jueves, 5 de septiembre de 2024

El Profeta Zacarías e Isabel, los Padres de Juan el Precursor

Versos: 

"Zacarías fue sacrificado como un cordero, dentro del Templo para el Cordero de Dios".
El quinto, Zacarías fue sacrificado en el suelo del Templo.

Ellos fueron dos de los más devotos padres de Palestina, y su firme obediencia al Señor derivó en el nacimiento triunfal de una de las figuras más importantes en la historia de la Cristiandad: San Juan el Bautista, el Predecesor (o Precursor) de Cristo.
Sus nombres brillan con un resplandor especial entre aquellos que pavimentaron, a través de su servicio fiel a Dios, el camino para el Señor Jesús: el Profeta Zacarías y Santa Isabel.
Su historia comienza en Jerusalén, no muchos años antes del nacimiento de Cristo.
Era ahí, en el templo, donde el virtuoso Zacarías servía como sacerdote y diariamente ofrecía sacrificios y quemaba incienso para el Señor. Imagínense el temor y la admiración que ha de haber experimentad en aquella mañana radiante cuando, repentinamente, el Arcángel Gabriel se materializó ante sus ojos maravillados. 
 
 
 



Profeta Zacarías e Isabel su esposa, con Juan Bautista 
y Predecesor (o Precursor) del Señor en sus brazos





 
Mientras el sorprendido Zacarías lo observaba, el poderoso mensajero de Dios le explicaba que él y su anciana esposa concebirían un hijo que sería “grande ante el Señor”  (Lucas 1, 15), y que iría “delante de El (Cristo) con el espíritu y el poder de Elías.” (Lucas 1, 17)
Zacarías, quien era el hijo de Baraquías y descendiente del primer Sumo Sacerdote, Aarón, hermano del Profeta Moisés, escuchó cuidadosamente al mensajero santo. Zacarías (cuyo nombre significa “el Señor se acuerda”) quería creer al enviado del Señor pero lo encontraba bastante difícil –después de todo Isabel y él habían estado casados por muchos años y no habían podido tener descendencia. Dado que en el mundo antiguo la infertilidad era considerada como un signo inequívoco de la desaprobación de Dios, la pareja había asumido que jamás tendrían un hijo. Cuando el Angel le informó al sacerdote que Isabel (hija de Sofía, de la cual algunos historiadores de la Iglesia creen que fue la hermana de Santa Ana, la madre de la Theotokos, la Madre de Dios, la siempre Virgen María) y él tendrían un hijo, que habían sido encontrados dignos de la paternidad, y al que llamarían Juan, Zacarías experimentó un terrible momento de duda.
 
 




El Arcágel San Gabriel se presenta Zacarías, anunciándole
el embarazo de su esposa Isabel y el nacimiento del Precursor. 







El pagó rápidamente por ello cuando el Angel le dijo: "Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios.” (Lucas 1, 19) En ese instante, el que iba a ser padre, se quedó mudo a consecuencia de su poca disposición a creerle al Arcángel –quien le anunció al dubitativo sacerdote que no podría hablar sino hasta después del nacimiento del niño. 
Zacarías e Isabel (cuyo nombre significa “la promesa de Dios”) estaban maravillados por estos acontecimientos. Pero su maravilla se hizo más honda aún cuando algunas semanas después, recibieron la visita de una pariente de Isabel (según lo consigna Lucas 1, 36), la bienaventurada Virgen y Theotokos (Madre de Dios). De acuerdo a las Sagradas Escrituras Santa Isabel se sorprendió cuando el niño “saltó en su seno” (Lucas 1, 41) en el momento en que la futura Madre de Dios se le acercó. Casi al mismo tiempo, la gozosa Virgen se encontró a si misma pronunciando estas poderosas palabras - "Engrandece mi alma al Señor” (Lucas 1, 46) – que ahora cantamos en la Novena Oda del Canon de las Maitines en la Iglesia Ortodoxa. 
 
 
 










Ello fue una notable sucesión de eventos, pero lo que aconteció posteriormente fue inolvidable. Luego de que Isabel diera a luz, sus familiares y amigos querían que el niño sea llamado como su padre. Pero Isabel dijo que ella prefería que se llamase “Juan”, lo cual dejó perplejo a los visitantes –quienes señalaron que nadie en la familia había tenido antes ese nombre. Al dirigirse a Zacarías para preguntarle su opinión éste garabateó en la tableta el mismo nombre: Juan.
Instantáneamente se abrió su boca y comenzó a alabar e Dios en voz alta. Sus atónitos amigos lo miraron boquiabiertos; ¡el que no podía hablar rompió su silencio! Sin embargo Zacarías no había terminado; instantes después estaba proclamando en voz alta: Bendito sea el Señor Dios de Israel (Lucas 1, 68) – palabras que ahora forman parte del cántico de la segunda mitad de la Novena Oda del Canon de las Maitines y de otros servicios en la Iglesia Ortodoxa.  
El niño había sido alumbrado y recibido nombre, pero recién se iniciarían las luchas de Zacarías e Isabel. Luego del alegre acontecimiento del nacimiento el mundo dio un giro oscuro y siniestro –cuando el Gobernante Romano decidió que la única manera de prevenir la llegada del Mesías prometido sería degollando a todos los bebés varones de la región que rodeaba a Jerusalén. 
 
 
 










Por consiguiente varios batallones imperiales fueron despachados para llevar a cabo lo que la historia más adelante llamaría el “Asesinato de los Inocentes.” 
Fue una campaña brutal. Sin embargo el santo redentor no fue el único objetivo; los oficiales de Herodes habían sido advertidos sobre un ardiente profeta que algún día soliviantaría a la población con sus predicciones sobre la inminente llegada del Salvador y que cambiaría al mundo. El indignado dictador Romano tenía la esperanza de haber asesinado a ambos protagonistas.  
Pero Isabel salvó a su hijo de 18 meses de edad escapando con él hacia el desierto polvoriento de las Colinas de Judea, en las afueras de la ciudad. Cuando vio que los soldados se acercaban, la llorosa madre pidió la ayuda de Dios de la siguiente manera (de acuerdo a algunos historiadores de esa época): “Oh montaña de Dios, recibe a esta madre con su hijo.” La respuesta divina fue, al parecer, inmediata… y los frustrados asesinos se vieron detenidos al ver abierta, repentinamente ante sus pies, la accidentada montaña, la misma que se tragó a la madre y al niño. 
 
 
 










Después de su rescate milagroso, de acuerdo a una leyenda muy conocida, surgida posteriormente, en la que se describe la infancia del Predecesor, en la roca a través de la cual la madre y la criatura habían entrado a la montaña, se abrió, manera espontánea, una cueva. En ese mismo lugar brotó un arroyo de la piedra y floreció un árbol de cargado de frutos. Estos fueron los símbolos con los que Dios garantizaba que el Predecesor habría de ser alimentado por un Angel y resguardado durante el tiempo precedente a su tarea profética de anunciar la pronta llegada del Redentor. 
El profeta sobrevivió. Sin embargo, trágicamente, no se pudo decir lo mismo de Zacarías. Herodes, completamente enfurecido, ordenó a sus oficiales llegar al Templo en el cual el fiel padre del Predecesor se encontraba ofreciendo incienso al Todopoderoso y ahí lo torturaron para que revele la ubicación del niño. 
 
 
 
 
 


"El quinto, Zacarías fue sacrificado en el suelo del Templo".


 
 
 
 
Cuando el sacerdote se negó a sus demandas lo derribaron al suelo y lo apuñalaron causándole la muerte. Una leyenda refiere que su sangre se desparramó por el piso del Templo para  luego se volverse dura como el mármol como memoria perpetua del acto asesino de Herodes. 
Cristo mismo se referiría después a este odioso acontecimiento cuando reprendió a la gente de Jerusalén por asesinar a los profetas, incluyendo a “Zacarías, hijo de Baraquías, a quien matasteis entre el Santuario y el altar.”  (Mateo 23, 35) 

Santa Isabel sólo vivió 40 días más luego de la muerte de su esposo, a quien lo siguió prontamente a la Gloria. Su valerosa negativa de entregar a su hijo, a pesar de enfrentar los terribles poderes temporales, es uno de los capítulos más inspiradores de las vidas de los santos Palestinos. Gracias a su coraje y lealtad se pudo cumplir la la sagrada misión de Juan el Bautista. Su historia nos muestra como un espíritu dispuesto puede ayudar a cumplir los designios de la Providencia; especialmente cuando la obediencia a Dios es el punto supremo en las acciones de los fieles. 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ'. Κατεπλάγη Ἰωσήφ. 
 
Εκ τής ρίζης Ιεσσαί, καί εξ όσφύος τού Δαυϊδ, η θεόπαις Μαριάμ, σήμερον τίκτεται ημίν, διό καί χαίριν, η σύμπασα καί κενουργείται, Συγχάρητε ομού, ο ουρανός καί η γή, αινέσατε αυτήν, αι στρατιαί τών εθνών, Ιωακείμ ευφραίνεται, καί Άννα πανηγυρίζει κραυγάζουσα, Η στείρα τίκτει, τήν Θεοτόκον, καί τροφόν τής ζωής ημών.
 
 
 
 
Ἀπολυτίκιον Ἦχος δ’. Κατεπλάγη Ἰωσήφ.

Ἱερωσύνης στολισμόν, περιβαλλόμενος σοφέ, κατὰ τὸν νόμον τοῦ Θεού, ὁλοκαυτώματα δεκτά, ἱεροπρεπῶς προσενήνοχας Ζαχαρία· καὶ γέγονας φωστήρ, καὶ θεατὴς μυστικῶν, τὰ σύμβολα ἐν σοί, τὰ τῆς χάριτος, φέρων ἐκδήλως πάνσοφε, καὶ ξίφει ἀναιρεθεὶς ἐν τῷ ναῷ τοῦ Θεοῦ, Χριστοῦ Προφῆτα, σὺν τῷ Προδρόμῳ, πρέσβευε σωθῆναι τὰς ψυχὰς ἡμῶν.


Apolitiquio tono 4º. Se sorprende José.

Oh sabio Zacarías, con la investidura sacerdotal, de acuerdo a la ley de Dios, te ofreciste a El como ofrenda agradable, con las ofrendas calcinadas, como le corresponde al sacerdote. Fuiste una luz brillante, un vidente de los misterios, llevando en ti mismo los signos de la gracia, y en el Templo de Dios, Oh sabio Profeta de Cristo Dios, fuiste asesinado por la espada. Por tanto, con el Predecesor, haz que el ruego de nuestras almas encuentre la salvación. 
 
 
 
 
Κοντάκιον Ἦχος γ’. Ἡ Παρθένος σήμερον.
 
Ὁ Προφήτης σήμερον, καὶ ἱερεὺς τοῦ Ὑψίστου, Ζαχαρίας προύθηκεν, ὁ τοῦ Προδρόμου γενέτης, τράπεζαν τῆς αὐτοῦ μνήμης Πιστοὺς ἐκτρέφων, πόμα τε δικαιοσύνης τούτοις κεράσας. Διὸ τοῦτον εὐφημοῦμεν, ὡς θεῖον μύστην Θεοῦ τῆς χάριτος.


Condaquio tono 3º. Hoy la Virgen.

Que en este día el Profeta y venerable sacerdote del Altísimo, Zacarías, quien engendró al Predecesor, nos consiga el don de la virtud mientras preparamos la mesa de su sagrada memoria, de la cual alimentamos a todos los fieles. Por esta razón te rogamos que lo exaltes como el más piadoso iniciador de la gracia divina.







Fuentes consultadas: saint.gr, apostoliki-diakonia.gr, pemptousia.gr, Sinaxario de los doce meses del año de de San Nicodemo el Athonita, diakonima.gr, synaxarion.gr

Translate