EVANGELIO SEGUN SAN JUAN
1 El Logos es Dios y creador de todo
1 En el principio era el Logos, y el Logos era con Dios (Padre), y el Logos era Dios. 2 Este era en el principio con Dios (Padre). 3 Todo fue hecho por él, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. 4 Por él existió la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5 Y la luz en las tinieblas ilumina, pero los hombres que se encuentran en la oscuridad no lo entendieron.
«Εl Logos se hizo carne»
6 Vino un hombre enviado por Dios, su nombre era Juan. 7 Este vino por testimonio, para dar testimonio de la luz, a fin de que todos creyesen por él. 8 No era él la luz, sino que vino para dar testimonio de la luz.
9 Era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre, que viene a este mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho, pero el mundo no le conoció. 11 A su casa vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a esos les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, es decir a aquellos, que creyeron en su nombre. 13 Estos no nacieron de sangre (de mujer), ni de deseo carnal, ni de voluntad humana, sino de Dios.
14 Y el Logos se hizo carne, y habitó entre nosotros, y disfrutamos
como un espectáculo sorprendente su gloria, gloria que tiene como Hijo
unigénito del Padre. ¡Lleno de gracia y belleza!
Testimonio del precursor Juan
15 Juan da testimonio de él, y clama fuertemente diciendo: «Este es, de quien yo decía: Este que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo».
«La gracia y la verdad fueron por Jesús Cristo »
16 Y de su riqueza todos nosotros recibimos, incluso perdón de los pecados por compasión 17 Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero el perdón de los pecados y la verdad vinieron por medio de Jesús Cristo. 18 A Dios nadie le vio jamás. El unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha revelado.
Otro testimonio del precursor Juan
(Mt. 3,11-12; Mc. 1,7-8; Lc. 3,15-17)
19 Este también es el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen: «¿Tú quién eres?» 20 Y confesó, y no negó; sí, confesó: «Yo no soy el Cristo (el Mesías)». 21 Entonces le preguntaron: «¿Qué sucede entonces? ¿Eres tú Elías?» y respondió: «No soy». «¿Eres tú el profeta?» Y respondió: «No». 22 Le dijeron entonces: «¿Pues quién eres? Di, para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?» 23 Dijo: «Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». 24 Estaban también los enviados del orden de los fariseos. 25 Y le preguntaron, y le dijeron: «¿Por qué entonces bautizas, si tú no eres el Cristo (el Mesías), ni Elías, ni el profeta?» 26 Juan les respondió diciendo: «Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. 27 Este es, el que viene después de mí y es antes de mí. De él yo no soy digno de desatar la correa del calzado». 28 Estas cosas sucedieron en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
El cordero e Hijo de Dios
(Mt. 3,13-17. Mc. 1, 9-11. Lc. 3, 21-22)
29 El siguiente día vio Juan a Jesús que venía hacia él, y dijo: «¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo! 30 Este es aquel de quien yo dije: Después de mí viene un varón, el cual es antes de mí; porque era primero que yo. 31 Y yo no le conocía; mas para que fuese manifestado a Israel, por esto vine yo bautizando con agua. 32 También dio Juan testimonio, diciendo: «Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y permaneció sobre él. 33 Sí, yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquel me dijo: «Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo. 34 Y yo le vi, y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios».
Andrés "el primer llamado"* y su hermano Simón Pedro
(Mt. 4,18-22. Mc. 1, 16-20)
* El primer llamado, del gr. "πρωτόκλιτος" [protóklitos].
35 El siguiente día estaba otra vez Juan allí, y dos de sus discípulos. 36 Y viendo a Jesús que andaba por allí, dijo: "¡He aquí el Cordero de Dios!". 37 Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús. 38 Y volviéndose Jesús, y viendo que le seguían, les dijo: 39 «¿Qué buscáis?» Ellos le dijeron: «Rabí —que traducido es Maestro—, ¿dónde moras?» 40 Les dijo: «Venid y ved». Fueron, y vieron donde moraba, y se quedaron con él aquel día. La hora era alrededor de las cuatro de la tarde. 41 Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan, y habían seguido a Jesús. 42 Este halló primero a su hermano Simón, y le dijo: «¡Hemos hallado al Mesías! Este nombre (de Mesías) traducido significa Cristo.* 43 Y le trajo a Jesús. Y Jesús le miró bien y dijo: «Tú eres Simón, hijo de Jonás, tú serás llamado Cefas». Este nombre (de Cefas) traducido es Pedro.
* Cristo, y éste del gr. "Χριστός" «Jristós», es decir, El Ungido.
Felipe y Natanael
44 El siguiente día quiso Jesús ir a Galilea, y halló a Felipe, y le dijo: «Sígueme». 45 Y Felipe era de Betsaida, de la ciudad de Andrés y de Pedro. 46 Felipe halló a Natanael, y le dijo: «Hemos hallado a aquel de quien escribió Moisés en la ley y en los profetas. Es Jesús, el hijo de José, de Nazaret». 47 Natanael le dijo: «¿De Nazaret puede salir algo de bueno?» Le dijo Felipe: «Ven y ve». 48 Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: «He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño». 49 Le dijo Natanael: «¿De dónde me conoces?» Respondió Jesús y le dijo: «Antes que Felipe te llamara, te vi cuando estabas debajo de la higuera». 50 Respondió Natanael y le dijo: «Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 51 Respondió Jesús y le dijo: «¿Porque te dije, "te vi debajo de la higuera", crees? Cosas mayores que estas verás». 52 Y le dijo: «De cierto, de cierto os digo, de aquí en adelante veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del Hombre».
2 El primer milagro de Jesús en la boda de Caná
1 Al tercer día se hizo una boda en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. 2 Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. 3 Y cuando se acabó el vino, la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». 4 Jesús le dijo: «¿Qué te entrometes en mis asuntos, mujer? No ha venido aún mi hora». 5 Dijo su madre a los que servían: «Lo que os dijere, hacedlo». 6 Y había allí seis tinajas de piedra, que eran para la purificación conforme a la costumbre de los judíos, y en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros. 7 Jesús les dijo: «Llenad estas tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. 8 Entonces les dijo: «Sacad ahora, y llevadlo al maestresala». Y se lo llevaron. 9 Y cuando el maestresala probó el agua, que se había convertido en vino, sin saber él de dónde era, aunque lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, 10 y le dijo: «Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho, entonces sirve el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora». 11 Este principio de milagros hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su poder; y sus discípulos creyeron en él.
Jesús expulsa a los comerciantes del templo
(Mt. 21,12–13; Mc. 11,15–17; Lc. 19,45–46)
12 Después de esto descendió a Capernaum él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos días.
13 Estaba cerca la Pascua de los judíos; y subió Jesús a Jerusalén. 14 Y halló en el templo a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas allí sentados. 15 Y haciendo un látigo de cuerdas, echó fuera del templo a todos, y las ovejas y los bueyes; y esparció las monedas de los cambistas, y volcó las mesas; 16 y dijo a los que vendían palomas: «Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado». 17 Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito: El celo por tu casa me consume.
Jesús habla de su muerte y de su resurrección
18 Y los judíos respondieron y le dijeron: «¿Qué señal (milagro) nos puedes mostrar, de que haces estas cosas? 19 Respondió Jesús y les dijo: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré». 20 Dijeron luego los judíos: «En cuarenta y seis años fue edificado este templo, ¿y tú en tres días lo levantarás?» 21 Mas él hablaba del templo de su cuerpo (es decir nombró templo a su cuerpo como morada de la divinidad). 22 Entonces cuando resucitó de entre los muertos, sus discípulos recordaron que había dicho esto; y creyeron en la Escritura y en las palabras que Jesús había dicho.
Muchos creyeron, pero Jesús no se fiaba de ellos
23 Y cuando estaban en Jerusalén durante la fiesta de la Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los milagros que hacía. 24 Pero Jesús por su parte no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, 25 Por eso no tenía necesidad de que nadie le diese informaciones sobre el hombre, pues él sabía lo que había en el hombre.
3 Diálogo entre Jesús y Nicodemo sobre renacimiento espiritual
1 Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. 2 Este vino a Jesús de noche, y le dijo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él». 3 Respondió Jesús y le dijo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios». 4 Nicodemo le dijo: «¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» 5 Respondió Jesús: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que es nacido de la carne, carne es (carnal); y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: "Os es necesario nacer de nuevo". 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu».
9 Respondió Nicodemo y le dijo: «¿Cómo puede hacerse esto?» 10 Respondió Jesús y le dijo: «¿Eres tú maestro de Israel, y no sabes esto? 11 De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; pero no aceptáis nuestro testimonio. 12 Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales? 13 Y (para conocer y para que os hable de lo celestial) nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del hombre, que está en el cielo.
14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 16 ¡Sí! Tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito como sacrificio, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 ¡Sí! Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.
18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. 20 Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. 21 Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas de acuerdo con la voluntad de Dios.»
Cristo el esposo, Juan bautista amigo del esposo
22 Después de esto, vino Jesús con sus discípulos a la tierra de Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba. 23 Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados. 24 Porque Juan no había sido aún encarcelado. 25 Entonces hubo discusión entre los discípulos de Juan y los judíos acerca de la purificación.
26 Y vinieron a Juan y le dijeron: «¡Maestro!, mira que el que estaba contigo al otro lado del Jordán, de quien tú diste testimonio, bautiza, y todos vienen a él». 27 Respondió Juan y dijo: «No puede el hombre recibir nada, si no le fuere dado del cielo. 28 Vosotros mismos me sois testigos de que dije: "Yo no soy el Cristo (el Mesías), sino que soy enviado delante de él". 29 El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido. 30 Es necesario que él crezca, pero que yo disminuya.
«El que viene de arriba es sobre todos»
31 «El que viene del cielo es superior a todos. El procedente de la tierra, es terrenal, y habla como terrenal. El que viene del cielo, es superior a todos. 32 Y lo que vio y oyó, esto testifica; pero nadie recibe su testimonio. 33 El que recibe su testimonio, este atestigua que Dios dice la verdad. 34 Porque el que Dios envió, las palabras de Dios predica; pues Dios no da el Espíritu por medida (al Hijo). 35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. 36 El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Por el contrario aquel que no cree en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios permanece sobre él».
4 Jesús en el pozo de Jacob
1 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan 2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), 3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. 4 E iba a pasar a través de Samaria. 5 Llegó, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6 Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Eran como las doce del mediodía.
Jesús conversa con la samaritana sobre el agua viva
7 Vino una mujer de samaritana a sacar agua; y Jesús le dijo: «Dame de beber». 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: «¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?» Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: «Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber"; tú le pedirías, y él te daría agua viva». 11 La mujer le dijo: «Señor, ni siquiera tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados?» 13 Respondió Jesús y le dijo: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte ofreciendo vida eterna». 15 La mujer le dijo: «Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla».
Jesús revela los secretos de la mujer samaritana
16 Jesús le dijo: «Ve, llama a tu marido, y ven aquí». 17 Respondió la mujer y dijo: «No tengo marido». Jesús le dijo: «Bien has dicho: "No tengo marido"; 18 porque has tenido cinco maridos, y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad».
Dios es Espíritu; y los que le adoran, espiritualmente y verdaderamente es necesario que adoren
19 Le dijo la mujer: «Señor, veo que tú eres profeta. 20 Nuestros padres adoraban a Dios en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde ha de tener lugar la adoración». 21 Jesús le dijo: «Mujer, créeme, que viene la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22 Vosotros (los samaritanos) adoráis lo que no sabéis; nosotros (los judíos) adoramos lo que sabemos, por eso la salvación viene de los judíos. 23 Mas la hora viene, y ya ha llegado, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre espiritualmente y verdaderamente; porque también el Padre así quiere que sean sus adoradores. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, espiritualmente y verdaderamente es necesario que adoren». 25 Le dijo la mujer: «Sé que ha de venir el Mesías, —que se traduce como el Cristo—; cuando él venga nos declarará todas las cosas». 26 Jesús le dijo: Yo soy (el Mesías), el que habla contigo».
La samaritana comienza obra misional
27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; sin embargo, ninguno dijo: «¿Qué quieres?» o, «¿Qué hablas con ella?» 28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: 29 «Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será este el Cristo (el Mesías)? 30 Entonces salieron de la ciudad, y venían a él.
31 Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: «Maestro, come». 32 Él les dijo: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis». 33 Entonces los discípulos decían unos a otros: «¿Le habrá traído alguien de comer?» 34 Jesús les dijo: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. 35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. 36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega. 37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. 38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros cosecháis el fruto de su labranza».
Fe y confesión de muchos samaritanos
39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por las palabras de la mujer, que daba testimonio diciendo: «Me ha dicho todo lo que he hecho». 40 Y cuando los samaritanos vinieron a él, le rogaron que se quedase con ellos. Y se quedó allí dos días. 41 Y creyeron muchos más por las palabras de él, 42 y decían a la mujer: «Nuestra fe no se basa ya en tus palabras, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo, el Cristo (el Mesías)».
«Un profeta no es honrado en su propia tierra»
43 Dos días después, salió de allí (Jesús) y fue a Galilea. 44 Pero Jesús mismo afirmó que un profeta no tiene honra en su propia tierra. 45 Pero cuando llegó a Galilea (es decir al comienzo de su visita), los galileos le recibieron, porque habían visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta. Porque también ellos habían ido a la fiesta.
La sanación de un oficial del rey
46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Y había un oficial del rey, cuyo hijo estaba enfermo en Capernaum. 47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él y le rogó que descendiese y sanase a su hijo, porque estaba en peligro de morir. 48 Entonces Jesús le dijo: «Si no viereis milagros sorprendentes, no creeréis». 49 El oficial del rey le dijo: «Señor, desciende antes que mi hijo muera». 50 Jesús le dijo: «Ve, tu hijo está bien». Y el hombre creyó en las palabra que Jesús le dijo, y se fue. 51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le anunciaron, diciéndole: «Tu hijo vive». 52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. Y le dijeron: «Ayer a la una del mediodía le dejó la fiebre.» 53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: «Tu hijo está bien»; y creyó él con toda su casa. 54 Esta segunda señal (milagro) hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea.
5 Betesda, el estanque milagroso
1 Después de estas cosas había una fiesta de los judíos, y subió Jesús a Jerusalén. 2 Y hay en Jerusalén, cerca de la puerta de las ovejas, un estanque con cinco pórticos, el cual en hebreo (más exactamente en arameo) es llamado Betesda. 3 En estos (en los pórticos) yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos, que esperaban el movimiento del agua. 4 Porque un ángel descendía de tiempo en tiempo al estanque, y agitaba el agua. Y el que primero entrase al estanque después del movimiento del agua, quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviese.
Jesús sana a uno que llevaba paralítico treinta y ocho años
5 Y había allí un hombre que hacía treinta y ocho años que estaba enfermo. 6 Cuando Jesús lo vio acostado, y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo así, le dijo: «¿Quieres ser sano?» 7 Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo». 8 Jesús le dijo: «Levántate, toma tu lecho, y camina». 9 Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y caminó. Y era día Sábado aquel día.
Prohibido llevar el lecho en Sábado
10 Entonces los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: «Es Sábado. No te está permitido llevar tu lecho». 11 Él les respondió: «El que me sanó, él mismo me dijo: "Toma tu lecho y camina"». 12 Entonces le preguntaron: «¿Quién es el que te dijo: Toma tu lecho y anda?» 13 Y el que había sido sanado no sabía quién era, porque Jesús se había apartado sin ser percibido de aquel lugar, debido a la multitud de gente que estaba allí
14 Después de esto Jesús le halló en el templo, y le dijo: «Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te suceda algo peor». 15 El hombre se fue, y dio aviso a los judíos, que Jesús era el que le había sanado.
Críticas contra Jesús y respuestas de Jesús
16 Y por esta causa los judíos criticaban a Jesús, y procuraban matarle, porque hacía estas cosas en Sábado. 17 Y Jesús les respondió: «Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo». 18 Por esto los judíos aún más procuraban matarle, porque no solo quebrantaba (supuestamente) el Sñabado, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios.
19 Respondió entonces Jesús, y les dijo: «De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino ve hacer al Padre. Pero lo que el hace aquel, también lo hace el Hijo igualmente. 20 Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todo lo que él hace; y mayores obras que estas le mostrará, de modo que vosotros os maravilléis».
El Hijo, resucitador espiritual y corporal, y juez
21 «Porque como el Padre levanta a los muertos y da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.
22 Además el Padre a nadie juzga a nadie, sino que todo el juicio dio al Hijo, 23 para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió.
24 De cierto, de cierto os digo: «El que oye mis palabras, y cree al que me envió, tiene vida eterna, y no pasará por juicio, mas ha pasado de muerte a vida. 25 De cierto, de cierto os digo, que viene la hora, y ahora es, cuando los muertos (espirituales) oirán la voz del Hijo de Dios, y los que obedezcan, resucitarán (espiritualmente). 26 Porque como el Padre tiene vida dentro de él, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo (y transmitirla a los creyentes).
27 También le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es Hijo de hombre (Mesías). 28 No os maravilléis de esto. Ciertamente viene el momento, en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, 29 y saldrán a resurrección de vida los que hicieron lo bueno, mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. 30 No puedo yo hacer nada por mí
mismo. Según oigo (del Padre), juzgo; y así mi juicio es justo
(correcto, verdadero), porque (no actuando ni juzgando por mí mismo) no
busco mi propia gloria, sino la gloria del Padre, quien me envió.
31 «Si yo (como hombre) doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no tiene validez (como automártir, una persona no es tomada en cuenta). 32 Es otro, el que da testimonio de mí. Y tengo la conciencia, que el testimonio que da de mí es verdadero. 33 Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. 34 Pero yo no recibo testimonio de hombre, mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. 35 Él era la lámpara, que ardía y alumbraba. Y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. 36 Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan. Porque las obras que el Padre me dio para que cumpliese, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. 37 También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto. 38 Ni tenéis su logos morando en vosotros. Por eso a quien él envió, vosotros no creéis. 39 Escudriñad las Escrituras, porque vosotros pensáis, que por ellas tenéis la vida eterna. Y ellas son las que dan testimonio de mí, 40 pero no queréis venir a mí para que tengáis vida. 41 Gloria de los hombres no necesito recibir. 42 Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros.
43 Yo he venido en nombre de mi Padre, pero no me recibís. Cuando otro venga en su propio nombre (se refiere al Anticristo), a aquel recibiréis».
Αcusador de los judíos Moisés
44 «¿Cómo podéis vosotros creer, si buscáis recibir gloria los unos de los otros, y la gloria que viene del Dios único no la buscáis? 45 No penséis que yo os acusaré ante el Padre. Acusador vuestro será Moisés, en quien vosotros os basáis. 46 Porque si (verdaderamente) creyeseis a Moisés, me creeríais a mí. Porque de mí escribió él. 47 Pero si no creéis (verdaderamente) en sus escritos, ¿cómo creeréis en mis palabras?»
6 Alimentación de los cinco mil hombres
(Mt. 14.13-21; Mr. 6.30-44; Lc. 9.10-17)
1 Después de esto, Jesús fue al otro lado del mar de Galilea, el de Tiberias. 2 Y le seguía gran multitud, porque veían sus milagros, que hacía en los enfermos. 3 Entonces subió Jesús a un monte, y se sentó allí con sus discípulos. 4 Y se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. 5 Y alzó Jesús los ojos, y cuando vio que gran multitud venía hacia él, dijo a Felipe: «¿De dónde compraremos pan para que coman estos?» 6 Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer. 7 Felipe le respondió: «Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno de ellos tomase un poco». 8 Uno de sus discípulos, Andrés, hermano de Simón Pedro, le dijo: 9 «Hay aquí un muchacho, que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos. Pero ¿qué es esto para tantos?» 10 Entonces Jesús dijo: «Haced que la gente se siente». Y había mucha hierba en aquel lugar; y se sentaron como en número de cinco mil varones. 11 Y tomó Jesús aquellos panes, y habiendo dado gracias, los repartió entre los discípulos, y los discípulos entre los que estaban recostados; asimismo de los peces, cuanto querían. 12 Y cuando se hubieron saciado, dijo a sus discípulos: «Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada». 13 Recogieron, pues, y llenaron doce cestas de pedazos, que de los cinco panes de cebada sobraron a los que habían comido. 14 Aquellos hombres entonces, viendo la señal que Jesús había hecho, dijeron: Este verdaderamente es el profeta que había de venir al mundo.15 Pero entendiendo Jesús que iban a venir para apoderarse de él y hacerle rey, volvió a retirarse al monte él solo.
Jesús anda sobre el mar
(Mt. 14.22-27; Mr. 6.45-52)
16 Al anochecer, descendieron sus discípulos al mar, 17 y entrando en una barca, iban cruzando el mar hacia Capernaum. Estaba ya oscuro, y Jesús no había venido a ellos. 18 Y el mar, debido a que soplaba un fuerte viento, se hinchaba y se levantaba. 19 Cuando habían remado como veinticinco o treinta estadios, vieron a Jesús que andaba sobre el mar y se acercaba a la barca; y tuvieron miedo. 20 Mas él les dijo: «¡Yo soy; no temáis!». 21 Ellos entonces con gusto le recibieron en la barca, la cual llegó en seguida a la tierra adonde iban.
«Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece»
22 El día siguiente, la gente que estaba al otro lado del mar vio que no había habido allí más que una sola barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que estos se habían ido solos. 23 Pero otras barcas habían arribado de Tiberias junto al lugar donde habían comido el pan después de la oración del Señor. 24 Cuando vio, pues, la gente que Jesús no estaba allí, ni sus discípulos, entraron en las barcas y fueron a Capernaum, buscando a Jesús. 25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: «Maestro, ¿cuándo llegaste aquí?» 26 Respondió Jesús y les dijo: «De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto los milagros, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece. Esta os la dará el Hijo del hombre. Porque a este estableció Dios el Padre».
«El verdadero pan del cielo»
28 Entonces le dijeron: «¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?» 29 Respondió Jesús y les dijo: «Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado». 30 Le dijeron entonces: «¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Cuál es tu obra? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer» 32 Y Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo». 34 Le dijeron entonces: «Señor, danos siempre este pan».
«Yo soy el pan de vida». «Yo soy el pan viviente»
35 Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nο tendrá hambre; y el que en mí cree, nunca tendrá sed. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, sin embargo no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no dejar que se pierda de él, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que recibe al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero».
41 Murmuraban entonces de él los judíos, porque había dicho: «Yo soy el pan que descendió del cielo». 42 Y decían: «¿No es este Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo, pues, dice este: "Del cielo he descendido?"» 43 Jesús respondió y les dijo: «No murmuréis entre vosotros. 44 Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere; y yo le resucitaré en el día postrero. 45 Escrito está en los profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Así que, todo aquel que oyó al Padre, y aprendió de él, viene a mí. 46 No que alguno haya visto al Padre, sino aquel que vino de Dios; este ha visto al Padre. 47 De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna. 48 Yo soy el pan de la vida. 49 Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. 50 Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. 51 Yo soy el pan vivo que descendió del cielo. Si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre (con vida verdadera)».
«Mi carne verdaderamente es comida »
«Υ el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo».
52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: «¿Cómo puede este darnos a comer su carne?» 53 Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero». 55 Porque mi carne verdaderamente es comida, y mi sangre verdaderamente es bebida. 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, permanecerá en mí, y yo en él. 57 Como me envió el Padre, quien tiene la vida por sí mismo, y yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de mí. 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente». 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.
La carne de Jesús da vida al unirse con su Espíritu vivificante.
(Mt. 16,13-20; Mc. 8,27-30. Lc. 9,18-21)
60 Al oírlas, muchos de sus oyentes habituales dijeron: «Dura son estas palabras; ¿quién puede oírle (a Jesús)? 61 Sabiendo Jesús en sí mismo que sus oyentes murmuraban de esto, les dijo: «¿Esto os escandaliza? 62 ¿Pues qué, si viereis al Hijo del Hombre subir adonde estaba primero? 63 El espíritu (el espíritu eterno, mi divinidad) es el que da vida; la carne (sóla, por sí misma) para nada aprovecha; las palabras que yo os digo, se refieren al espíritu y a la vida. 64 Pero hay algunos de vosotros que no creen». Porque Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían, y quién le había de entregar. 65 Y dijo: «Por eso os he dicho que ninguno puede venir a mí, si no le fuere dado del Padre».
Alejamiento de muchos oyentes y confesión de Pedro
66 Desde entonces muchos de sus oyentes volvieron atrás, y ya no le seguían. 67 Dijo entonces Jesús a los doce: «¿Queréis acaso iros también vosotros?» 68 Le respondió Simón Pedro: «Señor, ¿a quién iremos? Tienes palabras de vida eterna. 69 Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo del Dios viviente (del verdadero). 70 Jesús les respondió: ¿No os he escogido yo a vosotros los doce, y uno de vosotros es Diablo?» 71 Se refería a Judas, hijo de Simón el Iscariote; porque este era el que le iba a entregar, y era uno de los doce.
7 La incredulidad de los hermanos de Jesús
1 Después de estas cosas, Jesús continuaba recorriendo Galilea; pues no quería andar por Judea, porque los judíos procuraban matarle. 2 Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los tabernáculos. 3 Por eso le dijeron sus hermanos: «sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus seguidores vean las obras que haces. 4 Porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Dado que tienes el poder de hacer estas cosas, muestra al mundo quién eres». 5 Cabe citar, que ni aun sus hermanos creían en él. 6 Entonces Jesús les dijo: «Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presente. 7 No puede el mundo aborreceros a vosotros. Mas a mí me aborrece, porque yo testifico de él, que sus obras son malas. 8 Vosotros subid a la fiesta. Yo no subo todavía a esa fiesta, porque mi tiempo aún no ha venido». 9 Y habiéndoles dicho esto, se quedó en Galilea.
10 Pero después que sus hermanos habían subido, entonces él también subió a la fiesta, no abiertamente, sinο en secreto.
Murmuraciones de los judíos sobre Jesús
11 Y le buscaban los judíos en la fiesta, y decían: «¿Dónde está aquel?» 12 Y había gran murmullo acerca de él entre la multitud, pues unos decían: «Es bueno»; pero otros decían: «No, sino que engaña al pueblo». 13 Pero ninguno hablaba abiertamente de él, por miedo a los judíos.
La procedencia de las enseñanzas de Jesús
14 Mas a la mitad de la fiesta subió Jesús al templo, y enseñaba. 15 Y recelaban los judíos, diciendo: «¿Cómo este sabe letras, sin haber estudiado?» 16 Jesús les respondió y dijo: «Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. 17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta. 18 El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, este es verdadero, y no hay mentira en él».
No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio
19 «¿No os dio Moisés la ley? Y sin embargo ninguno de vosotros cumple la ley. ¿Por qué procuráis matarme?» 20 Respondió la multitud y dijo: «Estás endemoniado. ¿Quién procura matarte?» 21 Jesús respondió y les dijo: «Una obra hice, y todos os agitáis 22 por ella. Moisés os dio la circuncisión, no porque tenga su inicio en Moisés. No tiene su inicio en él, sino en los patriarcas. Y el Sábado circuncidáis al hombre. 23 Si recibe el hombre la circuncisión el Sábado para que la ley de Moisés no sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo porque el Sábado sané completamente a un hombre? 24 No juzguéis aparentemente y superficialmente, sino juzgad con justo juicio».
La procedencia de Jesús, conocida y desconocida.
25 Decían entonces unos de Jerusalén: «¿No es este a quien buscan para matarle? 26 Pues mirad, habla públicamente, y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido en verdad los gobernantes que este es el Mesías? 27 Pero este, sabemos de dónde es; mas cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde será». 28 Jesús entonces, enseñando en el templo, alzó la voz y dijo: «Sí, a mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; pero no he venido de mí mismo, está el que me envió, a quien vosotros no conocéis. 29 Yo le conozco, porque de él procedo, y él me envió».
«Me buscaréis, y no me hallaréis»
30 Entonces procuraban prenderle; pero ninguno le echó mano, porque aún no había llegado su hora. 31 Y muchos de la multitud creyeron en él, y decían: «El Mesías, cuando venga, ¿hará más señales que las que este hace?» 32 Los fariseos oyeron a la gente que murmuraba de él estas cosas; y los principales sacerdotes y los fariseos enviaron vigiles para que le prendiesen. 33 Entonces Jesús dijo: «Todavía un poco de tiempo estaré con vosotros, e iré al que me envió. 34 Me buscaréis, y no me hallaréis. Υ a donde yo estaré, vosotros no podréis venir. 35 Entonces los judíos dijeron entre sí: «¿Adónde se irá este, que no le hallemos? ¿Se irá a los dispersos entre los idólatras, y enseñará a los idólatras? 36 ¿Qué significa esto que dijo: "Me buscaréis, y no me hallaréis"; y "a donde yo estaré, vosotros no podréis venir"?».
Αgua viva
37 En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: «Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. 38 Αl que crea en mí, le sucederá como dice la Escritura; De su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu, que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.
División entre la gente
40 Entonces algunos de la multitud, oyendo estas palabras, decían: «Verdaderamente este es el profeta». 41 Otros decían: «Este es el Mesías». Pero algunos decían: «¿De Galilea ha de venir el Mesías? 42 ¿No dice la Escritura que del linaje de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, ha de venir el Mesías?» 43 Hubo entonces disensión entre la gente a causa de él. 44 Y algunos de ellos querían prenderle; pero ninguno le echó mano.
¡Nunca ha hablado hombre así!
45 Los vigiles regresaron a los principales sacerdotes y a los fariseos; y estos les dijeron: «¿Por qué no le habéis traído?» 46 Los vigiles respondieron: «¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!»
¡Engañoso Jesús, maldito el pueblo fiel!
47 Entonces los fariseos les dijeron: «¿También vosotros habéis sido engañados? 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes, o de los fariseos? 49 ¡Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es!».
Intervención de Nicodemo
50 Les dijo Nicodemo, el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos: 51 «¿Juzga acaso nuestra ley a un hombre si primero no le oye, y sabe lo que ha hecho?» 52 Respondieron y le dijeron: «¿Tal vez eres tú también de Galilea? Investiga y ve que profeta de Galilea nunca se ha presentado. 53 Y marchándose, fue cada uno a su casa;
8 La mujer adúltera
1 y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana fue de nuevo al templo, y todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola frente a él, 4 le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?» 6 Mas esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistían preguntándole, levantó la cabeza y les dijo: «El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella». 8 E inclinándose de nuevo hacia el suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír estas palabras, salían uno a uno, comenzando desde los más ancianos; y quedó solo Jesús, y la mujer frente a él. 10 Entonces Jesús levantó la cabeza y le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?» 11 Ella dijo: «Ninguno, Señor». Υ le dijo Jesús: «Ni yo te condeno. Vete, y de ahora en adelante no peques más. 1
1 El fragmento 7,53 - 8,11 no está incluído en muchos manuscritos antiguos, y cuando está incluido, no se encuentra siempre en esta ubicación.
«Yo soy la luz del mundo»
12 Otra vez Jesús les habló, diciendo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida». 13 Entonces los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero».
Dos testimonios sobre Jesús, del mismo como Hijo y del Padre
14 Entonces les dijo Jesús: «Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy. Pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy. 15 Vosotros juzgáis según lo humano (vosotros me juzgáis como hombre). Yo no juzgo a nadie. 16 Pero si yo juzgo, mi juicio es válido; porque no soy yo solo, sino yo y el Padre que me envió. 17 Y en vuestra ley está escrito, que el testimonio de dos hombres es válido. 18 Yo (como Hijo) soy el que doy testimonio de mí mismo, y también da testimonio de mí el Padre que me envió». 19 Ellos le dijeron: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «Ni a mí me conocéis, ni a mi Padre; si a mí me conocieseis, también a mi Padre conoceríais». 20 Estas palabras habló Jesús junto al lugar de las ofrendas, enseñando en el templo, y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Yo soy
21 Otra vez les dijo Jesús: «Yo me voy, y me buscaréis, pero vuestro por pecado os matarán (Así sucedía durante las pruebas* nacionales de los judíos).
* penas
«A donde yo voy, vosotros no podéis venir.» 22 Decían entonces los judíos: «¿Acaso se matará a sí mismo, y por eso dice, "A donde yo voy, vosotros no podéis venir"?» 23 Y les dijo: «Vosotros sois de la tierra, yo soy del cielo; vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. 24 Por eso os dije que os matarán por vuestros pecados. Sí, porque si no creéis que yo soy, os matarán por vuestros pecados». 25 Entonces le dijeron: «¿Tú quién eres?« Entonces Jesús les dijo: «Soy exactamente lo que os he dicho. Lo que desde el principio os he dicho. 26 Muchas cosas tengo que decir y juzgar de vosotros. Pero el que me envió es verdadero; y yo, lo que he oído de él, esto hablo al mundo». 27 Pero no entendieron que les hablaba del Padre. 28 Les dijo, pues, Jesús: «Cuando hayáis levantado (sobre la cruz) al Hijo del hombre, entonces conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, esto predico. 29 Porque el que me envió, conmigo está. No me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada». 30 Hablando él estas cosas, muchos creyeron en él.
«Conoced la verdad, y la verdad os hará libres»
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si vosotros permaneciereis en mi doctrina, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis por esperiencia la verdad, y la verdad os hará libres». 33 Le respondieron: «Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres?» 34 Jesús les respondió: «De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Pero el esclavo no tiene permanencia y estabilidad en la casa. El hijo tiene permanencia y estabilidad. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.»
«¿Quién de vosotros podría demostrar, que enseño algo relativo pecado?»
37 «Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mis propias palabras no hallan cabida en vosotros. 38 Yo enseño lo que he visto cerca del Padre; y vosotros hacéis lo que habéis oído cerca de vuestro padre». 39 Le dijeron entonces: «Nuestro padre es Abraham». Jesús les dijo: «Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais. 40 Pero ahora procuráis matarme a mí, hombre que os he hablado la verdad, la cual he oído de Dios. Νo hizo esto Abraham. 41 Vosotros hacéis las obras de vuestro padre». Entonces le dijeron: «Nosotros no somos nacidos de fornicación; (todos nosotros) un padre tenemos, que es Dios». 42 Jesús entonces les dijo: «Si vuestro padre fuese Dios, me amaríais. Porque yo de Dios he salido, y he venido. No he venido de mí mismo, sino que él me envió. 43 ¿Por qué no aceptáis mis palabras? Porque no podéis entender mi lenguaje . 44 Vosotros sois de vuestro padre el Diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. Él ha sido el primer homicida, y permanece en el bien, porque no hay bien en él. Cuando habla el mal, de suyo habla; porque es malo, y padre de mentira. 45 Y a mí, porque enseño el bien, no me creéis. 46 ¿Quién de vosotros podría demostrar, que enseño algo relativo pecado? Pues si enseño el bien, ¿por qué vosotros no creéis en mí? 47 El que es de Dios, acepta las palabras de Dios. Por esto no las aceptáis vosotros, porque no sois de Dios».
48 Le dijeron los judíos: «¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?» 49 Respondió Jesús: «Yo demonio no tengo, sino que honro a mi Padre, y vosotros me ιnsultáis. 50 Pero yo no busco mi gloria. Hay quien la busca, y juzga. 51 De cierto os digo, que si alguien cumple mis palabras, nunca verá muerte». 52 Entonces los judíos le dijeron: «Ahora nos hemos convencido, de que tienes demonio. Abraham murió, y los profetas. Y tú dices: «El que guarda mi palabra, nunca sufrirá muerte. 53 ¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham, que murió? Y los profetas murieron ¿Quién te haces a ti mismo? 54 Respondió Jesús: «Si yo me glorifico a mí mismo, mi gloria nada es. Mi Padre es el que me glorifica, del que vosotros decís que es vuestro Dios, 55 pero vosotros no le habéis conocido, mientras que yo le conozco. Y si dijere que no le conozco, sería mentiroso como vosotros. Sí, le conozco, y cumplo su palabra. 56 Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi época; y la vio, y se gozó». 57 Entonces le dijeron los judíos: «Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?» 58 Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo, antes que Abraham fuese, yo soy».
59 Tomaron entonces piedras para arrojárselas; pero Jesús se volvió invisible y salió del templo pasando por en medio de ellos, y así se fue.
9 Jesús sana al ciego de nacimiento
Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. 2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: «Maestro, ¿quién pecó, este o sus padres, para que haya nacido ciego?» 3 Respondió Jesús: «Ni este pecó, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él. 4 Yo he de hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura. La noche viene, cuando nadie puede trabajar. 5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo». 6 Dicho esto, escupió abajo, e hizo barro con la saliva, y untó con el barro los ojos del ciego, 7 y le dijo: «Ve a lavarte en el estanque de Siloé» —que traducido es, Enviado—. Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo.
Los vecinos y otros sobre el anteriormente ciego
8 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego, decían: «¿No es este el que se sentaba y mendigaba?» 9 Unos decían: «Él es»; y otros: «A él se parece». Él decía: «Yo soy». 10 Y le dijeron: «¿Cómo te fueron abiertos los ojos?» 11 Respondió él y dijo: «Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista». 12 Entonces le dijeron: «¿Dónde está él?» Él dijo: «No sé».
El anteriormente ciego y sus padres frente a los fariseos
13 Llevaron ante los fariseos al que anteriormente había sido ciego. 14 Y era Sábado, cuando Jesús había hecho el barro, y le había abierto los ojos. 15 Y ahora le preguntaban también los fariseos cómo había recibido la vista. Él les dijo: «Me puso barro sobre los ojos, y me lavé, y veo». 16 Entonces algunos de los fariseos decían: «Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el Sábado» Otros decían: «¿Cómo puede un hombre pecador (impío) hacer estas señales?» Y había disensión entre ellos. 17 Entonces volvieron a decirle al ciego: «¿Qué dices tú del que te abrió los ojos?» Y él dijo: «Que es profeta».
18 Pero los judíos no creían que él anteriormente había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, 19 y les preguntaron, diciendo: «¿Es este vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora?» 20 Sus padres respondieron y les dijeron: «Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; 21 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo». 22 Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. 23 Por eso dijeron sus padres: «Edad tiene, preguntadle a él».
El anteriormente ciego el primer confesor de la fe
24 Entonces llamaron por segunda vez al hombre que había sido ciego, y le dijeron: «Da gloria a Dios confesando la verdad». Nosotros sabemos, que este hombre es pecador. 25 Entonces él respondió y dijo: «Si es pecador, no lo sé; una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo». 26 Le volvieron a decir: «¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?» 27 Él les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no lo habéis dado importancia; ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos?» 28 Y le injuriaron, y dijeron: «Tú eres su discípulo; pero nosotros, discípulos de Moisés somos. 29 Nosotros sabemos que Dios habló a Moisés; pero respecto a ese, no sabemos de dónde es». 30 Respondió el hombre, y les dijo: «Pues esto es lo maravilloso, que vosotros no sepáis de dónde es, pero a mí me abrió los ojos. 31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores (impíos); pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye. 32 Desde que existe el mundo, no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. 33 Si este no viniera de Dios, nada podría hacer». 34 Respondieron y le dijeron: «Tú naciste del todo en pecado, ¿y nos enseñas a nosotros?» Y le expulsaron.
Visión espiritual y ceguera espiritual
35 Oyó Jesús que le habían expulsado, y cuando le encontró, le dijo: «¿Crees tú en el Hijo de Dios?» 36 Respondió él y dijo: «¿Quién es, Señor, para que crea en él?» 37 Le dijo Jesús: «Pues le has visto, y el que habla contigo, él es». 38 Y él dijo: «Creo, Señor»; y se prosternó ante él. 39 Dijo Jesús: «Para juicio (salvador o condenador) he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, y los que ven, se conviertan en ciegos». 40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: «¿Acaso nosotros somos también ciegos?» 41 Jesús les respondió: «Si fuerais ciegos, no tendríais pecado. Pero ahora, decís: "Vemos". Por eso vuestro pecado permanece (es decir tenéis pecado)».
10 Parábola del ladrón y del salteador, del pastor y de las ovejas
1. «De cierto, de cierto os digo, el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que sube por otra parte, ese es ladrón y salteador. 2 Mas el que entra por la puerta, el pastor de las ovejas es. 3 A este abre el portero, y las ovejas reconocen su voz; y a sus ovejas llama por su nombre, y las saca. 4 Y cuando saca sus ovejas, va delante de ellas; y las ovejas le siguen, porque conocen su voz, 5 mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños». 6 Esta parábola les dijo Jesús. Pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.
Jesús, la puerta de las ovejas
7 Volvió, pues, Jesús a decirles: «De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. 8 Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores. Por eso no los oyeron las ovejas. 9 Yo soy la puerta; el que por mí pase, será salvado. Y entrará, y saldrá, y hallará alimento. 10 El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.
Jesús el buen pastor, que sacrifica su vida por las ovejas
11 Yo soy el buen pastor; el buen pastor sacrifica su vida por las ovejas. 12 Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son suyas las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye. Y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. 13 Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas. 14 Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas, y las mías me conocen, 15 así como el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; y sacrifico mi vida por las ovejas. 16 También tengo otras ovejas que no son de este redil. A aquellas también debo traer, y obedecerán mi voz; y habrá un rebaño, y un pastor. 17 Por eso me ama el Padre, porque yo sacrifico mi vida, para volverla a tomar. 18 Nadie puede quitarla de mí, sino que yo la sacrifico con mi voluntad. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre».
División entre los judíos
19 Volvió a haber división entre los judíos por estas palabras. 20 Y muchos de ellos decían: «Está loco y endemoniado; ¿por qué le oís?» 21 Decían otros: «Estas palabras no son de endemoniado. ¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?»
Yo y el Padre somos uno
22 Se celebraba en Jerusalén la Dedicación y era invierno. 23 y Jesús andaba en el templo, por el pórtico de Salomón. 24 Y le rodearon los judíos y le dijeron: «¿Hasta cuándo atormentarás nuestra alma? Si tú eres el Cristo (el Mesías), dínoslo abiertamente». 25 Jesús les respondió: «Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; 26 pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho. 27 Mis conocen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, 28 y yo les doy vida eterna; y no se perderán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 29 Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. 30 Yo y el Padre somos uno (una naturaleza, una divinidad) .
Ataque contra Jesús por la declaración de su divinidad
31 Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. 32 Jesús les respondió: «Muchas buenas obras os he hecho de mi Padre; ¿por cuál de ellas queréis apedrearme? 33 Le respondieron los judíos, diciendo: «Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». 34 Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra ley: "Yo dije, dioses sois?" 35 Si llamó dioses a aquellos a quienes iban dirigidas las palabras de Dios —y la Escritura no puede ser quebrantada—, 36 ¿al que (es Hijo y) el Padre eligió y envió al mundo, vosotros decís: "Blasfemas", porque dije: "soy Hijo de Dios"? 37 Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis en mí. 38 Pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que os convezcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre (es decir tenemos una naturaleza o divinidad). 39 Procuraron otra vez prenderle, pero se escapó de sus manos.
40 Y fue de nuevo al otro lado del Jordán, donde al principio bautizaba Juan, y se quedó allí. 41 Y muchos venían a él, y decían: «Juan no hizo ningún milagro, pero todo lo que Juan dijo de este, era verdad». 42 Y muchos allí creyeron en él.
11 «Nuestro amigo Lázaro duerme»
Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, el pueblo de María y de Marta su hermana. 2 María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió (más tarde) al Señor con perfume, y le enjugó los pies con sus cabellos. 3 Enviaron, pues, las hermanas para decir a Jesús: «Señor, he aquí el que amas está enfermo». 4 Oyéndolo Jesús, dijo: «Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella». 5 Y Jesús amaba particularmente a Marta, a su hermana y a Lázaro. 6 Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. 7 Luego, después de esto, dijo a los discípulos: «Vamos a Judea otra vez». 8 Le dijeron los discípulos: «Maestro, ahora procuraban los judíos apedrearte, ¿y otra vez quieres ir allí?» 9 Respondió Jesús: «¿No tiene el día doce horas? El que anda de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo. 10 Pero si anda de noche, tropieza, porque no tiene luz». 11 Dicho esto, les dijo después: «Nuestro amigo Lázaro duerme; mas voy para despertarle». 12 Dijeron entonces sus discípulos: «Señor, si duerme, se despertarará». 13 Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño. 14 Entonces Jesús les dijo claramente: «Lázaro ha muerto. 15 Y me alegro por vosotros, porque creeréis, debido a que no estaba allí (y sin embargo sé que ha muerto)». 16 Dijo entonces Tomás, llamado Dídimo, a sus condiscípulos: «Vamos también nosotros, para que muramos con él».
«Yo soy la resurrección y la vida»
17 Vino, pues, Jesús, y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. 18 Betania estaba cerca de Jerusalén, a una distancia de unos quince estadios (alrededor de tres kilómetros), 19 y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María, para consolarlas por su hermano. 20 Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle, mientras que María se quedó en casa. 21 Y Marta dijo a Jesús: «Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto. 22 Mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo dará». 23 Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará». 24 Marta le dijo: «Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día final». 25 Le dijo Jesús: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá (la vida verdadera)». 26 Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá nunca. ¿Crees esto?» 27 Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios, que estaba previsto que viniese al mundo».
«Jesús lloró»
28 Habiendo dicho esto, fue y llamó a María su hermana, diciéndole en secreto: «El Maestro ha venido y te llama». 29 Ella, cuando lo oyó, se levantó de prisa y vino a él. 30 Jesús todavía no había llegado a la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado. 31 Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado de prisa y había salido, la siguieron, diciendo: «Va al sepulcro a llorar allí». 32 María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: «Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano». 33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se impuso a su espíritu contener su emoción y con una fuerte reacción se sacudió 34 y dijo: «¿Dónde le habéis puesto?» Le dijeron: «Señor, ven y ve». 35 Jesús lloró. 36 «Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba». 37 Y algunos de ellos dijeron: «¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho también que Lázaro no muriera?»
La resurrección tras los cuatro días de Lázaro
38 Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro. Era una cueva, y tenía una piedra puesta encima. 39 Dijo Jesús: «Quitad la piedra». Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: «Señor, hiede ya, porque es de cuatro días». 40 Jesús le dijo: «¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?» 41 Entonces quitaron la piedra de donde había sido puesto el muerto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: «Padre, gracias porque me has escuchado. 42 Yo sabía que siempre me escuchas; pero lo dije por causa de la multitud que está alrededor, para que crean que tú me has enviado». 43 Y habiendo dicho esto, clamó a gran voz: «¡Lázaro, ven fuera!» 44 Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desatadle, y dejadle ir».
Se decide la muerte de Jesús. Caifás profetiza.
(Mt. 26,1-5; Mr. 14,1-2; Lc. 22,1-2)
45 Entonces muchos de los judíos que habían venido para acompañar a María, y vieron lo que hizo Jesús, creyeron en él. 46 Pero algunos de ellos fueron a los fariseos y les dijeron lo que Jesús había hecho. 47 Entonces los principales sacerdotes y los fariseos reunieron el concilio, y dijeron: «¿Qué haremos? Porque este hombre hace muchos milagros. 48 Si le dejamos así, todos creerán en él; y vendrán los romanos, y destruirán nuestro lugar y nuestra nación». 49 Entonces Caifás, uno de ellos, sumo sacerdote aquel año, les dijo: «Vosotros no sabéis nada; 50 ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca». 51 Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación. 52 Y no solamente por la nación, sino también para congregar en un sólo rebaño a los hijos de Dios que estaban dispersos. 53 Desde aquel día acordaron en común matarle. 54 Por eso Jesús ya no aparecía públicamente entre los judíos, sino que se alejó de allí a la región contigua al desierto, a una ciudad llamada Efrém; y se quedó allí con sus discípulos.
55 Y estaba cerca la Pascua de los judíos; y muchos subieron de aquella región a Jerusalén antes de la Pascua, para someterse a ritos de purificación. 56 Y buscaban a Jesús, y se decían entre elllos estando en el templo: «¿Qué os parece? ¿Que no vendrá a la fiesta? 57 Y los principales sacerdotes y los fariseos habían dado orden de que si alguno supiese dónde estaba, lo manifestase, para que le prendiesen.
12 María la hermano de Lázaro unge a Jesús con mirra
(Mt. 26,6-13; Mr. 14,3-9)
1 Seis días antes de la Pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había resucitado de los muertos. 2 Y le hicieron allí una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados a la mesa con él. 3 Entonces María tomó una libra (unos 325 gr.) de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos. Y la casa se llenó del olor del perfume.
La queja de Judas el hipócrita por la mirra
4 Pero uno de sus discípulos, Judas Iscariote hijo de Simón, el que le había de entregar, dijo: 5 «¿Por qué no fue este perfume vendido por trescientos denarios, y no se entregó (como valor monetario) a los pobres?» 6 Pero dijo esto, no porque se cuidara de los pobres, sino porque era ladrón, y teniendo la bolsa, sustraía de lo que se echaba en ella. 7 Entonces Jesús dijo: «Déjala. Ηa guardado esto (la mirra, para ungirme por adelantado) para el día de mi sepultura . 8 Porque a los pobres siempre los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
¡Los sumos sacerdotes deciden la muerte de Lázaro!
9 Gran multitud de los judíos supieron entonces que él estaba allí, y vinieron, no solamente por causa de Jesús, sino también para ver a Lázaro, a quien había resucitado de los muertos. 10 Pero los principales sacerdotes acordaron dar muerte también a Lázaro, 11 porque a causa de él muchos de los judíos iban a Jesús y creían en él.
La entrada triunfal de Cristo en Jerusalén en un pollino de asna
(Mt. 21,1-11; Mc. 11,1-11; Lc. 19,28-40)
12 El siguiente día, grandes multitudes que habían venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmera y salieron a recibirle, y clamaban: «¡Gloria! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!» 14 Y halló Jesús un asnillo, y montó sobre él, como está escrito: 15 ¡No temas, hija de Sion!; He aquí tu Rey viene,montado sobre un pollino de asna. 16 Estas cosas no las entendieron sus discípulos al principio; pero cuando Jesús fue glorificado, entonces se acordaron de que estas cosas estaban escritas acerca de él, y de que se las habían hecho.
17 Y daba testimonio la gente del pueblo que estaba con él cuando llamó a Lázaro del sepulcro, y le resucitó de los muertos. 18 Por lo cual también había venido la gente a recibirle, porque había oído que él había hecho esta señal. 19 Pero los fariseos dijeron entre sí: Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va (de nosotros) tras él.
Unos griegos buscan a Jesús y Jesús profetiza gloria
(Mat. 16,24-25; Mc. 8,34-35; Lc. 9,23-24)
20 Algunos de los habían subido a adorar en la fiesta eran griegos.*
21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y le rogaron, diciendo: «Señor, quisiéramos ver a Jesús». 22 Felipe fue y se lo dijo a Andrés; entonces Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. 23 Jesús les respondió diciendo: «Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. 24 De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. (Al mucho fruto, que trajo la muerte de Jesús, se incluyen también los griegos, mediante los cuales fue glorificado el Hijo del hombre)
Jesús pide abnegación de los que le siguen
25 «El que ama su vida (es decir el egoísta), la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo (es decir el hombre de abnegación), para vida eterna la guardará. 26 Quien quiera servirme a mí, que me siga (en el camino de la abnegación); y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Sí, quien me sirve a mí, (al Hijo), le honrará mi Padre.
Jesús habla de su muerte y de su importancia
27 «Ahora está turbada mi alma; ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. Mas para esto he llegado a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez. 29 Y la multitud que estaba allí, y había oído la voz, decía que había sido un trueno. Otros decían: «Un ángel le ha hablado». 30 Respondió Jesús y dijo: «No ha venido esta voz por causa mía, sino por causa de vosotros. 31 Ahora tendrá lugar la justificación de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será arrojado fuera. 32 Y yo, cuando sea elevado de la tierra (sobre la cruz), a todos atraeré a mí mismo». 33 Y decía esto dando a entender con qué tipo de muerte iba a morir. 34 Le respondió la gente: «Nosotros hemos oído de la ley, que el Cristo (el Mesías) vivirá para siempre. ¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre?» 35 Entonces Jesús les dijo: «Aún por un poco está la luz entre vosotros. Αndad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas. Porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. 36 Entre tanto que tenéis la luz, creed en la luz, para que seáis hijos de luz. Estas cosas habló Jesús, y se fue y se ocultó de ellos.
Incredulidad de los judíos a pesar de la multitud de milagros
37 Pero a pesar de que había hecho tantos milagros delante de ellos, no creían en él; 38 y así se cumplieron las palabras que dijo el profeta Isaías: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y quién ha entendido el poder del Señor? 39 Isaías dijo también por qué motivo no podían creer. 40 Cegó los ojos de ellos, y oscureció su nus para que no vean con los ojos y entiendan con el nus, y regresen, y yo les perdone. 41 Esto dijo Isaías cuando vio su gloria, y habló acerca de él. 42 Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. 43 Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios.
Resumen de la enseñanza de Jesús
44 Jesús alzó con fuerza la voz y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió. 45 Υ el que me admite a mí, admite al que me envió. 46 Yo he venido al mundo como luz, para que no permanezca en tinieblas todo aquel que cree en mí. 47 Y si alguien oye mis palabras, y no cree, yo no le juzgo. Porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo. 48 El que me rechaza, y no admite mis palabras, tiene quien le juzgue. Las palabras que he hablado, éstas le juzgarán en el día final. 49 Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre que me envió, él me enseñó lo que he de decir, y de lo que he de predicar. 50 Y sé que su enseñanza es vida eterna. Entonces esto, que yo predico, así lo predico, como me dijo el Padre»
13 El Maestro y Señor lava los pies de los discípulos
(Mat. 23,6-12; 10,24-40; Lc. 22,24-28; 6,40)
1 Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, —con amor perfecto los amó—, 2 y habiendo sido ya preparada la cena, como el diablo había puesto ya en el corazón de Judas, el hijo de Simón el Iscariote, que le entregase, 3 sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, 4 se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. 5 Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. 6 Entonces vino a Simón Pedro; y Pedro le dijo: «Señor, ¿tú me lavas los pies?» 7 Respondió Jesús y le dijo: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después». 8 Pedro le dijo: «Nunca me lavarás los pies». Jesús le respondió: «Si no te lavare, no tendrás parte conmigo». 9 Le dijo Simón Pedro: «Señor, no solo mis pies, sino también las manos y la cabeza». 10 Jesús le dijo: «El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, y así está todo limpio. Y vosotros limpios estáis, aunque no todos. 11 Porque sabía quién le iba a entregar; por eso dijo: «No estáis todos limpios».
12 Así que, después que les hubo lavado los pies, tomó su manto, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Ηabéis entendido lo que os he hecho? 13 Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien, porque lo soy. 14 Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. 15 Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. 16 De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. 17 Si entendéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis».
Jesús predice la traición de Judas(Mat. 26,20-25; Mc. 14,17-21; Lc. 22,21-23)
18 «No hablo de todos vosotros. Υo conozco a quiénes he elegido. Mas así se ha cumplido la Escritura: El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar (me ha pateado). 19 Desde ahora os lo digo antes que suceda (la traición), para que cuando suceda, creáis que yo soy. 20 De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió».
21 Habiendo dicho Jesús esto, se conmovió en espíritu, y hablando más intensamente y dijo: «De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar». 22 Entonces los discípulos se miraban unos a otros, dudando de quién hablaba. 23 Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba particularmente, estaba inclinado cerca del pecho de Jesús. 24 A este, pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba. 25 Él entonces, se inclinó sobre el pecho de Jesús, y le dijo: «Señor, ¿quién es?» 26 Respondió Jesús: «A quien yo diere el cacho de pan, tras mojarlo en el plato, ese es». Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote hijo de Simón. 27 Y después del bocado, Satanás entró en él. Entonces Jesús le dijo: «Lo que vayas a hacer, hazlo rápido». 28 Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto. 29 Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: «Compra lo que necesitamos para la fiesta»; o que diese algo a los pobres. 30 Cuando él, pues, hubo tomado el bocado, luego salió; y era ya de noche.
El nuevo mandamiento del amor
31 Entonces, cuando hubo salido, dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él. 32 Si Dios es glorificado en él, Dios también le glorificará en sí mismo, y en seguida le glorificará. 33 Hijitos, aún estaré con vosotros un poco. Me buscaréis, pero como dije a los judíos, "A donde yo voy, vosotros no podéis ir", así os digo ahora a vosotros. 34 Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros. Como yo os he amado, que también os améis unos a otros. 35 En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
La locuacidad de Pedro y la predicción de su triple negación
(Mt. 26,31-35; Mc. 14,27-31; Lc. 22,31-34)
36 Le dijo Simón Pedro: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; mas me seguirás después». 37 Le dijo Pedro: «Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Estoy listo para sacrificar mi vida por ti». 38 Jesús le respondió: «¿¡Estás listo para sacrificar tu vida por mí?! De cierto, de cierto te digo: Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces».
14 «Yo soy el camino, la verdad y la vida»
1 Que no se turbe vuestro corazón. Creed en Dios, creed también en mí. 2 En la casa de mi Padre existen muchos lugares de estancia. Si no existiesen, os lo diría. Voy para prepararos el lugar. 3 Y cuando vaya para prepararos el lugar, vendré otra vez, y os tomaré junto a mí, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. 4 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino». 5 Le dijo Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Υ cómο podemos saber el camino?» 6 Jesús le dijo: «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me hubiéseis conocido, habríais conocido también a mi Padre. Pero desde ahora le conocéis, y le habéis visto».
«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»
«Yo soy en el Padre, y el Padre es en mí»
8 Felipe le dijo: «Señor, muéstranos el Padre, y nos basta». 9 Jesús le dijo: «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: "Muéstranos el Padre"? 10 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. 11 Creedme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; de otra manera, creedme por las mismas obras. 12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre, 13 y todo lo que pidiereis en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado por medio del Hijo. 14 Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré».
En quien ama a Cristo, habita la Santa Trinidad
15 «Si me amáis, guardad mis mandamientos. 16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Paráclito (el auxiliador), para que esté con vosotros para siempre, 17 el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le admite, ni le reconoce. Pero vosotros le reconocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. 18 No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. 19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis (en mi providencia); porque yo tengo vida y vosotros también tendréis vida (vida espiritual, que recibiréis de mí). 20 Entonces vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. 21 El que mantiene mis mandamientos, y los aplica, sólo ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él. 22 Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?» 23 Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama, guardará mis palabras; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y habitaremos en él. 24 El que no me ama, no guarda mis palabras. Y las palabra que habéis oído no son mías, sino del Padre que me envió».
El Paráclito enseña y recuerda
25 «Os he dicho estas cosas estando con vosotros. 26 Mas el Paráclito (el auxiliador), el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.
La paz de Cristo
27 «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da (falsa paz). No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo. 28 Habéis oído que yo os he dicho: "Voy, y vengo a vosotros". Si me amarais, os habríais regocijado, porque os he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que yo (como hombre). 29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis. 30 No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo (el diablo "gobernante mundial"), y él nada tiene en mí. 31 Mas (me matará) para que conozca el mundo, que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí».
15 Cristo la viña verdadera y nosotros los pámpanos
1 «Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. 2 Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto, lo limpia (poda), para que lleve más fruto. 3 Ya vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado. 4 Permaneced unidos a mí, y yo estaré unido a vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos. El que permanece unido a mí, y yo a él, este lleva mucho fruto, mientras que sin mí nada podéis hacer. 6 El que no permanece unido a mí, será echado fuera como pámpano, y se secará. Y estos pámpanos los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 Por esto ha sido glorificado mi Padre, porque habéis llevado mucho fruto, para que seais mis discípulos».
Amor y cumplimiento de los mandamientos
9 «Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado. Permaneced en mi amor. 10 Si cumplís mis mandamientos, permaneceréis en mi amor, así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea completo. 12 Este es mi mandamiento, que os améis unos a otros, como yo os he amado. 13 Nadie tiene mayor amor que este, es decir que uno sacrifique su vida por sus amigos. 14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer. 16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os digo, para que os améis unos a otros».
Εl odio del mundo contra el Señor y contra los fieles
18 «Si el mundo os odia, tened en cuenta que antes que a vosotros me ha odiado a mí. 19 Si fuerais del mundo, el mundo como suyos os amaría. Pero porque no sois del mundo, sino que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia. 20 Acordaos de las palabras que yo os he dicho: "No existe siervo superior que su señor". Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán. Si han cumplido mis palabras, también cumplirán las vuestras. 21 Mas todo esto os harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado. 22 Si yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado (por su incredulidad). Pero ahora no tienen excusa por su pecado. 23 El que me odia mí, también odia a mi Padre. 24 Si yo no hubiese hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado. Pero ahora han visto y me han odiado a mí y a mi Padre. 25 Pero con esto que ha sucedido, se han cumplido las palabras que están escritas en su ley: Sin causa me odiaron.
El Paráclito y los discípulos dan testimonio de Cristo
26 «Pero cuando venga el Paráclito (el Auxiliador), a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. 27 Y vosotros daréis testimonio también, porque desde el principio estáis conmigo».
16 Os expulsarán y os asesinarán
1 «Estas cosas os he hablado, para que no seáis perturbados. 2 Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que ofrece culto a Dios. 3 Y harán esto porque no conocen al Padre ni a mí. 4 Mas os he dicho estas cosas, para que cuando llegue la hora, os acordéis de que os lo había dicho. No os lo dije al principio, porque estaba con vosotros.
Qué muestra el Paráclito al mundo
5 Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: "¿A dónde vas?" 6 Pero porque os he dicho estas cosas, la tristeza ha llenado vuestro corazón. 7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya. Porque si yo no me fuera, el Paráclito (el Auxiliador) no vendrá a vosotros. Mas si me fuere, os lo enviaré. 8 Y cuando él venga, mostrará al mundo un pecado, una justificación y un castigo. 9 Un pecado, por cuanto no creen en mí; 10 una justificación, por cuanto voy al Padre, y ya no me veréis; 11 y de castigo, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado (castigado)».
El Espíritu guía a toda la verdad y glorifica a Cristo
12 «Aún tengo muchas cosas que deciros, pero no podéis entenderlas ni mantenerlas ahora. 13 Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él os guiará a toda la verdad. No hablará por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oyere, y os anunciará las cosas que habrán de venir. 14 Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. 15 Todo lo que tiene el Padre, es mío. Por eso dije que tomará de lo mío, y os lo anunciará a vosotros».
La tristeza se convertirá en gozo
16 «Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo (no permanezco en el hades y en la tumba, sino que resucito y así) voy al Padre». 17 Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice, "Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis"; y, "Yo voy al Padre"?» 18 Decían, pues: «¿Qué quiere decir con: "Todavía un poco"? No entendemos lo que habla».
19 Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: «¿Por es preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: "Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis"? 20 De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Sí, vosotros os entristeceréis. Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. 21 La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora. Pero después que ha dado a luz un niño, olvida la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie podrá quitaros vuestro gozo. 23 En aquel tiempo no será necesario que me pidáis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará. 24 Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre. Pedid, y recibiréis, y vuestro gozo será completo».
Yo he vencido al mundo
25 «Estas cosas os he hablado en modo encubierto. Pero viene el momento en que ya no os hablaré en modo encubierto, sino que os hablaré claramente acerca del Padre. 26 En aquel día pediréis en mi nombre; y no os digo que yo rogaré al Padre por vosotros, 27 pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo he provenido de Dios. 28 He provenido del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre».
29 Le dijeron sus discípulos: «Sí, ahora hablas claramente, y ninguna dices en modo encubierto. 30 Ahora estamos convencidos, de que todo lo sabes, y no tienes necesidad de que te pregunte nadie. Por esto creemos que has provenido de Dios». 31 Jesús les respondió: «Ahora creéis. 32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos y volveréis cada uno con a lo vuestro, y me dejaréis a mí solo. Mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Estas cosas os he dicho a vosotros, para que tengáis gozo a causa mía. A causa del mundo tendréis aflicción. ¡Pero tened valor! Yo he vencido al mundo».
17 Jesús reza por sí mismo
17 Estas cosas habló Jesús, y después levantó sus ojos al cielo, y dijo: «Padre, ha llegado la hora; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti, 2 como le has dado potestad sobre todos los hombres, para que (con) cada carisma que les has dado a él, dé a ellos vida eterna. 3 Y esta es la vida eterna: que te conozcan (que te crean, que te amen, que te adoren) a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. 4 Yo te he glorificado sobre la tierra. He acabado la obra que me diste que hiciese. 5 Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese».
Jesús reza por sus discípulos
6 «He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste. Τuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. 7 Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado, proceden de ti. 8 Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y se han convencido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son. 10 Y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no estoy en el mundo; mas estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre poderoso, a los que me has dado, guárdalos con tu poder, para que sean uno, así como nosotros. 12 Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba con tu poder; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición (Judas), para que la Escritura se cumpliese. 13 Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo completo en sí mismos. 14 Yo les he dado tu palabra; y el mundo los odió, porque no son del mundo (no tienen el espíritu del mundo), como tampoco yo soy del mundo. 15 No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del Malvado. 16 No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. 17 Santifícalos con tu verdad. Tus palabras son verdad. 18 Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. 19 Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean verdaderamente santificados».
Jesús reza por todos los creyentes
20 «Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por su predicación, 21 para que todos sean uno. Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 El poder que me diste, yo les he dado, para que sean uno (entre ellos), así como nosotros somos uno, 23 (también uno) yo en ellos, y tú conmigo (como hombre), para que sean perfectos en unidad (la cual es unidad no solo entre ellos, sino de los fieles-de Cristo-de Dios), para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como me has amado a mí . 24 Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. 25 Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. 26 Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer más aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo mismo esté en ellos».
Arresto de Jesús
(Mt. 26,47-56; Mr. 14,43-50; Lc. 22,47-53)
18 Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2 Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3 Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas. 4 Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de suceder, se adelantó y les dijo: «¿A quién buscáis?» 5 Le respondieron: «A Jesús nazareno». Jesús les dijo: «Yo soy». Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba. 6 Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron, y cayeron a tierra. 7 Volvió, pues, a preguntarles: «¿A quién buscáis?» Y ellos dijeron: «A Jesús nazareno». 8 Respondió Jesús: «Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a estos (a los discípulos). 9 Así se cumplieron las palabras que había dicho, «De los que me diste, no perdí ninguno». 10 Entonces Simón Pedro, que tenía un puñal, lo tomó y le cortó la oreja al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11 Jesús entonces dijo a Pedro: «Pon tu puñal en su funda. La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?»
Jesús es llevado ante Anás. Primera negación de Pedro.
(Mt. 26,57-58; Mc. 14,53-54; Lc. 22,54)
12 Entonces la compañía de soldados, el tribuno y los alguaciles de los judíos, prendieron a Jesús y le ataron, 13 y le llevaron primeramente a Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año. 14 Era Caifás el que había dado el consejo a los judíos, de que convenía que un solo hombre muriese por el pueblo.
15 Y seguían a Jesús, Simón Pedro y otro discípulo (Juan). Y este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; 16 mas Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera, e hizo entrar a Pedro. 17 Entonces la criada portera dijo a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de este hombre?» Dijo él: «No lo soy». 18 Y estaban allí los siervos y los alguaciles que habían encendido un fuego, porque hacía frío, y se calentaban. Y también con ellos estaba Pedro en pie, calentándose.
19 Y el sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de sus discípulos y de su doctrina. 20 Jesús le respondió: «Yo públicamente he hablado al mundo; siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo, donde siempre se reúnen los judíos, y nada he hablado en oculto. 21 ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les prediqué. Sí, ellos saben lo que yo he hablado». 22 Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: «¿Así hablas al sumo sacerdote?» 23 Jesús le respondió: «Si he hablado mal, testifica en qué está el mal. Pero si he hablado bien, ¿por qué me golpeas?
De Anás a Caifás. Segunda y tercera negación de Pedro.
(Mt. 26,71-75; Mc. 14,69-72; Lc. 22,58-62)
24 Anás entonces le envió atado a Caifás, el sumo sacerdote. 25 Y Pedro continuaba estando allí, calentándose. Y le dijeron: «¿Quizás eres tú también de sus discípulos?» Él negó, y dijo: «No lo soy». 26 Uno de los siervos del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: «¿No te vi yo en el huerto con él?» 27 Negó Pedro otra vez, y en seguida cantó el gallo.
De Caifás a Pilato
(Mt. 27,1-2,11-14; Mc 15,1-5; Lc. 23,1-5)
28 Llevaron a Jesús de casa de Caifás al pretorio (el palacio del gobernador romano). Era de mañana, y ellos no entraron en el pretorio, para no contaminarse, y así (estando ritualmente puros) poder comer la comida pascual. 29 Por eso salió Pilato a ellos, y les dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?» 30 Respondieron y le dijeron: «Si este no fuera malhechor, no te lo habríamos entregado». 31 Entonces les dijo Pilato: «Tomadle vosotros, y matadle según vuestra ley». Y los judíos le dijeron: «Νosotros no tenemos derecho a dar muerte a nadie» 32 Así se cumplieron las palabras que Jesús había dicho, dando a entender de qué muerte iba a morir (es decir que le crucificarían los romanos, tal como acostumbraban a los condenados, mientras que los judíos lo hacían por lapidamiento.
Jesús rey espiritual y testigo de la verdad
33 Entonces Pilato volvió a entrar en el pretorio, y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el rey de los judíos?» 34 Jesús le respondió: «¿Dices tú esto por ti mismo, o te lo han dicho otros de mí?» 35 Pilato le respondió: «¿Soy yo acaso judío? Tu nación, y los principales sacerdotes, te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36 Respondió Jesús: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mis ejércitos servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero ahora mi reino no es de aquí». 37 Le dijo entonces Pilato: «¿Luego, eres tú rey?» Respondió Jesús: «Lo dices tú, que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es hijo de la verdad, acepta mi enseñanza». 38 Le dijo Pilato: «¿Qué es la verdad?»
Los judíos eligen a Barrabás en vez de a Jesús
(Mt. 27,15-31. Mc 15,6-20. Lc. 23,13-25)
Y cuando hubo dicho esto, salió otra vez a los judíos, y les dijo: «Yo no hallo en él ninguna culpabilidad. 39 Aunque existe costumbre para con vosotros, de que os suelte como favor en la pascua a alguno que esté bajo juicio. ¿Queréis, pues, que os suelte al rey de los judíos? 40 Y sin embargo a pesar de esto todos dieron voces de nuevo, diciendo: «No a este, sino a Barrabás». Y Barrabás era un criminal.
19 «¡He aquí el hombre!»
1 Υ entonces Pilato dio la orden a los soldados y llevaron a Jesús para ser azotado. 2 Y los soldados entretejieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabeza (como supuesta corona real), y le vistieron con un manto rojo (como supuesto púrpura real); 3 y le decían: «¡Salve, Rey de los judíos!» y le daban bofetadas. 4 Entonces Pilato salió otra vez, y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera, para que entendáis que ningún delito hallo en él». 5 Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y el manto de púrpura». Y Pilato les dijo: «¡He aquí el hombre!»
«¡Fuera, fuera, crucificadle, crucificadle!»
Pilato por cobardía cede a la exigencia de los judíos
6 Cuando le vieron los principales sacerdotes y los alguaciles, dieron voces, diciendo: «¡Crucifícale! ¡Crucifícale!» Pilato les dijo: «Tomadle vosotros, y crucificadle; porque yo no hallo culpabilidad en él». 7 Los judíos le respondieron: «Nosotros tenemos una ley, y según nuestra ley debe morir, porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios». 8 Cuando Pilato oyó decir esto, más se asustó. 9 Y entró otra vez en el pretorio, y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?» Mas Jesús no le dio respuesta. 10 Entonces le dijo Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para dejarte libre?» 11 Respondió Jesús: «Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que a ti me ha entregado (Caifás con el concilio), mayor pecado tiene». 12 Por este motivo Pilato procuraba soltarle; pero los judíos daban voces, diciendo: «Si a este sueltas, no eres amigo de César; todo el que se hace a sí mismo rey, a César se opone». 13 Entonces Pilato, oyendo estas palabras, llevó fuera a Jesús, y se sentó en el tribunal en el lugar llamado el Enlosado, y en hebreo Gabata. 14 Era la Preparación* de la Pascua (vísperas de Pascua, durante las cuales tenía lugar la preparación de la Pascua), y eran aproximadamente las doce del mediodía. Entonces dijo a los judíos: «¡He aquí vuestro Rey!» 15 Pero ellos gritaron: «¡Mátale, mátale, crucifícale!» Pilato les dijo: «¿A vuestro Rey he de crucificar?» Respondieron los principales sacerdotes: «No tenemos rey, sino sólamente al César». 16 Y entonces, para satisfacerles, lo entregó para que fuese crucificado.
*Preparación: en gr. "Παρασκευή", [Paraskeví], es decir, Viernes. En Grecia la semana comienza el Domingo (Κυριακή, [Kiriakí] o día del Señor. El Lunes es llamado "Segundo" ("Δευτέρα", [Deftera]), Martes "Tercero" ("Τρίτη", [Tríti]), Miércoles "Cuarto" ("Τετάρτη" [Tetarti], Jueves "Quinto" ("Πέμπτη" [Pémpti]), Viernes "(Día de la) Preparación" ("Παρασκευή", [Paraskeví]) y Sábado "Σαββάτο", [Sabáto])
Jesús es llevado al Gólgota y es crucificado
(Mt. 27,32-56; Mc. 15,21-41; Lc. 23,26-49)
17 Tomaron entonces (los soldados) a Jesús y se fueron. Y así, cargando su cruz, salió (de la ciudad) al llamado lugar de la Calavera, en hebreo Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y en medio Jesús. 19 Escribió también Pilato un título y lo puso sobre la cruz, el cual decía: Jesús Nazareno, Rey de los Judíos. 20 Y muchos de los judíos leyeron este título; porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad. Y el título estaba escrito en hebreo (más exactamente en arameo), en griego y en latín. 21 Pero los principales sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: "Rey de los Judíos", sino lo que él dijo: "Soy Rey de los Judíos"». 22 Respondió Pilato: «Lo que he escrito, he escrito».
«Partieron entre sí mis vestidos...»
23 Y los soldados, cuando hubieron crucificado a Jesús, tomaron sus vestidos, e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Tomaron también su túnica, la cual era sin costura, de un solo tejido de arriba abajo. 24 Entonces dijeron entre sí: «No la partamos, sino echemos suertes sobre ella, para ver quién se la llevará». Esto fue para que se cumpliese la Escritura, que dice: Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes. Y así lo hicieron los soldados.
El Crucificado confía la madre al discípulo amado
25 Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana (cuñada) de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. 26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él particularmente amaba, que estaba presente, dijo a su madre: «Mujer, he ahí tu hijo». 27 Después dijo al discípulo: «He ahí tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la recibió con él.
«¡Todo se ha cumplido!» La muerte de Jesús
28 Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: «Tengo sed». 29 Y había allí una vasija llena de vinagre. Εntonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca. 30 Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: "Todo se ha cumplido"1. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.
1. Ο, «¡Ha finalizado!»
Sangre y agua del costado del Crucificado
31 Entonces los judíos, por cuanto era el día de la Preparación,* a fin de que los cuerpos no quedasen en la cruz en el día del Sábado —pues era grande aquel día de Sábado—, rogaron a Pilato que se les quebrasen las piernas, y que fuesen quitados de allí.
* Preparación: en español equivale a Viernes
32 Vinieron, pues, los soldados, y quebraron las piernas al primero, y asimismo al otro que había sido crucificado con él. 33 Mas cuando llegaron a Jesús, como vieron que ya había muerto, no le quebraron las piernas. 34 Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. 35 Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero, sí, él tiene la conciencia, de que dice la verdad, para que vosotros también creáis. 36 Porque con estas cosas que sucedieron, se cumplieron las palabras la Escritura, No será quebrado hueso suyo. 37 Y también otras palabras de la Escritura dicen: Mirarán al que traspasaron.
José de Arimatea y Nicodemo dan sepulcro a Jesús
(Mt. 27,57-61; Mc. 15,42-47; Lc. 23,50-56)
38 Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese bajar de la cruz y llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y bajó de la cruz el cuerpo de Jesús. 39 También vino Nicodemo, el al principio iba a Jesús de noche, trayendo un compuesto de mirra y de áloes (aromas), como cien libras (libras romanas, más de 32 kg.). 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en tiras o lienzos de algodón, tras ungirlo con los aromas, según aciostumbran los judíos a preparar a los muertos para sepultarlos. 41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 42 Allí, pues, por causa de la Preparación de los judíos (día de preparación para el Sábado y para la Pascua), porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
20 Visitas al sepulcro vacío
(Mt. 28,1-10; Mr. 16,1-8; Lc. 24,1-12)
1 El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro. 2 Entonces corrió, y fue a Simón Pedro y al otro discípulo, aquel al que particularmente amaba Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». 3 Y salieron Pedro y el otro discípulo, y fueron al sepulcro. 4 Corrían los dos juntos; pero el otro discípulo corrió por delante más aprisa que Pedro, y llegó primero al sepulcro. 5 E inclinándose a mirar, vio los lienzos en el suelo, pero no entró dentro. 6 Luego llegó Simón Pedro tras él, y entró en el sepulcro, y vio los lienzos en el suelo, 7 y el sudario, que había estado sobre la cabeza de Jesús, no puesto con los lienzos, sino doblado y puesto en una parte. 8 Entonces entró también el otro discípulo, que había venido primero al sepulcro; y vio, y creyó. 9 Porque nunca hasta ahora se habían concienciado del testimonio de la Escritura, de que él iba a resucitar de los muertos. 10 Y así se fueron los discípulos y regresaron a sus alojamientos.
Jesús resucitado se aparece a María Magdalena
(Mr. 16,9-11)
11 Pero María estaba fuera del sepulcro y lloraba. Y estando llorando, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde estaba el cuerpo de Jesús. 13 Y le dijeron ellos: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les dijo: «Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto».
14 Y cuando hubo dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré». 16 Jesús le dijo: «¡María!» Volviéndose ella, le dijo: «¡Raboni!» (que quiere decir, Maestro). 17 Jesús le dijo: «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: "Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios"». 18 Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas.
Jesús se aparece a los discípulos
(Mt. 28,16-20; Mc. 16,14-18; Lc. 24,36-49)
19 En aquel día, el primero de la semana, cuando llegó la noche, estando las puertas (de la casa) cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: «La bendición sobre vosotros» 20 Y en cuanto les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. 21 Entonces Jesús les dijo otra vez: «La bendición sobre vosotros». Como me envió el Padre, así también yo os envío. 22 Y habiendo dicho esto, sopló sobre ellos, y les dijo: «Recibid potestad santa (potestad espiritual). 23 A quienes perdonéis los pecados (debido al arrepentimiento y a la confesión), les son perdonados; y a quienes se los dejéis sin perdonar (debido a la falta de arrepentimiento y a la no confesión), permanecen sin perdonar».
El Señor resucitado se aparece a Tomás
24 Pero Tomás, uno de los doce, el llamado Dídimo*, no estaba con ellos cuando Jesús vino.
* Del gr "Δίδυμος" [Dídimos], que traducido es "Gemelo"
25 Le dijeron, pues, los otros discípulos: «Ηemos visto al Señor».
Pero él les dijo: «Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y
no pongo mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en su
costado (donde le fue clavada la lanza), no creeré». 26 Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro (de casa), y con ellos Tomás. Vino Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: «La bendición sobre vosotros». 27 Luego dijo a Tomás: «Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y ponla en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente». 28 Υ Tomás le dijo entonces : «¡Eres mi Señor y mi Dios!» 29 Jesús le dijo: «Porque me has visto, has creído. Bienaventurados los que creerán sin verme»
El objetivo de la escritura del Evangelio
30 Y otros muchos otros milagros hizo Jesús en presencia de sus discípulos, los cuales no están escritos en este libro. 31 Pero estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre.
21 Aparición del Resucitado en Tiberiada. La pesca milagrosa.
1 Después de esto, Jesús se manifestó otra vez a sus discípulos junto al mar de Tiberias; y se manifestó de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás llamado el Dídimo, Natanael el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo, y otros dos de sus discípulos. 3 Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar». Ellos le dijeron: «Vamos nosotros también contigo». Fueron, y entraron en una barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando ya iba amaneciendo, se presentó Jesús en la playa; mas los discípulos no entendieron que era Jesús.
5 Y les dijo Jesús: «Chicos, ¿tal vez tenéis algo para almorzar?» Le respondieron: «No». 6 Él les dijo: «Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis». Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces (que había atrapado). 7 Entonces aquel discípulo a quien Jesús particularmente amaba, dijo a Pedro: «¡Es el Señor!» Y Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa, porque se había despojado de ella, y se echó al mar, 8 mientras que los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos (unos cien metros). 9 Al descender a tierra, vieron un montón de brasas puestas, y un pez sobre ellas, y pan. 10 Jesús les dijo: «Traed de los peces que acabáis de pescar». 11 Subió (a la barca) Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres. Y aun siendo tantos, la red no se rompió. 12 Les dijo Jesús: «Venid a almorzar». Y ninguno de los discípulos consideraba correcto examinarle preguntándole: «¿Tú, quién eres?», porque (no dudaron, sino que) estaban convencidos de que era el Señor. 13 Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado. 14 Esta era la tercera vez ya que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos.
Reestablecimiento de Pedro y predicción de su tipo de muerte
15 Cuando hubieron almorzado, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que estos?» Le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te amo». Él le dijo: «Apacienta mis corderos». 16 Volvió a decirle la segunda vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro le respondió: «Sí, Señor; tú sabes que te amo». Le dijo: «Pastorea mis ovejas». 17 Le dijo la tercera vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: «¿Me amas?» y le respondió: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas. 18 De cierto, de cierto te digo, cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando envejezcas, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. 19 Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios (es decir con la muerte por crucifixión). Y dicho esto, añadió: «Sígueme».
Palabras sobre el discípulo amado
20 Volviéndose Pedro, vio que les seguía (también) el discípulo a quien particularmente amaba Jesús, el mismo que en la cena se había recostado al lado de él, y le había dicho: «Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?» 21 Cuando Pedro le vio, dijo a Jesús: «Señor, ¿y con éste qué sucederá?» 22 Jesús le dijo: «Si quiero que él viva hasta que yo venga de nuevo, ¿qué te interesa a ti? Tú sígueme. 23 Estas palabras se extendieron entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo (a Pedro) que no moriría, sino (hipotéticamente dijo): «Si quiero que él viva hasta que yo venga de nuevo, ¿qué te interesa a ti?»
24 Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos, que su testimonio es verdadero.
25 Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribieran una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. Amén.