SOBRE LOS LATINOS
(CATÓLICOS ROMANOS) Y SUS BAUTISMOS
* NOTA DEL BLOG:
El Enemigo tiene 800 brazos, decía un santo hieromonje, ahora "dormido", odiado por muchos, amado por más, llamado Padre Cristoforos. El malvado astuto diablo, con experiencia milenaria, ama destrozar a la Iglesia Ortodoxa, y especialmente odia a los Cristianos Ortodoxos que luchan.
Los Cristianos Ortodoxos que luchamos, desgraciadamente, somos una gran minoría. El motivo principal de esta nota es el siguiente: como me muevo entre oriente y occidente, puedo ver desde fuera cómo van las cosas. La última gran trampa, sin dejar de actuar por supuesto con otras tantas, es, para la gente que quiere introducirse en la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia Ortodoxa procedentes del catolicismo romano es negarles el bautismo, diciéndoles que "con la Crismación es suficiente".
No vale. No vale, porque el bautismo romano-católico no vale. El Santo crisma sólo es válido para un cristiano ortodoxo que ha cambiado su fe, pero luego se arrepiente y quiere volver. Entonces sí, se confesará y será crismado. Esto ha sucedido, por ejemplo, con algunos neomártires durante la turcocracia, que tras renegar de la fe Ortodoxa (aunque en muchos casos no estaban en sus plenas facultades mentales) y luego arrepentirse y confesarse, eran crismados para ser readmitidos.
Los sacramentos del catolicismo romano no valen, dejaron de ser válidos desde el Gran Cisma entre Oriente y Occidente, lo cual ellos, lógicamente, ocultan.
La iglesia romano-católica no es iglesia. El Vaticano no tiene nada que ver con la Iglesia Verdadera de Cristo. Esto no es arrogancia, es la verdad. No es mi verdad, es La Verdad. Clara señal es que ya no tienen santos (o los inventan, o muestran los robados por los Cruzados o los existentes anteriores al Gran Cisma).
El que no se lo crea, que lo compruebe por sí mismo. Que busque, que pida, que llame. Que se bautice en ambas Iglesias, pero que lo haga por amor a la Verdad. Y que luego opine por sí mismo.
El Hieromártir San Cipriano Obispo de Cartago del año 255 tuvo, entre tantos otros, que librar una dura batalla , en la que se enfrentó entre otros muchos, al obispo romano Esteban I. La causa de la contienda fue la eficacia del bautismo en las formas convencionalmente aceptadas cuando era administrado por herejes.
Esteban declaró que el bautismo realizado por herejes era válido si se administraba en nombre de Cristo o de la Santísima Trinidad. Esta era la visión de una importante parte de la Iglesia occidental. Cipriano, por otra parte, creía que fuera de la Iglesia no podía haber verdadero bautismo, considerando a los realizados por herejes nulos y vacíos, y bautizaba de nuevo a los que se unían a la Iglesia. Cuando los herejes habían sido bautizados en la Iglesia (Ortodoxa) pero la habían dejado y deseaban volver en penitencia, no los rebautizaba.
La ajustada definición de Cipriano de la Iglesia llevó a ciertas inferencias que le convirtieron en el enlace entre su modelo, el rigorista Tertuliano, y la polémica donatista que dividió al norte de África más adelante y que trataba de la eficacia de la misa cuando la pronunciaba un sacerdote indigno.
La mayoría de los obispos norteafricanos se alinearon con Cipriano, y encontró un poderoso aliado en Firmiliano, obispo de Cesarea Marítima. Pero la postura de Esteban logró la aceptación general. Esteban empleó en sus cartas el argumento de la superioridad de la Santa Sede sobre los obispados de la toda la cristiandad. Cipriano contestó que la autoridad del obispo de Roma estaba coordinada con la suya, pero no era superior.
Los Cristianos Ortodoxos que luchamos, desgraciadamente, somos una gran minoría. El motivo principal de esta nota es el siguiente: como me muevo entre oriente y occidente, puedo ver desde fuera cómo van las cosas. La última gran trampa, sin dejar de actuar por supuesto con otras tantas, es, para la gente que quiere introducirse en la Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia Ortodoxa procedentes del catolicismo romano es negarles el bautismo, diciéndoles que "con la Crismación es suficiente".
No vale. No vale, porque el bautismo romano-católico no vale. El Santo crisma sólo es válido para un cristiano ortodoxo que ha cambiado su fe, pero luego se arrepiente y quiere volver. Entonces sí, se confesará y será crismado. Esto ha sucedido, por ejemplo, con algunos neomártires durante la turcocracia, que tras renegar de la fe Ortodoxa (aunque en muchos casos no estaban en sus plenas facultades mentales) y luego arrepentirse y confesarse, eran crismados para ser readmitidos.
Los sacramentos del catolicismo romano no valen, dejaron de ser válidos desde el Gran Cisma entre Oriente y Occidente, lo cual ellos, lógicamente, ocultan.
La iglesia romano-católica no es iglesia. El Vaticano no tiene nada que ver con la Iglesia Verdadera de Cristo. Esto no es arrogancia, es la verdad. No es mi verdad, es La Verdad. Clara señal es que ya no tienen santos (o los inventan, o muestran los robados por los Cruzados o los existentes anteriores al Gran Cisma).
El que no se lo crea, que lo compruebe por sí mismo. Que busque, que pida, que llame. Que se bautice en ambas Iglesias, pero que lo haga por amor a la Verdad. Y que luego opine por sí mismo.
El Hieromártir San Cipriano Obispo de Cartago del año 255 tuvo, entre tantos otros, que librar una dura batalla , en la que se enfrentó entre otros muchos, al obispo romano Esteban I. La causa de la contienda fue la eficacia del bautismo en las formas convencionalmente aceptadas cuando era administrado por herejes.
Esteban declaró que el bautismo realizado por herejes era válido si se administraba en nombre de Cristo o de la Santísima Trinidad. Esta era la visión de una importante parte de la Iglesia occidental. Cipriano, por otra parte, creía que fuera de la Iglesia no podía haber verdadero bautismo, considerando a los realizados por herejes nulos y vacíos, y bautizaba de nuevo a los que se unían a la Iglesia. Cuando los herejes habían sido bautizados en la Iglesia (Ortodoxa) pero la habían dejado y deseaban volver en penitencia, no los rebautizaba.
La ajustada definición de Cipriano de la Iglesia llevó a ciertas inferencias que le convirtieron en el enlace entre su modelo, el rigorista Tertuliano, y la polémica donatista que dividió al norte de África más adelante y que trataba de la eficacia de la misa cuando la pronunciaba un sacerdote indigno.
La mayoría de los obispos norteafricanos se alinearon con Cipriano, y encontró un poderoso aliado en Firmiliano, obispo de Cesarea Marítima. Pero la postura de Esteban logró la aceptación general. Esteban empleó en sus cartas el argumento de la superioridad de la Santa Sede sobre los obispados de la toda la cristiandad. Cipriano contestó que la autoridad del obispo de Roma estaba coordinada con la suya, pero no era superior.
El catolicismo romano sostiene que el bautismo realizado por herejes e incluso por ateos es válido si se realiza de acuerdo con las formas católicas. La base de esta doctrina la articuló San Agustín en su conflicto con los donatistas, que emplearon la autoridad de Cipriano en favor de sus tesis.
La Iglesia católica ortodoxa rechaza en su doctrina oficial la existencia de bautismo y otros sacramentos fuera de la Iglesia ortodoxa. Así recibe a quienes vienen de otras comunidades eclesiásticas bautizándolos "por primera vez" (puesto que el bautismo anterior es inexistente). Si ya estaba bautizado Ortodoxo y cambió su fe, pero después se arrepintió, queriendo regresar a la Ortodoxia, no es necesario que vuelva a bautizarse. Eso sí, realizando la debida metania.
La acción de realizar sobre ellos la crismación o imposición de manos para suplir la falta de un bautismo anterior, es obra ideada por el Diablo y seguida por muchos de sus hijos.
Y si no, que alguien me diga, ¿en qué parte de la crismación se leen los tres exorcimos y la Oración de rechazo del satanás? ( ver El Sacramento del Bautismo) A partir de aquí se puede deducir fácilmente quién es el autor de tal obra.
Y si no, que alguien me diga, ¿en qué parte de la crismación se leen los tres exorcimos y la Oración de rechazo del satanás? ( ver El Sacramento del Bautismo) A partir de aquí se puede deducir fácilmente quién es el autor de tal obra.