San Audacto era de Éfeso y fue honrado por el emperdor Maximino (308-313) con el oficio de duque y eparca, porque excedía a todos los demás en riqueza y sensibilidad. Debido a que Maximino pidió que su hija Calístena se convirtiera en su esposa en matrimonio, Audacto no quiso dársela, ya que era hostil a la fe cristiana. Por ello se apoderaron de sus pertenencias y lo desterraron a Melitene, donde fue decapitado.
A su vez, su hija Calístena se cortó el pelo, se vistió con ropas de hombre y fue a esconderse en Nicomedia. Después de ocho años fue a Tracia. Allí vivió junto con una familia, que tenía una hija con los ojos enfermos. Calístena la sanó y los padres pidieron que se casase con su hija sanada. Entonces Calístena reveló la verdad sobre ella y después de alabar a Dios todos juntos, se fue.
Santa Kalisthene de Efeso manteniendo un icono de San Audacto |
Cuando Maximino murió, su sucesor fue Licinio (308-324) en el año 312. Calístena conoció a la esposa de Licinio, cuyo nombre era Constanza, quien era cristiana y hermana de Constantino el Grande.
Con esto, no solo recuperó todos los bienes de su padre, que Maximino le había quitado, como dijimos, sino que también pudo traer la reliquia de su renombrado padre de Melitene a Éfeso.
Y
mandó construir una iglesia en su nombre, en la que se atesoraba su
santa reliquia. Después de vivir el resto de su vida difundiendo la fe
apostólica, la santa partió hacia el Señor.
Fuentes consultadas: saint.gr, johnsanidopolos.com