sábado, 6 de abril de 2024

San Gregorio del Sinaí (+1346)

Versos:
"Percibido oh Gregorio como el estándar consumado, das coraje a todos hacia la oración divina".

Levantó su voz a los Cielos y cantó un magnífico himno de alabanza al Dios Todopoderoso. Y ese himno produjo el milagro que salvó su vida. El milagroso incidente que rescató a Gregorio el Sinaíta de los horrores de una vida de esclavitud se realizó alrededor del Año 1270 de Nuestro Señor, según la mayoría de historiadores de la Iglesia de ese período.
Sucedió que el joven de quince años de edad estaba atendiendo al servicio de la Divina Liturgia en una atiborrada casa de adoración Cristiana en la ciudad de Laodicea en Asia Menor (hoy en día parte de la moderna Turquía.) 
Al comenzar la Liturgia esa mañana el joven estaba luchando con sus propias lágrimas... y por una buena razón. Sólo algunos días atrás este niño de ojos brillantes y espíritu alegre así como toda su familia habían sido secuestrados de su pueblo natal de Kukula (no lejos de Esmirna, también ubicada en Turquía) –por una banda de merodeadores “Hagarenes” (o Musulmanes). 
Ahora ellos se encontraban en el proceso de llevar a sus adoloridos cautivos hacia Arabia, su lugar de origen. 
 
 








 
 
Durante varios días los bandidos musulmanes habían estado apurados, a lo largo del accidentado paisaje de Asia Menor, con la intención de llegar lo más pronto posible a su lugar de origen. Junto con el joven Gregorio y sus hermanos, los piadosos padres Cristianos estaban llorando y suspirando patéticamente mientras luchaban contra el terreno rocalloso. Pensar que nunca más habrían de ver su tierra natal. Desde este momento supieron que estarían forzados a vivir en una tierra extranjera rodeados de extraños. Les sería prohibido adorar a su Salvador, el Señor Jesucristo, quien había muerto en la Cruz para salvarlos del pecado y de la muerte. Despojados de su lenguaje, su cultura y su religión Cristiana se les requeriría que pasen sus días realizando trabajos innobles e interminables. 
Pero justo cuando todo parecía completamente desesperanzador recibieron una sorprendente pequeña buena fortuna. 
 









 
 
Actuando por un impulso repentino y con muy poca esperanza de éxito, el lloroso padre de Gregorio les pidió repentinamente a sus captores si podía hablar en voz alta. Cuando le respondieron afirmativamente les señaló a los Hagarenes que se estaban aproximando a una Iglesia muy bien conocida en la ciudad de Laodicea. Hablando con una voz que vibraba con miedo y con el río de lágrimas que bajaban por su rostro, el atribulado padre rogó a sus nuevos dueños si ellos pudieran llevar a su joven familia a la iglesia por una hora (más o menos)… con la finalidad de darles una última oportunidad de participar en la Liturgia Divina, antes de que fueran llevados a la esclavitud para siempre. 
Los Musulmanes escucharon sus súplicas con un rostro de piedra, mientras que el joven padre expresaba su pedido por misericordia. “Sólo una hora”, lloró. “Nunca más regresaremos aquí; denle a mis hijos algo que recordar sobre su religión y su país, algo que recordar de lo que están dejando atrás.” Posiblemente el jefe de los Hagarenes también era un padre. O quizás su espíritu había sido tocado en ese momento por la Voz del Todopoderoso.
 










 
 
Cualquiera que haya sido la misteriosa razón, repentinamente accedió a conceder el deseo del padre. A la familia se le daría una hora para participar de los servicios en la iglesia, mientras que el traficante de esclavos descansaba y alimentaba a sus animales. 
Lo que siguió a continuación fue un milagro que va más allá de lo que se puede describir. 
Con sus corazones aún adoloridos pero con una sonrisa en sus labios, Gregorio y su familia entraron en la iglesia y tomaron parte de la Liturgia Divina, la cual estaba comenzando. Y cuando llegó el momento de cantar las respuestas líricas que forman parte del corazón de sus devociones fervientes en el antiguo Sabbath en Laodicea, los entristecidos niños y padres cantaron con las voces de los ángeles. 
En un solo instante sus penas y sus tormentos de haber sido despojados de su patria llenaron sus cantos. Sorprendidos los asistentes a la iglesia difícilmente podían creer lo que oían, nunca antes habían escuchado melodías tan apasionadas, un canto tan espiritual. Cuando el servicio llegó a su fin la congregación se reunió alrededor de los recién llegados y les preguntaron sobre su situación. ¿De dónde habían llegado estos extranjeros y en dónde habían aprendido a cantar con tal gloriosa habilidad?
 











En un instante la historia de su captura y esclavitud por parte de los Hagarenes brotó de los labios del padre. Los asistentes al culto escucharon y agitaron sus cabezas. Que desgracia… que tragedia, que una hermosa familia enraizada en su tierra nativa, sea arrancada de ella para servir a dueños extranjeros por el resto de sus vidas. Eso era inaceptable, no se podía soportar. Pensando todos juntos los Cristianos hicieron un rápido cálculo: ¿Cuánto dinero se requería para comprar la libertad de esta noble familia de los traficantes de esclavos? 
En pocos instantes se consiguieron los fondos necesarios, los que fueron sido donados por algunos de los miembros más ricos de la iglesia, y el sacerdote ya se encontraba cabalgando hacia el campamento ubicado a un costado del río. Sólo le tomó algunos momentos para regatear antes de llegar a un precio aceptable por el cual se entregó el dinero y la familia fue liberada. 
Atónito y aturdido, Gregorio y su gozosa familia vieron a la caravana de Hagarenes desarmar su campamento y volver a su ruta por el camino lodoso. Unos minutos más y el relinchar de los caballos ya se perdía en la distancia. Ellos se habían ido. 
 









 
En los años que siguieron a ese momento, Nuestro Santo Padre Gregorio el Sinaíta nunca olvidó el regalo que él y los que amaba habían recibido aquella mañana de Sabbath en Laodicea. Siendo ya un joven piadoso, el muchacho se sintió inspirado por este maravilloso incidente a hacer un voto solemne: Se haría monje y asceta y pasaría el resto de sus días dando gracias a Dios por el rescate que había sido pagado por los Cristianos en su hora de necesidad. 
Y así lo hizo. Con sólo quince años en el momento del rescate en Laodicea, alrededor del año 1270, el joven seguidor de Cristo llegaría a ser un monje devoto y abnegado, quien también escribiría muchos tratados devocionales que inspirarían a generaciones de fieles. 
Sin embargo ello no sería una jornada sencilla. Sólo algunos años después de haber escapado de la esclavitud en Asia Menor el joven viajaría a Chipre en busca de un lugar para su vida monástica –y de un maestro consumado– que le pudiera educar en la difícil práctica del ascetismo místico. Allí conoció a un monje espiritual llamado Arsenius quien accedió a instruirlo en todo aquello que fuera necesario si es que deseaba llegar a ser un asceta devoto. 
En el plazo de un año el atento acólito se había distinguido por su autodisciplina y su fervor. Habiendo pasado cada prueba espiritual viajaría al gran Monasterio en el Monte Sinaí, una reconocida comunidad de ascetas quienes perseguían firmemente los ideales y las prácticas de los Padres del Desierto. Pero aún aquí el autodominio del nuevo monje se hizo evidente. Comiendo solamente un poco de pan y agua cada día, pasaba la noche entera de pie en oración antes que descansando en su celda. 
 





San Máximo "Kafsokalivita" con San Gregorio el Sinaíta



 
 
Sin embargo los viajes de Gregorio no habían finalizado. En los años venideros caminaría a través de Jerusalén y Creta y en el Monte Athos, el santuario santo donde los sagrados misterios de la Cristiandad habían sido celebrados por más de mil años. Viajando frecuentemente con el reconocido monje San Gerásimo, pasaría hambre hasta el punto de casi enfermarse, mientras se comprometía con muchos trabajos físicos extenuantes diseñados para honrar la gloria del Dios Todopoderoso. De alguna manera se hizo tiempo para escribir un compendio de meditaciones y reglas espirituales, incluyendo el clásico 150 Capítulos acerca de la Sobriedad, la cual describe las largas luchas espirituales que acontecen antes de conseguirse el autodominio. 
Escribiendo en otro volumen que ha inspirado a los Cristianos por siglos, Textos, Gregorio el Sinaíta articula bellamente el principio de autodisciplina ascética que lo había motivado a lo largo de su vida: Si nuestra naturaleza no se mantiene macada por el Espíritu, o no es purificada como debiera, el cuerpo y el alma no pueden ser uno con Cristo, ahora y en la resurrección futura. El compartirá la Gloria de Cristo a quien, a través de haber sido formado en Cristo, ha recibido la renovación por el Espíritu y ha sido preservado, por lo que ha alcanzado la deificación inefable. El es similar a los ángeles, como si fuera incorpóreo y libre de toda corrupción, quien ha limpiado su mente a través de las lágrimas, ha resucitado su alma, aún aquí, por el Espíritu y, habiendo sometido su cuerpo a la razón, ha sido hecho radiante con luz, como una antorcha. 
 









 
 
Luego de haber llevado el Santo Evangelio de Jesucristo a muchas de las tierras Eslavas –en donde posteriormente el Piadoso Rey Alejandro I de Bulgaria (1333-1365) construiría una iglesia dedicada a él– Nuestro Santo Padre Gregorio el Sinaíta sería llamado finalmente a la Casa del Señor Dios del Universo alrededor del 360. Este supremamente alegre místico murió con una oración de agradecimiento en sus labios, pues nunca olvidó -durante toda su larga vida- que su existencia era un regalo del Bendito dador quien gobierna el mundo. 
De la vida de este gran santo Cristiano y asceta experimentamos la inmensa alegría que se puede encontrar en dejar los apegos terrenales y en celebrar la más grandiosa bendición que podemos recibir: la Comunión con Dios, el Padre Amoroso, y su Hijo Amado.
 


Monasterio de San Gregorio del Sinaí. Segunda Fiesta del Monasterio (21 de agosto de 2005).*

Nuestro patrón, San Gregorio del Sinaí, tiene, como decimos, tres fiestas y ningún servicio. Se celebra el 6 de abril (y en algunos calendarios, el 7 de abril), el 21 de agosto, y el día de su reposo que fue el 27 de noviembre del año 1346 (10 de diciembre cal. ant.), día que guardamos como nuestra fiesta principal.

Las tres fechas ocurren todas dentro de períodos de ayuno en la mayoría de los años, lo suficientemente apropiado para un monástico. La ausencia de un servicio es curiosa. San Gregorio es una figura importante dentro del mundo de la vida espiritual hesicasta, y uno esperaría que se hubiera encontrado un compositor litúrgico desde el principio, extraído de los mismos círculos que compusieron el servicio para su contemporáneo más joven (y más conocido), San Gregorio Palamas, arzobispo de Tesalónica. Pero no existe ningún texto litúrgico de San Gregorio del Sinaí.

San Gregorio nació en la década de 1260 (tradicionalmente 1265) en una familia que podemos ver como nobleza rural, en un pueblo en el extremo sur de la bahía de Smirna (actualmente Izmir turca). Él llama la atención del público cuando él, con su familia, es víctima de una incursión musulmana en busca de cautivos prominentes para que fuesen después rescatados, y cautivos más humildes para los mercados de esclavos. Los cautivos fueron llevados a Laodikeia siria, donde de hecho fueron rescatados, como se esperaba. Pero durante su cautiverio, San Gregorio llama la atención de la comunidad local cuando su canto en una iglesia local se logra de manera inusual y destaca su belleza física. No sabemos el destino del resto de su familia después de su liberación, pero un Gregorio aparentemente adolescente se va a Chipre, la primera etapa de una peregrinación de toda la vida en busca de una unión más profunda con Dios. En Chipre, un ermitaño lo viste en la primera etapa de la vida monástica (la etapa llamada rasoforo, por la túnica de mangas anchas que se pone el principiante). Gregorio se muda, después de un corto tiempo, al Monte Sinaí, donde es tonsurado entre las filas de los monjes en el Monasterio de Santa Catalina. 

 






 

Observando los edificios, los muros interiores y los iconos, y el magnífico mosaico de la Transfiguración en la caracola del ábside de la basílica, vemos lo que vio San Gregorio durante su estancia en el Sinaí. Aquí se convirtió en un experto en las disciplinas ascéticas diseñadas para deconstruir al hombre mundano y reconstruir el corazón en Cristo. El rigor en la observancia de los ayunos, las vigilias prolongadas (en los ciclos litúrgicos de la iglesia y en la celda individual), estar de pie en oración durante toda la noche, el canto de salmos durante toda la noche y otras hazañas severas domaron y disciplinaron la carne que se volvió rebelde y ensimismada como resultado de la mortalidad programada en la condición humana como resultado del pecado ancestral en el Edén. Los objetivos incluían un creciente dominio de sí mismo, una purificación de la voluntad individual y la capacidad de detectar y desviar el asalto de lo demoníaco, trabajando a través de las pasiones de las que toda carne es heredera.

Nuestro conocimiento de esta fase de la vida y el crecimiento espiritual de San Gregorio proviene de un compañero de aquellos primeros años, un tal Padre Gerasimos, cuyo relato verbal fue escuchado y escrito por uno de los últimos discípulos de San Gregorio, Kallistos, quien luego sirvió como Patriarca Ecuménico (dos veces, de hecho: 1350-1353 y 1355-1363). La vida del Patriarca Kallistos es nuestra única fuente para la vida y la enseñanza de San Gregorio del Sinaí. Kallistos vivió en obediencia a San Gregorio durante varios años.

Enfrentado a la envidia de otros hermanos en el monasterio del Sinaí, San Gregorio abandonó silenciosamente el lugar, se llevó a Gerasimos con él y aterrizó en Creta durante una tormenta, los dos tomaron tierra como una señal de que debían establecerse en un lugar tranquilo, un sitio oscuro. Al encontrar una cueva, se instalaron y vivieron con una dieta de pan y agua, mientras buscaban un monje mayor para guiar su lucha. El Espíritu Santo inspiró a un anciano monje santo, Arsenios, a encontrarlos y fue de Arsenios, en Creta, que San Gregorio aprendió de la práctica del hesicasmo, que hoy llamamos por varios nombres: oración contemplativa, oración interior, oración del corazón. Arsenios le dijo a San Gregorio que el seguimiento de un régimen de disciplina espiritual interior y oración podría resultar en que el hesicasta se volviera completamente luminoso ("olos fotoeidis"). Explicó que los esfuerzos de Gregorio hasta ahora caían bajo el título llamado 'praxis' (prácticas ascéticas corporales), pero su consejo sería moverse hacia adentro hacia la 'theoria' (disciplina ascética interiorizada de la mente y del corazón).

El establecimiento de esta conexión entre San Gregorio y el monje Arsenios sería, como señala uno de los biógrafos recientes de San Gregorio, "un hito en el gran Movimiento Hesicasta que se extendió por el mundo monástico, triunfó a mediados del siglo XIV ... y lanzó entre las Iglesias eslavas y otras iglesias no griegas dependientes de ella una ola amplia y beneficiosa de espiritualidad y reforma, cuyos efectos perduraron durante siglos e incluso se pueden sentir hoy ". (David Balfour, "Discurso sobre la Transfiguración", p. 65).

Inmediatamente, San Gregorio dejó Creta y aterrizó en el Monte Athos, donde buscó por todas partes hesicastas que pudieran continuar y promover la educación de su mente y corazón. Significativamente, no encontró a casi nadie, ninguno en absoluto que residiera en los grandes monasterios cenobíticos gobernantes, y finalmente se instaló en una caminata de media hora a la derecha de la puerta principal de Philotheou, en una pequeña cala llamada Magoula, donde tres monjes (Isaías, Kornelios y Makarios) siguieron una forma de vida atendiendo tanto a la 'praxis' familiar como a la 'theoria'.

Aquí San Gregorio construyó celdas para sus propios discípulos y, a cierta distancia, una "keli" (cabaña monástica) para él. Aquí, concentrado en sí mismo, y usando la Oración de Jesús (Señor, Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador), comenzó a experimentar una 'transformación buena y extraña' cuando la energía del Espíritu Santo transformó al hombre interior. Y, tal como lo había predicho el monje Arsenios, su keli se llenó de 'luz, el resplandor de la Gracia' mientras el propio Gregorio desbordaba de alegría, brotando lágrimas, lleno de amor divino. Su deseo por Dios era abrumador, y él mismo, así como su keli, estaban llenos de luz.

Ahora el atractivo físico de Gregorio, cuando lo notaron en su adolescencia los cristianos que entraron en contacto con él durante su cautiverio, se vuelve espiritual y monjes de todo tipo acuden a su lado "como abejas a la miel". Algunos ya son adeptos y conocidos. Otros, como el búlgaro Kliment, son simples: Kliment era un pastor humilde. La mezcla de etnias e idiomas en esta etapa temprana continuará mientras San Gregorio sienta las bases de lo que un bizantinista rumano del siglo XX llamará "el hesicasmo internacional".

Uno recuerda la observación del difunto padre Alexander Schmemann de que la historia de Occidente es una historia de 'discontinuidades radicales' mientras que la historia de Oriente es una de 'continuidades radicales' - gran parte del material en la biografía del Patriarca Kallistos de su Anciano es prácticamente idéntico al material que se encuentra en las primeras y clásicas reflexiones de la vida espiritual cristiana practicada por la comunidad monástica, como la 'Escalera del Divino Ascenso' de San Juan Klimakos. Esto no es simplemente la repetición de clichés, sino la manifestación de un continuo efecto en la relación Dios-hombre. Y nuevamente, volviendo al don del padre Alexander para resumir las distinciones de manera memorable: 'Mientras que los cristianos secularizados en Occidente siempre quieren escuchar a Cristo decir: "He aquí, yo hago todo cosas nuevas", el hecho es que Cristo dijo: "He aquí, yo hago todas las cosas nuevas ", y esa verdad fundamental informa la sorprendente continuidad que se encuentra dentro de la Iglesia. 

 






El patriarca Kallistos señala en su biografía que los dones encontrados en la vida de San Gregorio mientras pasaba de gloria en gloria no podían 'describirse con seguridad a personas no iniciadas. . . que creen que la gracia y el don del Espíritu es una mera creación '- se refiere a los oponentes occidentalizados que se pronunciaron con vehemencia contra el hesicasmo y que fueron confrontados por los escritos en defensa de los hesicastas escritos por San Gregorio Palamás (+1359) . El Occidente latino sostenía que la gracia es creada; la Iglesia conoció la gracia como increada. Las feroces polémicas entre San Gregorio Palamas y los hesicastas, por un lado, y los partidarios (que incluían algunos bizantinos) de una comprensión occidentalizada de la gracia y la vida espiritual, atormentaron Constantinopla y lo que quedaba del imperio de la Nueva Roma para años, y aunque la reivindicación final de la posición del hesicasmo se produjo durante la vida de San Gregorio Palamas, esa victoria de ninguna manera estaba asegurada durante el fragor de una batalla intensamente reñida. San Gregorio del Sinaí, sin embargo, parece (hasta donde lo indica la documentación existente) haberse mantenido al margen de las polémicas de la época, prefiriendo la búsqueda sin obstáculos y sin distracciones de las alegrías de la vida hesicasta a su defensa pública en las condiciones más difíciles.

A veces, incluso las tareas moderadas de orientar a hesicastas de ideas afines bajo su dirección resultaban ser una distracción excesiva y San Gregorio dejaba Magoula por un tiempo, hacia regiones más remotas y deshabitadas, donde había construido celdas con ese propósito. Sin embargo, una intrusión más grave se produjo en forma de grupos de asalto musulmanes que afligieron a Athos durante este período de ruptura final de la seguridad de la vida civil del Imperio Romano de Oriente.

San Gregorio evidentemente decidió regresar al Sinaí y, tomando varios discípulos (incluidos los futuros patriarcas ecuménicos Isidoro y Kallistos, su biógrafo), viajó a Salónica, luego a Quíos (con la intención de ir a Jerusalén, un plan abandonado cuando conocieron a un monje de allí que les advirtió contra la idea) y Lesbos y Constantinopla. Pero la idea de ir al Sinaí fue evidentemente abandonada y el grupo regresó a Athos, donde Gregorio fue bien recibido en la Gran Laura y se le dio una ermita (hesicasterio) cercana. Las incursiones musulmanas, sin embargo, solo aumentaron y finalmente San Gregorio y sus hermanos se encontraron en las montañas Strandzha en la entonces frontera entre el Imperio y el Reino Búlgaro. Cerca de Paroria, sobre la costa del Mar Negro, se estableció el asentamiento monástico final, no sin pruebas terribles, incluidos algunos de los envidiosos monjes locales celosos de la reputación de San Gregorio y el éxito en el reclutamiento de discípulos. Pero Gregorio fue muy ayudado por la atención oportuna del rey búlgaro, John Alexander (que reinó entre 1331 y 1371), un hombre piadoso que amaba la vida monástica, quien proporcionó a ambos compañeros recursos reales y una fuerza para vigilar y asegurar el área, asegurando la búsqueda sin distracciones y sin obstáculos de la vida hesicasta en la medida de lo posible en una época de agitación y violencia.

Aquí, los reclutas de las comunidades de habla eslava y griega incluían a algunos de los líderes espirituales más famosos de la próxima generación, entre ellos San Teodosio de Trnovo y San Romylos.

Muchos días antes de su reposo, San Gregorio fue advertido de su inminente salida de esta vida. Se fue a una celda aislada llevándose a un discípulo. Aquí, sus últimos días en la tierra vieron una horda de demonios descender sobre él, buscando destruirlo. San Gregorio no se asustó por esta invasión demoníaca, aunque los demonios continuaron atacando. Durante tres días no comió ni durmió, y animó a su compañero soltero a unirse a él en la "dura lucha", "aferrándose a la oración y la salmodia". Entonces, una profunda paz espiritual se apoderó del Santo y lo llenó de consuelo. Notó este cambio y dio gracias a Dios diciendo: "Tu diestra, oh Señor, ha aplastado a nuestros enemigos, los demonios, y los ha destruido por completo ..."Llamó a su discípulo y lo encontró alegre y tierno, sonriente, y diciéndole que "alguna fuerza divina ha descendido y ha ahuyentado a los espíritus malignos y nos ha librado de su tentación". (Balfour, 90-91 para la cuenta completa).[...]

San Gregorio sugiere que el camino de la cordura y la salud, de la estabilidad personal y la fuerza espiritual, se establece dentro de nuestro corazón a través de la disciplina de la lucha ascética. Y esa debe ser la forma en que miremos las cosas, ya sea que la lucha ascética se lleve a cabo en el contexto de la vida familiar matrimonial o de la vida monástica. Consistente, persistente, motivado por el amor de Dios y del más pequeño de sus hermanos, cuyo servicio logra nuestra salvación, [...]

--Unas palabras del obispo Sergios en la fiesta de San Gregorio del Sinaí, 21 de agosto de 2005


NOTA:

* San Gregorio del Sinaí es celebrado el 27 de Noviembre (día de su dormición), el 6 de Abril y el 11 de Febrero. El Monasterio de san Gregorio en el Monte Atos celebra su fiesta principal el tercer Domingo después de Pascua. Algunos sinaxarios consideran su fiesta principal el 27 de noviembre, día de su dormición, mientas que otros el 6 de abril (no conocemos el motivo).

No se debe confundir con san Gregorio el Sinaíta "el Pacífico", también llamado "el Nuevo", para diferenciarle del Gregorio el Sinaíta más antiguo. San Gregorio el Sinaíta "el Pacífico" "el Nuevo" (en ocasiones también llamado el Hesicasta, conocido principalmente por ser el fundador del Monasterio de San Gregorio del Monte Atos), celebra el 7 de Diciembre por separado y el 19 de Mayo junto con los Venerables Sinaítas Rómulo, Romanós, Nestor, Sisois, Nicodemo y Cirilo. 

 


Filocalía tomo 4º: Varias enseñanzas para principiantes, medianos y perfeccionados, por san Gregorio el Sinaíta
 


Apolitiquio tono plagal del 1º

Reflejaste la vida angelical, y tu alma era un recipiente de teoría. Oh santo Padre Gregorio, radiante antorcha de virtudes, la gloria de Sinaí y de Athos, e iluminador de las tierras eslavas, guíanos infaliblemente, para que nuestras almas puedan ser salvadas.

Apolitiquio tono plagal del 4º

 Con los ríos de tus lágrimas cultivaste la aridez del desierto, y por lo profundo de tus suspiros diste fruto al ciento por uno en tus labores; Oh Gregorio, padre justo, así llegaste a ser una luz, brillando con Milagros en el mundo. Intercede ante Cristo para que nuestras almas se salven. 

Condaquio tono 2º

Armado con la pureza de alma y sosteniendo firmemente una oración incesante como si fuera una lanza, venciste a los ejércitos de demonios, Oh Gregorio nuestro Padre. Intercede incesantemente por todos nosotros.






Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *logosortodoxo.com *synaxarion.gr *gsinai.com *vimaorthodoxias.gr 

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