Hace muchos siglos, el pueblo de Kola estaba ubicado en el nacimiento del río Mtkvari. Allí, cristianos y paganos vivían juntos como vecinos.
Los niños cristianos y paganos jugaban juntos, pero cuando los niños cristianos escuchaban el sonido de las campanas de la iglesia, reconocían el llamado a la oración y abandonaban sus juegos. Nueve niños paganos —Guram, Adarnerse, Baqar, Vache, Bardzim, Dachi, Juansher, Ramaz y Parsman— seguirían a los niños cristianos a la iglesia.
Pero los cristianos siempre los detenían cerca de las puertas de la iglesia y los reprendían, diciendo: “Ustedes son hijos de paganos. No puedes entrar en la santa casa de Dios”. Regresarían arrepentidos y abatidos.
Un día, los nueve niños paganos intentaron entrar a la fuerza en la iglesia, pero fueron expulsados y reprendidos. “Si quieren entrar a la iglesia, deben creer en nuestro Señor Jesucristo y ser bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”, les dijeron. “Deben recibir la Sagrada Comunión y unirse a la comunidad de creyentes cristianos”.
Con gran alegría los jóvenes prometieron a los cristianos que recibirían el Santo Bautismo. Cuando los cristianos de Kola relataron a su sacerdote la buena noticia del deseo de los muchachos paganos, éste recordó las palabras del Evangelio: "El que ama a padre o a madre más que a mí, no es digno de mí; y el que ama a hijo o a hija más que yo, no es digno de mí. Y el que no toma su cruz, y sigue en pos de mí, no es digno de mí” (Mateo 10:37–38).
No tenía miedo de la ira que seguiría de la comunidad pagana, sino que tomó a los niños en una fría noche de invierno y los bautizó en el río helado. Ocurrió un milagro mientras se celebraba el Santo Misterio: el agua se calentó y se aparecieron a los jóvenes huestes angélicas. Muy animados en su fe, los niños decidieron permanecer en la comunidad cristiana en lugar de regresar con sus padres.
Hoy Kola se conoce como Göle y es un distrito en la provincia de Ardahan en Turquía |
Cuando sus padres se enteraron de que habían sido bautizados en la fe cristiana, arrastraron a sus hijos fuera de la iglesia, maltratándolos y golpeándolos hasta la sumisión todo el camino a casa. Los heroicos niños soportaron los abusos y, aunque pasaron hambre y sed durante siete días, repetían una y otra vez: “¡Somos cristianos y no comeremos ni beberemos nada preparado para los ídolos!”.
Ni la adulación suave, ni la ropa costosa, ni las promesas de cosas buenas por venir podrían tentar a los jóvenes temerosos de Dios. Más bien afirmaron: “¡Somos cristianos y no queremos nada de ustedes sino que nos dejen en paz y nos permitan unirnos a la comunidad cristiana!”.
Los padres enfurecidos fueron e informaron al príncipe de todo lo que había sucedido. Pero el príncipe no fue de ayuda, simplemente les dijo: "Son sus hijos, hagan con ellos lo que quieran".
Los paganos obstinados pidieron permiso al príncipe para apedrear a los niños. Entonces se cavó un pozo grande donde los jóvenes habían sido bautizados, y fueron éstos arrojados dentro.
“¡Somos cristianos y moriremos por Aquel en quien hemos sido bautizados!” proclamaron los Santos Mártires, los Nueve Hijos de Kola, antes de ofrecer sus almas a Dios.
Sus padres impíos tomaron piedras, y luego otros se unieron, hasta que se llenó todo el pozo. Golpearon al sacerdote hasta matarlo, lo robaron y se repartieron el botín entre ellos.
La contienda mártir de los Nueve Hijos Justos de Kola ocurrió en el siglo VI, en la región histórica de Tao en el sur de Georgia.
Los nueve niños mártires de Georgia
Del libro "Jóvenes heroicos y mártires". Santo Monasterio de Panayía Barnákoba. Ed. 2011.
Estos nueve niños, con una edad de 7 a 9 años, vivían en el s.VI en Georgia (al suroeste de Rusia). Georgia recibió el cristianismo del apóstol Andrés, así como de la isapóstol Nina, a principios del s.IV. Sin embargo la luz del cristianismo no hubo llegado a todas partes. Había regiones que estaban sumergidas, nas más y otras menos, en la idolatría.
Así, en la tranquila llanura de Kola, en un pueblo allí donde emanan las cristalinas aguas del rio Kurá, los cristianos eran pocos. La mayoría eran idólatras. Entre ellos, nueve niños, que aunque eran hijos de idólatras, hacían compañía con niños cristianos. Jugaban y corrían junto con ellos y estaban unidos por una inocente amistad infantil.
Cuando iban los niños cristianos a su Iglesia, les seguían también estos otros niños y sus almas se endulzaban ante las salmodías que escuchaban desde fuera y ante la calidez distribuída por la gracia de Cristo. Muchas veces miraban en oculto dentro de la pequeña Iglesia, veían los iconos y al Cristo Crucificado y sentían un fuerte amor por Él, tras haber aprendido de sus amigos cristianos que es el verdadero Dios que se sacrificó por los hombres.
Llegaron al punto de llorar porque, como no bautizados que eran, no les permitían entrar en la iglesia. Finalmente decidieron acercarse al amable Sacerdote cristiano y le declararon, con una seriedad inusual par su edad, que querían hacerse cristianos.
El Sacerdote viendo su deseo y su sincera disposición, decidió catequizarles. Estos benditos niños como cervatillos sedientos absorbían lo que escuchaban sobre Cristo, Su vida y Su enseñanza.
Fueron salvados sus nombres inciales, los cuales eran los siguientes: Guram, Adarnerse, Baqar, Vache, Bardzim, Dachi, Juansher, Ramaz y Parsman.
Finalmente, un bendito día, siguieron con libertad y concienciados al Sacerdote a las fuentes del río Kurá junto con los cristianos de la región y sus amigos cristianos, quienes serían sus padrinos, y fueron bautizados "en el nombre del Padre y del Hijo del y del Espíritu Santo".
Su synaxario (santoral) nos narra dos eventos milgrosos que tuvieron llugar en aquel momento: las muy frías aguas del río se volvieron calientes y ángeles del cielo vinieron y vistieron a los niños con radiantes túnicas blancas. Entonces las puras almas de los niños vivieron el gozo del cielo y vieron la voz de Cristo. Su regicijo era indescriptible.
Sin embargo en poco tiempo comenzó su batalla, la cual les llevaría a su gloria eterna. Sus padres idólatras se llenaron de ira cuando se enteraron de lo sucedido.
Los sacaron violentamente de las casas de sus amigos cristianos es golpearon y les obligaron a comer de lo sacrificado a los ídolos. Los niños se negaron rotundamente a comer. Permanecieron por su amor a cristo en ayunas siete días.
En vano sus padres les daban juegos, regalos, ropa. Ellos decían: "Ahora somos hijos de Cristo, ¡no queremos vuestros falsos dioses!". Entonces los padres encolerizados, con el consentimiento e instigación del gobernador idólatra, llevaron junto con otros a los niños al lugar donde fueron bautizados, excavaron un profundo hoyo y golpeándoles, les arrojaron dentro, lanzándoles después piedras y palos. Y estos heroicos angelitos terrenales, vocearon: "¡Nosotros somo de Cristo, por Él morimos, para vivir para siempre con Él!"
Medio muertos, los taparon con tierra, y tras haberla aplastado bien, se fueron. Pensaban que había terminado todo. Pero para estos inocentes infantes, para los Niños Mártires de Cristo, ya había empezado la interminable fiesta en el cielo. Su gloria eterna.
Sintámonos orgullosos de ellos también nosotros, tomemos ejemplo de su heroísmo y de su fe. Pero reflexionemos también, si estamos nosotros listos para confesar a Cristo. Puede que nos sea pedida.... Puede...
Santos Nueve Niños Mártires, rogad por nosotros. Amén
Fuentes consultadas: saint.gr, oca.org, johnsanidopoulos.com, libro "Jóvenes heroicos y mártires". Santo Monasterio de Panayía Barnákoba. Ed. 2011.