martes, 23 de enero de 2024

San Salamanes el Hesicasta

Versos:
"Arrastrándose por el suelo y hundido en la vida, tus actos y palabras fueron altivos Salamanes".

San Salamanes procedía de un pueblo que se construyó en la orilla occidental del río Éufrates y se llamaba Kapersana. Amante de la vida del desierto, siguió el camino del estado solitario y instaló su celda cerca del río Éufrates.

El obispo de la ciudad, informado de la virtud del santo, fue personalmente a su encuentro para persuadirlo de que aceptara el sacerdocio, pero él rehusó y se contentó con el silencio, la oración y el estudio del logos divino. Así fue agradable a Dios y condujo las almas de los hombres a Cristo.

En el Sinaxario se relata que una vez fueron allí personas del pueblo de su origen, que lo querían cerca de ellos y sin que él opusiera resistencia ni consintiera, lo tomaron y lo llevaron a su pueblo, donde le construyeron una celda. Y en esta celda el santo vivió en paz y oración. Pero después de unos días, gente del pueblo de enfrente llegó allí por la noche, quienes tomaron al santo y lo transportaron a su propio pueblo. 

 







 
Ni se opuso, ni hizo ningún esfuerzo para que no se lo llevaran, ni tampoco consintió en este acto. 
Así, San Salamanis se hizo completamente muerto en la vida presente y sólo luchó por cumplir la voluntad de Dios, que tanto amó al hombre y se entregó por su salvación.

Así vivió San Salamanes con amor a Dios y finalmente durmió en paz.


 San Salamanes el Hesicasta. De la Historia de los monjes de Siria.

Por Teodoreto, obispo de Ciro en Siria

Como creo que agraviaría a la virtud si no hiciera conocer también a la posteridad la vida del maravilloso Salamanes*, sino que la dejara sepultar en el olvido, haré, en suma, la narración. Al oeste del río Éufrates, recostado en la misma orilla, hay un pueblo llamado Capersana. Originario de este pueblo, abrazó la vida tranquila. Encontrando una pequeña choza en el pueblo de la orilla opuesta, se encerró sin dejar puerta ni ventana. Una vez al año cavaba un hoyo a ras de suelo y recibía su comida para todo el año, sin hablar nunca con nadie; y continuó de esta manera no por un corto tiempo sino por el mayor tiempo posible.

El obispo de la ciudad a que pertenecía el pueblo, conociendo la virtud del hombre, vino con intención de darle el don del sacerdocio; entrando cavando en una parte de la choza, puso su mano sobre su cabeza y realizó la oración, y le habló largamente, explicándole la gracia resultante. Sin oír palabra alguna se marchó, después de haber mandado tapiar de nuevo el agujero.

 






En otra ocasión los habitantes de su aldea de origen, cruzando de noche el puente del río y excavando en su celda, lo agarraron y se lo llevaron, sin oponer resistencia ni ordenarlo, hasta su propia aldea, donde al amanecer construyeron una choza similar. , donde lo recluyeron de inmediato. Se mantuvo en silencio como antes, sin decir nada a nadie. Pero después de algunos días, los habitantes del pueblo del otro lado, también viniendo de noche y cavando en la celda, lo llevaron de regreso a ellos, mientras que él no protestó, ni luchó por quedarse ni regresó con entusiasmo. Así se había vuelto totalmente muerto para esta vida, y podía pronunciar con verdad el dicho apostólico: "He sido crucificado con Cristo; ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí» (Gál 2, 20-21). Así era este hombre; porque estos detalles son suficientes para mostrar el propósito total de su vida. Yo mismo, después de cosechar de allí una bendición, procederé a dar cuenta de los demás.


NOTA:

* Salamanes era un recluso en un pueblo en la orilla este del Éufrates; se encontraba frente a Capersana, un pueblo al norte de Zeuma. Se desconocen sus fechas.



Fuentes consultadas: saint.gr, johnsanidopoulos.com