos pidieron los demonios que diese repuesta a mis charlatanerías y obscenidades, las cuales había dicho en mi juventud. Hasta las canciones satánicas que escuchaba las aseguraban como verdaderas. Y no sabía responder pero dudaba cómo podían recodarlo, cuando yo con el paso del tiempo lo había olvidado. Dando allí lo mismo, nos fuimos.
9. El telonio del interés y del engaño.
Y subiendo el desconocido y terriblemente oscuro camino, llegamos al telonio del abuso y del engaño, el cual examina a los usureros y a aquellos que se burlan de los otros y los cogen sus fortunas. Empezaron entonces a examinarme, si había defraudado a alguien y le había cogido sus cosas. Pero como no podían demostrarlo, apretaron sus dientes y me aterraron.
10. El telonio de la pereza y del sueño.
Yéndonos de allí y subiendo aquel camino, el cual el hombre con el mejor cerebro no es capaz de medir, llegamos al telonio de la pereza y del sueño. Examinaban aquí si dormía y si era perezoso al levantarme para ir a la Iglesia y si por sueño o vaguería no había hecho lo bueno cuando hubiese sido posible. Pero gracias a Dios, no tenía nada de esto, y aquellos me dejaron libre.
11. El telonio de la avaricia.
Y subiendo encontramos al demonio de la avaricia el cual estaba muy nublado y oscuro. Y examinándome y no encontrando nada, ya que fui pobre toda mi vida, nos fuimos de allí sin ser molestados
12. El telonio de la embriaguez.
Y subiendo llegamos a los demonios de la embriaguez, los cuales esperaban como lobos hambrientos, pidiendo comer a alguien. Pero porque no tienen derecho para examinar todas las almas, vinieron los ángeles que me acompañaban, y examinaron el vino que bebí durante toda mi vida. Los demonios voceaban: ¿no has bebido tales vasos de vino en tal fiesta? ¿No te has emborrachado en tal día , no has bebido cuando has ido con tal persona y tal mujer y tales vasos de vino mientras estaban presentes tales personas? Estas palabras decían y buscaban atraparme como bestias salvajes. Todo lo que me dijeron era verdad. Los ángeles decían también mis buenas obras dando una parte del pago de aquello que me regaló nuestro yérontas, y así nos fuimos. Mientras subíamos, me decían los ángeles que me acompañaban:¿ ves cómo peligra el alma hasta que supera los sucios telonios y demonios que están en el aire? Y yo contesté: sí mis señores, gran peligro para las almas. Y creo que no hay posibilidad de que pase alguien sin temor. Creo que ninguno de los hombres que viven, conocen todo lo que pasa en el alma. Pobrecillos. ¡Lo que le espera al alma de cada uno después de la muerte! Y nosotros pasamos de ello y no lo cuidamos, los tontos. Contestaron entonces los ángeles, que en las escrituras se hace referencia a todo esto, pero el lujo, las comidas, los placeres y los descansos del mundo ciegan a los hombres y no lo ven. Ni piensan en ellas, y viven como si no fueran a morir y pasan de las obras buenas, sobre todo del amor y de la limosna, la cual ayuda al alma más que todas las obras. Y si se hacen éstas, el alma puede pasar por los telonios sin molestias, pero éstos son pocos. Pobres de los que no tienen obras buenas ¡Porque la muerte viene de repente, y los atrapa! Y pasando por aquí, les atrapan los demonios y en un instante les bajan a los lugares del hades que son repugnantes y pestilentes, guardándoles ahí hasta la Segunda Resurrección y el Juicio Final. Esto te hubiese pasado a tí también, si no hubieses tenido la misericordia del Dios y la limosna del Padre Basilios.
13. El telonio del rencor.
Diciendo esto y subiendo, nos encontramos con el telonio del rencor, el cual controla a aquellos que tienen enemistad con su vecino y no quieren perdonar, según la orden del Dios. Acercándonos hacia aquel cruel demonio, se acercaban otros como ladrones que nos acusaban, buscando a ver si tenía alguna culpa, pero mil gracias a Dios no encontraron nada. Y con mucha vergüenza gritaban: ¡hemos olvidado escribirlo! Así que nos fuimos de allí sin pagar nada. Y porque cogí ya algo de valor, pregunté a los ángeles: ¿cómo estos malos saben cada cosa que hace cada persona? Y me contesta uno: ¿No sabes que después del bautismo cada cristiano recibe un ángel junto con él como guardia, sin poder verle, para que le conduzca a lo bueno, para escribir todas sus obras, y lo mismo le sigue un demonio que escribe sus malas acciones? Entonces si peca el hombre directamente se presenta el telonio correspondiente. Entonces cada telonio escribe y cuando pasa el alma por allí se detiene y cae al hades hasta que venga el gran día del Juicio. Si son más las obras buenas del alma, las cuales las presenta nuestro ángel de la guardia, pasa libre. Todo esto pasa a los cristianos ortodoxos, el camino de los cuales es Jesucristo, mientras que a los contrarios y a los no respetuosos o no creyentes les empuja directamente al hades.
14. El telonio de la magia y de los encantamientos.
Dejando el telonio del rencor llegamos al telonio de la magia, el cual controla a los magos. Estos demonios tenían imagen como de bestias, serpientes, perros y otros animales muy feos. Pero gracias a Dios, no teniendo nada que examinar, avanzamos. Y mientras subíamos, preguntaba a los ángeles: ¿ de qué modo pueden perdonarse los pecados de los hombres y que desaparezcan los pecados de los libros de los demonios en el aire?. Y me contestaron: todo se puede anular y se puede perdonar, cuando el hombre se arrepiente y confiesa sus pecados, y cumple la regla de su padre espiritual y recibe el perdón. Entonces directamente se anula todo del libro de los demonios. Si alguien, como tú has hecho, siente vergüenza de confesar sus pecados y cree que es suficiente con no pecar más sin haber ido a confesarse, estos pecados no se perdonan. Porque el Señor ha dado la Jaris a los Apóstoles, para atar y desatar sobre toda la tierra, y los apóstoles han dado la Jaris y el mismo poder a los padres espirituales y a los obispos, porque el Señor quiere que continúe el misterio de la confesión. El Dios dice: todos a los que perdonéis están perdonados. Por esto mismo, tiene que confesarse el hombre al padre espiritual, para que cumpla la regla y así se anulan sus pecados de los libros de los demonios. Cuando ven éstos que se han anulado de los libros los pecados de los hombres, empiezan a vocear y a enfurecerse, y les hacen caer en otros pecados mayores. Por esto la confesión y arrepentimiento son medios para vencer los hombres a los telonios del aire y poder pasar libre ante todos éstos. Pero muchos tienen miedo a una norma dura que le pone el padre espiritual severo. Y se confiesan ante varios padres espirituales para evitar las penitencias. Esto no es metania, sino listillez. Los hombres tienen que elegir un buen padre espiritual, y no cambiarle en toda su vida, si no no podrán librarse de los demonios.
15. El telonio de la gula y de la comida excesiva.
Subiendo y hablando de todo esto y otras parecidas nos encontramos con el telonio de la glotonería. Estos demonios estaban gordos como gorrinos, salvajes y bastantes más que los otros, y en cuanto me vieron se echaron encima de mí ladrando, con dureza, y mostraron todas mis glotonerías en público y en privado, las cuales desde mi juventud hacía, comiendo desde la mañana hasta la noche abundantemente, así como en las cuaresmas comí en las primeras horas sin rezar antes. Con esto y otros parecidos me acusaron de que no cumplí las promesas que dí en el bautismo, es decir que en el bautismo los negué a ellos y a sus obras. Por el otro lado los ángeles luchaban y mostraban mis buenas obras, y así nos separamos de ellos.
16. El telonio de la idololatría.
Y enseguida llegamos al telonios de las idololatrías y otras herejías. Pero no nos dijeron ni una palabra, y nos fuimos directamente.
17. El telonio de la homosexualidad.
Y subiendo un poco, llegamos al telonio de la homosexualidad, el cual examina a los homosexuales. El primero de ellos estaba sentado en lugar alto como un dragón terrible con una cara muy desagradable , teniendo bajo su orden mil demonios, cambió de miles de formas, de dragón a ratón, un jabalí furioso, y como un monstruo marino. A su alrededor había unas suciedades insoportables, encima de mesas miraban y descansaban sus servidores, los cuales analizaban los pecados, eran como estatuas vivas enfurecidas conmigo. Pero viendo que era mujer, no tuvieron nada de qué acusarme, ni siquiera que había dormido con otra mujer y pequé. Y gracias a Dios me libré de sus maldades y nos acercamos a la puerta del cielo.
18. El telonio de los cosméticos y de los que cambian su aspecto.
Hablando de esto llegamos al telonio que examina a las mujeres y a los hombres que ponen cosméticos y se ponen en la cara fragancias y maquillajes, es decir el aspecto que les dio el Dios no les gustó y ellos lo despreciaron y lo cambiaron voluntariamente y crearon su propia forma. Los telonios dijeron que lo había hecho dos veces, por eso era justo que me llevasen ellos. Pero los ángeles expusieron mis buenas acciones y con mucho esfuezo y pagando justamente, nos fuimos.
19. El telonio del adulterio.
Y subiendo llegamos al telonio del adulterio, el cual examina a los adúlteros y a las adúlteras, es decir aquellos que, aunque están casados, se van con otros e infectan su matrimonio. Y junto con éstos examina a los hombres que pecan contra sus mujeres y que infectan su corona y no respetan su pareja. Pero como gracias a Dios no tenían nada para acusarme los demonios, nos fuimos.
20. El telonio del asesinato.
Y subiendo algo mas apareció el telonio del asesinato, el cual examina a los asesinos y a los que por odio han agredido a alguien, y brevemente me mostaron a alguien que decía haber recibido de mí injusticia, por eso pagamos allí uno y nos fuimos.
21. El telonio del robo.
Subiendo encontramos al telonio del robo. Y los tiranos aquellos examinaron todas las malas acciones de mi vida, pagamos allí algo y nos fuimos
22. El telonio de la pornografía.
Y subiendo lejos por encima nos acercamos al telonero de la pornografía. El mayor de ellos tenía puesto un vestido manchado de espumas y de sangre y se alegraba como si estuviese vestido con un brillante vestido real. Me dijeron los ángeles que eso era debido a las muchas suciedades y fornicaciones de los hombres. En cuanto nos vieron, saltaron sobre nosotros y se admiraron de cómo habíamos podido pasar tantos telonios. Y llegamos a éstos, y empezaron a analizar uno por uno. Y no sólo me decían mis acciones verdaderas y me acusaban, sino muchas mentiras, diciendo el nombre de mis amantes. Y diciendo esto, intentaban atraparme de las manos de los ángeles y arrojarme al desgraciado hades. Y los ángeles decían: todo esto desde hace mucho que lo ha abandonado, pero aquellos les volvían a decir. Y nosotros conocemos que lo había abandonado, pero nos ha amado, y por esto nunca nos ha negado. Pero la tenía oculta dentro de su corazón. Y no lo ha confesado nunca a su padre espiritual ni ha hecho ninguna norma, ni perdón ha recibido del padre espiritual. ¿Y de dónde ha recibido ella tanta Jaris (Gracia Divina) abundante y brilla como el sol? Y dudaban y pedían mantenerla y sopesar mi buena obra con sus alegaciones. Los ángeles se ponían de mi parte y dando una parte mientras aquellos lo recibían, empujaban sus dientes. Porque me salvé de milagro. Y decían los santos ángeles: que sepas que de este telonio muy pocas almas pasan. Porque las personas del mundo, de mucha glotonería y del deseo malo de la fornicación y sobretodo aquellos que no conocen las escrituras y el peso de sus pecados es muy grande y así viene el castigo del Dios y la mayoría de estos hombres caen en el oscuro y malvado hades. Pero tú, con la ayuda de tu yérontas te has salvado de este telonio, y no tengas más miedo porque con la Jaris y misericordia del Dios y la Jaris del siervo del Dios Basillio te has salvado.
23. El telonio de la crueldad.
Y diciéndome esto nos encontramos con el demonio de la crueldad y la dureza de corazón, el cual examina con gran maldad y exactitud a los despiadados e impíos. El primero de ellos estaba allí con gran fiereza. Nuevamente se enfurecieron y se echaron encima nuestro junto con toda su orden. Analizándonos sin encontrar ninguna impiedad sino solamente caridad, porque había dado a los pobres en la medida que pude, se callaron avergonzados y así nos alejamos de ellos. Y me decían los ángeles. La mayoría de los hombres han respetado los mandamientos de Dios, pero por no tener misericordia hacia los pobres, han pasado todos los telonios y han llegado hasta aquí, y por estos telonios fueron arrojados al hades.
Y subiendo contentos, vimos la puerta del cielo, la cual irradiaba como un cristal luminoso. Y su construcción era maravillosa y divina, con un resplandor de estrellas con colores como el oro puro, y con la belleza celeste admirablemente hermosa, la cual ninguna mente humana podría llegar a imaginar ni ninguna boca humana podría describir, porque son cosas celestiales e interpretables.
El portero era un joven muy hermoso con un cinturón y pelo dorado y nos recibió con gran alegría y glorificó al Dios que pasó mi alma libre del peligro y de la oscuridad de los demonios aéreos.
Y entrando al cielo se abría y se iba desde delante nuestro el agua que está sobre el cielo y si queríamos pasar, volvía de nuevo a su lugar. Pasando este agua, llegamos a un terrible e incomprensible aire sobre el cual estaba expandida una cubierta de tela dorada y que cubría todo aquel enorme ancho en el aire. Debajo de esto había gran cantidad de hermosísimos jóvenes con aspecto estelar, los cuales llevaban puestos trajes como de fuego y resplandecían como el sol, sus cabellos eran irradiantes y sus pies más blancos que la nieve, emitiendo luz celestial.
Viéndonos, se acercaron todos y me felicitaron y se regocijaban por mi salvación salmodiando con voz angelical y alegres melodías las cuales ni la voz humana más potente puede conseguir hacer. Entonces yo estaba muy alegre y lleno de júbilo y me acercaba a reverenciar el irradiante trono del temible Dios y Señor nuestro Jesús Cristo, atravesando vimos nubes , no como las habituales, que aparecen por debajo del cielo, sino como flores, cien veces superiores en la teoría y la fragancia, las cuales se apartaban para que pasásemos. Entonces vimos otra expandida nube, blanca como la luz y ésta hizo como la primera, después de éste apareció otra nube dorada, de la cual salieron relámpagos y fuego, y ésta hizo como las otras. Y yéndonos un poco vimos un patio cubierto con tela dorada y otras cosas inenarrables, en el cual permanecía un hombre irradiante, despedía un dulcísimo y divino aroma el cual no hay persona que lo explique.
Después de esto continuamos un poco y vimos a una altura incalculable el trono de el Dios, irradiante e iluminándolo todo. Allí está la alegría de los justos y el regocijo y la exultación de los amados por Él, alrededor del trono de el Dios había multitudes ilimitadas de hermosísimos e irradiantes jóvenes, vistiendo preciosas vestimentas y cintos dorados.
Todo esto que vi allí, hijo mío Gregorio, no alcanzo a explicártelo, pero ni siquiera tu mente puede llegar a comprenderlo .
Llegamos al final opuesto del terrible Trono de el Dios el cual estaba decorado con verdad, amabilidad y justicia, y vimos milagrosa e indescriptible gloria. Entonces los ángeles que me conducían salmodiaban a aquel terrible trono, alabando con temor al Dios invisible, descansando sobre sí mismo, adorando cientos de veces al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y a continuación junto con nosotros todos los que estaban alrededor del Trono y todos glorificaban al sentado sobre el trono y se alegraban por mi salvación.
Entonces escuchamos una calmada voz desde aquella altura, llena de dulceza y de deleite, decir a mis conductores los Ángeles: la habéis conducido a todas las residencias del Paraíso y del infierno , así como hacéis con todas las almas, y después la habéis hecho descansar en el lugar y la residencia del siervo del Dios, Basilio, porque me rogó que la diese descanso.
Y Yéndonos de allí felices, visitamos habitaciones de Santos, los cuales eran incontables y brillaban como los rayos del sol y con otros colores luminosos, y había una llanura de inexplicable longitud y anchura, decorada con flores y aromas. De ahí emana la fuente de la vida inmortal, aquellas son las casas de los Santos como pirámides construídas por el Dios, en las cuales descansan, de las cuales provienen terribles destellos. Son estas casas como los palacios reales pero incomparablemente más hermosas, con ornamentos y decoraciones con gloria y esplendor. Las casas estaban clasificadas según su orden. Por ejemplo, de los Apóstoles juntos, profetas juntos, mártires juntos, jerarcas juntos, ascetas juntos, y de los justos juntos. Y la casa de cada uno tenía una belleza maravillosa, según las obras de cada uno. Todos salían y nos daban la bienvenida y nos besaban mucho y estaban muy felices por mi gloria. Entrados a los brazos de Abraham (o sea su casa) le vimos con gloria indescriptible llena de un deleite divino, mucha variedad de flores y de aire muy sano y de una belleza ante la cual el hombre entra en éxtasis. Ahí están los palacios de Isaac y de Jacob brillando por la divina Jaris. Ahí descansan los hijos de los cristianos, los que han vivido en el mundo sin pecados. Alrededor de ellos hay alegría y gloria eterna. Ahí estaban descansando con doce tronos brillantes con un brillo como los rayos del sol las doce tribus de Israel. Lo mismo los doce Patriarcas de los cuales provienen los santos. Las almas de los santos parece como si estuviesen con cuerpo, pero con manos de hombres que no era posible coger, como los rayos del sol.
Mientras visitábamos todos aquellos lugares santos volvimos hacia el Oeste donde están los crueles infiernos en los cuales viven las almas de los pecadores. Los ángeles que me conducían me demostraron los infiernos de los cuales me salvé por nuestro Padre Basilios. Entonces ví las oscuras prisiones en las cuales están cerradas, tantas como granos de arena del mar, las almas de los pecadores, cubiertos con la nube negra de la muerte, y que nunca es posible ver la dulcísima luz si no lloran inconsolablemente. No se escucha nada mas allí sino el “pobre de mí, pobre de mí”, y los come la infección y la pestilencia. Cuando llegamos a estos lugares tan oscuros, aumentó el brillo de mis ángeles conductores y así pude ver aquellas cuevas subterráneas sintiendo mucho miedo y temor. Me dijo uno de los ángeles que me libré de estas terribles habitaciones porque me arrepentí y paré de pecar, por algunas buenas obras tuyas, o mejor dicho, por las oraciones del siervo del Dios tu yérontas Basilio. Una vez que volvimos de los infiernos, me preguntó uno de los ángeles: Teodora, ¿sabías que hoy tu buen padre espiritual Basilios reza por tí los cuarenta días tras tu muerte ? Y esto dijeron y me dejaron en una habitación muy hermosa . Entonces he sabido que después de los cuarenta días desde mi muerte he llegado a una habitación la cual ves y no es mía sino de nuestro padre espiritual Basilis del siervo creyente del Dios, porque él estando en el mundo salva muchas vidas con sus consejos y les conduce hacia metania y confesión. Estas almas viven en esta casa brillante junto conmigo. Ven ahora a ver nuestras habitaciones, las cuales hace poco ha visitado nuestro padre. Yo seguí a la señora Teodora y así llegamos a un gran patio, el cual estaba construido con baldosas bañadas en oro. Y entre ellas había varios árboles, cuya belleza es indescriptible. Y Teodora estaba vestida con un vestido muy blanco de seda y en su cabeza tenía un pañuelo rojo. Quedé admirado al ver que salía de ella como sudor santa mirra con un olor muy fuerte. Mirando al este vi unos enormes y maravillosos palacios reales en los cuales entramos y cerca de sus escaleras, había una mesa maravillosa hecha de esmeralda y de otras piedras preciosas, la cual brillaba más que el sol y estaba llena de hermosísimas frutas y manteles de seda con flores muy olorosas. Ahí, sobre un trono muy hermoso, estaba nuestro Padre Basilios, que descansaba como señor de todos. El trono era espectacular y brillaba como el sol y todos comían de estos frutos y estaban contentos.
Aquellos que comían en aquella mesa eran hombres perfectos. No tenían sobrepeso, y eran como rayos del sol y sus caras eran muy agradables a la vista y llenas de agradecimiento. Así mismo hombres y mujeres compartían el sitio, y comían de aquel milagroso y celestial manjar. Y según comían, tanto se multiplicaban aquellos preciosos y milagrosos frutos, ya que eran celestiales y espirituales, preparados por el Dios, comían con gran regocijo e indescriptible alegría, conversando con dulces voces y con una jubilosa sonrisa. Les convidaban algunos jóvenes a una bebida rojiza que relucía dentro de los vasos de cristal, y los que bebían se colmaban de dulzor del Espíritu Santo. Y yo me maravillaba observando brillar sus rostros como refrescantes frutos. Los jóvenes que los convidaban eran hermosos y relucientes, con cinturones dorados, y en sus cabezas tenían hermosas coronas decoradas con piedras preciosas , con un arte maravilloso.
Mientras caminaba, frente a mí Teodora se acercó a nuestro santo Yérontas y le habló de mí, y éste mirándome sonrió y me indicó que me acercase. Yo acercándome hice una prosternación frente a él y le pedí su bendición, y en voz baja me dijo : - hijo, que el Dios se compadezca de ti, que te bendiga y que otorgue el Reino Celestial. Y mientras me encontraba yo arrodillado frente a él, sobre la tela dorada, me cogió de la mano, me levantó y me dijo, señalando con el dedo a Teodora: - Mira a Teodora, hijo mío Gregorio, para la cual muchas veces me has rogado saber qué pasó con ella y dónde estaba. Por eso tranquilízate y no me molestes más para ella. Aquella bendita del Dios, mirándome, me dice: - que el Dios, hijo Gregorio, te pague el salario por tu tan gran cuidado hacia mí, quien según tu deseo, haciendo peticiones a nuestro padre santo, te ha permitido verme.
Todos los que estaban sentados en esta mesa maravillosa, nos miraban con un gran silencio y estaban muy felices. Después ha dijo el santo a Teodora: - vete, hija, demuéstrale la belleza de los árboles y de nuestro huerto. Y conduciéndome hacia la derecha del huerto, vi su puerta maravillosa y sus muros altos, ambos llenos de oro. Abriendo, entramos y vimos el huerto adornado con pequeños y distintos árboles y varios rosales, de los cuales su fragancia y su belleza es indescriptible. Cuanto más veía todo esto, más extasiado estaba de la belleza y de la multitud de frutos de estos árboles. Y tantos eran sus frutos, que sus ramas se inclinaban hacia la tierra. Sin embargo , y aunque siempre se encontraban en este estado, los árboles no se dañaban, ya que son celestiales e inmortales, y yo permanecía en éxtasis. Entonces me dice Teodora: - si, hijo mío, te ha extasiado y sorprendido todo esto, qué te pasaría si vieses aquel Paraíso que por el Este plantó el Señor. ¿Qué te pasaría ? Ya que éste con aquél no tiene ninguna comparación. Porque, tan distinta es la tierra del cielo, como este jardín de aquel. Yo la rogaba que me mostrase estas cosas maravillosas. Y me contestó: - no es posible hijo, ver estas cosas, las cuales son incomprensibles ya que todavía estás en el mundo momentáneo, todo esto que has visto son el sudor y los esfuerzo de nuestro Padre Basilios, el cual desde niño luchaba con cuaresmas, vigilias, y maltratos hasta su vejez. Por estos esfuerzos el Dios le ha regalado estos palacios reales con sus huertos, para que viva junto con sus hijos espirituales, los cuales junto con él han luchado para cumplir los mandamientos del Señor.
Lucha tú también, hijo, mientras estés en este mundo , para que vengas tu también aquí, para regocijarnos hasta la Segunda Resurrección de nuestro Señor, porque con la Resurrección el Señor nos regalará otras incomparablemente mejores, como también dice el Apóstol Pablo: “ Ni el ojo ha visto, ni el oído ha escuchado, ni el corazón de ningún hombre ha sentido todo lo que prepara el Dios para los que le aman”.
Yo me quedé extasiado, cuando escuché que no estaba allí con el cuerpo, sino mentalmente y con el alma. Por esto intentaba tocarme a mí mismo, para ver si tenía carne y huesos, pero me pareció como que tocaba un rayo de sol, y la apretaba sin retener nada. Mientras dormía y veía esta gran contemplación, me sentía mentalmente muy sano, y admiraba todo lo que veía. Después me pareció que entrábamos al patio a través de la misma puerta por la cual salimos. Pero encontramos la mesa vacía, ninguna persona se encontraba allí. Entonces volví a mí mismo y así me desprendí de aquellas cosas maravillosas y tremendas.
Entonces empecé a examinarme a mí mismo, pensando en aquellas cosas las cuales vi y de las cuales aprendí, grabándose todo esto en mi mente. Una vez que me levanté fui a mi santo Yérontas, y pensaba y me decía a mí mismo: - “quizás todas las cosas maravillosas que ví eran del diablo o quizá eran del Dios…” Llegando hacia el yérontas hice una prosternación, como solía hacer, y una vez recibí su bendición, me senté a su lado. Me dijo con el rostro iluminado: - ¿Sabes, hijo Gregorio, que anoche estuvimos juntos en los bienes eternos? - Yo, haciendo como que no sabía de qué me hablaba, le dije: “Yo, mi yérontas, estaba en mi celda y dormía toda la noche”. Y él me contestó con voz baja, porque estábamos solos en su celda: “- sí, hijo, lo conozco, y es cierto que con el cuerpo dormías en tu celda, pero con el espíritu de tu mente, caminabas por otros lugares. Todo lo que te demostré esta noche, no creas hijo que era sueño, sino visión verdadera. ¿No has visto esta noche a Teodora? ¿No has ido a mi estancia celeste? ¿No corrías para llegar a mí y te encontraste en una gran puerta , de la cual salía Teodora, y te recibió con mucha felicidad? ¿No te contó la lucha de su alma, y su muerte, que con gran dificultad y superamos a los telonios aéreos que vuelan, oscuros y agresivos? Porque yo la ayudé en muchos lugares para que se libre totalmente. ¿ No has entrado en el patio con Teodora después de mi orden ? ¿No has visto la mesa maravillosa, la situación de aquella, y las cosas maravillosas, y las frutas hermosas, con flores maravillosas que olían muy bien y que las servían aquellos jóvenes? ¿No te asombrabas y admirabas la belleza que tenían aquellos maravillosos palacios reales? ¿No te presentaste frente a mí y te mostré a Teodora, a quien me has rogado mucho para verla y saber en qué situación estaba? ¿No te condujo ella después de mi orden y entrasteis juntos en un patio maravilloso? ¿No mantenías en tus manos aquellas hortalizas con frutos de oro y te extasiaste de la belleza? Todo esto, ¿no lo has visto esta noche anterior? ¿Y cómo dices entonces que no has estado en otro lugar y que no has visto nada ?
Escuchando yo todo esto, lo cual como llamas de fuego me parecían que salían de la boca del santo, y reflejando la verdad de sus palabras, me desmayé y me quedé sin palabas. A continuación empecé a derramar ríos de lágrimas que empaparon mi rostro, y calculando la altura de la santidad y de sus milagros, que era un ángel terrestre y que no estaba mentalmente allí sino que realmente como si se encontrase fuera del cuerpo y lo supiese todo.
El santo me dijo que dirigiese mi vida de acuerdo con los mandamientos de Cristo, es decir que evitase la maldad y las virtudes, porque quería aceptarme allí después de mi muerte, en las estancias eternas, las cuales le regaló el Señor por su bondad, porque era preciso que partiese después de poco tiempo de este mundo efímero, y tu después de poco tiempo, me dijo, querrás seguirme, siguiendo la vida piadosa y las buenas obras, tal y como el Señor me ha revelado.
Ten cuidado, hijo mío, que no salga de tu boca nada de lo que has visto ni oído mientras yo esté aquí en este mundo, dedícate a escribir mi humilde vida y mi obra para dársela a la gente, para beneficio de los lectores, yo quiero que todo esto sea por la voluntad del Dios.
Y diciéndome esto mi santísimo Yérontas( padre espiritual) me ordenó entrar en mi estancia y ocuparme por la salvación de mi alma.
Hasta aquí, respetadísimos hermanos y padres míos, la narración de la muerte de Teodora, la cual vió y escribió el sapientísimo Gregorio. Hay escritos otros muchos milagros y revelaciones del santo, y cómo le mostró el Cristo el terrible Juicio, los lugares de los ángeles y las admirabilísimas órdenes suyas, y otras muchas cosas escritas a mano, las cuales dejamos abreviadas, incluimos la muerte de Teodora como algo valiosísimo para el conocimiento del alma y para el propósito que se escribieron, gracias al sapientísimo monje Gregorio.
Para que viéndolo los hombres y recordando la muerte y el peligro que corre el alma hasta que pase los telonios aéreos, corrijan sus almas con la metania (arrepentimiento) y con la confesión.
Todo honor y toda Gloria, respeto y alabanza a Dios, ahora y siempre, por los siglos de los siglos, Amén.
LA REVELACIÓN DEL ANGEL AL ABAD MACARIOS
Caminando el abad Macarios por el desierto, le seguía un ángel del Señor, y le dice al Yérontas: Deme su bendición Padre Santo, y el Yérontas, pensando que era un monje del desierto, le dijo: “que Dios te perdone, hijo”. Caminando entonces unos pasos el abad y mirando su figura , le dice: -“ te miro, hijo mío, y admiro tu maravillosa forma y pienso que quizás no eres humano y te ruego por el nombre del Dios que me digas la verdad”. Entonces haciendo el ángel del abad una metania, le dice : “ Bendígame, Padre. Yo, como ves, no soy hombre, sino ángel, y he venido para enseñarte secretos, los cuales no sabes y deseas saber. Entonces pregúntame sobre aquello que quieras que yo te responda”.
Entonces el anciano haciendo hacia el ángel una metania, dice: - “Gracias, Señor, que me has enviado un guía para que me enseñe sobre aquello que no sé y que deseo conocer, ocultos e inefables misterios”. Y el ángel dice: “Pregúntame entonces, Padre”. Y el anciano dice:- “me dijo un ángel santo, si se conocen entre ellos los hombres en el mundo aquel eterno, el de los difuntos”. Y dijo el ángel: -“Escucha , padre santo: así como en este mundo los hombres cada noche duermen hasta la mañana y se levantan y conocen a los hombres de ayer y se saludan y hablan entre ellos y a menudo se encuentran y pregunta el uno al otro, así también pasa en aquel mundo, donde uno conoce al otro y conversan entre ellos. Porque ,así como alguien va al mercado y ve allí pobres y señores y pregunta quién es éste y quien es el otro, y preguntando conoce a aquellos que nunca había visto, del mismo modo sucede allí, pero sólo para los justos, porque los pecadores carecen de esto.”
Entonces dice el anciano:- “dime también esto, por favor: Después de la separación de las almas de los cuerpos, ¿qué pasa? ¿Y por qué se realizan las memorias por conmemoración a los muertos?“ Y el ángel dice: - “Escuche Padre santo: después de la separación del alma del cuerpo, ésta la reciben los ángeles después del tercer día y van al cielo, para rendir culto a nuestro Señor Jesucristo; desde la tierra hasta el cielo es una escalera y cada peldaño tiene una orden de demonios, los cuales se llaman aduaneros y piden el alma aquella los espíritus malos y traen los manuscritos y se los enseñan a los ángeles diciendo: aquel día de aquel mes hizo este alma esto. O ha robado, o ha fornicado, o ha adulterado, o se ha masturbado, o ha mentido, o ha aconsejado para hacer malas obras. Y cualquier otro mal que haya hecho, lo muestran a los ángeles. Entonces muestran los ángeles las buenas obras de ese alma, o limosnas, o oración, o misas, o cuaresmas, u otras buenas obras. Y compensan los ángeles y los demonios. Y si se encuentran más buenas obras, cogen aquel alma los ángeles con gran alegría y suben otro peldaño y los demonios aprietan sus dientes como perros salvajes y se precipitan para quitar aquel pobre alma a los ángeles. Y ese alma se asusta y teme considerablemente y se oculta entre los ángeles y se produce gran discusión y un gran ruido hasta que aquel pobre alma se libera de las manos de los demonios. Y de nuevo suben otro escalón y allí encuentran otro aduanero más fuerte y salvaje y aquí sucede nuevamente gran alteración y un alboroto indescriptible, para recibir a esa pobre alma , y ladrando, los demonios la controlan y dicen: ¿Dónde vas? ¿No eres tú quien fornicaste y has ensuciado tu bautismo? ¿No eres tu el que ha manchado tu grado monástico? ¿Dónde vas ahora? Vuelve atrás, regresa hacia abajo hacia el oscuro infierno, al fuego eterno, con los gusanos insomnes”. Entonces, si el alma aquella resulta condenada, los malvados demonios la hacen retroceder hacia debajo de la Tierra, a un lugar oscuro, y ¡ ay de aquel alma, ay de la hora en que nació ese hombre ! ¿Y sabe, padre santo, la necesidad que tienen las almas condenadas en aquel lugar?
Si el alma se encuentra limpia y sin pecado, entra en el cielo con gran gloria y se encuentra con los ángeles con las velas y con el incensario, quienes le reciben. Y se dirigen al trono real y reverencia a nuestro Dios y Señor nuestro Jesucristo y entonces ve los sitios de los Santos Apóstoles, los Santos Mártires, los Santos Padres, las nueve Órdenes de los Santos Ángeles, la brillantez de aquellos inefables, y escucha aquella melodía angelical de belleza majestuosa.
Preguntabas también sobre los recordatorios para los difuntos, cómo y por qué suceden. Como decíamos, después de tres días acude el alma a reverenciar, por tanto rogamos al Dios por aquella alma. Después de la reverenciación, vuelven los ángeles a la tierra y demuestran a este alma los lugares por los que ha caminado en esta vida y la recuerdan sus acciones buenas y malas, diciendo: - ahí has robado, ahí has fornicado, ahí has criticado, ahí has matado, ahí has jurado, ahí has sido injusto, ahí has blasfemado, ahí has creado escándalo. Ahí has sido piadoso, ahí has hecho cuaresma, ahí te has arrepentido, ahí has rezado, ahí te has arrodillado, ahí has practicado la templanza, y se hace esto hasta el día noveno. Y el día noveno vienen de nuevo a reverenciar, como el tercer día, y los memorandos funcionan como recordatorio de este alma y le hacen bien a ella. Como dice el Señor, ayuda muchísimo al alma las limosnas, las liturgias y los memorandos, porque éstos pueden sacar el alma del infierno. Después de la segunda reverenciación, traen los ángeles el alma y la demuestran el paraíso, el Monte de los Olivos, el seno de Abraham. Las casas y donde descansan los justos. Y cuando ve esta gran alegría se pone muy feliz y reza a los ángeles para ir allí, junto con los justos. Después demuestran al alma el infierno de los pecadores, diciendo: - eso es el río de fuego. Éste es el gusano que no duerme nunca. Esto es la oscuridad. ¿No es Padre Santo este infierno tan tremendo como para aquellos monjes y monjas, curas y presbiteras que no respetan y que fornican? Después el alma va a reverenciar de nuevo el día 40. Y por eso se hace memorando de los que se han muerto, porque el alma ese día recibe juicio para ir donde decida el Dios misericordioso según sus obras y sus acciones que hizo en este mundo. Permanece allí el alma hasta el día de la resurrección, cuando resucitará el cuerpo y disfrutará según sus obras. Entonces el Yérontas suspiró, y dijo:- pobre del hombre que nació aquel día. Y le dice a él el ángel: -Sí, respetado Padre, digo yo pobre del pecador, y bienaventurado el justo la hora que nació.
Entonces dice el Yérontas:- te ruego, dime también esto: ¿tiene alguna ventaja el pecador o su fin es el infierno? El ángel le dice: no, padre santo,ni el reino de los justos tiene fin, ni el infierno de los pecadores. Si alguien cogiese cada mil años un grano de arena del mar, y lo pusiera en el infierno, quizás tendría esperanza de terminar. Pero no el infierno de los pecadores. Dice también el yérontas al ángel: -¿Cuáles santos son más misericordiosos hacia los hombres, para rogarles el hombre? Y le contesta el ángel diciendo: - todos los santos son misericordiosos hacia los hombres, y agradecidos, pero vosotros los hombres que sois desagradecidos hacéis a los santos que se enfaden con vosotros. Porque los santos tienen mucha misericordia hacia el hombre. Y la Señora Madre del Dios, es la más misericordiosa con los hombres. El hombre, Santo, debería decir siempre de su boca el nombre de ella, pero el demonio le ha ganado y se ha hecho desagradecido. Porque por las intercesiones de ella el mundo se mantiene hasta ahora. Y porque los hombres no han dado mucho respeto a Dios y los Santos, tampoco Dios y los Santos han dado ese respeto.
Pregunta también el Santo: - dime santo ángel, ¿ qué pecado es el más grande de todos? Y el ángel ha dicho: - cada pecado, respetado padre, separa al hombre del Dios, pero el rencor y la blasfemia ganan a todos los otros pecados, porque sólo éstos son capaces de bajar al hombre al hades, y al fondo de la tierra y del mar. Y dijo el Santo de nuevo: -¿Qué pecado, a parte de los otros, odia el Dios ? Y el ángel contesta: -la vanagloria. Sólamente en este pecado, ha caído todo el mundo, y por este pecado fue expulsado Adán y el fariseo. Porque el hombre, si cae en este pazos, es difícil levantarse.
El anciano de nuevo preguntó: -¿qué hombres son los más castigados? Y dice el Angel:- te lo he dicho, el fornicador y el blasfemio. Pero te digo esto, que debajo de todos los infiernos hay más infierno terrible y malvado, lo cual se llama oscuridad. Allí son infernados los curas fornicadores y los monjes y monjas que fornican. Porque, respetado Padre, se va a renovar el batallón caído de los buenos curas y monjes y será un gran honor. Entonces los monjes malos y viles con gran desprecio al infierno serán rechazados, y los curas que infrinjan las leyes divinas y los tendentes a aceptar regalos como sobornos y aquellos que no respeten la Divina Liturgia, y de aquellos que les interesa más lo cósmico. Porque para una Divina Liturgia van a dar explicaciones al Dios y de los curas que se emborrachan, ¿qué decir? Pobre de éstos, les espera el mal infierno. Entonces dice el anciano: - dime también esto por favor: los que no respetan el santo domingo, ¿se van al infierno? Y contestando el ángel ha dicho: - pobre de éstos, les espera el terrible infierno. Quien no hace caso del santo domingo, no hace caso del Señor. Porque este día significa” Señor”.Y quien honorifica el Domingo, honorifica al Señor. Y quien honra la memoria de los santos y festeja la memoria de ellos, también los santos le ayudan a él. Y así cuando les pidan algo, esto se lo dará el Dios.
Pero los hombres no tienen temor al Dios, ni tienen como amigos al Dios ni los Santos, sino que se han fijado a las cosas y a los bienes mundanos , a las cosas destructibles y perecederas y ay, pobres de ellos. Conoce respetado Padre, que todo hombre, sea cura, monje, laico, propietario, el cual no respeta el Sagrado Domingo, no verá el rostro del Dios ni tendrá esperanza de salvación. Ahora entonces, respetado Padre, lo que quieras pregúntame, porque es la hora de marcharme al cielo para presentarme frente a mi Señor. Entonces el anciano lloró mucho y dijo: “Pobres de nosotros. Mira, el buen siervo de mi Señor, el Ángel que es impecable e inmaterial, que tiene prisa por dar Gloria al Señor. A nosotros los materiales y pecadores no nos importa y nos despreocupamos de nuestra salvación”.
Dice de nuevo el monje al Ángel:- “Por favor, dime, qué oración es la más adecuada para el monje?” Y él dijo: “Si es persona formada, tiene que leer los salmos de David. Y los que no están formados, simplemente la Oración de Jesús:
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”.
Esta oración es la más fuerte de todas. Muchos formados han dejado todas las oraciones y han mantenido esta oración y se han salvado. Porque ésta pueden mantener en su memoria. Y hombres y mujeres y niños y monjes y monjas y gente formada y gente sin estudios y los experimentados y los novatos y el que se quiere salvarse, tienen que decir esta oración día y noche. En su casa, en la calle, sentado o caminando, o trabajando, y esta oración que la mantenga con deseo y disposición porque es capaz de salvar a cada uno”. Y después ha dicho el monje: - “Porque has venido para enseñarme a mí, pecador, por favor dime también esto: Si se encuentra un hombre pecador y enseña a otro y así saca de él el pecado y le muestra la buena carretera, ¿tiene algo de salario?” Le responde el Ángel: “ - quien hace esta acción que me preguntas, se salva a sí mismo , y quien aconseja a otro hacer lo malo, no sólo destroza al otro, sino que da su alma al diablo”. De nuevo preguntó el monje: - “Dime también esto: hasta ahora se han aumentado los Santos en todo el mundo y ellos van a estar hasta el final quizás? ” Y el Ángel dijo: “hasta el final de los siglos, Santo Padre. Porque el Señor no quiere que paren los justos. En estos tiempos, todos los que trabajan de verdad para Jesucristo y se ocultan de las personas, si siguen siendo buenos y caminan por la calle de la humildad, tendrán gran Gloria en el Reino del Dios. Porque están aquellos que quieren gobernar todo el mundo y prefieren no conocer nada sobre las virtudes, porque quieren caer en la glotonería, vanagloria y la avaricia, y prefieren ser personas que escandalizan a los demás. Y pobre de aquellos que están felices y orgullosos de tener mucho dinero. Y pobre de los monjes o los laicos que prefieren gastar su dinero en cosas materiales y no prefieren que sea algo fructífero a través de la limosna.”
Esto dijo el Ángel al Abad Macario, e inclinando su cabeza hacia él, le dijo: -“Bendígame Santo Padre, perdóneme”. Entonces cayó el anciano, sobre sus rodillas y reverenciándole dijo: “Ve en paz, y reza por mí.” Y se fue el Ángel hacia el cielo. El Abad Macario, una vez que dio gracias al Dios, se fue a su celda y narró a sus hermanos todo lo que vio y escuchó del Ángel, dando gloria al Dios.
EPÍLOGO
Ahora que has leído este libro, ¿puedes ver que te ha hecho reflexionar? Nosotros contestamos sin ninguna duda: por supuesto que sí.
La solución entonces es una: que te concentres, que pienses todo tu pasado, que anotes tus pecados, que sientas tristeza por éstos, que te arrepientas sinceramente, y que vayas a confesarte. Porque lo que salva al hombre es el arrepentimiento y la confesión, lo cual anula todos los pecados que han escrito los demonios contra nosotros.
El Gran Basilio dice que los espíritus malos observan la salida del alma con tremenda y muchísima atención, tanto más que los enemigos observan la ciudad que quieren conquistar.
San Juan Crisóstomo denomina a estos telonios como ángeles chantajistas, con fuerzas malvadas y con un aspecto terrible. Y viendo este aspecto, el alma se aterra. Y en otro lugar la Santa Escritura les denomina perseguidores, aduaneros, cobradores de impuestos.
Finalmente San Macario de Egipto dice que si el que se ha muerto se ha ido sin metania (arrepentimiento y confesión), vienen grupos de demonios y ángeles y fuerzas de la oscuridad que cogen su alma y le mantienen en su lugar. Sin embargo, pasa justo lo contrario con aquellos que se han arrepentido, porque cerca de los santos siervos del Dios existen ángeles que permanecen ahí y santos espíritus que rodean a éstos y les cuidan y cuando su alma sale del cuerpo, entonces la captan y la mantienen en su bendito lugar correspondiente.
NOTAS DEL TRADUCTOR:
*1 Boca de muerte o la boca de la muerte, (del gr.“Στόμα Θανάτου”, [Stoma zanátu])
*2 Ayioritas (del gr. “Άγιο Όρος”, [Ayio Oros], Monte Santo o Monte Atos).
*3 "Everguetinós" (del gr. “Ευεργετινός”, libro en el que se recogen escrituras de los Santos Padres de la Iglesia)
*4 Teántropo, (del gr. “ Θεός”, [Zeós]: Dios, y “άνθρωπος”, [ánzropos]: hombre. Referido a Jesucristo o Jesús Cristo, quien es Dios y hombre)
*5 Osio o Venerable (monje que ha logrado la santificación) Basilio era hermano de Osio Pablo. Fueron monjes en el monte Latros, al Oeste de Asia Menor, cerca de la antigua ciudad de Mileto. Falleció en paz el año 944 d.C. Vivió en el tiempo del rey León el Sabio, cerca de Constantinopla.*6 Iglesia de Santa María de Blaquernas, es una iglesia bizantina en Estambul, uno de los más importantes santuarios de la Virgen María. El monumento hoy no se conserva. Está localizada en el distrito de Blaquernas, en la costa del Cuerno de Oro.
Fuente: Del libro “La Boca de la Muerte” del Monasterio Konstamonitu en el Monte Atos. Esta traducción ha sido realizada por primera vez del griego (katharévousa) al español por el equipo del blog "La Ortodoxia es la Verdad". El único beneficio buscado es la información benéfica a los demás de un tema tan importante como desconocido. No se
ha colaborado en ninguna otra traducción, ni corrección, ni se ha dado
ningún permiso para hacerlo, como algunos afirman.