Tono pl. 4º. Evangelio de Resurrección 6 (pág. 7)
LECTURA DEL LIBRO DE LOS APOSTOLES.
II Epístola de San Pablo a los Corintios (6,16 - 7,1)
16 ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo:
Habitaré y andaré entre ellos,
Y seré su Dios,
Y ellos serán mi pueblo.
17 Por lo cual,
Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,
Y no toquéis lo inmundo;
Y yo os recibiré,
Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.
(7)1 Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.
EVANGELIO. DOMINGO II DE LUCAS.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas. (6, 31- 36)
Εl Señor dijo: lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente.
Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.
Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto!
Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente.
Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno con los ingratos y los perversos.
Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo.
HOMILIA Ι. DOMINGO II DE LUCAS. San Lucas. (6, 31- 36)
EL DEPORTE EXTREMO. ¿Te gustan los deportes extremos?
Del libro "Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos". Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed. Sotir.
Y a quién no le gustan, dirás. No sólo gustan, deleitan, enganchan, magnetizan.
Y en la vida espiritual existen deportes. Y el deporte cumbre de todos, nos lo demuestra Cristo con sus palabras en el Evangelio de este Domingo.
Comienza con una norma general y avanza luego hacia las cumbres:
“Como queréis que se comporten con vosotros los hombres, así mismo comportaros vosotros con ellos.
Y esto por supuesto debéis hacerlo con todos. Porque, si amáis sólo a aquellos que os aman, ¿qué mérito y recompensa os pertenece ante Dios? Ninguno. Ya que los pecadores lo mismo hacen. Y si prestáis sólo a aquellos de quienes pensáis recibir de nuevo lo que les prestasteis, qué premio y reconocimiento os pertenece ante Dios? Ninguno.
Y a quién no le gustan, dirás. No sólo gustan, deleitan, enganchan, magnetizan.
Y en la vida espiritual existen deportes. Y el deporte cumbre de todos, nos lo demuestra Cristo con sus palabras en el Evangelio de este Domingo.
Comienza con una norma general y avanza luego hacia las cumbres:
“Como queréis que se comporten con vosotros los hombres, así mismo comportaros vosotros con ellos.
Y esto por supuesto debéis hacerlo con todos. Porque, si amáis sólo a aquellos que os aman, ¿qué mérito y recompensa os pertenece ante Dios? Ninguno. Ya que los pecadores lo mismo hacen. Y si prestáis sólo a aquellos de quienes pensáis recibir de nuevo lo que les prestasteis, qué premio y reconocimiento os pertenece ante Dios? Ninguno.
Los malvados y los pecadores prestan a sus semejantes, para tener ellos el mismo beneficio y recompensa que ellos.
¡Excepto si amáis a vuestros enemigos! Pero vosotros, así no. Vosotros amad a vuestros enemigos y hacedles bien y prestadles sin esperar nada a cambio. Entonces vuestro salario, vuestra recompensa por parte de Dios será muy grande. Seréis llamados por la gracia hijos del Dios, es decir por la gracia dioses vosotros también, ya que seréis a semejanza de Él.
Porque Él tampoco para de ser bueno y de obrar el bien a los hombres malos, que muestran desagradecimiento y se burlan de Sus tantas beneficencias.
Compadeceos por lo tanto de vuestros compañeros y compartid sus desgracias y sus necesidades, así como vuestro Padre celestial lo hace con todos”.
* * *
“Excepto si amáis a vuestros enemigos”
¿Sabes qué significa el “excepto”? Significa que esto no lo deciden hacer todos los hombres. Exactamente como de los deportes extremos, pocos se ocupan. Muchos se ocupan de los deportes clásicos, pero pocos son los que practican paracaidismo, surfing o rafting.
La mayoría aman a aquellos que les aman. Vale, ¿y qué? Cosas cotidianas y convencionales. Cristo quiere de los suyos que se diferencien del resto, no para causar impresión, sino para estar en el puesto para irse de la tierra, para despegarse de las ataduras del mundo, para volar en las esferas celestiales, como las águilas, libres, con majestuosidad, fuertes!...
¿Sabes qué significa el “excepto”? Significa que esto no lo deciden hacer todos los hombres. Exactamente como de los deportes extremos, pocos se ocupan. Muchos se ocupan de los deportes clásicos, pero pocos son los que practican paracaidismo, surfing o rafting.
La mayoría aman a aquellos que les aman. Vale, ¿y qué? Cosas cotidianas y convencionales. Cristo quiere de los suyos que se diferencien del resto, no para causar impresión, sino para estar en el puesto para irse de la tierra, para despegarse de las ataduras del mundo, para volar en las esferas celestiales, como las águilas, libres, con majestuosidad, fuertes!...
Piensa, por ejemplo, qué grandeza tiene que digas palabras honrosas a una compañía de alguien que ayer te criticó y te condenó. O que sepas que no le caes nada bien, o incluso que se ha comportado mal contigo, te ha hecho daño, y tú buscas el modo de hacerle bien. ¿Es o no es, no de riesgo, sino ejercicio extremo? Es escalada a la cubre más alta del mundo, por encima incluso del Everest, a la cumbre del Golgothá, allí donde se escucharon las palabras del Crucificado: “Padre, perdónales…” Inmersión al fondo del océano del amor, allí donde las aguas no son agitadas por el oleaje, allí donde los sentimientos no son alterados por los estímulos exteriores.
¿Qué dices? ¿Te apuntas para el deporte extremo?
¿Qué dices? ¿Te apuntas para el deporte extremo?
HOMILIA ΙΙ. Homilía de nuestro Santo Padre Gregorio Palamás, Arzobispo de Tesalónica, sobre: «Así como queréis que os traten a vosotros, haced vosotros con ellos de igual modo».
Del libro: Servicio Dominical Patrístico, págs. 311 y siguientes. DOMINGO II DE LUCAS. San Lucas. (6, 31- 36)
Él, quien solo creó nuestros corazones y observa todas nuestras obras, quien se nos apareció en la carne y nos capacitó para ser nuestro maestro, ahora nos pide aquellas cosas que se han corrompido, recrearlas; las mismas cosas que Él inculcó en nuestras almas cuando nos creó. Porque desde el principio nos creó aptos para la enseñanza futura, y luego dio la enseñanza apropiada para la creación original. No hizo otra cosa que purificar la belleza de la criatura, que había sido empañada por la asunción del pecado. Esto se muestra mejor en el pasaje del Evangelio que estamos reexaminando hoy y presentamos para su interpretación: "Como queréis que los hombres os hagan a vosotros", dice, "haced también vosotros con ellos ". El profeta Isaías predijo acertadamente que "el Señor dará unas breves palabras sobre la tierra". De hecho, en estas únicas y breves palabras incluyó cada virtud, cada mandamiento, casi cada buena obra y opinión.
Por eso, según el evangelista Mateo, después de que el Señor hubiera precedido a esto, añadió: «Porque esto es la ley y los profetas». De hecho, en otro lugar, resumiendo, dijo que de dos mandamientos, el del amor a Dios y al prójimo, «dependen toda la ley y los profetas».
Pero ahora lo ha reunido todo en uno, incluyendo no solo la virtud según la ley y los profetas, sino también toda buena obra en general entre los hombres. Porque ahora legisla no solo para una nación, sino para todo el mundo, o mejor dicho, para quienes están unidos a Él por la fe, de todas las naciones bajo el cielo.
Pero ahora lo ha reunido todo en uno, incluyendo no solo la virtud según la ley y los profetas, sino también toda buena obra en general entre los hombres. Porque ahora legisla no solo para una nación, sino para todo el mundo, o mejor dicho, para quienes están unidos a Él por la fe, de todas las naciones bajo el cielo.
Y, de hecho, no solo incluyó, sino que también demostró que cada uno de los mandamientos que Él dio es inherente a todos nosotros. De hecho, esto es lo que también nos manda el "hermano" de Dios Santiago, diciendo: «Desechando toda inmundicia y exceso de maldad, reciban con mansedumbre la palabra innata que puede salvar sus almas». Dios también nos lo había proclamado a través del profeta Jeremías, diciendo: «Les daré un nuevo pacto, dando mis leyes a su mente *». Porque tener una mente libre es una propiedad de la misma mente. Dado que el Señor ha demostrado que todos los mandamientos del Evangelio están escritos ahora según esta ley innata, Él ordena y legisla que nos comportemos conforme a ellos, porque Él ha implantado el conocimiento de lo práctico en nuestra naturaleza, como el benefactor y amante de la humanidad que es.
De hecho, el Señor, con esta advertencia capital: «Como queráis que los hombres os traten, haced vosotros con ellos de igual manera», ha demostrado que cada mandamiento del Evangelio no solo es innato, sino también justo, fácil y provechoso, y también comprensible para todos y fácil de entender en sí mismo.
¿Acaso no sabéis que enojarse con vuestro hermano e insultarlo, incluso "con motivo", es malo? ¿Y cómo es que no quieres sufrir su ira e insulto, y ni siquiera después de reflexionar llegas a esta conclusión, sino que inmediatamente resientes la ira y el insulto dirigidos contra ti y los evitas por todos los medios, como ciertamente malos, poco éticos e inútiles? Así, consideras la mirada apasionada y curiosa de tu esposa por parte de otra persona. Así también, no solo contra ti, sino también hacia ti por cualquier supuesta mentira. Y, en general, mantenemos esta actitud interior hacia todo lo que prohíbe el mandamiento evangélico. ¿Qué debemos decir de todos los actos pecaminosos que antes prohibía la antigua ley, como el asesinato, el adulterio, las malas palabras, la injusticia y similares? ¿Y qué decir de las virtudes opuestas, y cómo nos agradan quienes las usan para nuestro beneficio? ¿Ves que conoces cada mandamiento por ti mismo y lo juzgas justo y ventajoso? Y no solo eso, sino también fácil. Pues no considerarías muy culpable a quien se enoja, miente contra ti o conspira contra ti de cualquier otra manera, si te pareciera difícil o imposible abstenerse de ello.
Por lo tanto, cuando sufras mal a manos de otro, cuando te insulten, te engañen o te ofendan, no abogues por ti mismo; mientras que cuando insultes, cometas un mal e intentes engañar a tu prójimo, lo condenas, sin tomar la misma decisión sobre las mismas cosas.
¿Acaso no sabéis que enojarse con vuestro hermano e insultarlo, incluso "con motivo", es malo? ¿Y cómo es que no quieres sufrir su ira e insulto, y ni siquiera después de reflexionar llegas a esta conclusión, sino que inmediatamente resientes la ira y el insulto dirigidos contra ti y los evitas por todos los medios, como ciertamente malos, poco éticos e inútiles? Así, consideras la mirada apasionada y curiosa de tu esposa por parte de otra persona. Así también, no solo contra ti, sino también hacia ti por cualquier supuesta mentira. Y, en general, mantenemos esta actitud interior hacia todo lo que prohíbe el mandamiento evangélico. ¿Qué debemos decir de todos los actos pecaminosos que antes prohibía la antigua ley, como el asesinato, el adulterio, las malas palabras, la injusticia y similares? ¿Y qué decir de las virtudes opuestas, y cómo nos agradan quienes las usan para nuestro beneficio? ¿Ves que conoces cada mandamiento por ti mismo y lo juzgas justo y ventajoso? Y no solo eso, sino también fácil. Pues no considerarías muy culpable a quien se enoja, miente contra ti o conspira contra ti de cualquier otra manera, si te pareciera difícil o imposible abstenerse de ello.
Por lo tanto, cuando sufras mal a manos de otro, cuando te insulten, te engañen o te ofendan, no abogues por ti mismo; mientras que cuando insultes, cometas un mal e intentes engañar a tu prójimo, lo condenas, sin tomar la misma decisión sobre las mismas cosas.
Sé, en cambio, un juez objetivo, y aquello que no quieres que otro sufra como mal, no se lo hagas de ninguna manera; y aquello que deseas que te haga, hazlo también. ¿Pides algo a alguien, tal vez ayuda o algún otro servicio, y deseas recibirlo porque lo consideras bueno? ¿Por qué no? Así que, cuando alguien te pida algo, sé rápido para tratarlo con amabilidad y considera bueno que él también reciba algo de ti en la práctica. Pero ¿te pide algo más de lo que tienes? Demuestra con lo que tienes que, aunque tuvieras más, se lo darías. ¿Quieres ser amado por todos, y te parece pesado e insoportable ser criticado, sobre todo cuando has pecado aunque sea un poco? Entonces ama a todos, perdona, abstente de condenar, considera a cada persona como a ti mismo, y así decide y actúa con esta disposición. Porque esta es la voluntad de Dios, dice el principal de los apóstoles Pedro, que hagamos el bien silenciando la ignorancia de los necios, es decir, de aquellos que son nuestros enemigos en vano y no quieren dar a los demás lo que desean recibir de otros.
En efecto, ¿cómo no es necio quien, siendo todos de la misma naturaleza, no aborda el asunto de la misma manera ni atribuye el mismo juicio, aunque este juicio y la voluntad existan naturalmente en nosotros? Porque al querer ser amados y beneficiados por todos, así como por nosotros mismos, todos somos voluntariosos. Por lo tanto, querer hacer el bien y ser bien dispuesto hacia todos, así como hacia nosotros mismos, es innato en nosotros, porque todos hemos sido creados a imagen del Bueno. Pero cuando el pecado entró en nosotros y se multiplicó, no extinguió el amor por nosotros mismos, pues no se opone a él en nada, mientras que congeló, contaminó e inutilizó el amor mutuo, como la cumbre de las virtudes.
En efecto, ¿cómo no es necio quien, siendo todos de la misma naturaleza, no aborda el asunto de la misma manera ni atribuye el mismo juicio, aunque este juicio y la voluntad existan naturalmente en nosotros? Porque al querer ser amados y beneficiados por todos, así como por nosotros mismos, todos somos voluntariosos. Por lo tanto, querer hacer el bien y ser bien dispuesto hacia todos, así como hacia nosotros mismos, es innato en nosotros, porque todos hemos sido creados a imagen del Bueno. Pero cuando el pecado entró en nosotros y se multiplicó, no extinguió el amor por nosotros mismos, pues no se opone a él en nada, mientras que congeló, contaminó e inutilizó el amor mutuo, como la cumbre de las virtudes.
Por eso, Aquel que renueva nuestra naturaleza y la devuelve a la gracia de su imagen, dando sus propias leyes, según el profeta, a nuestros corazones, dice: «Como queréis que os hagan los hombres, haced vosotros también con ellos» y: «Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque los pecadores hacen esto. Y si prestáis de quien esperáis recibir de vuelta, ¿qué mérito tenéis? Porque los pecadores prestan a los pecadores para recibir de vuelta». Aquí llama pecadores a quienes no llevan su nombre y a quienes no se comportan conforme a su Evangelio. Los llamó a todos por un solo nombre, mostrando así que de nada sirve llamarse cristianos si no nos diferenciamos de los idólatras en nuestras obras. Así como el gran Pablo dijo a los judíos: «La circuncisión es beneficiosa si cumples la ley. Pero si la transgredes, tu circuncisión se convierte en incircuncisión», así también Cristo nos dice a través del Evangelio que en ustedes, los míos, estará la gracia que los une a mí si cumplen mis mandamientos. Pero si hacen las obras de los pecadores y nada más, es decir, si aman a quienes los aman y hacen el bien a quienes los hacen bien, no obtendrán ninguna confianza hacia mí de estas cosas.
Y no dice esto para impedirnos amar a quienes nos aman, hacer el bien a quienes nos hacen el bien y prestar a quienes nos lo van a devolver, sino que muestra que ninguna de estas cosas tiene recompensa, porque recibe la recompensa aquí, y no trae gracia al alma ni la limpia del pecado que la ha manchado. Por lo tanto, cuando están presentes, no aportan ningún beneficio ni ninguna gracia especial al alma como recompensa eterna; pero cuando están ausentes, causan mucha condenación y daño. Pues quienes no aman ni siquiera a quienes los aman y cuidan son peores que los recaudadores de impuestos y los pecadores. Y quienes los recompensan con lo contrario, con hechos y palabras, ¿cuánto más condenados son? Tales son los que se enfurecen contra los gobernantes de la ciudad, aunque diariamente se preocupan considerablemente por ellos; los que no rinden el favor que merecen los reyes ordenados por Dios; los que no se humillan bajo la poderosa mano de Dios, sino que desobedecen a la Iglesia de Cristo, y en vano resienten a los protectores de la Iglesia, especialmente cuando se esfuerzan tanto por su bien, y desean, y hacen con todas sus fuerzas todo lo bueno y beneficioso para ellos. Pero quienes no prestan a quienes prometen devolverlo puntualmente, sino que exigen intereses, incluso altos, y sin ellos ni siquiera permiten que aparezcan el censo y la plata, son desobedientes y casi peores que pecadores, pues no se convencen ni por la antigua ley ni por el Nuevo Testamento.
De
estos, el Testamento nos insta a prestar incluso a quienes no tienen
esperanza de devolver el préstamo, mientras que la antigua ley dice: «No
prestarás tu dinero a interés (es decir, no prestar a interés)», y
elogia a quien no presta su dinero a interés. También recomienda que
evitemos la ciudad, en cuyas calles, es decir, abiertamente, se presta
con interés y engaño. ¿Ven que el usurero no solo priva a su propia
alma, sino también a la gloria del Estado, al acusarlo de inhumanidad y
cometer una injusticia total y grave? Porque mientras sea su propio
ciudadano, y todo lo que haya adquirido de él, no lo usa para su
beneficio. No quiere prestar a los que nada tienen, mientras que a los
que tienen poco les da con intereses, para junto con la profesión
quitarles también lo poco que tienen.
El usurero, por lo tanto, se apresura a enriquecerse no tanto con dinero como con pecados, destruyendo así tanto la propiedad del prestatario como su propia alma. Porque los intereses son como crías de víboras que anidan en el seno de los avaros, e indica que no escaparán de los gusanos insomnes que los amenazan en el futuro. Y si alguno de ellos dice: «Como no me permiten cobrar intereses, me quedaré con el dinero que me sobra y no lo pondré a disposición de quienes necesitan préstamos», que sepa que tiene dentro de sí a las madres de las víboras, que se convertirán en madres para él y esos gusanos insomnes.
Por estas razones, pues, el Señor, deseando por todos los medios alejarnos de todos estos males, nos manda amar y hacer el bien incluso a nuestros enemigos, y prestar a quienes no tienen nada que devolvernos, sin esperar nada a cambio, porque, dice, «vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, pues él es bondadoso con los ingratos y malvados». No penséis, dice, que por hacer el bien a quienes os tratan mal y dar a quienes no os lo devuelven, perderéis lo vuestro. Porque ahora es el tiempo de sembrar y hacer el bien, y el tiempo de la cosecha apropiada es el futuro de los siglos.
No desesperéis, pues, por el tiempo que se ha fijado entre la siembra y la cosecha, sino sabed que cosecharéis vuestros bienes con creces, así como, por el contrario, quienes hacen el mal aquí cosecharán los males que les corresponden. Porque todo lo que uno siembra aquí, lo mismo cosechará allá, pero con gran incremento.
Si, por tanto, aquí te asemejas por obras al Hijo de Dios y demuestras que eres bueno con todos, como Él lo es con todos, recibirás allí una mayor semejanza con Él, brillando con la luz de la gloria del Altísimo y viviendo eternamente con aquellos para quienes Cristo será «Dios entre dioses» y compartirá los oficios de la bienaventuranza celestial. Pues esto se declara con la adición: «Y sois hijos del Altísimo, porque él es bondadoso con los ingratos y malvados». En efecto, por esta razón el Hijo de Dios, ante quién se inclinan los cielos, descendió a la tierra y se hizo Hijo del hombre, y dijo e hizo todas estas cosas, y finalmente, tras sufrir, murió por nosotros, resucitó y ascendió de nuevo al cielo para hacernos celestiales, inmortales e hijos de Dios. Por lo tanto, lo que ahora nos exige —amar a nuestros enemigos, hacer el bien, prestar a quienes no tienen nada que pagarnos— no solo nos es debido y beneficioso, como se ha demostrado anteriormente, sino que también es pequeño comparado con lo que él nos da.
Porque se entregó por nosotros, quienes no solo no teníamos con qué pagarle, sino que además nos habíamos mostrado ingratos y malvados de muchas maneras. Pero nos exhorta a prestar de lo que nos sobra y a hacer el bien con lo que tenemos a nuestra disposición. ¿A quién y cuánto? Y a estos, incluso a los más pequeños, nos recompensa con la semejanza con Él, la más alta adopción y las recompensas celestiales, diciendo: «Sean misericordiosos, como su Padre celestial es misericordioso». A Él sea la gloria con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
Amén.
Amén.
* NOTA: mente: la palabra original es "νους", [nus], que es la parte del alma encargada de la percepción.
Fuente: https://www.orp.gr/BLouka3.mp3
Traducido por el equipo de La Ortodoxia es la Verdad