domingo, 3 de agosto de 2025

Domingo VIII de Mateo.

"La multiplicación de los cinco panes" (Mt. 14, 14-22).

3 de Agosto de 2025. Tono grave. 

 


EVANGELIO (8) DE MAITINES.
 

Lectura del santo Evangelio según san Juan (20, 11- 18)

 
En aquel tiempo, estaba María junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclinó hacia el sepulcro, y ve dos ángeles de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y otro a los pies. Dícenle ellos: Mujer, ¿por qué lloras? Ella les respondió: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.

Dicho esto, se volvió y vio a Jesús, de pie, pero no sabía que era Jesús. Le dice

Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has

puesto, y yo me lo llevaré. Jesús le dice: María. Ella se vuelve y le dice en hebreo: Rabbuní - que quiere decir: Maestro -. Dícele Jesús: No me toques, que todavía no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vuestro Dios. Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que había dicho estas palabras.






 
 
APOSTOLES. (I Cor. 1, 10-17)


I. REFORMAS DE LOS ABUSOS (1, 10 - 6, 20)


PERSONALISMOS. 10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya escisiones entre vosotros, sino que viváis perfectamente unidos en un mismo pensar y en un mismo sentir. 11 Porque me he enterado respecto de vosotros, hermanos míos, por los de Cloe, que entre vosotros hay banderías. 12 Hablo así porque cada uno de vosotros dice: “Yo soy de Pablo”, “yo de Apolo”, “yo de Cefas”, “yo de Cristo”. 13 ¿Acaso Cristo está dividido? ¿Fue Pablo crucificado por vosotros, o fuisteis bautizados en el nombre de Pablo? 14 Gracias doy a Dios de que a ninguno de vosotros he bautizado fuera de Crispo y Cayo; 15 para que nadie diga que fuisteis bautizados en mi nombre. 16 Bauticé también, verdad es, a la familia de Estéfanas; por lo demás, no me acuerdo de haber bautizado a otro alguno.



LA LOCURA DEL EVANGELIO. 17 Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el Evangelio, y eso no mediante sabiduría de palabras, para que no se inutilice la Cruz de Cristo.













EVANGELIO.


Lectura del santo Evangelio según san Mateo. (14, 14-22)


PRIMERA MULTIPLICACIÓN DE LOS PANES.


14 Y cuando desembarcó, vio un gran gentío; y teniendo compasión de ellos, les sanó a los enfermos. 15 Como venía la tarde, sus discípulos se llegaron a Él diciendo: “Este lugar es desierto, y la hora ya ha pasado. Despide, pues, a la gente, para que vaya a las aldeas a comprarse comida”. 16 Mas Jesús les dijo: “No necesitan irse; dadles vosotros de comer”. 17 Ellos le dijeron: “No tenemos aquí más que cinco panes y dos peces”. 18 Díjoles: “Traédmelos acá”. 19 Y habiendo mandado que las gentes se acomodasen sobre la hierba, tomó los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo los bendijo y, habiendo partido los panes, los dio a los discípulos y los discípulos a las gentes. 20 Y comieron todos y se saciaron y alzaron lo sobrante de los trozos, doce canastos llenos. 21 Y eran los que comieron cinco mil varones, sin contar mujeres y niños. 22 En seguida obligó a sus discípulos a reembarcarse, precediéndole, a la ribera opuesta, mientras Él despedía a la muchedumbre.













HOMILIA I. ”Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos”


“¿CUANTO ES 5 DIVIDIDO ENTRE 5000?”



Pues exactamente, 0,001. Es decir, si tenemos 5 panes para que coman 5.000 hombres, tenemos que partir cada pan en 5000 partes, y que cada uno coja una.

Junto a Cristo muchos más de 5000 se saciaron con cinco panes y dos pescados. Porque no eran solo 5.000 hombres. Añade también las mujeres y los niños… Y no solo se saciaron, sino que sobraron doce cestas llenas de panes y de peces.

¡Cuando bendice el Cristo…!











Se encontraban, escribe el Evangelista, en una zona desierta el Señor y Sus discípulos, arriba de la montaña. Se habían apartado allí para descansar y tranquilizarse. Pero se enteró la gente y se dirigieron allí miles de personas, llevando a sus enfermos y a sus incapacitados, al encuentro del Señor para pedir Su misericordia.

Y el bondadoso Señor, el filántropo Dios, no se cansó durante todo el día de ensenarles y de curar a los enfermos. Había llegado ya la tarde, cuando se le acercaron Sus discípulos y le dijeron que toda esa gente debía marcharse, porque se acercaba ya la noche y además no habían comido en todo el día.











- Dadles vosotros de comer, les respondió el Cristo.

- ¿Y dónde vamos a encontrar comida para tanta gente? Respondieron ellos. No tenemos más que cinco panes y dos peces.

- Traedlos aquí.

Lo cogió Cristo, levanto Su mirada al cielo, los bendijo, y comenzó a partir grandes piezas de los panes y de los peces y a dársela a los discípulos, y estos a la gente. Daban, daban sin parar. Toda esta gente comió de cinco panes y dos peces, tanto como quiso cada uno. Hasta que todos quedaron saciados. Y recogiendo los restos que sobraron, ¡llenaron doce cestas!...




* * *




“Y todos comieron y se saciaron”


¿Cuánto es 5 dividido entre 5000?

Cuando lo divide Cristo, puede dar lo que quiera, lo que haga falta, incluso más; incluso que te sobre. Cuando bendice Cristo, te da tanto, que dices: “vale ya, Cristo mío, me has llenado, me has saciado; me has convertido en un noble”. Y es tal la cantidad, a pesar de nuestra ansiedad desagradecida y de nuestra arrogante insaciabilidad que nos lleva a menospreciar estos dones, que sientes que no te va a faltar nada. Te hace estar completamente cubierto y agradecer con tu corazón a tu Benefactor.










Amigo mío,

La vida te lo puede traer así, que veas frente a ti el espectro de la pobreza, de las privaciones. No te preocupes. Dirige tu vida hacia Dios. Haz tu oración, di, con sencillez y sentimiento “danos hoy el pan nuestro de cada día, propón al resto de tu familia hacer todos juntos la oración con creencia y calidez de corazón. Este levantamiento de la mirada al cielo es como la que hicieron los discípulos al dar la poca comida que había al Señor y esperar de Él…

Y a Él le veras bendecir los bienes materiales en tu familia, y que estos lleguen para todos; incluso para los compañeros...


¡Y que sobre!




Del libro "Háblame, Cristo. Mensajes para jóvenes de los Evangelios de los Domingos" Archim. Apóstolos J. Tsoláki. Ed. Sotir

 





HOMILIA II.
Segunda Homilía para el Octavo Domingo de Mateo (VIII  Domingo de Pentecostés) 

Por San Juan de Kronstadt

 

Al anochecer, los discípulos se acercaron a Él y le dijeron: «Este lugar es desierto y ya es tarde; despide a la multitud para que vaya a los pueblos y compre comida». Jesús respondió: «No tienen por qué irse; dadles vosotros de comer» (Mateo 14:15-16).

En una ocasión, el Señor navegó sólo hacia un lugar desierto para orar; la gente, al enterarse, lo siguió a pie desde las ciudades. Cuando Jesús bajó de la barca, vio una gran multitud, tuvo compasión de ellos y sanó a sus enfermos. Al anochecer, sus discípulos se acercaron a Él y le dijeron: «Este lugar es desierto y ya es tarde; despide a la multitud para que vaya a los pueblos y compre comida». ¿Qué? ¿Qué dicen, apóstoles de Cristo? ¿Que el pueblo abandone a su Señor por la comida y la bebida, privándose de la conversación más dulce con Él, más deliciosa que la miel? ¿No es Él quien dijo: «No se preocupen por su vida, qué comerán ni qué beberán? ¿Acaso la vida no es más que el alimento?» (Mateo 6:25); «Mas busquen primeramente el Reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33). ¡Oh, no! El pueblo no abandonará al Señor: ¿qué les importa la comida y la bebida? La comida y la bebida siempre están con ellos; sin embargo, el Señor encarnado no siempre está presente, y Él mismo es su comida y bebida.

 

 




 

Observen con qué entusiasmo escuchan cada palabra suya, cómo fijan la mirada en su divino rostro: ¡oh, para ellos es un verdadero deleite ver y escuchar al Señor mismo! Y se han olvidado de la comida y la bebida. En verdad, Él les preparará un banquete maravilloso. Este Evangelio nos enseña que escuchar la palabra de Dios y cuidar la iluminación, la santificación y el fortalecimiento del alma inmortal es de suma importancia para una persona, mientras que la comida y la bebida son secundarias y se proporcionarán a quienes buscan el Reino de Dios y su justicia: «Porque el obrero es digno de su alimento» (Mateo 10:10). 

Así, en el desierto, el Señor alimentó a todos con un banquete maravillosamente preparado como recompensa por su labor de escuchar su palabra. Además, el Evangelio nos instruye a compartir hasta nuestro último bien con los necesitados, y a evitar la avaricia y la tacañería, afirmando que una persona necesita muy poco para saciar su hambre y sed: solo el pan de cada día y quizás algo más sustancioso; que los diversos manjares y bebidas no constituyen nuestro sustento esencial y solo pueden consumirse ocasionalmente; de lo contrario, debilitarán nuestro cuerpo y alma.

Nuestra alma, queridos hermanos y hermanas, es inconmensurablemente más preciosa y noble que el cuerpo: es la imagen de Dios, es decir, en términos más sencillos, es como un retrato de Dios, y es inmortal; dotada de razón y libre albedrío, capaz de ser santificada por la gracia de Dios, ascendiendo cada vez más en los peldaños de la virtud, haciéndose cada vez más semejante a Dios, siendo deificada y alcanzando la mayor bienaventuranza en Dios. 

 

 

 


 

 

El cuerpo, en cambio, es polvo y descomposición, destinado a morir y volver al polvo del que fue tomado; en la resurrección de los muertos, resurgirá como un cuerpo espiritual. Mientras tanto, nuestra alma se encuentra en un estado de la más lamentable caída, en un estado de oscuridad, separación de Dios y esclavitud al diablo, al pecado y a las pasiones. 

Perece en los pecados y puede perecer para siempre, sufriendo en el fuego inextinguible. ¿Qué, entonces, debería preocuparnos más en este peregrinar temporal por la tierra? En la iluminación del alma, en su salvación, en acercarnos a Dios, de quien nos hemos distanciado por el pecado, en la verdad que hemos violado, de la que nos hemos alejado, en la santidad en toda la vida y en el rechazo de una existencia engañosa. En esto debemos centrarnos; y luego, si es necesario, en la comida, la bebida y la ropa; pero preocupémonos con moderación e imparcialidad, como si fueran asuntos secundarios y temporales.

Hermanos y hermanas, no distorsionemos el orden de Dios; cuidemos más de la iluminación, el alimento, el consuelo y la salvación de nuestras almas, y solo entonces de los supuestos bienes terrenales: comida, ropa, techo. Amén.



 Fuente: https://azbyka.ru (traducido al inglés por johnsannidopoulos.com y al español por el equipo de La Ortodoxia es la Verdad)

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