Los santos mártires Teodoto y Rufina fueron los padres de Santa Mamés. Provenían de familias patricias y todos los honraban por su piedad cristiana.
Alejandro, el magistrado de la ciudad de Gangra, los convocó porque se negaron a obedecer el decreto imperial que requería que todos los ciudadanos adoraran a los dioses paganos. Los que desobedecieran serían torturados y condenados a muerte.
Como Teodoto se negó a cumplir con esta orden, Alejandro lo envió al gobernador Fausto en Cesarea de Capadocia. Alejandro no podía torturar ni matar a Teodoto debido a su noble rango. Fausto, sin embargo, no tenía tales escrúpulos. Arrojó a Theodotos a prisión tan pronto como llegó.
Aunque estaba embarazada en ese momento, Rufina siguió a su esposo. Se quedó en la prisión con Teodoto, donde ambos sufrieron por Cristo.
Temiendo no poder soportar las crueles torturas, Teodoto le pidió a Dios que se llevara su alma. El Señor escuchó su oración y le envió un bendito reposo, asentando su alma en las moradas celestiales.
Santa Rufina soportó privaciones y sufrimientos en prisión, y experimentó un gran dolor por la muerte de su esposo. Por estas cosas, ella dio a luz a su hijo antes de tiempo. Ella oró para que Dios le permitiera seguir a su esposo en la muerte y que Él también protegiera a su hijo. Su oración también fue concedida y entregó su alma virtuosa en las manos de Dios.
San Mamés fue criado por una mujer piadosa llamada Ammia, o Matrona, quien se convirtió en una segunda madre para él y lo llamó "Mamas".
Fuentes consultadas: johnsanidopoulos.com