20/7/2025. Domingo VI de Mateo. La curación del paralítico de Capernaúm. (Mat.9, 1-8) Tono pl. del 1º. Ev. Maitines 6 (p.7)
APOSTOLES. LECTURA DE LA EPISTOLA DEL APOSTOL SANTIAGO 5, 10-20.
10 Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11 He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo.
12 Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación.
13 ¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14 ¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15 Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.
16 Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17 Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18 Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto.
19 Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20 sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados.
EVANGELIO. La curación del paralitico de Capernaúm (Mateo 9, 1-8)
1. Y tras entrar en un barco, cruzó a la otra orilla del lago y llegó a su ciudad, Capernaum.
2. Entonces le trajeron a un paralítico que le habían puesto sobre una camilla. Y debido a que Jesus vio la fe que tenía el paralítico y también los que le traían, dijo al paralítico, quien temía y estaba preocupado por si sus pecados impedían su curación. – Ten coraje, hijo mío, todos tus pecados te han sido perdonados.
3. Pero entonces algunos de los escribas dijeron dentro de ellos: éste blasfema, porque se atribuye a sí mismo un derecho que sólo Dios posee.
4. Jesús en el mismo momento vio en el fondo de sus corazones sus pensamientos y dijo: ¿Por qué tenéis malos pensamientos y con mala disposición en vuestros corazones?
5. Y verdaderamente vuestros pensamientos son con mala disposición y malintencionados, porque ¿Qué es más fácil, que diga alguien “tus pecados son perdonados”, o que diga “ponte en pie y camina”? Vosotros consideráis más difícil esto último.
6. Para que aprendáis entonces ahora que el hijo del hombre, el Mesías, el representante de la humanidad y su glorioso Juez durante su segunda venida, tiene autoridad para perdonar los pecados de los hombres, entonces dice al paralítico: ponte en pie y coge sobre tus hombros tu camilla y ve a tu casa.
7. Y así fue que se levantó y fue a su casa.
8. Entonces cuando la gente vio lo que pasó, admirados glorificaron a Dios, que dio a Cristo tal autoridad sobre los hombres, es decir de poder perdonar los pecados, y al mismo tiempo de curar con un logos enfermedades corporales incurables.
HOMILIA. ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”
EXPULSADO DE LAS TIERRA DE LOS GADARENOS, NUESTRO JESUS CRISTO REGRESA CON EL BARCO A SU CIUDAD, CAPERNAÚM.
Al poco tiempo traen frente a Él a un paralitico postrado sobre una camilla. Cuatro le llevaban, y cuando lee alguien los detalles registrados por los otros evangelistas, es decir que le subieron hasta el tejado de la casa, quitaron las tejas del techo de la habitación donde se encontraba el Señor, y bajaron con cuerdas la camilla frente a Él, entiende uno la fe que tenían todos ellos, y el mismo paralítico.
Percibió el Señor esta fe suya y se dirige directamente al paralítico:
- Ten coraje, hijo mío, le dice. Tus pecados te son perdonados…
- ¡Blasfemia!
Enérgica protesta de los escribas que estaban allí. No lo vocearon ante los demás, sino dentro de ellos, en su mente, en su corazón. Porque –pensaron- ¿Cómo se atreve este a atribuirse cualidades que solo Dios tiene? (Debido a su presunción, no le consideraban como Dios).
Enseguida Cristo, como Dios que era, conoce estos pensamientos interiores suyos. Y les pregunta:
-¿Por qué pensáis dentro de vosotros cosas perversas? ¿Qué es más fácil; que diga al enfermo “tus pecados te son perdonados”, o que le diga “ponte en pie y camina”? (Vosotros consideráis más fácil lo primero, porque pensáis que lo digo arbitrariamente y sin ningún fundamento, aun sin ser realizado, mientras que lo segundo consideráis difícil que lo haga, porque es algo tangible, milagro visible, que demostrara ante los ojos de todos si soy Dios o no). Entonces para que veáis que tengo la autoridad para perdonar los pecados, porque soy Dios, voy a hacer ahora lo inesperado por vosotros.
Y dice entonces al paralítico:
- Levántate, carga tu camilla sobre tu hombro, y vete a tu casa.
Y en ese mismo momento se levantó, cargó su camilla y se fue a su casa. Todos se quedaron absortos. Y glorificaron a Dios por este milagro que vieron con sus ojos. Todos, claro, menos los escribas.
“¡Coraje, hijo! ”
Tenía fe el paralítico en que Cristo podía curarle. Sin embargo, algo como si le remordiese la conciencia; una cierta reserva le mantenía. Y le hacía desalentarse, desanimarse. ¿Tal vez, -pensaba- Cristo no me ponga bien, no porque no tenga el poder de hacerlo, sino porque soy pecador? He pecado mucho en mi vida.
¿Cómo voy a ser ahora curado? ¿Soy digno? ¿Puedo mirar a Cristo a la cara? ¿Tal vez, nada más verme, me rechaza? Estos pensamientos le remordían la conciencia.
Por eso Jesús Cristo le dijo estas palabras. Dos palabras. Suficientes sin embargo para derramar un bálsamo de paz sobre su agitada alma.
Dos palabras…!ciertamente potentes! No por otro motivo sino porque las dice Cristo: “Ten coraje, hijo mío”. No temas. ¡Todo irá bien!
Y tú, amigo mío, tal vez tengas algo en estos días, en estos momentos, algo que te haga temer, perder tu coraje, desesperarte. Muchas cosas pueden ser estas. Vivimos, como ves, días difíciles desde donde se mire.
Sea como sea, no te pierdas. Tanto como te dirijas a Cristo, con fe y pasión, ten coraje. Algo muy importante, grande, hermoso, prepara para ti Cristo. Ahora todavía no lo ves. Lo veras sin embargo. Y tu corazón sentirá sosiego
y descanso, felicidad , gozo. Solo aumenta tu agapi, tu dedicación a Él. Afiánzate en Él. Sigue el camino que te indica. Y no temas.
“ ¡Coraje, hijo!”
* Del libro ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”. Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed. Sotir