Domingo IX de Lucas (XXI depués de Pentecostés). "La parábola del rico insensato" (Luc. 12, 16-21)
Tono 4º. Ev. Maitines 10 (ver EOTHINON 10, pág.9)
Lectura del Libro de los Apóstoles. Epístola a los Gálatas 2, (16-20)
16. conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la ley sino sólo por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley, pues por las obras de la ley nadie será justificado.
17. Ahora bien, si buscando nuestra justificación en Cristo, resulta que también nosotros somos pecadores, ¿estará Cristo al servicio del pecado? ¡De ningún modo!
18. Pues si vuelvo a edificar lo que una vez destruí, a mí mismo me declaro transgresor.
19. En efecto, yo por la ley he muerto a la ley, a fin de vivir para Dios: con Cristo estoy crucificado:
20. y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí; la vida que vivo al presente en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí.
EVANGELIO. "La parábola del rico insensato" (Luc. 12, 16-21)
16. Y dijo parábola a ellos diciendo: «De un hombre rico bien fructificó la región.
17. Y consideró dentro de sí, diciendo: «¿Qué haré, pues no tengo dónde juntar mis frutos?»
18. Y dijo: «Esto haré: derribaré mis graneros y mayores edificaré; y juntaré allí todo el trigo y los bienes míos,
19. y diré a mi alma: «Alma, tienes muchos bienes yacientes para años muchos: descansa, come, bebe, goza».
20. Y díjole Dios: «Necio, esta noche tu alma pedirán de ti; y lo que has preparado ¿para quién será?»
21. Así, el que atesora para sí, y no para Dios enriquece.»
HOMILIA. DOMINGO IX DE LUCAS. (Lucas 12, 16-21)
“La Parábola del rico insensato” . «Alma….¡come!»
Y rico era, y grandes terrenos tenía, y sucede que en aquel año sus tierras dieron mucho fruto, cosecha abundante. Dentro de esas condiciones de vida describió el Señor Jesús a este hombre de a parábola.
¡ Una auténtica bendición de Dios! Pero aquel no lo vio así. En lugar de alegrarse de todo esto y de agradecer a Dios por su regalo, en lugar de llenarle de alegría el hecho de que ahora, tan abundante que lo tenía, podría tranquilamente compartirla con los pobres de su alrededor y hacer que otros se alegrasen y disfrutarlo también, él cayó en una grave ambición, con mareo y agonía…
¿Agonía? Sí, agonía. “¿Qué voy a hacer?” – Decía.
Lo que dice el pobre, que no sabe qué hacer con su pobreza, lo mismo decía el rico, que no sabía qué hacer con…su riqueza. ¿Dónde cabrá todo esto que me han dado mis tierras?
Y una vez decidió. Lo encontré, dijo. Derribaré los almacenes que tengo ahora y construiré otros, más grandes, y allí dentro pondré toda mi cosecha y mis bienes, y después diré a mi alma: Alma, ahora tienes bienes materiales suficientes para muchos años. Disfruta entones de lo que tienes. ¡Come, bebe, diviértete!
¡Come, alma!
Pero, por desgracia, antes de comer el alma del rico, el Dios se le adelanta y le dice: Insensato, los demonios piden llevarse tu alma esta noche. Y con todo lo que has provisto, ¿ahora qué pasará?
Así sucederá, concluyó el Señor, a quien almacena bienes materiales para disfrutarlos él solo, egoístamente, y no almacena tesoros en el cielo con obras de amor por los demás.
+ + +
«Alma….¡come!»
¡Dónde puede llegar el hombre avaricioso, egoísta, el hombre mundano! ¡ En qué trágico estado! Que diga a su alma: “come”. Como si fuese un animal y le pusiese delante comida.
San Basilio el Grande hace la siguiente observación. Se dirige al rico de la parábola y le dice:
«Si suponemos, rico, que tu alma no fuese humana sino la de un cerdo, ¿qué otra cosa le dirías? ¿no le dirías esto mismo? Entonces, ¿tan animal has acabado?...»
Y por supuesto no sólo el aquí mencionado. Quien tiene las mismas creencias, las mismas costumbres que el rico de la parábola, en el mismo estado acabará. Lo asegura la Santa Escritura: “El hombre, -dice-, mientras que fue creado por Dios con honores, con un alma lógica, con elemento espiritual dentro de él, no lo entendió. “Mas el hombre no permanecerá en honra; es semejante a las bestias que perecen” (Salmo 49, 13)
¿Cómo después un hombre así considerará algo superior para sí mismo? ¿Cómo alzará su alma hacia Dios, que está girada hacia el suelo, hacia la tierra, como los animales? ¿Cómo verá a su compañero como imagen de Dios? ¿Cómo vivirá con prudencia, veneración, justicia, respeto, ceencia?
¿Quizás nuestra época se caracteriza por los mismos pensamientos que los del hombre de la parábola?
Nosotros sin embargo, amigo mío, proporcionemos a nuestro alma lo que la vivifique y la mantenga en un buen estado espiritual, y no lo que la baja al nivel de las bestias.
Para no perder el Cielo de nuestro horizonte…
Homilía del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed.Sotir.Textos bíblicos de la Biblia Católica de Jerusalén.