domingo, 10 de noviembre de 2024

Domingo VIII de Lucas. El buen samaritano.

Domingo VIII de Lucas. Domingo XX después de Pentecostés. "La parábola del buen samaritano". (Luc. 10, 25-37)

 Tono 3º. Evangelio de Maitines 9 (pág.9)




LECTURA DEL LIBRO DE LOS APOSTOLES. (Gálatas 1, 11-19)


11. Porque os hago saber, hermanos, que el Evangelio anunciado por mí, no es de orden humano,

12. pues yo no lo recibí ni aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.

13. Pues ya estáis enterados de mi conducta anterior en el Judaísmo, cuán encarnizadamente perseguía a la Iglesia de Dios y la devastaba,

14. y cómo sobrepasaba en el Judaísmo a muchos de mis compatriotas contemporáneos, superándoles en el celo por las tradiciones de mis padres.

15. Mas, cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien



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16. revelar en mí a su Hijo, para que le anunciase entre los gentiles, al punto, sin pedir consejo ni a la carne ni a la sangre,

17. sin subir a Jerusalén donde los apóstoles anteriores a mí, me fui a Arabia, de donde nuevamente volví a Damasco.

18. Luego, de allí a tres años, subí a Jerusalén para conocer a Cefas y permanecí quince días en su compañía.

19. Y no vi a ningún otro apóstol, y sí a Santiago, el hermano del Señor.
 
 
 


 
 
 
EVANGELIO. (Lucas 10:25-37).

El buen samaritano.
 
25. Se levantó un legista, y dijo para ponerle a prueba: «Maestro, ¿que he de hacer para tener en herencia vida eterna?»

26. El le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?»

27. Respondió: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.»

28. Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz eso y vivirás.»

29. Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo?»

30. Jesús respondió: «Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto.

31. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.

32. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo.
 
 
 
 



 
 
 
33. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión;

34. y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.

35. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva."

36. ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»

37. El dijo: «El que practicó la misericordia con él.» Díjole Jesús: «Vete y haz tú lo mismo.» 
 
 
 
 

 
 





HOMILÍA I. DOMINGO VIII DE LUCAS. (Luc. 10, 25-37)


“La Parábola del Buen Samaritano”



NO PODÍA ACEPTARLO EL INTÉRPRETE DE LA LEY, QUE FUESE TAN simple la respuesta a la pregunta que hizo a Cristo, con intención de probarle. Le preguntó que qué tenia que hacer para ganar la vida eterna.

Y Cristo le recordó el mandamiento de la Ley Mosaica que hablaba del amor hacia Dios y hacia el prójimo, el compañero. Y entonces, para excusarse él ahora, le realiza otra pregunta: “;¿Y quién es mi prójimo?”; ¿Quién es mi compañero, mi afín, al que tengo que amar? ¿Mis familiares? ¿Mis amigos? ¿Mis compatriotas? ¿Quién?

A partir de aquí toma la palabra el Señor para narrar la maravillosa parábola del buen samaritano. 



* * *




Un hombre cayó en manos de ladrones, un desafortunado caminante que iba de Jerusalén a Jericó, por un camino escarpado y desierto.

Como fieras saltaron sobre él los ladrones y tras golpearle sin piedad y despojarle del todo, le abandonaron en aquel lugar medio muerto. Sucede entonces que casualmente pasa por allí un sacerdote de los judíos. Por un momento se dirigió hacia él para ayudarle, pero....nada.




 

 

 

 

 

 

 



Pasó a su lado, echó una rápida mirada y comenzó alejarse. Seguramente temió por sí mismo.

Lo mismo otro, levita él, es decir ayudante de los sacerdotes. Vino, vio en qué trágico estado se encontraba y lo esquivó rápidamente.

No había todavía entregado su alma, cuando un tercero se le acercó. Éste, sin embargo, no como los otros dos.

Éste se compadeció de verdad. Se agacha sobre él y con afecto le ofrece los primeros auxilios con lo que llevaba encima en ese momento. Y después le sube a su animal y le lleva a la posada más cercana, para que allí fuese mejor atendido y pudiese recuperarse.

Y de allí no se marchó, hasta que no se aseguró de que fuese atendida su salud con todo detalle.

Y pensar que este hombre que se compadeció no era ningún conocido ni amigo ni familiar suyo. Era samaritano, es decir, ¡aquellos a quien los judíos odiaban!.



 

 

 

 

 

 

 


“¿Y quién es mi prójimo?”


Cuando Cristo terminó la parábola, preguntó al intérprete de la ley:


- ¿Quién de los tres piensas que demostró ser el prójimo del herido?

- El que tuvo compasión, respondió él.

- Pues entonces, ve ahora y haz tú lo mismo, concluyó el Señor.


¿Se observa una inversión de la pregunta inicial del intérprete de la ley a la del Señor? El intérprete de la ley preguntó que quién era para él su compañero, su prójimo, su hombre afín.

Y el Señor, tras decirle la parábola, volvió el orden de la pregunta: No quién es su compañero y su prójimo, sino de quién tú puedes ser su compañero y su prójimo.

Detalladamente da la vuelta a la teoría de los humanos.



 

 

 

 

 

 



“ A mí no me ama nadie”; dicen a menudo los hombres. Cristo dice:

“ No pienses que no te ama nadie. Piensa si tú amas a los demás. La agapi o el amor desinteresado entre hermanos, bajo la visión humana, tiene un sentido desde fuera hacia dentro, es una fuerza centrípeta. Con la visión espiritual, es lo contrario: fuerza centrífuga.

Que nos amen los demás y nos ayuden en las necesidades que tenemos nos ofrece una humanidad agradable. Pero que amemos nosotros y que ayudemos a los demás con compasión, esfuerzo, sacrificio, autonegación, esto trae a nuestro interior gozo y alegría divina. Da alas al alma, valentía en el corazón. Aquí se oculta el misterio de la auténtica felicidad, que la gente alejada de Dios nunca podrá encontrarla.

Porque no puede percibir el verdadero sentido del amor, como nos lo enseñó el Buen Samaritano, ¡Cristo!





Lecturas Evangélicas de la Biblia Católica de Jerusalén

Homilía del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed.Sotir

 

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