domingo, 14 de julio de 2024

Venerable Hellius de Egipto (s.IV)

San Hellius vivió y murió en el siglo IV. Fue enviado a un monasterio cuando aún era un niño. Allí fue criado en piedad, templanza y castidad.


Cuando creció, se fue al desierto de Egipto, donde a través de sus luchas ascéticas alcanzó una gran habilidad en la vida espiritual. Estaba dotado del don de la clarividencia y conocía todos los pensamientos y la disposición de los monjes que conversaban con él.

Su gran fe, sencillez de alma y profunda humildad permitieron a San Hellius dominar a los animales salvajes. Una vez, el santo se cansó mientras llevaba una pesada carga al monasterio. Oró y llamó a un burro salvaje para que llevara su carga. El burro llevó dócilmente la carga al lugar y fue liberado para regresar al desierto. En otra ocasión, cuando San Hellius necesitaba cruzar un río y no había bote, hizo que se acercase un cocodrilo del agua y cruzó a la orilla opuesta mientras estaba de pie sobre su lomo.

 

 






Uno de los jóvenes novicios del monasterio, a quien visitó San Hellius, le pidió que lo llevara al desierto lejano. San Hellius le advirtió sobre la gran obra, hazañas y tentaciones que inevitablemente acosan a todos los ermitaños, pero como el novicio siguió preguntando con fervor, lo llevó consigo. La primera noche, el novicio, asustado por visiones terribles, corrió hacia San Hellius. El monje lo consoló, lo calmó y le ordenó que regresara. Al trazar la Señal de la Cruz sobre la cueva, el monje le dijo al joven ermitaño que no temiera, porque estas apariciones ya no le molestarían más. Confiado en la palabra del santo, el novicio decidió permanecer en soledad y luego alcanzó tal perfección que, como su maestro Hellius, recibía la comida de un ángel.

San Hellius entró pacíficamente en las mansiones celestiales después de alcanzar una edad avanzada.


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Con un torrente de lágrimas hiciste fecundo el desierto,  y tu anhelo de Dios produjo frutos en abundancia. ¡Con el resplandor de los milagros iluminaste todo el universo! ¡Oh nuestro santo padre Hellius, ruega a Cristo nuestro Dios que salve nuestras almas!

 


Fuentes consultadas: oca.org


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