LA RESURRECCIÓN DE LOS MUERTOS I. Padre Athanasios Mitilineos.



1 Homilía 1/6. ESCUCHAR. (Comienza en 1.2. Relación de la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos: "Queridos míos, en la súplica leída...")

1.1 Prólogo
1.2 Relación de la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos
1.3 El apóstol Pablo sobre la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos
1.4 Consecuencias de  la negación de la resurrección de los muertos
1.5 El tratamiento o planteamiento equivocado de la muerte.
 
 
 



 
 
1.1. Prólogo
 
La Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos, como es conocido, son los dos grandes dogmas en que se fundamenta el Cristianismo. Si estos faltaran, la enseñanza y la fe de los Cristianos sería vacía, sin sentido, como nos asegura el Apóstol Pablo en la 1ª Epístola a los Corintios, capítulo 15, 13-14: “Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana y vacía es entonces nuestra predicación, vana y vacía es también vuestra fe”. 
Pero estos dos dogmas constituyen el centro y el núcleo de la Santa Escritura y del kerigma (del gr. "κήρυγμα", [kírigma] mensaje, predicación, diserción) de los Apóstoles, y principalmente por estos dos dogmas fueron perseguidos, juzgados y condenados por los enemigos del Evangelio (Hech. 4,1-3 y 24,2).
Con la "jaris" (del gr. "χάρις" gracia, energía increada) y bendición del Santo Dios Trinitario, nuestro Sagrado Monasterio entrega a la tripulación de la Iglesia los textos de las homilías grabadas de nuestro bienaventurado Gérontas o Yérontas Atanasio, que se refieren a este tema fundamental de la resurrección de los muertos.
Con estas homilías el bienaventurado Yérontas termina la serie interpretativa de ciento cincuenta y siete (157) homilías sobre el Evangelio de Lucas, que duraron  seis años. Pero para los Padecimientos-Pasiones y la Resurrección del Señor se ha hecho una referencia paralela de los cuatro Evangelistas.
Dice nuestro Yérontas: “Cristo no ha resucitado para sí mismo, sino para nosotros”. La Resurrección de Cristo es la demostración y certificación de la resurrección de los muertos. Y como dice san Pablo: “Cristo resucitó primero de entre los muertos y se hizo primicia de todos los que durmieron o murieron” (1 Cor. 15,20).
El lector con el estudio de estas homilías comprobará y sentirá una intensa necesidad de redención y salvación de modo que viva diariamente con la esperanza de la resurrección de los muertos en la vida del siglo futuro.
En todos ellos que han contribuido en la preparación de los textos, nuestra hermandad del Monasterio desea una bendición en abundancia por el Santo Dios.
Mayo 2012
 
 
 
 
Ανάσταση του Κυρίου
Gran y Sagrado Monasterio de Vatopedi. "En la franja media de la pared sur  están representadas, en cuadros independientes, la piedra de sellado del sepulcro y la Bajada al Hades, mientras que en la franja inferior se representan dos temas, que hacen referencia a la aparición de Cristo a los Apóstoles después de Su resurrección, cuando les dice "La paz con vosotros" [momento de la entrega del Misterio de la Sagrada Confesión] y la duda de Tomás.  


 
 
1.2. Relación de la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos
  
Queridos míos, en la súplica leída por el sacerdote de la santa Anáfora de la Divina Liturgia de san Basilio, leemos lo siguiente: “y por la Cruz bajando al Hades, para cumplir con todo, disolvió los sufrimientos de la muerte; resucitando el tercer día, condujo a toda carne a la resurrección de los muertos… se hizo primicia de los dormidos (muertos), el primer nacido de los muertos, para que él sea el primero en todo y de todos” (Divina Liturgia, san Basilio).
Tal y como es conocido, la Divina Liturgia en su estructura es un resumen breve de todo el contenido de nuestra Fe y enmarca el Misterio de la Divina Eucaristía (del gr. "Ευχαριστία", [Efjaristía], agradecimiento). Sólo si este Misterio se enmarca con el contenido de la Fe, entonces podemos decir que se hace comprensible, o mejor dicho, se aprovecha adecuadamente. Porque, como entenderéis, con decir que celebraremos la Divina Liturgia, que comulgaremos, etcétera, sin saber qué son todas estas cosas y sin conocer el marco en que se mueve el Misterio de la Divina Eucaristía, está claro que este Misterio no lo podemos aprovechar adecuadamente para beneficio propio.
En el texto que os he leído observamos que hay una conexión y unidad armónica e inseparable entre el acontecimiento de la Resurrección de Cristo y el futuro acontecimiento de la resurrección de los muertos.
Os lo volveré a leer: “y por la Cruz bajando al Hades, para cumplir con todo, disolvió los sufrimientos de la muerte; resucitando el tercer día, condujo a toda carne a la resurrección de los muertos”. Es decir, el Cristo con Su propia Resurrección ha abierto el camino para la resurrección de los muertos –aviso: dice que ha abierto el camino-, ha abierto el camino a cada ser humano, pecador y justo, pequeño y mayor, a cualquiera, desde Adán y Eva hasta que hayan hombres. Por lo tanto, resucitará “todo cuerpo o toda sarx-carne humana”, todo ser humano.
Y continúa: “y se hizo primicia de los dormidos (muertos), el primer nacido de los muertos, para que él sea el primero en todo y de todos”. Es decir, el Cristo es el primero que resucita de los que han dormido (muerto), para que sea Él en todo el primero, abriendo Él el camino de lo que se va a efectuar en cada ser humano. 
Como, por ejemplo, el Cristo resucitó para que nosotros también resucitemos; el Cristo ascendió a los cielos para que nosotros también ascendamos al cielo; el Cristo se "metamorfoseó" (transformó) en el monte Tabor, para que también nos "metamorfoseemos", transformemos nosotros. Por consiguiente, vemos que todas aquellas cosas que existen como acontecimientos en la persona de Cristo no son nada más que una preapertura del camino, una preparación de lo que seremos también nosotros.
 
 
 
 
Ανάσταση του Κυρίου - Χρωστήρας© (xrostiras.blogspot.com)

Ανάσταση του Κυρίου - Χρωστήρας© (xrostiras.blogspot.com)

 
 
 
 
 
Por esta razón si uno nos preguntara por qué resucitó el Cristo, se le podrían dar dos respuestas fundamentales. Una es que con Su Resurrección el Cristo ha demostrado Su deidad, porque esta es un milagro sobrenatural, es algo que una persona no lo podría hacer, sino sólo Dios. Por lo tanto, Jesús Cristo demuestra que es "Θε­άν­θρω­πος" [Zeánzropos]  Dios y hombre, porque Su Resurrección se refiere a Su cuerpo, pero Su deidad es la que ha dado la Resurrección al cuerpo.
Aquí está claro que vemos otra cosa también; que los milagros de Cristo, Su enseñanza, Su vida santa y ética, todas estas cosas son consagradas con Su Resurrección. Porque, si lo queréis, también otros sabios e importantes hombres han enseñado cosas bellas, pero no eran dioses. Milagros también hicieron los Profetas del Antiguo Testamento, pero no eran dioses. Pero aquí la Resurrección de Cristo consagra y certifica lo que tenía relación con Su persona, sea milagros, sea enseñanza o vida santa.
Y la segunda respuesta es que el Cristo resucitó para abrirnos el camino para que también resucitemos nosotros.
Por tanto, dos son las respuestas sobre la Resurrección de Cristo: para que sea demostrada Su deidad y la segunda para que se abra el camino para que resucitemos nosotros también.
Si tuviésemos que preguntar en comparación cuál de las dos preguntas sería la primera, rotundamente diríamos: la que hemos dicho segunda; porque el Hijo de Dios no se hizo hombre para Sí Mismo, sino para nosotros; ni se crucificó, ni resucitó para Sí Mismo, sino para nosotros.
Creeríais, queridos míos, -y es cómico uno decir esto- que ¿el Cristo resucitó para adquirir vida? ¿Qué vida? ¿La humana?… Puesto que es Dios, ¿para qué necesita la vida humana?… Y después subir al Padre con Su naturaleza humana, ¿tenía necesidad de vivir y debería resucitar para Sí Mismo?… Es de chiste que uno diga esto. Amigos míos, el Cristo resucitó para nosotros, es decir, para abrir el camino de nuestra resurrección.
Por tanto, el peso específico de la Resurrección de Cristo cae en nuestra resurrección. La primera respuesta es presuposición de la segunda. Es decir, yo no podría saber que seré resucitado, si el Cristo por Su Resurrección no hubiese demostrado que es el Dios, y sobre todo Dios omnipotente que me resucitará. Así que la demostración que el Cristo es el Dios se da por Su Resurrección, con todo aquello que hemos dicho en homilías anteriores; y esta demostración ratifica la fe de que también mi resurrección se puede realizar en el futuro.
Así que, cuando decimos que el Cristo ha resucitado, esto significa que todos los hombres resucitarán. Porque la Resurrección de Cristo y la resurrección de los hombres es una y la misma "praxis" (acción, realización) en dos puntos del tiempo; un punto del tiempo lo contiene la Resurrección de Cristo, en cambio el otro, que pertenece al futuro, lo contiene nuestra resurrección. Pero, repito, la Resurrección de Cristo y la nuestra es una y la misma praxis.
Hay un vínculo tan estrecho entre la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos, de modo que aquel que niega una resurrección, obligatoriamente niega la otra. Hermano mío, si niegas la Resurrección de Cristo, niegas la resurrección de los muertos. Si niegas la resurrección de los muertos, entonces niegas la Resurrección de Cristo. Porque no tiene sentido ni significado la Resurrección de Cristo, si no resucitamos nosotros también. El Cristo, -permitidme la expresión- no ha resucitado para hacer figuras ante los hombres, como si fuera un "clown" y decir: “¡He aquí, ahora vosotros me hacéis esto, yo ahora hago aquello!…” El Dios no juega.
 
 
 
 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 
 
 
Así que si creo que el Cristo ha resucitado, entonces creo también que los muertos resucitarán. Tened mucho cuidado en este tema, mucho. Que nadie me diga: “Yo creo en la Resurrección de Cristo pero no puedo creer en la resurrección de los muertos”.
Precisamente esta falta de fe obliga a Pablo a escribir en la 1ª Epístola a los Corintios un capítulo entero, el 15, con este tema; un capítulo amplio pero también muy importante. Naturalmente, aunque faltara este capítulo, el acontecimiento o tesis de la resurrección de los muertos está tan esparcido dentro de la Santa Escritura, de modo que no podríamos decir que este capítulo es una exclusividad. Pero es un capítulo muy importante que nos da una testificación más, dentro de tantas otras que hay en el Nuevo Testamento, y sobre todo, de manera sistemática. Es decir, permitidme calificar este capítulo como un estudio condensado sobre la resurrección de los muertos.
Como entenderán, amigos míos, hemos terminado con el tema de la Resurrección de Cristo y también sobre la Ascensión, ya que hemos hablado extensamente en homilías anteriores. Y ahora con la ayuda de Dios, vamos a hablar sobre la resurrección de los muertos, este tema tan interesante, que nadie puede decir que no le interesa, porque nos concierne a todos.
 
 

1.3. El apóstol Pablo sobre la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos
 
El apóstol Pablo pues, quien conecta la Resurrección de Cristo con la resurrección de los muertos, justamente, yo diría, que habla con pasión sobre este tema. Observaremos cómo se refiere exactamente en la relación de la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos, analizando algunos puntos del capítulo 15 de la 1ª Epístola a los Corintios: 12 Pero si (por nosotros los Apóstoles) se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos?
Por supuesto que esto lo escribe, mientras que antes, el acontecimiento de la Resurrección de Cristo lo consolidó profética e históricamente. El apóstol Pablo es magnífico, cuando escribe un tema antes lo consolida. Es cierto que un tema tan grande no lo dejaría sin consolidación. Por eso dice: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió en la cruz por nuestros pecados, conforme lo habían profetizado las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1Cor 15,3-4).
Atención: Por esto ponemos en el Símbolo de la Fe esto: “conforme las escrituras”; esto no es una nimiedad. Esto significa que la Crucifixión, la Muerte y la Resurrección del Mesías están de acuerdo con las profecías. El que sería padeciente el Mesías está claro, pero estaba fuera de toda lógica. Sin embargo los hebreos en esto han fallado, y hasta hoy en día siguen fallando, porque no han podido captar y entender que el Mesías sería padeciente o que sufriría. Pero si leen los Profetas, verán que esto está muy claro. Hasta a un niño pequeño si le ponéis a leer los Profetas en este punto, lo percibirá y lo entenderá inmediatamente.
Leed el capítulo 53 de Isaías, y allí veréis muy claro que el Mesías es padeciente. Leed el Salmo 21 y veréis el padecimiento del Mesías. ¡Los hebreos, aunque consideraban estos textos mesiánicos, creían que el Mesías no muere, sino que viene del cielo, así descolgado! (Jn 12,34). Así pues, esto “conforme las escrituras” es la Muerte del Mesías; pero también la Resurrección es “conforme las escrituras”. Por lo tanto, entra el elemento de la profecía.
 
 
 
 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 
 
 
Después tenemos el elemento histórico, la Parádosis (divina Entrega y Tradición). Es decir, se refiere que la Muerte y la Resurrección de Cristo sucedieron cuando era gobernador de Jerusalén Poncio Pilato; esto es un elemento histórico. Pero la principal fundamentación histórica es la parádosis (divina entrega y tradición) de aquellos que fueron testigos presentes de los acontecimientos de la Muerte y la Resurrección de Cristo. Y el apóstol Pablo los enumera: “y que apareció a Cefas o Pedro y después a los doce Apóstoles. Después apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya duermen o están muertos”. -Por lo tanto eran más de trescientos aquellos que vivían aún, cuando escribía la epístola, eran testigos presentes que vieron a Cristo resucitado- “y al último de todos a mí, porque también se me apareció a mí” (1Cor 15, 3-8).
Mientras consolida, ratifica la Resurrección de Cristo profética e históricamente, después procede a demostrar la resurrección de los muertos. Queridos míos, estas cosas no son infundadas. Por eso uno que estudia sin prejuicios, desapasionadamente y ve correcta y realmente aquellas cosas que ofrece el logos de Dios, las acepta sin duda; y aquí en el caso nuestro acepta que la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos conectan inquebrantablemente.
Aquí pues, el Apóstol Pablo con este silogismo suyo: “Si predicáis y ratificáis que el Cristo ha resucitado, ¿cómo incoherentemente algunos de vosotros decís que los muertos no resucitan?”, quiere indicar que los que no aceptan la resurrección de los muertos se contradicen, racionalizan y son infieles. En otras palabras, quiere indicar que la incredulidad de ellos en la resurrección es una negación de la potencia de Dios y de Sus increadas energías, sabiduría, agapi y justicia. Esta negación está basada en un racionalismo muy corto y mezquino, es decir, al “¿cómo es posible que se haga esto?”. Estas cosas por supuesto que las veremos más analíticamente, ahora simplemente hacemos una introducción en el tema de la resurrección de los muertos.
No digamos, pues, “¿cómo es posible que se haga esto?” Por cierto que si nos llamaran a nosotros a resucitar muertos, entonces podríamos poner esta pregunta; pero cuando es el Dios que se hace cargo de la resurrección de los muertos, “¿es permitido preguntar, cómo se puede hacer esto?” ¿Pero esto es cuestión nuestra, cuestión de nuestras capacidades o de las habilidades de Dios? Si, pues, salimos de nuestras capacidades y posibilidades, si salimos de nuestro pobre racionalismo y decimos que para Dios todo es posible, inmediatamente creemos en la resurrección de los muertos, y no ofendemos la potencia y energía increada de Cristo Dios. 
 
 
 
 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 
 
 
Sin embargo, en el mismo capítulo más abajo san Pablo – y lo analizaremos más tarde-, dirá: “¡Porque algunos tienen gran ignorancia de Dios y no saben quién es el Dios, y esto lo digo para avergonzaros!” (1Cor 15,34).
El Apóstol Pablo, pues, en este capítulo consolida la resurrección de los muertos profética e históricamente. No sólo proféticamente, ni sólo históricamente. Os expliqué alguna vez que la profecía con el acontecimiento es como el agua con el cemento. El cemento es polvo y el agua es blanda, es líquido. Pero poned agua al cemento y veréis que se hace duro como una piedra! ¡Poned el acontecimiento con la profecía para ver que se hace como piedra, roca! Es decir, se consolidan, y nunca uno puede dudar por el cómo y porqué.
El Apóstol Pablo utiliza el método de “reductio ad absurdum o reducción al absurdo”. Es un método lógico con el que demostramos que una frase es falsa. De acuerdo con este método empezamos de la frase concreta que queremos demostrar que es falsa, y con silogismos lógicos resultamos que la frase es falsa. Así, pues, el Apóstol Pablo, utilizando este método por la frase “porque si no hay resurrección de muertos”, la que quiere demostrar que es falsa, y resulta a la conocida de antes frase falsa “tampoco Cristo resucitó” (1Cor 15,13).
Esto por supuesto que lo dijo para los que niegan la resurrección de los muertos, que en realidad niegan también la Resurrección de Cristo. Porque, ¿qué es lo que ha resucitado de Cristo? Pues, Su naturaleza humana. Pero ya que resucitó la naturaleza humana, ¿cómo niegan la resurrección de los muertos? Por tanto, si niegan la resurrección de los muertos, significa que niegan la divina naturaleza de Cristo; es decir, el Cristo no tiene naturaleza divina, para poder resucitar la naturaleza humana. Por lo tanto, -muy acertadamente Pablo dice – en realidad “si no hay la resurrección de los muertos, entonces tampoco el Cristo ha resucitado”. Es como si les dijera: “No os metáis en muchas tonterías; para vosotros el Cristo no ha resucitado, porque aparece como hombre, y vosotros negáis que un hombre puede resucitar. Pero si es Dios, entonces como Dios, es capaz de resucitar todos los hombres”.
 
 

1.4. Consecuencias de la negación de la resurrección de los muertos
 
Pero esta negación de la resurrección tiene también consecuencias. Y lo digo esto porque igual que entonces en la época del Apóstol había muchos Cristianos en Corinto, y naturalmente en otras partes, que niegan la resurrección de los muertos, así también hoy en día tenemos este tipo de negadores, y son muchos. Yo llego hasta el punto que, cuando algún hombre está muriendo y me pide confesarse –por supuesto como ya no hay márgenes, son los últimos momentos de la persona- entre las preguntas que pongo es también esta: “¿Cree usted que resucitaremos de los muertos?”. Es el mayor consuelo que se puede dar a una persona así. Pero muchas veces escucho la respuesta: "¡Yo qué sé, o cómo puedo saberlo esto!"  Y cuando le digo: “Sí, porque lo ha dicho el Cristo”, entonces me dice: “Creo en Cristo”. Pero es obvio que yo no puedo contemplar o medir el fondo de una aceptación de este tipo, no lo sé, esto lo contempla y lo mide Dios.
Yo sólo añadiría una cosa más: que si nos privamos a nosotros mismos de los conocimientos de estos temas tan grandes, no esperemos a encontrarnos en la Realeza increada de Dios. Porque si no tuviera importancia que los Cristianos crean o no en la resurrección de los muertos, entonces ¿por qué el Apóstol Pablo habla con tanto temperamento y pasión sobre este tema? ¿Por qué? Esto tiene sentido. Repito, no creamos que nos encontraremos en la Realeza increada de Dios, si no aceptamos estos temas grandes, que para nosotros son realmente nuestra vida.
Pues, si no creemos en la resurrección de los muertos, esto tiene las siguientes consecuencias:
Primera consecuencia es que si negamos la resurrección de los muertos, negamos también la Resurrección de Cristo.
Segunda consecuencia es que negamos la fe universal en la persona de Cristo y Su obra redentora. ¿Pero si no resucitan los muertos, por qué el Cristo resucitó? Entonces, ¿dónde está la redención? Sabéis, que redención significa sotiría sanación y salvación. ¿Sabéis qué quiere decir redención y salvación? Decimos salvación, ¿pero sabéis qué quiere decir salvación? 
 
 
 
 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 
 
 
Me habéis preguntado muchas veces qué es salvación, y os lo he contestado. Si no preguntamos para aprender qué es exactamente salvación, redención no la buscamos por allí y por allá. Atención a esto. Salvación dicen muchos que es salvar mi psique-alma. Es decir, ¿que mi psique permanecerá inmortal allí donde está y encontrará un buen lugar?… Pero esto también lo decía Platón (en Fedón). ¡No os parezca extraño que diga que esto es herético, es un error, es decir, que la psique encontrará un buen lugar, por los siglos de los siglos!
Las psiques-almas de los justos, queridos míos, no están contentas allí donde están sin sus cuerpos. No están en el país de los bienaventurados; sino que pre-saborean la bienaventuranza. Las psiques ruegan a Cristo, debajo de Su trono, y dicen: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?”. Y la respuesta vino rápidamente: “se les dijo que esperasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también deben ser muertos como ellos” (Apo 6, 10-11). Esto significa que nuestra bienaventuranza no es estar en un lugar bueno como psiques-almas. Esto no es salvación, redención; que lo sepamos bien esto. Salvación, redención quiere decir volver a estar en pie yo, que me han puesto en el sepulcro. Es decir, ¡que resucite a la vida bienaventurada para que mi cuerpo disfrute también la vida bienaventurada! Porque la psique no está sola. Os lo volveré a decir, muchas veces, hasta que acabemos estas 5-6 homilías sobre este tema, si el Dios quiere hasta el Pentecostés. El hombre no es sólo psique es cuerpo y psique. Ni sólo psique, ni sólo cuerpo, sino las dos.
Me referiré en algunos testimonios de los Padres sobre este tema. El hombre es creación completa de Dios, con psique y cuerpo. Y la salvación, redención quiere decir que vuelvo a tener los dos unidos, por los siglos de los siglos. Esto quiere decir salvación; no nos engañemos en otros senderos. Os indicaré también posiciones heréticas sobre el tema de la salvación y sobre el tema de la psique; pero esto lo veremos en un futuro próximo.
Sobre esta segunda consecuencia que dijimos que es la negación de la obra redentora de Cristo, si uno no cree en la resurrección de los muertos, el Apóstol Pablo dice lo siguiente: “Y si Cristo no resucitó, vana y vacía es entonces nuestra predicación (kerigma), vana y vacía es también vuestra fe” (1Cor 15,25). ¡Es decir, que yo aquí ahora, permitidme la expresión, os digo tonterías y charlatanerías¡
Es cierto que los atenienses se rieron en el Areópago, cuando el Apóstol Pablo les habló sobre la Resurrección de Cristo. Se rieron los atenienses porque consideraron sus palabras tonterías y le dijeron “charlatán” (Hec 17,18). ¡Qué tonterías dice este… resucitaremos…! ¡Qué cosas son estas!…
Si, pues, dice Pablo, no hay resurrección de los muertos, entonces mi kerigma es una tontería, pero vuestra fe a la vez una tontería, algo vacío, tonto, la nada, que no tiene contenido.
 
 
 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 



No me digáis que el Evangelio se hace para ser un nada, porque habla de la agapi, habla de esto o lo otro. ¡Queridos míos, sin la Resurrección de Cristo, todo está suelto! ¡Todo! Aquello que fundamenta y también pone techo encima de la enseñanza del Evangelio, ¡es la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos; cimiento y techo del edificio! ¡Esto también es el núcleo y la esencia de nuestra salvación! ¡Si no creemos en esto, entonces todas las demás cosas están sueltas, descolgadas!
Por esta razón, aquellos que quieren atacar el Evangelio, no atacan los mandamientos y los logos de Cristo, sino que atacan la Resurrección de Cristo. Si alguna vez podrían derrumbar el edificio que se llama Resurrección, entonces está claro que se derrumbaría todo el Evangelio. Por eso veis que los hombres malvados, viles y enemigos, combaten principalmente contra la Resurrección de Cristo y no contra otro punto del Evangelio.
Tercera consecuencia de la negación de la resurrección de los muertos es la aseveración de los negadores de que esto es la mayor mentira que apareció jamás en la historia; es decir, que se predique que hay resurrección de los muertos. He aquí como lo dice Pablo: “Y somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos testificado contra Dios que resucitó a Cristo, a quien no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan, (si se supone que los muertos no resucitan, entonces no le hubiera resucitado) (1 Cor 15,15). Es decir, nosotros los Apóstoles nos convertimos en pseudoprofetas y falsos testigos ante el Dios y los hombres… ¡Y qué pseudoprofetas!… Predicamos que el Dios ha resucitado a Cristo, a Quien no resucitó, ya que existe la afirmación de que los muertos no resucitan. ¡Esto sería la mayor mentira de la historia!
¿Pero los Apóstoles eran realmente predicadores de una mentira tan grande? ¿Y quién, queridos míos, daría su vida para una mentira tan grande? ¿Quién hace esto?… El mismo apóstol Pablo lo dirá más abajo: “Si no hay resurrección de los muertos y esto no está fundamentado, ¿por qué nosotros peligramos a toda hora?” (1Cor 15,30). ¿Por qué razón voy a entregar mi vida?
Cuarta consecuencia sobre la negación es la no absolución ni perdón de nuestros pecados. Porque el kerigma del Evangelio es kerigma de metania y de perdón, absolución de los pecados.
 
Dice el apóstol Pablo: “Porque si los muertos no resucitan”, -seis veces repite esta frase- “tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana, vacía e inútil; aún estáis sumergidos en vuestros pecados” (1Cor 15,16-17), entonces estáis sometidos en vuestras culpabilidades y vanamente lucháis y os movéis. Es como si dijera: ¿No hay resurrección de los muertos? Tampoco el Cristo resucitó. ¿Si no resucitó el Cristo? ¿Para qué, pues, esperáis la absolución de vuestros pecados?
Pero continúa Pablo: “Entonces también los que durmieron o murieron con fe en Cristo están perdidos” (1Cor 15,18). Es decir, si no hay resurrección de los muertos, entonces aquellos que han muerto con la esperanza de la resurrección de los muertos, -puesto que no existe- se han perdido; es decir, no se han perdonado sus pecados y están con todo el peso de sus culpabilidades.
Quinta consecuencia de la negación de la resurrección de los muertos, y ruego que pongáis atención: “Si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más miserables y los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1Cor 15,19). ¿Qué significa esto?
El hombre creyente está llamado a llevar su cruz. Como conocéis, el Evangelio es fuertemente anticósmico o antimundano, y pide de cada fiel girar y ser lo contrario del llamado “hombre natural”. Es decir, natural no como ha salido de la mano de Dios, sino “natural” como lo cree el mundo. No hay mayor antítesis que el hombre del Evangelio con el hombre llamado por el mundo “natural”. Debe el fiel luchar en toda su vida contra sus pazos y situaciones, que alegremente permite y cultiva la “vida natural”.
Un paréntesis: El año pasado hice una homilía en un cuartel general del ejército y dije esta súplica que hemos dicho antes de empezar; “Ilumina a nuestros corazones… para poder pisotear los deseos carnales…” Un soldado con estudios y título de universidad, me dice: “Padre perdóname; ¿qué sentido y significado tiene esto de “para poder pisotear los deseos carnales”? Porque aquí tomamos medicamentos para poder disfrutar hasta la saciedad de los deseos carnales, y ¿usted me dice ahora “para poder pisotear los deseos carnales”?… ¿Qué sentido y significado tiene esto? ¿Pues, quién hablaba? Pues, un hombre “natural”. No podía entender ni lo más mínimo del espíritu del Evangelio.

 
 
 
Ανάσταση του Κυρίου - Σάββας Παντζαρίδης©

Resurreción del Señor - Σάββας Παντζαρίδης©

 
 
 
 Por consiguiente, en toda nuestra vida debemos resistir a este clima “natural”, -natural lo pongo entre comillas- a este clima mundano, pecador, a este clima antiespiritual. ¿Y qué debo hacer? “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la necrosis de Jesús Cristo” no “en el espíritu”, como dice san Pablo, es decir, mortificando los pazos (padecimientos,vicios...). Así pues, si se supone que no creo en la resurrección de los muertos, ¿entonces en realidad por qué tengo que estar en contra del mundo (de los pazos y pecador), puesto que no resucitaré? Entonces pierdo mi vida presente. ¡Y no sólo no la pierdo sino que soy también el hombre más tonto que jamás ha existido en la tierra! Por eso el apóstol Pablo dice que “si solamente para esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más miserables y los más dignos de conmiseración de todos los hombres” (1Cor 15, 19).
Realmente el hombre pecador puede que no crea en la existencia de la vida eterna, y la pierde; pero por lo menos gana la vida presente; comerá, beberá e irá de juergas… ¿Por qué razón no va a ir de juergas, comer y beber? Me diréis que: “esta vida suya no será más de cien años”. Aunque sea de cien años, esta vida ve ante sus ojos y esta ganará. Pero el hombre espiritual, que se supone que no encontrará otra vida, pierde también la presente, puesto que practica y lucha vanamente y tiene el elemento ascético (practicante) en su vida, ¿es o no es un tonto? Por eso dice Pablo hipotéticamente que seremos los más miserables de todos los hombres, si no hay resurrección de los muertos.
Me diréis que estas situaciones son extremas y no creéis que las cosas sean así. Pues, queridos míos, aquello que observamos en los Cristianos –no sólo en Grecia, sino en todas partes donde hay cristianos- es lo siguiente: Como hay un secularismo, es decir, un cristianismo mundanizado, se nos han escapado los conceptos y nociones profundos de nuestra Fe, y creemos que el Evangelio simplemente es una manera de hacer una vida bella.
Por eso amigos míos os he dicho que hemos perdido el sentido y significado del Cristianismo. Lo hemos olvidado. Me sobrecoge un vértigo cuando pienso qué revisión y reconsideración tenemos que hacer para encontrar nuestra fe correcta, ortodoxa. Hemos mezclado nuestra vida con tantas cosas, la hemos hecho secularizada, buscando sólo el interés propio en esta vida.
Desgraciadamente el Cristiano actual acepta el Evangelio bajo este espíritu, bajo el espíritu de una vida presente feliz. ¿Qué puntos del Evangelio acepta? Sólo acepta aquellos puntos que hablan de agapi, de caridad, de cooperación, conseguir felicidad… ¡Pero el Evangelio no viene a asegurarnos la felicidad, viene a darnos la resurrección! Cualquier peripecia o circunstancia que suceda en nuestra vida, muertes, pruebas, tentaciones… cualquier cosa que caiga sobre nuestra familia y nuestra cabeza, nosotros debemos llegar allí: a la resurrección. Pero a la resurrección de los justos, porque tenemos también la resurrección de los pecadores (Jn 5,29). Quién, pues, entiende esto. ¡Quién regula su vida de modo que se encuentre en este punto, en estos senderos!
 
Está claro que no negamos el Evangelio; pero hemos recibido y aceptado también influencias extrañas, ajenas al Evangelio, con el resultado que como Cristianos tengamos un mosaico de una cosmoteoría y una bioteoría. Utilicé ahora estas dos palabras que jamás las he utilizado cuando he hablado al espacio del Cristianismo, porque el Cristianismo no es una cosmoteoría ni una bioteoría. No es una teoría que habla para el mundo, para Dios y para la vida, como las teorías de este mundo; ¡sino que el Cristianismo es apocálipsis-revelación! Pero desde el momento en que abandono el verdadero sentido y significado del Cristianismo que es la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos, desde aquel momento estoy conducido y arrastrado de distintas orientaciones cosmoteóricas y bioteóricas.
No es casual, queridos míos, que nuestra Iglesia festeja cuarenta días el acontecimiento de la Resurrección. ¡Porque lo considera el centro de nuestra fe y el centro de nuestro Culto! ¡Incluso cada Domingo es Pascua! ¡Cada Divina Liturgia es Pascua! ¡Es un honor la mención a la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos! No es casualidad que en cada Liturgia del Diakenisimo (semana después de la pascua), junto con las vísperas, decimos el “Cristo ha resucitado” cincuenta-sesenta veces. Además en cada oda del canon de la Pascua, decimos tres veces el tropario “¡Cristo ha resucitado de los muertos, por la muerte pisoteó la muerte y a los que están en las tumbas les ha regalado la vida!” ¿Y qué quiere decir “Cristo ha resucitado” y también ¡“los que están en las tumbas les ha regalado la vida”! Es de los troparios más cortos de nuestra Iglesia, pero de los más potentes, que indica exactamente esta conexión, unión: Que el Cristo ha resucitado y resucitará también a los muertos. No sólo que el Cristo resucitó, ni simplemente que los muertos resucitarán, sino que el Cristo resucitó y que Él resucitará a los muertos. Ve uno, pues, en este pequeño tropario, tan potente, que se repite continuamente para que se nos quede grabado.

 
 
 
Ανάσταση του Κυρίου - Μιχαήλ Χατζημιχαήλ© www.michaelhadjimichael.com

Resurreción del Señor- Μιχαήλ Χατζημιχαήλ© www.michaelhadjimichael.com

 
 
 
 
Pero sucede aquello que ocurre a nosotros los hombres en el ejército; cuando nos hablan sobre la teoría para el arma. Decimos la teoría dos tres veces y la aprendemos. Pero la regla dice que esta teoría se debe repetir siempre. Y continuamente hablamos sobre el arma: “El arma tiene esta parte, aquello o lo otro…” Pero si se dice 5-6 veces después reaccionas y ya no escuchas. Igual que el reloj cuando toca y estás durmiendo al lado; la primera vez despiertas, después de varias veces ya no despiertas. O cuando estás durmiendo cerca en la estación de trenes; la primera noche que pasan los trenes no dormirás nada, pero después de la segunda, tercera noche ya no los escuchas.
¡Lo mismo nos pasa a nosotros, decimos cincuenta veces “Cristo ha resucitado”, y nuestras orejas ya no lo escuchan! En nuestros saludos durante cuarenta días decimos “Cristo ha resucitado” y respondemos “de verdad ha resucitado”, pero nuestros oídos ya no lo escuchan. Ya se ha hecho un estereotipo. ¡Es una desgracia, realmente una desgracia! Por eso uno puede ser que diga “Cristo ha resucitado” en toda su vida y si le preguntas: ¿Crees en la resurrección de los muertos? y te responda: ¡Yo qué sé!… ¡Pero... tú lo decías! ¡Tantos años lo decías!… ¡incluso el “Credo o Símbolo de Fe” no decías “espero la resurrección de los muertos”! ¡Esto que es el dogma fundamental de nuestra fe!…
Hay una sexta consecuencia. Dice el Apóstol Pablo: “De no ser así, ¿a qué viene el bautizarse por los muertos, con la esperanza de unirse con los otros fieles muertos que creen que viven en la Iglesia celeste, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué bautizarse por los muertos? (O por qué bautizarse, puesto que no entrarán en ninguna comunión con los muertos, puesto que los muertos ya no viven en la tierra ni en el cielo)” (1Cor 15,29).
Es un pasaje difícil, que en la época que escribía el Apóstol era fácil de ser comprendido por los lectores. Pero hoy este versículo nos dificulta un poco, pero una mejor interpretación que se da es que se trata del bautismo del Martirio. Por tanto la interpretación del pasaje es la siguiente. ¿Por qué bautizarme en el bautismo del Martirio, si no hay resurrección de los muertos? ¿Por qué razón? ¿Por qué me voy a sacrificar? Es decir, indica que, puesto que uno muere en martirio, como cree en la resurrección de los muertos, se convierte en héroe y mártir; pero si no cree, no tiene sentido morir heroicamente.
Y para que veáis que esto realmente no tiene sentido, vamos a ver el argumento de Pablo al revés, en otro contexto. Dice Pablo: “¿Por qué voy a sufrir una muerte en martirio, si no voy a resucitar?” Por lo tanto, para sufrir una muerte por martirio, debo creer que resucitaré, pero si no creo ¿para qué voy a ser mártir? ¡El materialista no cree en nada, ni en Dios, ni en resurrección, ni en psique-alma inmortal! Y le veis que muere por algunas ideas! Muere por la libertad, para la justicia social y los bienes materiales. Pero todas estas cosas no las disfrutará. 

 

 
 Ανάσταση του Κυρίου
 
 

Digamos que muero para estar comiendo bien. !Escuchad una cosa paradójica, incoherente: muero, combato, lucho, hago la guerra y salgo en las calles para conseguir comer bien! No tiene importancia si alguien dice: Si me muero, bien, pero lo prefiero aunque no alcance a disfrutar nada. ¿Pero es más preferible jugar mi vida a cara o cruz? ¡Quién se jugaría alguna vez su vida a cara o cruz con una moneda, por ejemplo si alguien le dijera: si la moneda sale cara, te daré un millón de euros; si sale cruz te cortaré la cabeza! Las posibilidades serían cincuenta a cincuenta por ciento. Pregunto: ¿Quién peligraría que sea cortada su cabeza para recibir dinero? Más bien diría: “¡No. Prefiero mi cabeza en su sitio aunque sea pobre!” ¡Pero con qué lógica diría uno: si lo consigo y vivo ganaré los euros; y si no, no pasa nada!” O sea, ¿qué? ¿Perder su vida?… ¡Pero esto es tonto, necio!
¡El que uno muera para cosas que le gustaría disfrutar, pero como ya no vive, no las disfrutará!, ¿no es una necedad? Por eso la muerte del materialista que muere por una idea es incoherente. ¡Sí, incoherente! Pero el hombre fiel muere en martirio porque hay recompensa, que es la resurrección de los muertos, la Realeza increada de Dios.
 
Pero el Apóstol Pablo utiliza también un argumento personal, sobre este sexto argumento, y dirá: “¿Y por qué exponernos nosotros al peligro a cada instante? Hermanos, os aseguro que todos los días estoy al borde de la muerte por predicar el Evangelio; y que vosotros sois mi gloria en Cristo Jesús, Señor nuestro. Si en Éfeso luché contra hombres que parecían fieras, ¿de qué me sirvió? Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos, como dicen los infieles y materialistas” (1Cor 15,30-32).
El apóstol Pablo, amigos míos, era un hombre muy importante, tenía una carrera. Pablo no era un hombre cualquiera. Pero no simplemente dejó su carrera, sino que entró en esta peripecia sin precedentes, que el final de esta peripecia fue que le degollaron la cabeza. ¿Por qué lo hizo esto? Porque creía en la resurrección de los muertos. Por eso dice: “Hermanos, os lo juro que todos los días estoy al borde de la muerte por predicar el Evangelio; y que vosotros sois mi gloria en Cristo Jesús, Señor nuestro” (1Cor 15,31). ¡Habéis visto, el apóstol Pablo hasta jura, utiliza el juramento para certificar la resurrección de los muertos!
Y “si en Éfeso luché contra hombres que parecían fieras, ¿de qué me sirvió?”. Quizás esto es una metáfora. Por supuesto que luchó con hombres que parecían fieras y lo pasó muy mal en Efeso, cuando aquel famoso platero llamado Demetrio, levantó toda la ciudad contra Pablo. ¡Y sabéis lo que es toda una ciudad gritando por muchas horas dentro del estadio de Efeso contra Pablo: “¡Grande es Artemisa-Diana de los efesios!… (Hec 19,23-41). ¡Imaginaos que uno sea visitante en aquella ciudad, y sepas que toda ciudad se ha levantado contra ti! Creo que Pablo no utiliza por casualidad la expresión “que en Efeso luchó contra hombres que parecían fieras”, si no hay resurrección de los muertos. 
Finalmente existe también la sexta consecuencia por la negación del dogma de la resurrección de los muertos. “Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos, como dicen los infieles y materialistas” (1Cor 15,32). Realmente, si uno niega la resurrección de los muertos, entonces este vive la forma más grosera y absoluta del materialismo. Un hombre de este tipo se asimila con la bestia. ¡Y si debemos de morir como bestias, entonces también podemos vivir como bestias; ya no somos seres humanos!


Resurrección del Señor (mosaico, Iglesia de San Marcos, Venecia)



Esta frase “comamos y bebamos” la utiliza también el profeta Isaías en el capítulo 22,13. Allí se refiere que mientras el Dios amenaza con catástrofes, hambre, males…, este pueblo de los judíos presenta una plena insensibilidad e infidelidad, y contesta: “Para qué razón; no pasa nada… Dios, todas estas cosas que nos dices no nos interesan… “comamos y bebamos porque mañana moriremos”… a quién importa todo esto que tú dices”. Esta respuesta del pueblo indica una terrible infidelidad a las amenazas de Dios. ¡Para que veáis la degeneración lamentable y miserable que hay en algunas épocas!
Así, pues, vemos al Apóstol Pablo, quien contiene la verdad, resaltarla con persistencia y también quiere indicar la relación inmediata que hay entre la Resurrección de Cristo y la resurrección de los muertos.
 
 
 
 
1.5. El tratamiento o planteamiento equivocado de la muerte
 
 
Ahora pongamos atención a lo siguiente: en la vida presente intentamos crear algunos contrapesos o compensaciones en el fenómeno de la muerte y en un futuro inmediato os analizaré el tema especialmente. Por ejemplo, decimos: “Θά­να­τος (zánatos) Muerte; ¿qué es la muerte? Es una cosa natural”. ¿Pero quién os ha dicho que la muerte es una cosa natural! Sin embargo decimos: “¡pero quién ha hecho la muerte, ¿ha quedado alguno vivo?; todos moriremos! Hermanos míos, ¿quién os ha dicho que el Dios hizo la muerte! ¿Quién lo dijo esto?… que las cosas son muy sencillas. ¿No son nada sencillas ni naturales!
Y ahora, puesto que no creemos en la resurrección de los muertos, ¡debemos… dulcificar la muerte, deberemos… limarla, para que la muerte no sea dura! ¡Hacemos, hacemos… y qué no hacemos!…
Primero de todo empezamos a consolar a los que están en luto con el siguiente refrán: ¡Qué vamos hacer, así es la vida! ¡Así es la vida! Y otra vez “¡así es la vida! Todavía hacemos otra cosa más. Intentamos embellecer la muerte, animar a aquellos que están en luto a salir del clima de luto, diciéndoles que salgan y que se entretengan o se distraigan… y muchas cosas así. Incluso que no debemos vestirnos con nada de luto, para no dar al luto un tono de peso fuerte. Ya ni si quiera ponemos nuestros muertos a nuestras casas. ¡Todas las cosas se hacen muy “civilizadamente”… pero muy “civilizadamente, de modo que apenas uno se está muriendo en un hospital, los demás no deben venir a verle porque se impactan y caen en estado de shock!… Sobre todo si ven algún sacerdote ir a la habitación, o va con la Divina Comunión, esto significa que viene la muerte… y quedarán helados de miedo!… y si estos hombres padecen de corazón, terminarán allí de repente!… ¡Y así, con cuidado, sacaremos de la habitación a uno que está a punto de morir y lo llevaremos a una habitación especial, o si muere le sacaremos por la puerta de atrás del Hospital, no por la puerta de adelante, para que no se vea que sale un ataúd del Hospital!
 
 
 
 
Ανάσταση του Κυρίου - Ιερόν Ησυχαστήριον Αναστάντος Χριστού (Πειραιεύς)
Resurrección del Señor - Santa Ermita del Cristo Resucitado (El Pireo)
 
 
 
 
 
Con todas estas maneras intentamos suavizar el sentimiento de la muerte. Está claro que no podemos vencer la muerte, e intentamos suavizarla en nuestras psiques y en nuestros ojos.
¡Queridos míos, la muerte es horrible y terrible!… Os la presentaré tal y como la presenta nuestra Iglesia. “¡La psique, dice, tiene una lucha fuerte cuando sale del cuerpo!” (Pequeño libro de bendiciones). ¿Por qué? Porque de aquello que está entero se va un trozo o parte suya! ¿Por qué entonces voy a embellecer la muerte?… Por lo tanto, puesto que la muerte es horrible, sólo una manera tengo para tratarla y afrontarla: «"¡Χρι­στός ­νέ­στη !", [Jristós anesti], Cristo ha resucitadoy “¡espero la resurrección de los muertos!” ¡Entonces para mí la muerte es ya como el ratón que juega con la gata! Ya no tiene fuerza. La gata ha mordido tantas veces al ratón y está vivo, pero débil. ¡Por supuesto que pagaré el impuesto de la muerte, pero resucitaré! ¡Seguro que resucitaré!…
Pues, como entenderéis, todas estas formas de afrontar la muerte son ajenas del espíritu del Cristianismo. El Cristianismo, amigos míos, es exactamente tal y como os lo proyecto. Y os rogaría mucho –y no exagero- que tengamos siempre cuidado en cómo vemos exactamente las grandes verdades dentro en logos de Dios, que están salvaguardadas ortodoxamente dentro en nuestra Iglesia.
Por supuesto que sobre este tema veremos muchas cosas. Veremos lo que dice el Antiguo y el Nuevo Testamento y los Padres de nuestra Iglesia. Veremos cómo se hará esta resurrección, cuándo será y como serán todas estas cosas.
Pero todas estas cosas, con la ayuda de Dios, las diremos en los siguientes cinco domingos que nos quedan hasta el domingo antes del Pentecostés. Por eso, rogaría que todos vosotros que con muchas ganas hayáis seguido nuestros temas sobre la Resurrección de Cristo, con las mismas ganas de seguir viniendo y participando en la segunda parte, que es la resurrección de los muertos.

Domingo 13 Abril 1983.








Translate

«No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento» (Luc. 5,32)