Tono pl. del 1º. Evangelio de Maitines 11 (v. EOTHINON 11, p.10)
APOSTOLES. Galatas 6, 11-18.
Pablo se gloría en la cruz de Cristo
11 Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano. 12 Todos los que quieren agradar en la carne, estos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. 13 Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne. 14 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación. 16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.
17 De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús.
Bendición final
18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén.
EVANGELIO. Lucas 8, 41-56.
La hija de Jairo, y la mujer que tocó el manto de Jesús
41 Entonces vino un varón llamado Jairo, que era principal de la sinagoga, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa; 42 porque tenía una hija única, como de doce años, que se estaba muriendo.
Y mientras iba, la multitud le oprimía. 43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.
49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto; no molestes más al Maestro. 50 Oyéndolo Jesús, le respondió: No temas; cree solamente, y será salva. 51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre y a la madre de la niña. 52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: No lloréis; no está muerta, sino que duerme. 53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. 54 Mas él, tomándola de la mano, clamó diciendo: Muchacha, levántate. 55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. 56 Y sus padres estaban atónitos; pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
HOMILIA I. DOMINGO VII DE LUCAS. "La curación de la mujer que padecía de hemorragia". (Lucas 8:41-56)
Dentro de esta acumulación, he aquí una mujer. Enferma estaba. Padecía desde hace años de hemorragias irrefrenables, y aunque había ido a muchos médicos, ninguno había conseguido hacer nada; sino que más bien su situación empeoró.
Oyó ella hablar también sobre Cristo, y, temerosa, en oculto, sin que nadie se percibiese de ella, vino por detrás de Él. Se avergonzaba de presentarse frente a Él. Fue por detrás y por un momento extendió su mano y tocó “el borde del manto” del Señor, el extremo de su vestimenta. Tenía fe la mujer y se decía a sí misma: “Sólo con tocarle, me pondré bien”. E instantáneamente se puso bien.
La gente mientras tanto no paraba de amontonarse alrededor de Cristo ¡y de comprimirle terriblemente!….
Por un momento giró Su cabeza el Señor.
¿Quién me ha tocado?
Ninguna respuesta.
De nuevo la misma pregunta el Maestro Divino. Entonces se dispone a responder Su discípulo Pedro.
- Maestro, ¿cuál es esa pregunta que haces? la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado?
- Alguien me ha tocado. Yo he entendido que ha salido poder de mí.
Entonces la mujer, cuando vio que no podía esconderse más, fue ante Él y, con miedo, cayendo sobre sus rodillas, Le dijo lo que pasó.
- Coraje, hija mía, le respondió Cristo. La fe que tienes te ha sanado. Vete en paz sanada de la enfermedad que te atormentaba.
“Alguien me ha tocado”
Entonces no tenía razón Pedro cuando respondió así a la pregunta de Cristo; ¿No era realmente paradójica la pregunta? Preguntar ¿quién me ha tocado? ¡En el momento en que literalmente caían todos sobre él!
Pero, amigo mío, ¿entiendes ahora por qué insistía en preguntar esto nuestro Cristo? Porque muchos Le oprimían, Le aplastaban. Había alguien sin embargo, una mujer, que le tocó. Los otros casi ni le habían sentido.
¿Entiendes la diferencia que existe?
Piensa cómo se acerca a Cristo la multitud y cómo se acerca la mujer. Recuerda qué pasa muchas veces hoy en día a la hora de la Divina Comunión o en la víspera al reverenciar alguna reliquia sagrada, o la Venerada Cruz. Acumulación, emoción, agitación, voces, disputas…
Se llenan las iglesias en las grandes fiestas. ¿Cuántos de los que allí se encuentran rezan verdaderamente? ¿Y cuántos están presentes sólo corporalmente, cuando su “nus” (ojo espiritual del alma) está en otra parte, en lugares que nada tienen que ver con Cristo…
No se aproxima uno así a Cristo. A Cristo hay que acercarse del modo en que se Le acercó la mujer que padecía del flujo de sangre: con humildad con fe, respeto, devoción, paz, temor de Dios. Cuando estas santas disposiciones existen dentro del alma del hombre, entonces el acercamiento a Él – sea con oración sea de otro modo- tendrá resultado Como lo que tuvo el acercamiento de la mujer: ¡que recibió de Cristo Su poder sanador, la Gracia, Su bendición!
Y para siempre…
Del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed.Soti
HOMILIA II. Archimandrita Atanasio de Metilene. Domingo VII de Lucas. "La curación de la mujer que padecía de hemorragia"
El principal acontecimiento de la lectura del Evangelio de hoy queridos, es la resurrección de la hija de Jairo. El Señor fue llamado por Jairo para que curase a su hija y el Señor se dirige hacia la casa de Jairo para curarla. Mientras tanto murió la chica. Y fue resucitada. Este es el principal acontecimiento de la lectura del Evangelio de hoy. Encontramos sin embargo otro fragmento menor, el cual no es para nada de poca importancia. Mientras el Señor se dirige a la casa de Jairo, mucha gente le sigue por el camino. Tanta gente, que le aprietan y comprimen.
Una mujer que padecía de hemorragias hace ya doce años, que había gastado cuanto tenía en médicos para ser curada, creyó que si tocaba el extremo del manto de nuestro Señor, sería curada. Y así fue que esta mujer consiguió acercarse al Señor atravesando la multitud, y con mucha fe, tocar el extremo de su manto. Y al instante como nos dice el evangelista Lucas se detuvo su flujo de sangre. Paró la hemorragia y ya no tenía nada. Directamente fue curada.
Entonces el Señor se detuvo, y empezó a mirar a su alrededor diciendo: ¿Quién me ha tocado? Nadie respondió y todos, temerosos, se apartaron. El Señor insiste: ¿Quién me ha tocado? Y entonces se atreve el apóstol Pedro y los otros discípulos a decirle: Señor, la gente te aprieta, te comprime, como caminamos ahora, caen encima tuyo prácticamente, Y tú dices “¿quién me ha tocado?” Es decir, como si le hubiesen dicho, "cosas absurdas dices". El Señor insiste: “¿Quién me ha tocado? Porque yo sé que ha salido poder de mí”. La mujer que padecía de hemorragia se dio cuenta de que ya no podía escapar de la atención del Señor, por lo que dijo: “Señor, he sido yo”. La mujer ahora temerosa temió por si el Señor la regañaba, la reprendía. Y entonces el Señor le dice: “Ve en paz, tu fe te ha salvado”.
Este fue el acontecimiento queridos que aconteció mientras el Señor se dirigía hacia la casa de Jairo. Sin embargo este breve acontecimiento, tan pequeño, es rico en su ofrecimiento y en su contenido. El Señor, aunque esta señora piensa que es seguro que será curada si toca al Señor, aunque no quería que se conociese el caso de su enfermedad, el Señor sin embargo lo revela. Ella se mueve misteriosamente, el Señor en revelación. Por eso dice “quién me ha tocado”; pero la revela el Señor, no para regañarla sino para alabarla. Para alabar su fe.
El Señor quiere ayudar y reforzar. Iba acompañando a Jairo hacia su casa. Y en aquel momento llegan sus servidores y le dicen: “No molestes más al Señor, no vengáis ya a casa. Tu hija a muerto” . Entonces viendo Jairo que fue la fe lo que salvó aquella mujer, -el Señor revela exactamente la fe de la mujer diciendo “tu fe te ha salvado”-, refuerza ahora la fe de Jairo. Y así fue, tanto temió Jairo, que le dijo el Señor, “no temas, sólo cree”. No tiene importancia si tu hija ha muerto. No temas, sólo cree.
Además, queridos, el Señor quería mostrar algo más. Que no todos los que le tocan para recibir su Gracia, la reciben, sino sólo aquellos que le tocan con fe. Y por último, que el Señor quería mostrar de este modo que es omnisciente, que todo lo ve, que nada se le escapa, ni aún lo más mínimo existente en el alma y en la conciencia humanas. Este pequeño fragmento nos muestra y nos presenta a nuestro omnisciente conocedor de todo Señor. Pero si, queridos, sabemos que el Señor es omnisciente, qué nos dice esto. Esto significa para nosotros que debería impedirnos y obstaculizarnos a la hora de cometer pecados. Si sabemos que el Señor nos ve, esto es un inhibidor maravilloso del pecado. Si todos los hombres bajo el sol pudiesen conocer, tener profunda conciencia, de que Dios nos ve, estad seguros de que nadie pecaría. Pero primero sacamos a Dios de nuestro horizonte visual, y después comenzamos a pecar. Es decir, si quisiéramos hacer algo (pecar) querríamos que no nos viesen, ni Dios, ni los otros hombres. Pero cuando queridos sé que esté donde esté, me oculte donde me oculte, me ve, entonces, ¿cómo podré pecar?.
De un modo muy hermoso esto nos lo revela así la Santa Escritura, en el Libro de Sabiduría Sirac:
«¿Quién me ve? La oscuridad me rodea, las paredes me encubren, nadie me ve, ¿por qué temer? El Altísimo no tendrá en cuenta mis pecados..." Sólo teme la mirada de los hombres
y no sabe que los ojos del Altísimo
son mil veces más brillantes que el sol
y contemplan todos los caminos de los hombres y penetran hasta lo más escondido.
Los ángeles pueden ver a través del material, pero no pueden ver a través del espíritu. Cada espíritu es un lugar cerrado para otro espíritu. Mi alma, mi interior, no lo ven los ángeles, tampoco el diablo. Sin embargo sí que lo ve Dios. Mi espíritu es transparente para Él. No existe nada oculto, sino que todo es desnudo y descubierto para Dios. Dice hermosamente y con mucha sabiduría el salmista David, en el salmo 138 (LXX): 7 ¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? 8 Si subiere a los cielos, allí estás tú;... 12 Aun las tinieblas no encubren de ti,y la noche resplandece como el día; lo mismo te son las tinieblas que la luz...
Qué importancia tiene esto para nuestras vidas. Un simple ejemplo os diré. El bienaventurado José, el hijo de Jacob, cuando fue vendido a unos mercaderes iban a Egipto. No sabría muchas cosas de la ley de Dios, ni siquiera existía aún la ley de Dios. Cuatro o cinco siglos más tarde apareció. Entonces, cuando se le presentó el pecado, un muchacho de veinte años, hermoso como nos dice la Santa Escritura, muy hermoso, le rodeó el pecado del adulterio, cuando la mujer de Potifar quería pecar con él, ¿qué dijo él? No se refirió al mandamiento de no adulterarás, desconocido aún, ni nada, más cuando estaba vendido y lejos de su casa Y no tenía ninguna, diríamos, tradición religiosa particular, aparte de lo que Dios reveló a su padre y a su abuelo… ¿Qué dijo José? Lo que le salvó y habría salvado a todo hombre: "¿Como podré realizar esta mala acción delante de los ojos de Dios, y pecar?" ¿Que tenía dentro de él José? Tenía muy profundamente el sentimiento de la presencia de Dios. Dios me ve, no tiene importancia si estoy muy lejos de mi casa, vendido como un esclavo a Egipto. Dios también está en las tiendas de Jacob. También está en Egipto. Dios está en todas las partes, y en el fondo del océano, y en el fondo de las moléculas y de los átomos de la materia, y en los cielos, Dios está en todas partes. No es su ojo, sino que es él mismo el que está presente.
Atended, yo en este momento, estoy en un punto de la iglesia, no estoy en todas partes, y veo la iglesia, os veo también a vosotros. Dios no ve, Dios está presente. En cada punto del lugar, sin tener relación con el lugar, porque es creación suya el lugar, el espacio, está fuera de él, con el sentido de la textura. Sin embargo, está en cada punto del lugar, todo lo sabe, todo lo ve, "Dios es un ojo entero".
Esto salvó a José. Y esto me salvará también a mí el pobre cuando pienso que Dios me ve, cómo podré cometer pecado. También esto tiene, sin embargo, la visión positiva, queridos. Cuando sé que Dios me ve, entonces, cada lágrima, cada esfuerzo, esfuerzos agotadores a veces por el amor de Cristo, cada virtud, cada cosa que los hombres no la han visto, no lo percibieron, sea porque no es posible que lo sepan, sea porque ha sido menospreciado, o cuando son injustos conmigo los hombres… lo ve Dios sin embargo. No tiene importancia si las cosas buenas que hago han de verlas los hombres, lo ve Dios. Y si lo ve Dios, me da descanso, y me tranquilizo, y sé que del conocimiento de Dios nada se escapa. Y entonces si Dios lo sabe todo, descanso sobre su mano, descanso sobre su amor, descanso sobre su omnisciencia.
¿Veis qué cosa tan grande es, queridos, que tengamos este sentimiento? ¿De que Dios está en todas partes y que todo lo sabe?
Cuando la Iglesia denomina a sus santos más nuevos "recientemente aparecidos" o "nuevos", como por ejemplo a los mártires tras la invasión de Constantinopla, los denomina "nuevos mártires", después de 1453. Porque, diríamos, ¿es una subdivisión histórica? Es decir, ¿se trata de una división de la historia, para un más fácil estudio y clasificación? No queridos, no. Sino que me refiero a lo siguiente; que la Iglesia, dentro de ella, vive los tiempos finales, vive intensamente el final. Y mientras que hasta el s.XV la Iglesia no denomina ni a los "osios" (venerables), ni a los mártires, con alguna caracterización que indique que es nuevo, aunque habían pasado quince siglos desde que vino Cristo al mundo, después del s.XV comienza a tener un sentimieno de los tiempos finales y a hablar sobre nuevos mártires y de santos recientemente aparecidos. De hecho si habéis escuchado durante el oficio litúrgico el tropario, "aparecido en los tiempos finales". ¿Cuáles son estos tiempos finales? La conciencia de la Iglesia tiene esto; vivimos en los tiempos finales.
Es entonces uno de los últimos santos. Nosotros lucharemos, y debemos luchar, y perteneceremos a los últimos santos. Es decir, estamos ya en los últimos tiempos, en que terminará la historia. Un punto distintivo es éste.
Otro segundo punto es que san Nectario vivió una vida que no era conocida por los hombres. Era alguien muy común entre los hombres. Desde luego obispo era. Me diréis, obispos hay muchos. El Metropolitano de Pentápolis en Egipto obispo ayudante del patriarca, y sin embargo, aunque hay muchos obispos como decíamos, por motivos de envidia, le expulsaron de Egipto y fue a Grecia. Era un obispo que perdió su trono. En este momento cuántos obispos hay que hayan perdido su trono, sea justa o sea injustamente. Y sin embargo, quién sospecha jamás, que un obispo pueda tener dentro de él la plena extensión de la santidad.
Vivió una vida silenciosa, inadvertida. Cuando fue a Grecia, y subía y bajaba las escaleras de los Ministerios de Educación y del Exterior, reconstruyéndose a sí mismo y a su imagen, y ser designado en algún puesto. Y consiguió después de mucho tiempo y mucha lucha, ser designado —quién le haría esto a un obispo— predicador en Calcida, en Lamía, en nuestra región, fue designado canónicamente como predicador. Y hacía recorridos, predicaba por los pueblos. Se salva una fotografía de san Nectario, en algún lugar de Eubea, y hay detrás de él mucha gente, una fiesta, muchos llevando el traje tradicional griego, con clarinetes, y san Nectarios salió con ellos en la fotografía. Probablemente le dirían,vamos a hacerno una foto de recuerdo. ¿Quién podría jamás haber pensado, que este humilde jerarca, expulsado del trono, teniendo ahora a su alrededor al pueblo de Dios, que todos celebran, con los clarinetes... que este hombre oculta una enorme santidad?

Este hombre entonces, con sus dificultades, tentaciones, que sólo el los conocía, lo veía también Dios. Y le sacó a la superficie...
Tal como sacó a la superficie a santa Verónica la Hemorroísa, la reveló. Dios revela la virtud, por muy oculta que se encuentre.
Y un segundo punto, es el siguiente: ¿qué salió del manto del Señor? Poder. ¿Qué significa esto de que salió poder del manto del Señor? Significa que este poder es de la divinidad. Y...¿la reciben también los vestidos? No lo digo yo, está claro en la descripción de la Santa Escritura. Del manto, sí, queridos. Y la mujer lo que dijo fue, "tocaré el extremo de su vestido". Y también por supuesto de la divinidad hubiese sido si hubiese tocado su cuerpo. Material también, el cuerpo, escuchad. Material entonces el cuerpo, con la carne y los huesos, y material, cuánto más, el vestido. Esto tocó, y a travñes de este material, recibió el beneficio la mujer. Entonces, lo mismo hace ahora el Señor, sobre los santos. A través de los objetos sagrados que tocaron los santos o sus sagradas reliquias, sus huesos, reciben diversas capacidades milagrosas, sanaciones, y muchas otras cosas. Para demostrar, que Cristo es verdadero, para demostrar que los santos correctamente vivieron lo que Cristo enseñó en el Evangelio y que Cristo todo lo ve, es omnisciente, todo lo sabe, y elogia y glorifica a los que vivieron de acuerdo con su voluntad.
Cuántas cosas queridos, salen, de este fragmento, en que el Señor va de camino a resucitar ya a la hija de Jairo.
Pido y deseo, que mediante las intercesiones de san Nectario, cuya memoria hoy celebramos, y que tanto le amamos los griegos, y que tantos milagros, miles de ellos, ha hecho, yo diría que mostrase los milagros, porque si los conocidos son miles, ¿cuántos son los hombres que han recibido sus beneficios, sin que se haya realizado ninguna divulgación? Son muchísimos. Todos somos, queridos, beneficiados por este santo de Dios, el santo de nuestro siglo, como muy correctamente fue caracterizado. Quien nos muestra que en el s.XX, y en los tiempos finales, podemos ser santos, porque es un mandamiento de Dios que tiene validez hasta el final de la historia. «Sed santos, porque yo soy santo».
Fuente: https://www.arnion.gr/mp3/omilies/p_athanasios/omiliai_kyriakvn/omiliai_kyriakvn_079.mp3



