domingo, 24 de noviembre de 2024

Domingo XIII Lucas. “El joven rico” (Lc. 18, 18-27)

Domingo XIII Lucas (XXII después de Pentecostés). Tono pl. del 1º. Evang. Maitines XI (p.10).

 

Lectura del Libro de los Apóstoles. A los Gálatas 2, 16-20 


11. Mirad con qué letras tan grandes os escribo de mi propio puño.

12. Los que quieren ser bien vistos en lo humano, ésos os fuerzan a circuncidaros, con el único fin de evitar la persecución por la cruz de Cristo.

13. Pues ni siquiera esos mismos que se circuncidan cumplen la ley; sólo desean veros circuncidados para gloriarse en vuestra carne.

14. En cuanto a mí ¡Dios me libre gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!

 

 

 

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 15. Porque nada cuenta ni la circuncisión, ni la incircuncisión, sino la creación nueva.

16. Y para todos los que se sometan a esta regla, paz y misericordia, lo mismo que para el Israel de Dios.

17. En adelante nadie me moleste, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús.

18. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.

 

 



 

Lectura del Libro del Evangelio. Según san Lucas 18, 18-27.


“El joven rico”

 

18 Un hombre principal le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?

19 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios.

20 Los mandamientos sabes: No adulterarás; no matarás; no hurtarás; no dirás falso testimonio; honra a tu padre y a tu madre.

21 Él dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud.

22 Jesús, oyendo esto, le dijo: Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.

 

 

 




23 Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico.

24 Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!

25 Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.

26 Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?

27 Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

 

 



HOMILIA I. DOMINGO XIII DE LUCAS. (Lucas 18, 18-27)


“El joven rico: ¡Lo imposible, posible!”



De un puesto social alto era aquel joven que se acercó a Cristo, y al mismo momento rico. Y con palabras dulces y con verdadero interés, Le preguntó:

¿Qué tengo que hacer, Maestro bueno, para heredar la vida eterna?

¿Por qué me llamas bueno? Le corrigió el Señor. Ya que te diriges hacia mí con la idea de que soy un simple hombre, no digas esta palabra. Uno es verdadera y absolutamente misericordioso: el Dios.

Los mandamientos les conoces, -le dice el Divino Maestro- . Lo que dice la ley de Dios que ha sido dada a Moisés: No adulterarás, no robarás, no darás falso testimonio, honrarás a tu padre y a tu madre.

Otra cosa esperaba el joven rico. No le satisficieron estos simples y muy conocidos.

Todo esto lo he cumplido con fidelidad desde hace muchos años.

Le miró a los ojos Cristo.

 

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Una cosa más te falta. Todo lo que tienes, tu herencia entera, véndela, y repártela entre los pobres. Y por esto tendrás tesoro en el Cielo.

De nuevo no esperaba escuchar algo asi el joven rico. Era de verdad muy rico y era difícil separase de su herencia… que difícil era esto que decía el Maestro. Se entristeció su rostro, se levantó y se fue.

Le vio el Señor Jesús y se volvió hacia los que le escuchaban:

Qué difícil es para los que tienen entrar en el reino de Dios. Más fácil es pasar un camello por el agujero de una aguja que un rico al Reino de Dios. Se sorprendieron los que le oian.

¿Entonces, para quien es posible salvarse, ya que no existe hombre que no desee la riqueza y los bienes de esta tierra?...

“Lo imposible para los hombres, es posible para Dios”, dijo el Divino Maestro.

Lo que es imposible de realizar con los débiles fuerzas humanas, se hacen fuertes y posibles con la Gracia y la fuerza de Dios.



* * *




“Lo imposible para los hombres, es posible para Dios”


Se preguntaba alguien que como es posible que las aguas del rio se vuelvan hacia atrás…y las aguas del mar que estén como paredes, derecha e izquierda, partiéndose en dos?

Imposible. Pero sin embargo se hizo posible, ya que lo dijo el Dios. Con este milagro del Mar Rojo, y con el del Rio Jordán, los israelitas pudieron pasar para llegar a la Tierra Prometida.

Igual de imposible es eliminar los pazos (pasiones) que como ríos ocupan el corazón del hombre.

¿Qué es pazos? ¿Conoces amigo mío? Empieza por algo pequeño, por una mala costumbre.

 

 

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Por ejemplo, me gusta la buena comida. O tengo debilidad por el dinero…no cuido, no me mantengo a mí mismo, doy todo mi corazón en esto…

Después se hace pazos. Es decir esclavitud del alma. No tengo la fuerza para librarme de esto.

Pero para lo que yo no tengo la fuerza para ganarlo, lo gana la Gracia de Dios. Basta con que me dirija hacia Él. Que se fijen mis ojos y mi corazón sobre El. Y rogarle con toda la fuerza de mi alma:

Señor, líbrame de esta terrible fuerza que me conquista. No existe nada que pueda ser obstáculo para Ti. ¡Líbrame!.

Pídelo así, haz todo lo que puedas, y no te dejara el Dios que quiere ayudarte. Lo veras tu que lo imposible para el hombre, es posible para Dios.


Del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed.Sotir



HOMILIA II.

San Basilio el Grande, Homilía sobre la riqueza : PG 31, 278


«Él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes.» (Mc 10, 22)

El caso del joven rico y de los que se asemejan a él me hace soñar en aquel viajero que, deseando visitar una ciudad, llega hasta el pie de su muralla, encuentra allí una posada, baja hasta ella y, desalentado al ver los últimos pasos que le quedan por hacer, pierde todo el beneficio del cansancio de su viaje y se priva de ver las bellezas de la ciudad. Así mismo son los que observan los mandamientos, pero se revelan ante la idea de perder sus bienes. 

 

 

 

 



 

Conozco muchos que ayunan, oran, hacen penitencia y practican muy bien toda clase de obras de piedad, pero no sueltan ni un óbolo para los pobres. ¿De qué les sirven las demás virtudes?

Esos no entrarán en el Reino de los cielos, porque «más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los cielos». Palabras claras, y su autor no miente, pero son raros los que se dejan afectar por ellas. «¿Cómo vamos a vivir cuando nos hayamos despojado de todo?» exclaman. «¿Qué existencia vamos a llevar cuando se haya vendido todo y no tengamos ya ninguna propiedad?» No me preguntéis qué intención profunda hay bajo los mandamientos de Dios. El que ha establecido nuestras leyes conoce también el arte de conciliar lo imposible con la ley.

 

 


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