LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS VI. Padre Athanasios Mitilineos.


6 Homilía 6. ESCUCHAR.

6.1 «El Dios no hizo la muerte»
6.2 «El ésjato-último enemigo que se anula, aniquila es la muerte»
6.3 Engaños helénicos sobre la psique
6.4 La composición del cuerpo humano
6.5 ¿Qué salva el Cristo, el cuerpo o la psique?
6.6 Los Padres sobre nuestro cuerpo resucitado
6.7 La relación del cuerpo mortal y del resucitado
6.8 ¿Qué es cuerpo espiritual?
6.9 La Santa Escritura sobre el cuerpo resucitado
6.10 ¿Cómo se hará la resurrección de los muertos?
6.11 Epílogo

 


Homilía 6

Amigos míos, recordaréis que la vez pasada nos referimos al fenómeno de la muerte y dijimos que es el mayor problema del ser humano. Habíamos analizado si el Dios creó la muerte o no. Pero no habíamos acabado el tema. Ya que vimos varias opiniones patrísticas, vamos a ver ahora qué dice el logos de Dios sobre tema de la muerte.
 
«El Dios no hizo la muerte»
 
En el libro Sabiduría Salomón leemos lo siguiente: “Que no fue Dios quien hizo la muerte, ni se complace con el exterminio y la muerte de los vivientes. Pues todo lo creó para que perdurase, y fuesen saludables las criaturas del mundo; no hay en ellas veneno exterminador, el elemento de la corrupción, ni tampoco el Dios puso el imperio del hades sobre la tierra, para que la muerte aprisione los hombres a cuenta del hades” (Sal 1,13-14).
En el mismo libro: ”Porque el Dios creó al hombre para la incorrupción y lo hizo a imagen de su propio ser. Mas por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen” (S. Sal 2,23-24), es decir, el diablo indujo a los primeros en ser creados a que pecaran.
Y os recordaréis aquello que dice san Teófilo de Antioquía, en su segunda epístola a Autóliko, párrafo 27, de que el Dios no hizo los hombres mortales ni inmortales, sino receptivos de la muerte y de la inmortalidad. Si hubieran escogido el cumplimiento del mandamiento de Dios, entonces permanecerían incorruptibles e inmortales. Realmente, está claro. Y dice el Dios: “El día que comáis de este fruto, por la muerte moriréis” (Gen 2,17). ¿Cuándo moriréis? Si desobedecéis y transgredís mi mandamiento. Por lo tanto, si no desobedecéis y transgredís mi mandamiento no probaréis la muerte.
Vemos, pues, clarísimamente, que la muerte no es creada por el Dios, y por consecuencia no es fenómeno natural o físico. Esto que lo sepamos bien. No digamos que así lo hizo el Dios. No, el Dios no hizo la muerte, tampoco es un fenómeno natural.
 
 
 
Icono de la Resurrección en cinco partes, Monasterio de Solovetsky
Siglo XVII

 
 
«El ésjato-último enemigo que se anula o aniquila es la muerte»
 
La muerte es de lo más horrible que existe en la creación, es “el ésjato (extremo, postrero) enemigo”, tanto axiológicamente como escatológicamente. Por eso la Resurrección de Cristo anula la muerte, porque realmente como dice el apóstol Pablo: “Y el postrero enemigo que será destruido es la muerte” (1Cor 15, 26). Postrero enemigo, pues, tanto axiomáticamente, de parte de cualidad, como cronológicamente o escatológicamente como último enemigo, se pondrá de lado, en potencia de la Resurrección de Cristo, puesto que serán resucitados todos los muertos. Y cuando el Cristo nos resucitará “en el último-ésjato día”, ya como vencedor de la muerte, entonces se cumplirá también la profecía de Isaías (15,6) y la de Oseas (13,4), como proclama san Pablo en su primera Epístola a los Corintios (15, 56-57). Expresamente os digo los versículos, no sólo para que vayáis a la Sagrada Escritura, sino también como demostración y ratificación de que no lo digo yo, sino el logos de Dios.
Qué dice y proclama Pablo: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón venenoso? ¿Dónde, oh hades, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder y la fuerza del pecado, la ley” (1Cor 15, 55-56). Aquí se personifica el Hades. Por supuesto que el Hades no es persona, simplemente es personificado. Puesto que “el hades entregará sus muertos” (Apoc 20,13), como dice el libro del Apocalipsis de san Juan, y entonces ya no habrá hades.
El apóstol Pablo nos da un camino teológico de esta cosa y dice: “el centro de la muerte es el pecado”. Como la avispa con su aguijón que tiene veneno y envenena al que picará, así también el aguijón de la muerte es el pecado; “y la fuerza del pecado, es la ley”. Aquí cuántas cosas se podrían decir… pero sólo os diré algo en resumen.
El pecado tomó la fuerza, desde el momento en que el Dios dijo a los primeros en ser creados, que no probasen del fruto de aquel árbol. Entonces entró la ley y desde aquel momento tomó potencia o fuerza el pecado. Es decir, podrían comer sin miedo de aquel árbol, si no se hubiera puesto la prohibición, si no se hubiera puesto la ley. Pero a pesar de esto: "¡Pero las gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesús Cristo" (1Cor 15,57), porque el Cristo venció la muerte!
 
 
 

 
 
Engaños helénicos sobre la psique
 
Pero posiblemente alguien pregunte: ¿No sería bastante con que la psique se quedara inmortal, y podría así sola salvarse o condenarse? ¿Para qué hace falta el cuerpo, no es bastante que exista la psique sola? Además es una frase que la utilizamos casi diariamente: “Salvar mi psique”. Así decimos, “¡cuido de la psique para salvarme!" ¿Pero esto es bastante?.
Queridos míos, se trata de un engaño platónico. Y se han introducido en nuestra vida, en nuestra fraseología, en nuestra percepción y en nuestra fe, muchas cosas, demasiados engaños. Uno de estos engaños es que queríamos salvar sólo nuestra psique. No olvidemos que la filosofía platónica considera el cuerpo mortal, sin valor y sin importancia, y que la psique ha sido encerrada dentro del cuerpo y allí dentro está dolorido y sufre. El cuerpo pues, no tiene ningún valor. Sobre todo, ya que el cuerpo se considera la cárcel de la psique, ojalá que pudiéramos librarnos de éste lo antes posible, (Platón, sobre el cuerpo).
En un diálogo bellísimo de san Justino el filósofo con Trifón, que he leído por casualidad, dice, al que cree en las posiciones platónicas, lo siguiente: “Dices que el cuerpo es la cárcel de la psique. Pero, ¿dime por favor, el homicidio es bueno o malo? Malo”, responde aquel. “¿Pero por qué es malo; puesto que con el homicidio el homicida contribuye a la liberación de la psique de la cárcel del asesinado? Por consiguiente, el homicidio es una praxis buena”.
 
Habéis visto, por favor, qué punto de vista o tesis. Aquí inmediatamente vemos el control de la cosa; porque entonces el homicida se consideraría realmente nuestro benefactor, si nos asesinara; o si no se encontrara un homicida, entonces nosotros deberíamos suicidarnos, precisamente para liberarnos de la cárcel que es el cuerpo y es molesto, porque allí dentro se ha encerrado la psique y sufre.
Todas estas cosas son engaños helenos; expresión que utilizan los Padres, con el sentido amplio de la palabra. Amigos míos, no hay una posición o tesis tal en el Cristianismo. Todos los sistemas filosóficos en su base son dualistas, es decir, consideran el cuerpo y la materia en general, como algo malo y el espíritu como algo bueno: consideran que son dos principios eternos, que continuamente combaten entre sí, sin que una pueda sobreponerse a la otra. El Dios hizo el cielo y la tierra, hizo las psiques y no hay principio del mal en la materia. El Dios es el creador de la materia. La materia por sí misma no es mala, no existe, ni hay nada malo en ella.
Pero para la percepción platónica, la misma Encarnación de Dios es una cosa impensable e incomprensible. ¿El Dios hacerse hombre?… !impensable! ¡Si por entrar en el cuerpo una psique, que preexistía en el cielo, es considerado como una condena, cuánto menos si el Dios entrase en un cuerpo! ¡Si para la percepción platónica el hecho de la Encarnación es impensable, mucho más la resurrección de los muertos, y aún más la ascensión de los cuerpos! ¡Pero lo más impensable aún es que vivan los cuerpos en la Eternidad, en la misma Realeza increada de Dios! Por eso estas tesis o posiciones helénicas que están llenas de engaños, las ponemos de lado. Y la percepción de que sólo con la salvación de la psique nos basta, esto también es un engaño.
 
 
 

 
 
 
Además, decimos que la psique es por naturaleza inmortal. ¿Pero quién nos ha dicho esto?… La psique-alma no es inmortal por su naturaleza. ¡Pero atención, no me vais a decir que la psique es mortal! Hubo una herejía que decía que con la muerte biológica la psiques mueren junto con el cuerpo, algo que sostienen también los milenaristas o testigos de Jehová. No, pero prestad atención. San Juan el Damasceno en su 2º libro párrafo 17, dice: “Si el ángel que es esencia noerá-espiritual, recibió la inmortalidad, es decir, que el Dios quiere que los ángeles sean inmortales, mucho más la psique humana”. Por lo tanto, la psique humana no es por naturaleza inmortal. La posición de que la psique por naturaleza es inmortal es un engaño helénico (término utilizado por los santos Padres).
También es un engaño helénico de que la psique preexiste. No preexiste la psique; la psique es creada junto con el cuerpo; una vez hay concepción, a la vez tenemos el hombre. Y ἄν­θρω­πος ánzropos hombre o ser humano quiere decir cuerpo y psique. Al mismo momento. Ahora bien, cómo ocurre esta cosa, es un misterio. Pero las psiques no preexisten. Ni el cuerpo precede a la psique, porque entonces el hombre provendría de la bestia; tampoco que la psique precede al cuerpo, porque entonces aceptaríamos la teoría de Platón. Cuando el Dios hizo a Adán, le hizo a la vez psique y cuerpo, a pesar de que la descripción parezca que se haga primero el cuerpo y después le sopla “espíritu de vida”, es cuestión de descripción. La creación de la psique y del cuerpo es a la vez.
Por lo tanto, la psique no es por sí misma inmortal. Sino que el Dios quiere que sea inmortal. Si la psique fuera inmortal por naturaleza, entonces también ella sería dios, sería increada, y por lo tanto no nacida. Pero increado y no nacido es sólo el Dios. Si aceptamos que la psique es inmortal entonces la igualamos y la ponemos al lado de Dios.
Ni vale aquel engaño terrible, panteísta, que oímos a menudo y lo escriben también en redacciones los alumnos en las escuelas y aún en logos políticos, ¡de que la psique es una chispa divina de la esencia de Dios! ¿Una chispa divina?… ¿La psique es de pequeños fragmentos de Dios?… ¡Entonces los pequeños fragmentos de Dios, las psiques, pecan, y por tanto peca también la deidad!… Esto se controla. Las psiques son creaciones igual que los ángeles. No tienen ninguna relación con la esencia, sustancia de Dios. Otra cosa es que el Dios es espíritu, y también las psiques son espíritu; es otra cosa. 
 
 
 
Resurrección, Ochrid, s.XIV
 
 
 
 
Está claro que las psiques son gruesas en relación con el espíritu de Dios, de modo que no pueden ver, ni verán nunca la esencia o sustancia espiritual de Dios, es decir, la increada sustancia o esencia de Dios. Jamás. Así, pues, la psique no es inmortal; sólo el Dios por Sí Mismo es inmortal, y simplemente quiere que las psiques sean inmortales.
El apóstol Pablo dice a Timoteo: “… Dios es el único que posee la inmortalidad y que habita en una luz inaccesible e increada…” (1Tim 6,16). Nadie más tiene este tipo de inmortalidad.
Ya que la psique-alma es creación, por supuesto que es mortal. ¡Pero os dije que no muere, porque el Dios lo quiere así, que no muera la psique!
 
 
La composición del cuerpo humano
 
¿Pero qué es lo que constituye al hombre? ¿Qué es la psique y qué es el cuerpo? Pues, mejor dejar a san Justino el Filósofo y Apologeta (1 de Junio), del -siglo II dC-, que nos lo describa, en su logos “Sobre la Resurrección”, párrafo 8: “¿Qué es el ser humano? No es otra cosa que un animal lógico, -animal en el sentido de vida, de ser- es existencia que está constituida por psique-alma y cuerpo. Esto es el hombre. ¿Quizás la psique por sí misma es el ser humano? O ¿quizás el cuerpo del hombre se llama ser humano? Pero no es así, se dice el cuerpo del hombre. Puesto que el hombre no es una cosa ni la otra, entonces es la conjunción de las dos cosas, de la psique y del cuerpo”.
Si tenemos en el ataúd un muerto, tenemos sólo su cuerpo que se ha convertido en cadáver, porque la psique se ha marchado. No es el ἄν­θρω­πος ánzropos hombre al que tenemos en el ataúd. ¡Atención a esto: no es el hombre! Ni la psique que se encuentra en el hades o al paraíso es "ἄν­θρω­πος" [ánzropos] hombre, ser humano. Esto que tenemos en el ataúd es el cuerpo, cadáver, y allí en el hades o en el paraíso está la psique-alma. "Ἄν­θρω­πος" [ánzropos] será cuando vuelvan a encontrarse estos dos juntos. Esto es el ἄν­θρω­πος ánzropos hombre, ser humano.
Y continúa: “El Dios ha llamado a la vida y a la resurrección al ἄν­θρω­πος ánzropos hombre, no sólo el cuerpo, ni sólo la psique; no ha llamado sólo una parte, sino al ἄν­θρω­πος ánzropos hombre entero”. (La resurrección, 593.D2-10).
Y justifica lo anterior con la praxis de la Iglesia con la siguiente manera: “Los dos fueron bañados en el agua y han trabajado la justicia” (ib. 593.D2-10). Cuando fuimos bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, amigos míos, fueron bautizados el cuerpo y la psique. Puesto que se ha bautizado con nuestro cuerpo y nuestra psique juntos en la pila, esto significa que el hombre entero se salvará. ¡Sería muy curioso que se bautizara el cuerpo y se salvara sólo la psique! Además, “los dos, cuerpo y psique, han trabajado la justicia y la virtud“.
 
 
¿Qué salva el Cristo, el cuerpo o la psique?
 
Pero una cosa más. Si el cuerpo no resucitara, ¿entonces qué sentido tiene que la psique no mueriese? Atención por favor, para que veáis qué cosas contradictorias vivimos y no las hemos investigado nunca. Por una parte, aceptamos la inmortalidad de la psique, y por otra parte, no aceptamos la resurrección del cuerpo; aunque decimos en el Símbolo de la Fe o Credo: “Espero la resurrección de los cuerpos”. Entonces, ¿qué sentido tiene decir que la psique no muere, y no creer en la resurrección de los muertos? ¿Qué significado tiene esto? Si el cuerpo no resucitará no tiene sentido la inmortalidad de la psique.
 
 
 
Resurrección, Kurbinovo, siglo XII.

 
 
 
Dice san Justino el filósofo: “Si la resurrección es para el cuerpo que ha caído, el espíritu no cae”. La palabra "ἀνά­στα­ση" ([anástasi], levantarse o ponerse derecho de pie) se refiere a algo que se ha caído y se ha levantado, se ha puesto derecho. La palabra "πτῶ­μα" ([ptoma]) cadáver, es del verbo "πί­πτω" ([pipto]) caigo. El espíritu no cae, el cuerpo sí. Y cuando decimos resurrección, entendemos levantamiento o elevación del cuerpo.
El mismo san Justino dice un argumento muy bueno: Si sólo la psique se salva, entonces “¿qué nuevo más nos ha traído el Cristo que Pitágoras y Platón y todos los filósofos que aceptan a Pitágoras y Platón, si la psique es inmortal y no existe la resurrección de los cuerpos?…“ (ib 595 C1)
El Cristo, amigos míos, salva al hombre entero. Y es muy característico que «ὁ Λό­γος σὰρξ ἐ­γέ­νε­το el Logos se hizo cuerpo y hombre” (Jn 1,14)». Atención el Dios tomó, adquirió naturaleza humana, precisamente para salvar al hombre entero; porque lo que no se toma o adquiere no se salva (san Gregorio de Nicea). No entró en un cuerpo, sino que se hizo hombre. Esto significa que ha adquirido cuerpo humano y psique humana, tomó, adquirió los dos para salvar los dos.
Aún es muy característico que el Señor nos ha dado Su cuerpo y Su sangre. No nos ha dado Su espíritu, sino Su Cuerpo y Su sangre, que se refieren a Su naturaleza humana. Estos dos, Cuerpo y Sangre de Cristo, los tomamos con nuestra boca del cuerpo, y con estos dos se alimenta nuestra psique y nuestro cuerpo. Todas estas cosas son un terrible realismo.
Así, pues, queridos míos, el hombre entero, completo, será resucitado y salvado.
 
 
Los Padres sobre nuestro cuerpo resucitado
 
Pero nos viene la siguiente pregunta: ¿Cuál será la naturaleza del cuerpo resucitado; cómo será este nuevo cuerpo?
Dice san Juan Damasceno: “Tal y como estaba el cuerpo del Señor después de la resurrección y entraba con las puertas cerradas, sin cansancio, sin necesidad de comida, ni de dormir y ni de beber” (Expositio fidei 100.98-99). ¿Cómo será este nuevo cuerpo? El nuevo cuerpo será como este de Cristo; tal y como era el cuerpo de Cristo después de la resurrección, así será el nuestro. Además, el Cristo no tiene algo más ni menos para darnos de lo que nos ha dado. ¿Por qué? ¿Quizás tenía necesidad, el Dios que no necesita nada, adquirir la naturaleza humana? No. ¿Entonces por qué la adquirió? Pues la adquirió para nosotros. Y no tomaría algo de más de lo que nosotros no podríamos alcanzar, porque esto que tiene Su naturaleza resucitada, esto exactamente quiere que tengamos nosotros también. Por consecuencia, aquello que era el cuerpo de Cristo, esto será también el nuestro.
Y el divino Crisóstomo esto lo define de una manera admirable- y tenéis que memorizarlo porque es magnífico: “¿Cuál es este nuevo cuerpo? Es este, y no este. Será el mismo, pero no este”. ¿Qué significa esto? Escuchad cómo lo desarrolla más: “Esto por un lado es la esencia”. ¡Veis que será este cuerpo que veis! Será su antigua esencia o sustancia, no será otro cuerpo. Cuando el Cristo resucitó, no dejó su antiguo cuerpo como viejo en la tumba y tomó otro, no; su tumba estaba vacía. Por eso este año hemos hablado sobre la Resurrección de Cristo, para ver todo esto y entender algo para nosotros mismos. Por consiguiente no tomaremos algún cuerpo nuevo, con otro tacto y otra sustancia, la sustancia o esencia será la misma. “Pero no será exactamente este, porque estará mejorado; será este, pero no este” (San J. Crisóstomo: En la 1Corintios, homilía 41).
 
 
 
 
 
 
No sé como decíroslo. Es exactamente como el agua que se convierte en vapor o hielo, pero no deja de ser la misma cosa, la misma sustancia o esencia, aunque tenga otras cualidades, otra forma. Pero aquí no tenemos otra forma corporal. Más abajo dice que: “¡No blasfemes! No tomaremos otra forma; tomaremos la que tenemos”. Os he dicho un ejemplo, para que entiendan que permanece la sustancia, esencia, pero mejora la naturaleza.
Y el Apóstol Pablo, para indicar cuál será el nuevo cuerpo, utiliza el ejemplo del grano del trigo y de la espiga. “Pero dirá alguno: ¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán? Necio, lo que tú siembras no se vivifica, si no muere y no se entierra en la tierra antes. Y lo que siembras no es el cuerpo o la planta que ha de salir, sino el grano desnudo, ya sea de trigo o de otro grano; pero el Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” (1Cor 15, 35-38). Esta es la respuesta para aquellos que niegan la resurrección de los muertos. Y se refiere al trigo. Por eso en la Memoria de los muertos ponemos trigo hervido (cóliba) para que nos recuerde la resurrección de los muertos.
Aquí el Apóstol Pablo utiliza este ejemplo vivo, para explicar el estado del muerto resucitado, es decir, tal y como sucede con el trigo que muere y se pudre para que salga la espiga del trigo y de este el fruto, lo mismo sucederá también con el cuerpo humano cuando resucitará. Hay una definición muy bella en la Agronomía que dice que una semilla es una planta fácilmente transportada. Cuando escuché esta definición, me entusiasmó. ¡Una planta fácilmente transportable!
Por consiguiente, la semilla del trigo contiene en su interior la espiga entera. Lo mismo también aquí, en nuestro interior ya tomamos el esperma de la inmortalidad. ¿Sabéis cuál es esto? ¡Es el Cuerpo y la Sangre de Cristo! Esto es el esperma de la inmortalidad. Por eso el Cuerpo y la Sangre de Cristo, se llama también fármaco, medicamento de la inmortalidad. Por eso procuramos que haya  comulgado aquel que se va de la vida presente; para llevar consigo el fármaco de la inmortalidad, es decir, que resucite “en la vida eterna” (Mt 25,46).
 
 
La relación del cuerpo mortal y del cuerpo resucitado
 
Pero de acuerdo con lo que hemos dicho entre el primer cuerpo, el mortal y el segundo, el resucitado, hay identidad y diferencia. ¿Y cuál es la diferencia o más bien, las diferencias?
Dice a continuación el Apóstol Pablo: “Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción (o se entierra el cuerpo en estado de corrupción, cadáver), y resucita en incorruptible. Se siembra en cadáver y fétido, se resucita en gloria; se siembra en enfermedad y resucita en poder y fuerza. Se siembra cuerpo animal y resucita cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal, hay también cuerpo espiritual. (44. Se siembra un cuerpo que estaba vivificado y dirigido por las fuerzas inferiores animales de la psique. Pero resucita un cuerpo que estará vivificado y dirigido por las fuerzas espirituales de la psique. Existe el cuerpo animal y también el espiritual). Así también está escrito en el Génesis: Fue hecho el primer hombre Adán en psique-alma que vivifica el cuerpo; el ésjato- último o nuevo Adán es el Señor que está en plenitud del espíritu de Dios que transmite y da vida (espiritual).
 
 
 
 
 
 
 
Pero el cuerpo espiritual no se hizo primero, sino lo animal y psíquico; luego lo espiritual. El primer hombre es creado de la tierra, terrenal; el segundo hombre es el Señor, es del cielo (el segundo hombre, el nuevo Adán, es el Señor, quien como Dios bajó del cielo y junto con su naturaleza divina, tomó la naturaleza humana y se hizo hombre). Como el terrestre, así son los terrestres; como el celeste, así son los celestes. (O el que era terrenal, es decir, mortal y corruptible, así son también sus descendientes; y aquel que es celeste, espiritual e incorruptible, así serán celestes también los fieles que por él renacen o despiertan espiritualmente en su nueva vida). Y así como hemos revestido la imagen del terrenal, revestiremos también la imagen y las cualidades del celestial (y nos convertiremos a imagen de él, es decir, resucitados, incorruptos e inmortales) (1Cor 15,42-49).
Y ahora dirá algo muy importante, prestad atención: “Hermanos os digo que la carne y la sangre no pueden heredar la realeza increada de Dios, ni la corrupción hereda la incorruptibilidad” (1Cor 15,50). ¿Cuál carne y sangre? Es la forma animal. Tal y como estoy ahora no puedo entrar a la Realeza increada de Dios. Es necesario que de psíquico, animal y biológico me convierta en espiritual, si no, no puedo entrar dentro de la Realeza increada de Dios. Y a continuación dice lo magnífico: “porque es necesario o debe este corrupto” – ¿Cuál este? ¡Este… el cuerpo este! Si tuviéramos a Pablo aquí nos indicaría: ¡este! -revestirse la incorruptibilidad y “este” –otra vez- revestirse la inmortalidad. Son dos cosas distintas la incorruptibilidad y la inmortalidad.
Por consiguiente, aquí vemos que nuestro cuerpo se hará incorrupto e inmortal; de otra manera no entra en la Realeza increada de Dios.
Pero vamos a aclarar en brevedad qué significa “cuerpo espiritual”.
 
 
¿Qué es cuerpo espiritual?
 
Dice san Teofilacto de Bulgaria: El cuerpo que ahora tenemos es animal, es decir, es gobernado por las fuerzas superiores e inferiores de la psique, y se vivifica también por las fuerzas físicas o naturales y de las psíquicas. Pero el cuerpo después de la resurrección, “el espiritual” tal y como lo llamó san Pablo, no será gobernado ya por la psique, sino por el Espíritu Santo”. Por eso se llama “espiritual”. Pero atención a esto: cuando decimos “cuerpo espiritual” no entendemos el inmaterial; esto es un engaño platónico; sino que entendemos que nuestra existencia no es gobernada por las fuerzas animales, sino que será gobernada y mantenida ya por el Espíritu Santo. Así, puesto que el cuerpo se ha transformado y convertido en incorruptible de una manera mística, será mantenido en la incorrupción.
Y dirá otra vez san Juan el Damasceno: Nuestro cuerpo no estará cansándose, fatigándose, ni tendrá necesidad de comida, de bebida ni de dormir, no tendrá ninguna necesidad… Y los hombres serán como los ángeles de Dios. No serán espíritus, como los ángeles, pero no tendrán necesidad de las cosas que necesitaban en el mundo presente. No habrá matrimonio ni hará falta procreación de hijos”. 
 

 
Icono ruso de Cristo guiando a los justos fuera del Hades (siglo XVII, Monasterio Solovetsky)
 
 
 
Dónde están pues, los milenaristas o testigos de Jehová que dicen que la Realeza increada de Dios, que la llaman reino de la tierra y aquí en la tierra estaremos comiendo, bebiendo y casándonos pero sin hijos… estas son tonterías y engaños. Dice pues, el Apóstol Pablo que nuestro gobierno está en el cielo, de donde esperamos a Jesús Cristo, Quien a este humilde cuerpo nuestro, es decir, este que ha sufrido corrupción, lo transformará y lo hará “congénito, de la misma forma” que Su glorioso cuerpo. La doxa (gloria, luz increada) que tiene el Cristo la tendremos nosotros también. Por supuesto que no quiero decir que tendremos alteración de nuestro cuerpo en otra forma y otro cuerpo, no; sino que tendremos un pase de la corrupción a la incorrupción.
Estas cosas nos dice san J. Damasceno, pero vamos a ver en sinopsis qué dice la Santa Escritura y las cualidades de nuestro cuerpo resucitado.
 
 
La Santa Escritura sobre el cuerpo resucitado
 
El Señor dice: “Porque en la resurrección ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt 22,30 Mv 12,25 Lc 20, 35-36).
Y el Apóstol Pablo dice: “Los manjares para el estómago y el estómago para los manjares”. Pero Dios exterminará ambas cosas. El cuerpo no es para la lujuria, sino para el Señor, y el Señor, para el cuerpo” (1Cor 6,13). No tendremos necesidad de comida. Si el Señor resucitado comió, ha comido de una manera incomprensible, para certificar que tiene cuerpo y no es un fantasma; no que tenía necesidad de comida.
Aún en el libro del Apocalipsis vemos lo siguiente: “Enjugará las lágrimas de sus ojos y no habrá más muerte, ni luto, ni llanto, ni pena, porque el primer mundo ha desaparecido”. Y el que estaba sentado en el trono dijo: “He aquí, ahora hago nuevas todas las cosas” (Apoc 21, 4-5). Ya no estarán estas cosas primeras que son de la vida presente, tal y como las conocemos aquí “en el campo del llanto” (Sal 83,7). Y el que estaba sentado en el trono dijo: “¡he aquí hago nuevas todas las cosas!…”
También el Señor nos dice: “Entonces los justos resplandecerán como el sol en la realeza increada de su padre” (Mt 13,43). El cuerpo y la psique de ellos resplandecerán como el sol. Sí. Pero cómo. ¡Igual que Él se ha metamorfoseado al monte Tabor! Este es el futuro del hombre, la doxa (gloria, luz increada) al hombre. ¡¡¡Maravillosa doxa!!!
¿Qué hombre, por favor, qué sistema filosófico, que pensamiento humano ha elevado alguna vez al hombre a esta doxa!… Y hablan algunos como si supuestamente el cristianismo condenara al hombre… ¿Qué decís, le baja o le eleva a una doxa suprema que jamás ha captado mente humana?…
Pero estas cosas sucederán a los justos; ¿y qué sucederá con los impíos y los pecadores?
Hay un discernimiento entre naturaleza y voluntad, tal y como lo define san Nicolás Cabásilas. Atención a este punto. Sobre la naturaleza y la inmortalidad se dará en todos, independientemente de nuestra voluntad, tanto si lo queremos como si no. Porque la naturaleza humana es común y no hemos sido preguntados para nacer. No nos dijeron: ¿quieres nacer? De la misma manera no seremos preguntados para resucitar. La Muerte y la Resurrección de Cristo ofrecen la inmortalidad y la incorrupción en todos nosotros exactamente de la misma manera, ya que tenemos la naturaleza de Cristo, que se hizo hombre y permaneció inmortal e incorruptible. ¡Por esta razón la resurrección es obligatoria! ¿Tanto si uno lo quiere como si no, resucitará!
 
 
 
 
 
 
 
 
Dice san Justino Pópovic el siguiente logos maravilloso: “¡Si los hombres han condenado a Dios a la muerte -sea crucificándole, sea proclamando que el Dios ha muerto-, el Dios les ha condenado a la inmortalidad! Es una cosa terrible que quieras no existir, y no puedas. ¡Es terrible!
Esto, pues, es obligatorio, resucitaremos todos; pero la bendición será dada sólo a aquellos que habrán deseado la vida eterna y se unirán con Cristo en la vida presente. Por lo tanto entre naturaleza y voluntad hay discernimiento. Sobre la naturaleza tanto si queremos como no, seremos resucitados; pero sobre la voluntad, es decir, si queremos ganar la vida eterna o no, esto depende de nosotros. Por lo tanto, para los piadosos se hará “resurrección de vida” y para los impíos, infieles se hará “resurrección de juicio”. Los impíos, infieles tendrán inmortalidad e incorrupción, igual que los piadosos, fieles; pero no vida eterna, sino juicio y condena eterna.
Y el Señor dice: “y los echarán al horno ardiente: allí será el llanto y el crujir de dientes. Y éstos irán al castigo eterno, pero los justos a la vida eterna” (Mt 13,42. 25,46).
 
Apunta san Juan Damasceno en el mismo libro 4 párrafo 100: “Este fuego eterno no es material, como es el fuego conocido, sino eterno, es aquello que conoce el Dios”. Entendemos cuál es, pero sin saberlo; es la doxa (gloria, luz increada) que procede de la esencia de Dios y para los justos como luz y no como fuego, y llega al Infierno como fuego y no como luz. La misma divina doxa, con la diferencia que en los piadosos, fieles es luz increada y en los impíos, infieles es como fuego increado, tal y como dice san Basilio el Grande en su libro “Seis días” homilía C 3.21-23.
Tomad el rayo del sol: Tiene muchos elementos; dos elementos básicos son la luminosidad y el calor. La luminosidad podemos mantenerla sin el calor, igual que el calor podemos tenerlo sin la luminosidad. Esto exactamente, amigos míos, sucede también con la doxa (gloria, luz increada) de los justos y el castigo de los injustos. Pero este es el “fuego”; pero cómo es esto. Sólo el Dios lo conoce.
Y dice a continuación: ¡Los que han obrado bien resplandecerán como el sol, junto con los ángeles, en la vida eterna junto con Jesús Cristo, a Quien estarán viendo siempre y estará vistos por Él, disfrutando sin final su deleite y gozo, alabando a Él junto con el Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos! Amín.
 
 
 
Apóstol San Pablo

 

¿Cómo se hará la resurrección de los muertos?
 
Aún una última cosa más: ¿Cuál será el modo o manera de la resurrección, y cómo resucitaremos?
El apóstol Pablo en la Epístola I (15,51-53) a los Corintios dice: “He aquí, os revelo un misterio nuevo y desconocido: No todos dormiremos, pero todos seremos transformados, cambiados y en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, (al final del último toque de trompeta); porque será tocada la trompeta (por el ángel), y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos metamorfoseados, transformados (es decir, todos muertos resucitados y vivos transformados tendremos el mismo cuerpo espiritual incorruptible). Porque debe este cuerpo corruptible revestirse de incorrupción, y este cuerpo mortal de inmortalidad”. Es decir, cuando el Cristo venga, entonces se hará la resurrección de los muertos. Por supuesto que estarán viviendo hombres sobre la tierra, digamos como nosotros en este momento. Por eso habla en primera persona plural incluyéndose él también. Veis que esto cuanto de acuerdo está con el logos del Señor: “no os toca a vosotros saber cuándo sucederán estas cosas” (Hech. 1,6-7). Esto significa que Pablo no sabe cuándo se hará la resurrección de los muertos. Existen millones de seres humanos encima de la tierra; aquellos que entonces estarán viviendo no morirán sino que cambiarán, se transformarán, y de corruptibles se convertirán en incorruptibles y de mortales en inmortales.; no probarán la muerte.
Cómo se harán estas cosas? El Apóstol Pablo dice: "ἐν ἀ­τό­μῳ, ἐν ῥι­πῇ ὀ­φθαλ­μοῦ", [en atómo, en ripí ofzalmú] en un momento del tiempo indivisible, en un abrir y cerrar los ojos». Lo de "ἐν ἀ­τό­μῳ", [en átomo] que es lo indivisible del tiempo, que significa que se corta y se corta hasta que no se pueda cortar más en trozos pequeños. Es decir, estas cosas se harán en fracción de segundo, tan pequeño que no lo podemos captar. Y como en aquella época no había ningún ejemplo para indicar el mínimo trocito del tiempo, el Apóstol utiliza el abrir y cerrar de los ojos. Pero esto es un espacio del tiempo largo. El abrir y cerrar de los ojos no nos impide ver, contemplar los objetos; vemos ininterrumpidamente los objetos. Tan rápido, pues, se hará el cambio de los vivos en inmortales e incorruptos, como también la resurrección de los muertos. ¡Tan rápidamente! Y continúa: “y en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, (al final del último toque de trompeta); porque será tocada la trompeta (por el ángel), y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos metamorfoseados, transformados (es decir, todos muertos resucitados y vivos transformados tendremos el mismo cuerpo espiritual incorruptible)” (1Cor 15,52).
Dice aún en la 1ª Epístola a los Tesalonicenses: “Ved, pues, lo que os decimos como logos del Señor: nosotros, los vivos, los que estamos todavía en tiempo de la venida del Señor, no precederemos a los que murieron. Porque el Señor mismo, a la señal dada por la voz del arcángel y al son de la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los muertos unidos a Cristo resucitarán los primeros. Después nosotros, los vivos, los que estemos hasta la venida del Señor, seremos arrebatados juntamente con ellos entre nubes por los aires al encuentro del Señor. Y ya estaremos siempre con el Señor (1Tes 4,15-17).
 
 
 
 
 
 
 
El Señor estará bajando y nosotros subiendo. Igual que sucedió con la Ascensión de Cristo. Por eso los ángeles dijeron: “De la forma que Le habéis visto subir, de la misma manera volverá otra vez sobre la tierra” (Hech. 1,11). El apóstol Pablo dice al aire. Pero dónde. En alguna parte que sólo lo sabe el Dios. Pero atención, los pecadores no serán arrebatados en las nubes, permanecerán abajo en la tierra. ¿Y cómo irán al Infierno? Estas cosas las sabe el Dios. No, no nos pongamos a hablar mucho de esto porque no sabemos más abajo. Pero ellos no vendrán al encuentro de Dios.
 
 
Epílogo
 
Amigos míos, perdonad que he ido un poco de prisa, para no dejaros a la mitad. Con la ayuda del Dios Trinitario, hemos llegado al final de los temas para este año, y como habéis visto, se refería a la Resurrección de Cristo y a la resurrección de los muertos. Con estos temas terminamos también la interpretación del Evangelio de Lucas. Sobre los Padecimientos y la Resurrección he utilizado también los cuatro Evangelistas. Nos hemos ocupado casi seis años. Agradecemos realmente al bondadoso y filántropo Señor nuestro por Su gran bendición. Yo lo considero una gran bendición.
En los temas de estos años, como habréis entendido, la Encarnación del Logos de Dios, junto con todos los admirables acontecimientos que le caracterizan, resultan a "sotiría" (sanación, redención y salvación) del hombre. Esto consiste en la reconciliación del hombre con el Dios, la victoria sobre el hades y la muerte, la resurrección del cuerpo y la vida eterna. Esto es la sotiría (sanación, redención y salvación).
Es muy bello lo que escribe Apóstol Pablo en la 1 Epístola a los Tesalonicenses, cuando empieza su tema sobre la resurrección de los muertos: “Hermanos, no queremos que ignoréis la suerte de los difuntos, para que no os aflijáis y sufráis como los que no tienen esperanza” (1Tes 4,13). 
 
 
 
La Segunda Venida del Señor. Ángel recogiendo el universo. Iglesia de san Salvador de Cora, Constantinopla

 
 
 
Este pues, ha sido el objetivo de la interpretación también para nosotros aquí, de todo lo que se ha dicho y analizado, amigos míos, “¡para que no os aflijáis y sufráis como los que no tienen esperanza!”. Porque los que sufren y se afligen con la "lipi" (tristeza, sufrimiento, aflicción) según el mundo, que es uno de los siete pecados mortalesEstos que sufren y se afligen así, no tienen esperanza de la resurrección. ¡El logos de Dios nos asegura y certifica que se hará la resurrección de los muertos!
También el Apóstol Pablo, mientras analiza el gran tema de la resurrección de los muertos en aquel capítulo 15 de la 1ª Epístola a los Corintios termina de la siguiente manera: “Así que, queridos hermanos míos, estad firmes (en el dogma de la resurrección) y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1Cor 15,58).
San Cirilo de Jerusalén, sin embargo, dice que la raíz de toda praxis y obra buena es la fe en la resurrección de los muertos, (Catequesis a los iluminados, 18.1, 1-4). Si sabemos que vamos a resucitar esto es la raíz de todo movimiento bueno, toda buena virtud y praxis. ¿Por qué? Porque conocemos, como dice san Pablo, que nuestro esfuerzo no es en vano y no se pierde; porque el ¡CRISTO HA RESUCITADO!…
Hermanos míos, esto lo recalca especialmente san Juan Crisóstomo también, en su logos catequético, tomo 2: “Cristo ha resucitado, y no queda ningún muerto en la tumba. Porque el Cristo al levantarse de los muertos se ha hecho el primogénito o primicia de los dormidos resucitados; ¡a Él pertenece la doxa (gloria, luz increada) y el poder por los siglos de los siglos! Amén!





+Gérontas Athanasios Mitilineos Domingo, 18-5-1980
Monasterio Komnineon de “Dormición de la Zeotocos” y “san Demetrio”
40007 Stomion, Larisa, Fax y Tel: 0030. 24950.91220






  


Fuentes: traducido por χΧ jJ (www.logosortodoxo.com) . Correcciones y presentación por el equipo de "laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com". 

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«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Luc. 5,32)