Josué fue uno de los más grandes líderes militares en el Antiguo Testamento y no sin razón: ¡Usualmente tenía a Dios junto a él!
La historia de cómo, este formidable guerrero y líder de los israelitas, dirigió la campaña que derrumbó las murallas de Jericó y condujo de manera exitosa la ocupación de la Tierra Prometida ha entusiasmado a generaciones de lectores de la Sagrada Escritura a través de los tiempos.
Nacido como un pobre esclavo en las profundidades de Egipto alrededor del 1550 Antes de Cristo, este hijo de Nun de la Tribu de Efraín, estuvo destinado a ser el primer Servidor y luego el sucesor de Moisés, el gran legislador.
La grandeza de Josué como líder del pueblo Hebreo ya estaba prefigurada en su nombre, que es la forma Hebrea de “Jesús”; y sus proezas militares se hicieron evidentes, primero durante la feroz batalla contra los Amoritas – cuando el legendario guerrero recibió la ayuda de Dios deteniendo la puesta de sol por varias horas permitiéndole obtener una gran victoria.
Pero el gran don de Josué para su pueblo fue quizás su insistencia (junto con su compañero de armas Caleb) de que los Hebreos deberían atreverse a abandonar los territorios salvajes en los que habitaban para emigrar hacia la “Tierra Prometida” –la región que ellos conocían como Canaán (que ahora incluye Israel y los territorios Palestinos) y que Dios había reservado para ellos desde el comienzo de la historia. Enviado como espía hacia esa región por orden de Moisés, su maestro, Josué se rehusaba a la idea de aceptar que las tribus que ocupaban esos territorios fueran invencibles en una situación de guerra.
A diferencia de otros espías que habían sido enviados a reconocer el área, Josué y Caleb sostenían que los Hebreos debían asumir con valentía el instalarse inmediatamente en ese lugar, al tiempo que ponían su confianza en que Dios los protegería de sus poderosos habitantes. Sin embargo los temerosos Hebreos no lo escucharían, por lo que pasaron los siguientes 38 años vagando de manera impotente en el desierto hasta que finalmente decidieron escuchar el consejo de Josué. Lo que siguió a la decisión de buscar la Tierra Prometida fue una sucesión de asombrosos milagros, como expresión de la promesa de Dios de proteger su rebaño. Uno de esos acontecimientos más notables ocurrió luego de la muerte de Moisés, cuando Josué tomó el comando del ejército. Cuando los Hebreos se dirigían hacia la tierra que tanto habían anhelado, llegaron una tarde a las orillas del caudaloso Río Jordán, cerca de Shittim – y pronto se vieron asolados por la corriente. El caudal de las aguas del río Jordán se había incrementado por las lluvias primaverales presentándose como un obstáculo abrumador.
Pero Josué se rehusaba a rendirse en su implacable búsqueda de la Tierra Prometida por lo que ordenó a los sacerdotes del pueblo que comenzasen a vadear el río turbulento, mientras transportaban la Sagrada Arca de la Alianza.
La fe de Josué fue recompensada una vez más. Apenas los pies de los sacerdotes tocaron las aguas revueltas del río, las olas se retiraron… formando paredes gigantes de agua que permanecían inmóviles, y que permitieron a los Hebreos cruzarlo sobre tierra seca (este milagro asombroso nos recuerda muy cercanamente la acción de Moisés en el Mar Rojo.) Este fue un logro maravilloso, pero Josué -cuyo nombre en el Antiguo Testamento significa “El Señor Salva”- aún no había terminado. Tal como lo relatan las Sagradas Escrituras, su próximo gran desafío se presentó ante las Murallas de Jericó, donde el avance del ejército del gran guerrero parecía haber llegado a un punto muerto. Aunque las posibilidades de éxito parecían mínimas, el fiel Josué, una vez más, se mantuvo firme. Luego de instruir a su gente de llevar el Arca alrededor de las murallas durante siete días, el valiente comandante ordenó a un escuadrón tronar las trompetas al tiempo que sus acompañantes clamaban en voz alta por la ayuda de Dios. Y Jericó fue tomada –cuando las poderosas murallas se derrumbaron sin haber sido embestidas una sola vez.
Al final los pobladores fueron asesinados por el ejército invasor, con la excepción de Rahab y su familia, quienes fueron perdonados por haber sido hospitalarios con los espías de Josué. Posteriormente el libro de Josué contará esta historia: El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada. (Josué 6, 20-21)
La valiente personalidad de Josué se puede ver claramente en una carta feroz que envió a los gobernantes de Jericó antes de la batalla. Escrita en un estilo poético, la misiva está llena de elogios hacia el Dios de los Hebreos… mientras advierte al mismo tiempo a los poderosos Emperadores Shobach y Jafet que las espadas de los Israelitas golpearían sin misericordia. De acuerdo a un comentario bastante conocido del Siglo XIX (Shay Lamora), sobre el libro del Exodo del Antiguo Testamento, la carta de Josué era como sigue:
La historia de cómo, este formidable guerrero y líder de los israelitas, dirigió la campaña que derrumbó las murallas de Jericó y condujo de manera exitosa la ocupación de la Tierra Prometida ha entusiasmado a generaciones de lectores de la Sagrada Escritura a través de los tiempos.
Nacido como un pobre esclavo en las profundidades de Egipto alrededor del 1550 Antes de Cristo, este hijo de Nun de la Tribu de Efraín, estuvo destinado a ser el primer Servidor y luego el sucesor de Moisés, el gran legislador.
La grandeza de Josué como líder del pueblo Hebreo ya estaba prefigurada en su nombre, que es la forma Hebrea de “Jesús”; y sus proezas militares se hicieron evidentes, primero durante la feroz batalla contra los Amoritas – cuando el legendario guerrero recibió la ayuda de Dios deteniendo la puesta de sol por varias horas permitiéndole obtener una gran victoria.
Pero el gran don de Josué para su pueblo fue quizás su insistencia (junto con su compañero de armas Caleb) de que los Hebreos deberían atreverse a abandonar los territorios salvajes en los que habitaban para emigrar hacia la “Tierra Prometida” –la región que ellos conocían como Canaán (que ahora incluye Israel y los territorios Palestinos) y que Dios había reservado para ellos desde el comienzo de la historia. Enviado como espía hacia esa región por orden de Moisés, su maestro, Josué se rehusaba a la idea de aceptar que las tribus que ocupaban esos territorios fueran invencibles en una situación de guerra.
A diferencia de otros espías que habían sido enviados a reconocer el área, Josué y Caleb sostenían que los Hebreos debían asumir con valentía el instalarse inmediatamente en ese lugar, al tiempo que ponían su confianza en que Dios los protegería de sus poderosos habitantes. Sin embargo los temerosos Hebreos no lo escucharían, por lo que pasaron los siguientes 38 años vagando de manera impotente en el desierto hasta que finalmente decidieron escuchar el consejo de Josué. Lo que siguió a la decisión de buscar la Tierra Prometida fue una sucesión de asombrosos milagros, como expresión de la promesa de Dios de proteger su rebaño. Uno de esos acontecimientos más notables ocurrió luego de la muerte de Moisés, cuando Josué tomó el comando del ejército. Cuando los Hebreos se dirigían hacia la tierra que tanto habían anhelado, llegaron una tarde a las orillas del caudaloso Río Jordán, cerca de Shittim – y pronto se vieron asolados por la corriente. El caudal de las aguas del río Jordán se había incrementado por las lluvias primaverales presentándose como un obstáculo abrumador.
Pero Josué se rehusaba a rendirse en su implacable búsqueda de la Tierra Prometida por lo que ordenó a los sacerdotes del pueblo que comenzasen a vadear el río turbulento, mientras transportaban la Sagrada Arca de la Alianza.
La fe de Josué fue recompensada una vez más. Apenas los pies de los sacerdotes tocaron las aguas revueltas del río, las olas se retiraron… formando paredes gigantes de agua que permanecían inmóviles, y que permitieron a los Hebreos cruzarlo sobre tierra seca (este milagro asombroso nos recuerda muy cercanamente la acción de Moisés en el Mar Rojo.) Este fue un logro maravilloso, pero Josué -cuyo nombre en el Antiguo Testamento significa “El Señor Salva”- aún no había terminado. Tal como lo relatan las Sagradas Escrituras, su próximo gran desafío se presentó ante las Murallas de Jericó, donde el avance del ejército del gran guerrero parecía haber llegado a un punto muerto. Aunque las posibilidades de éxito parecían mínimas, el fiel Josué, una vez más, se mantuvo firme. Luego de instruir a su gente de llevar el Arca alrededor de las murallas durante siete días, el valiente comandante ordenó a un escuadrón tronar las trompetas al tiempo que sus acompañantes clamaban en voz alta por la ayuda de Dios. Y Jericó fue tomada –cuando las poderosas murallas se derrumbaron sin haber sido embestidas una sola vez.
Al final los pobladores fueron asesinados por el ejército invasor, con la excepción de Rahab y su familia, quienes fueron perdonados por haber sido hospitalarios con los espías de Josué. Posteriormente el libro de Josué contará esta historia: El pueblo clamó y se tocaron las trompetas. Al escuchar el pueblo la voz de la trompeta, prorrumpió en gran clamor, y el muro se vino abajo. La gente escaló la ciudad, cada uno frente a sí, y se apoderaron de ella. Consagraron al anatema todo lo que había en la ciudad, hombres y mujeres, jóvenes y viejos, bueyes, ovejas y asnos, a filo de espada. (Josué 6, 20-21)
La valiente personalidad de Josué se puede ver claramente en una carta feroz que envió a los gobernantes de Jericó antes de la batalla. Escrita en un estilo poético, la misiva está llena de elogios hacia el Dios de los Hebreos… mientras advierte al mismo tiempo a los poderosos Emperadores Shobach y Jafet que las espadas de los Israelitas golpearían sin misericordia. De acuerdo a un comentario bastante conocido del Siglo XIX (Shay Lamora), sobre el libro del Exodo del Antiguo Testamento, la carta de Josué era como sigue:
“En el nombre de Dios, exaltado y poderoso Dios de los hijos de Israel, creador de todos los mundos, quien debilita a los fuertes y abaja a los poderosos que se rebelan y son hipócritas. El castiga a los pecadores y protege al justo, al noble y al generoso. El es el Dios de todos los dioses, el Señor de Señores. No hay maestro como El ni nadie que se compare en adoración junto a El. El es el Dios de nuestros padres Abraham, Isaac y Jacob, el Señor de los ejércitos; su nombre es Dios.” “De parte nuestra, Que El sea exaltado a través mío, Josué, hijo de Nun, siervo de Dios, y de la congregación santa, pura y elegida, de los hijos de Israel, los que son más nobles en el mundo, los hijos de Abraham, Isaac y Jacob, nos dirigimos a la comunidad de la gente de idolatrías torcidas: que Dios los maldiga y esté enojado continuamente con ellos, Amén.
Les informamos que han despertado al león de su madriguera y a la leona de su descanso trayendo una gran desgracia sobre ustedes mismos en su maldita comunidad, donde se han reunido en contra nuestra y nos han enviado un anuncio.” “Queremos que ustedes sepan que El los ha traído hacia nosotros, la comunidad pura y santa, y su encuentro con nosotros no es conocido. Por lo tanto, sepan ustedes que les voy a hacer un favor si no se molestan atacándonos. No, ustedes pueden permanecer en casa y mantenerse trabajando, por una semana desde este momento, luego de lo cual yo me presentaré ante ustedes sólo con algunos hombres de los hijos de Israel y emprenderemos una feroz batalla en contra de ustedes con la ayuda de Dios, por la cual Él será exaltado. Y asesinaremos a todas sus tropas, jóvenes y ancianos. No terminaremos hasta que los hayamos eliminado de este mundo y no quede ninguno de ustedes para contar esta historia.” “Lo que es más, a pesar de su número de cuarenta y cinco reyes y de que presumen de sus soldados, en número y experiencia, sepan ustedes que mi comunidad y yo confiamos sólo en el Señor del Mundo, quien ha creado cielo y tierra y todo lo que habita en ella, bajo cuya orden fue destruida Sodoma y Gomorra y quien produjo el diluvio que inundó el mundo a causa de la desobediencia. Noé salvo a sus hijos de las aguas de la inundación, de la cual desciende la humanidad que se encuentra en el mundo, y el mundo fue dividido en 70 naciones.”
“Y nosotros, los hijos de Israel, pasamos en medio de las aguas del mar, en un número de 600 mil almas, cuando el mar se secó para nosotros. La luz de Dios brilló delante de nosotros en una columna de nube y fuego, y 12 mil de los nuestros acabaron con los cinco reyes de Midián. Y matamos al hechicero Balaam con la espada, y por cierto él era mucho más fuerte que Jafet, en quien ustedes se confían. Y nosotros no perdimos ni uno solo de los hijos de Israel.” Tal como muchos historiadores lo han señalado, el valeroso Josué cumplió todas las promesas contenidas en su carta. Después de la caída de la ciudad Antigua, este gran guerrero de Dios dirigió a su Pueblo hacia la Tierra Prometida y los gobernó por muchos años. El nuevo gobernador, una figura paternal sabia, dividió en primer lugar sus nuevas tierras entre las 12 tribus de los Hebreos, y luego escribió el libro de Josué, que se convirtió en el sexto libro del Antiguo Testamento.
Moisés se sintió apelado tan grandemente por la intensa lealtad de Josué que le permitió participar a su amigo de una de sus subidas al Monte Sinaí en la que el gran legislador recibió los Diez Mandamientos. Josué murió a la edad madura de 110 años y fue enterrado en el Monte Efraín en la región Palestina de Timnath Serah. Su magnífica vida como valiente comandante militar y sabio gobernador nos puede enseñar muchísimo sobre la naturaleza del verdadero liderazgo, el cual siempre brota de la autoridad y el amor de Dios Todopoderoso. Frecuentemente cuando nuestro pastor, maestro u otra figura que admiramos muere o es trasladado nosotros sobrerreaccionamos.
Moisés se sintió apelado tan grandemente por la intensa lealtad de Josué que le permitió participar a su amigo de una de sus subidas al Monte Sinaí en la que el gran legislador recibió los Diez Mandamientos. Josué murió a la edad madura de 110 años y fue enterrado en el Monte Efraín en la región Palestina de Timnath Serah. Su magnífica vida como valiente comandante militar y sabio gobernador nos puede enseñar muchísimo sobre la naturaleza del verdadero liderazgo, el cual siempre brota de la autoridad y el amor de Dios Todopoderoso. Frecuentemente cuando nuestro pastor, maestro u otra figura que admiramos muere o es trasladado nosotros sobrerreaccionamos.
A causa de nuestra conmoción o tristeza pensamos que todo se ha terminado y que las cosas buenas traídas por ese buen liderazgo no podrán continuar. Aún cuando Moisés murió, el Plan de Dios continuó en la vida de Josué. Eso expresa maravillosamente como los objetivos y el Plan de Dios están por encima de cualquier persona o programa personal. ¡Dios bendice a quienes lo siguen! De la vida de Josué vemos que tener fe no significa “sentarnos a esperar” y dejar que las cosas sucedan por si mismas.
Josué puso su fe en acción. De hecho su fe no fue una excusa para una planificación pobre o desorganizada. En vez de ello lo encontramos cada día, levantado muy temprano, listo para iniciar una jornada productiva. El apóstol San Pablo hace notar el valor de esta clase de cuidado, de la firme determinación de servir a Dios, en su carta a la Iglesia en Corintio: ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! (I Corintios 9, 24) Josué venció numerosos obstáculos liderando a los Israelitas hacia la tierra de Canaán. El Señor usualmente recompensa con perseverancia a aquellos capaces de resistir.
Josué puso su fe en acción. De hecho su fe no fue una excusa para una planificación pobre o desorganizada. En vez de ello lo encontramos cada día, levantado muy temprano, listo para iniciar una jornada productiva. El apóstol San Pablo hace notar el valor de esta clase de cuidado, de la firme determinación de servir a Dios, en su carta a la Iglesia en Corintio: ¿No sabéis que en las carreras del estadio todos corren, mas uno solo recibe el premio? ¡Corred de manera que lo consigáis! (I Corintios 9, 24) Josué venció numerosos obstáculos liderando a los Israelitas hacia la tierra de Canaán. El Señor usualmente recompensa con perseverancia a aquellos capaces de resistir.
Apolitiquio tono 2º
Al celebrar la memoria del Profeta Josué, te pedimos Oh Dios, por su intercesión, por la salvación de nuestras almas.
Condaquio tono 4º
Por su oración el sol se detuvo, Oh Justo Jesús; quien con toda justicia fue adornado con la semejanza y el nombre de El, a cuya muerte el sol se oscureció. Que quienes te honramos seamos siempre salvados por El.
Fuentes consultadas: saint.gr, apostoliki-diakonia.gr, pemptousia.gr, Sinaxario de los doce meses del año de de San Nicodemo el Athonita, diakonima.gr