Versos:
"Fuiste un regalo de Dios, tres veces bendecido Teodoro, como alguien que es genial, le diste mucho a Edesa".
Fue un estudiante terrible –un niño inquieto que solía soñar despierto y que parecía incapaz de concentrarse en ninguna cosa. También era completamente travieso. Por ejemplo, una mañana, mientras el Arzobispo local dirigía los servicios en la Mesa Santa se escondió bajo la cubierta de la mesa... y cayó dormido profundamente.
En ese momento solo contaba con siete años de edad (alrededor del Año 790 de Nuestro Señor, según lo refieren la mayoría de los historiadores de la Iglesia). Pero su vida estaba a punto de cambiar a causa de un sueño fascinante y misterioso.
Aparentemente, la motivación de joven había sido enormemente afectada por la aparición del portador de miel, y él ahora declaraba que quería ser un santo monje y vivir en Tierra Santa. Este no era un capricho ocioso.
"Fuiste un regalo de Dios, tres veces bendecido Teodoro, como alguien que es genial, le diste mucho a Edesa".
Fue un estudiante terrible –un niño inquieto que solía soñar despierto y que parecía incapaz de concentrarse en ninguna cosa. También era completamente travieso. Por ejemplo, una mañana, mientras el Arzobispo local dirigía los servicios en la Mesa Santa se escondió bajo la cubierta de la mesa... y cayó dormido profundamente.
En ese momento solo contaba con siete años de edad (alrededor del Año 790 de Nuestro Señor, según lo refieren la mayoría de los historiadores de la Iglesia). Pero su vida estaba a punto de cambiar a causa de un sueño fascinante y misterioso.
Mientras el niño travieso yacía dormido bajo la Mesa
Santa, en esa mañana lejana, vio a un niño bellísimo caminar hacia él. Habían
luces que danzaban y reverberaban sobre la cabeza del pequeño recién llegado –y
cuando el joven Teodoro (el nombre significa “Regalo de Dios”) miró más atentamente vio
que el amigo visitante–en–sus–sueños estaba sosteniendo un regalo.
Era un recipiente lleno de miel fresca... un delicioso
regalo que tenía el significado obvio de fortalecer y refrescar al joven que se
había quedado dormido bajo la mesa. Teodoro aceptó rápidamente esa bendición y
se quedó completamente sorprendido cuando el niño sonriente, repentinamente, le
habló en voz alta.
Algunas de las voces fueron le difíciles de entender al
principio, pero el joven durmiente muy pronto comenzó a entenderlas: El niño
que le había traído la miel le estaba pidiendo a Teodoro que se hiciese monje. Asombrado por ese pedido, el travieso se sorprendió aún más al
descubrir que el visitante estaba portando un cayado de madera.
Al tomar ese
sagrado implemento del niño, brillantemente iluminado, Teodoro se dio cuenta
que ese tipo de cosas servían usualmente para identificar a los obispos de la
Santa Iglesia. Perplejo sacudió su cabeza. El sonriente niño quería que él se
hiciera monje; ¿estaba también destinado a ser, más tarde en su vida, obispo?
Y lo fue. Para el gran monje y obispo San Teodoro, ese
notable incidente debajo de la mesa sería el primer capítulo de una vida
asombrosamente austera y ascética completamente dedicada a la gloria de Dios Todopoderoso.
Nacido en la ciudad de Edesa en Mesopotamia (hoy en día
parte de la moderna Turquía), el bienaventurado San Teodoro fue el hijo largamente
esperado de dos piadosos Cristianos, Simeón y su profundamente piadosa esposa
María.
Por muchos años estos dos residentes de la antigua ciudad habían deseado
tener un hijo. Entonces ocurrió el milagro. Luego de una emocionante, visión
compartida en la cual el gran maestro San Pablo les anunció que ellos
ciertamente tendrían un hijo varón (su esperado “Regalo de Dios”, Teodoro), la fiel pareja se llenó de gozo por la llegada del
infante alrededor del año 785 de Nuestro Señor.
Con una gratitud sin límites por la nueva llegada, los
orgullosos padres de Teodoro no obstante se quedaron alarmados por su pobre
desempeño en la escuela. ¿Qué es lo que podría estar afectando su trabajo escolar
de una manera tan negativa? Como la mayoría de los padres, los angustiados Simeón y María hicieron todo
lo posible para ayudar al niño con sus estudios.
Tal como sus preocupados maestros ellos también se sorprendieron tremendamente –durante los meses que siguieron al sueño del niño trayendo regalos para aquel que se había quedado dormido bajo la mesa– cuando su trabajo escolar comenzó a mejorar grandemente... hasta el punto en que el joven Teodoro muy pronto llegó a ser el mejor estudiante en su clase al tiempo que sobresalía en gramática, filosofía y retórica.
Aparentemente, la motivación de joven había sido enormemente afectada por la aparición del portador de miel, y él ahora declaraba que quería ser un santo monje y vivir en Tierra Santa. Este no era un capricho ocioso.
Cuando sus padres murieron, con la diferencia de unos meses entre uno y otro, el joven Teodoro de 18 años rápidamente dio dos pasos que cambiarían su vida de manera dramática. En primer lugar entregó toda su herencia para los pobres. Inmediatamente después de ese hecho decisivo decidió embarcarse hacia Jerusalén con el propósito de visitar (y venerar) los santuarios sagrados de Jerusalén y sus alrededores para el regocijo de su corazón.
Luego de haber pasado muchos días en ferviente oración en
lugares claves como el Gólgota, el lugar de la Crucifixión de Cristo, y
Getsemaní (en donde Jesús soportó la Agonía en el Huerto), San Teodoro reunió todo
su coraje y pagó una visita al famoso Monasterio de San Sabas el Santificado,
ubicado cerca de Jerusalén, en donde vivían algunos de los monjes más dedicados
y avanzados espiritualmente del mundo.
Durante su larga visita, el piadoso Teodoro rogó al Abad
de San Sabas, el santo Juan, para ser admitido en el monasterio. Y cuando le
fue concedido su deseo lloró con lágrimas de alegría...
Durante los siguientes
años llegaría a ser una figura legendaria cuyo abnegado ascetismo se presentaba
como modelo para los que aspiraban a la vida monacal. Mientras se alimentaba solamente
con un poco de pan y agua cada día y dormía solamente dos horas durante la noche (prefería estar de pie
en su celda durante la mayor parte de la noche en ferviente oración), este
monje dedicado aprendería desde sus raíces la disciplina espiritual del monasticismo.
Luego de doce años de haber vivido privándose de las
cosas de esa manera San Teodoro se sobresaltó al descubrir que su gran maestro
y mentor, el Abad Juan, había fallecido repentinamente. Su reacción fue la típica;
ya que su más grande amistad en el monasterio había llegado a su fin –su honda y profunda relación de afecto
con el santo varón de quien había aprendido muchísimo– decidió ponerse a prueba
viviendo la ardua y austera vida de un monje del desierto.
Durante los siguientes veinticuatro años caminaría por los desiertos de Judea subsistiendo nada más que con
algunos dátiles o un puñado de hierbas cada día.
Durante esos años notables, el piadoso monje Teodoro no
poseería nada más que una andrajosa vestidura. Y cuando otros aspirantes a
monjes se le acercaban rogándole por instrucción él se alejaría de ellos en un
acto de humildad, convencido de que no tenía nada que enseñarles. En la única ocasión en la que accedió
a instruir a un candidato para la vida monástica (un joven sobrino llamado
Miguel, de su antiguo mundo de Edesa, quien le había suplicado por tal guía), el Venerable
Teodoro se entristeció al presenciar el posterior brutal martirio del joven de
manos de los feroces reyes (el rey y la reina) paganos.
Temblando y atribulado por el destino sangriento de
Miguel, San Teodoro no quería formar parte de ningún tipo de autoridad
espiritual –razón por la cual se alarmó tanto cuando el Patriarca de Antioquia
y algunos de sus colegas decidieron, algunos años después, que él era el
perfecto candidato para llegar a ser el siguiente Arzobispo de Edesa. Aunque
les explicó una y otra vez que era un hombre sencillo que prefería estar solo
en las llanuras salvajes de la Palestina rural, el Patriarca insistió y San
Teodoro no tuvo otra opción que obedecer.
Durante los años restantes de su atribulada vida, este
gran santo Cristiano sobreviviría muchas otras horrendas aventuras
espirituales. En una ocasión memorable, por ejemplo, luego de haber sido
llamado a asistir al Rey Persa Muawid, quien se encontraba muy enfermo) –quien entonces gobernaba sobre Babilonia (hoy
en día la moderna Bagdad)– el venerado Teodoro curaría al monarca de un cáncer
mortal y luego lo convertiría a la única y verdadera fe en Jesucristo.
Pero desgraciadamente,
ese gran acto de conversión terminaría en un hecho de gran tristeza... luego de que
el Rey Persa, a quien se le había dado el nombre Cristiano de Juan, fuera
martirizado brutalmente por sus propios súbditos paganos.
Una vez más el humilde Teodoro había pagado un precio muy
alto por dejar su vida austera en el desierto en el intento de ayudar a otro
ser humano para lograr una conversión que le transformara la vida. A pesar de
esto las luchas de este hombre santo estaban muy lejos de haber terminado; en
tres ocasiones diferentes sería convocado por el Arzobispo para combatir ferozmente
contra las peligrosas herejías (la de Nestorio, los Maniqueos y los
Severianos).
Sin embargo al final sus inacabables esfuerzos fueron
coronados por el éxito. Luego de muchos años de lucha San Teodoro pudo
descansar seguro con el conocimiento cierto de que las herejías habían sido vencidas
y que la única fe verdadera de la Santa Iglesia permanecería incorrupta a causa
de ellas, incluso en el futuro.
Cuando finalmente el anciano durmió en el Señor, alrededor de
la edad de 65 años –en Edesa, en el Año 848 de Nuestro Señor– fue llorado por
los Cristianos de toda la ciudad como un siervo incansable de Jesucristo, el Santo
Redentor.
Al final, el sueño que tuvo en su niñez del niño con la
miel y el cayado del obispo lo guiaron apropiadamente en el largo camino de la
salvación eterna. Hoy en día, más de mil años después de que sucedieron sus
difíciles luchas para obedecer la voluntad de su Padre Celestial, el
bienaventurado San Teodoro aún es reverenciado como un maravilloso modelo de fidelidad al Dios Todopoderoso.
Apolitiquio tono plagal del 4º
Guía de la Ortodoxia, maestro de la piedad y la pureza,
luminaria del mundo, adorno de los jerarcas e inspirado por Dios, Oh sabio
Teodoro, por tus enseñanzas nos has iluminado a todos, Oh arpa del Espíritu.
Intercede ante Cristo Dios para que nuestras almas sean salvadas.
Condaquio tono 3º
Desde la bendita Edesa te dirigiste al desierto, pero
fuiste llamado de regreso con el fin de atender la ovejas de Cristo como su
pastor; alejando a los lobos del error con las doctrinas verdaderas hiciste de
un rey, con el corazón lleno de odio, un Mártir de Jesús. Por esa razón, Oh
Teodoro, honramos tu recuerdo bendito, Oh santo Jerarca de Cristo.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con
autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria,
Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr oikohouse.wordpress.com,