lunes, 29 de julio de 2024

Santa Serafina la Virgen Mártir de Antioquía (s.II)

La Santa Virgen Mártir Serafina, oriunda de Antioquía, vivió en Roma durante el reinado del emperador Adriano (117-138) con la ilustre romana Sabina, a quien la santa convirtió al cristianismo.

Durante la persecución contra los cristianos iniciada por orden del emperador, el gobernador Berillus ordenó llevar a juicio a santa Serafina. Deseosa de la corona del martirio del Señor, a la primera convocatoria, acudió sin miedo al verdugo. La devota Sabina la acompañó. Al ver a la ilustre dama, Berillus primero liberó a la doncella, pero después de varios días convocó nuevamente a Santa Serafina y comenzó el juicio.

 

 




El gobernador le pidió a la santa que honrara a los dioses paganos y les ofreciera sacrificios, pero ella confesó con valentía su fe en el único Dios verdadero: Jesús Cristo. Entonces Berillus la entregó a dos jóvenes desvergonzados para que la profanaran. La santa mártir suplicó al Señor que la defendiera. De repente comenzó un terremoto y los dos jóvenes cayeron tullidos al suelo. Al día siguiente, el gobernador se enteró de que su plan había fracasado. 

 

 




Pensando que la santa era una experta en hechicería, Berillus le suplicó que devolviera la salud a los jóvenes y el don del habla, para que ellos mismos pudieran informar sobre el milagro. El Santo, orando al Señor, ordenó a los jóvenes que se pusieran de pie, y de inmediato se levantaron y le dijeron al juez que un ángel del Señor había escudado a la santa y les había prohibido acercarse a ella. El feroz gobernador no creyó a sus sirvientes y continuó instando a Santa Serafina a ofrecer sacrificios a los ídolos. 

 




Pero la santa mártir se mantuvo inflexible incluso entonces, cuando la quemaron con antorchas encendidas y la golpearon sin piedad con bastones. Severo castigo se apoderó del despiadado gobernador: astillas de los palos, con los que golpearon al santo, lo alcanzaron en los ojos, y después de tres días el verdugo se quedó ciego. Impotente ante la inflexible cristiana, el juez ordenó que la decapitaran. Sabina enterró con reverencia el cuerpo de su santo maestro.



Fuentes consultadas: johnsanidopoulos.com, Prólogos de Ochrid, angustamportam.com, oocities.org

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