lunes, 11 de noviembre de 2024

Santo Primer Mártir y Diácono Vicente de Zaragoza (+304)

Versos:
"Vicente fue golpeado por los guardias; siendo liberado de la guardia de la carne, se apresura arriba".

El santo mártir y diácono (Hieromártir) Vicente (en otros santorales le encontramos con el nombre helenizado de Hilario) nació en Osca (Huesca) en algún momento durante la última parte del siglo III a.C. Se cree que su padre era Eutricio (o Euticio), y su madre Enola, originaria de Osca. Pasó la mayor parte de su vida en la ciudad de Zaragoza, en los tiempos del emperador de Roma Maximiano. En la Hispania Romana gobernaba Daciano, conocido por su crueldad contra los cristianos. En Zaragoza, que entonces se llamaba Cesar Augusta, el trono episcopal era ocupado por el santo obispo Valero (22 de Enero), quien hoy día es el santo patrón de la ciudad. 
San Valero instruyó en las ciencias sagradas y en la piedad cristiana a este glorioso mártir. El mismo obispo le ordenó diácono para que formara parte de su séquito, y le encargó instruir y predicar al pueblo. A pesar de que era todavía muy joven, Vicente al lado de su obispo enseñaba con celo al pueblo de Dios los sagrados dogmas de la fe ortodoxa. Debido a que Valerio sufría de un impedimento del habla, Vicente actuaba como su portavoz.
 
 
 



El prefecto Daciano juzga a los santos Valero y Vicente,
Reproducción en la Catedral de Alcalá de Henares, finales del s. XIII




El año 303, los emperadores Diocleciano y Maximiano publicaron su segundo y tercer edicto contra el clero, y al año siguiente lo hicieron extensivo a los laicos. Parece que poco antes de la publicación de dichos decretos, Daciano hizo ejecutar a los dieciocho mártires de Zaragoza (304), de los que hacen mención Prudencio y el Martirologio Romano, y arrestó a Valero y a Vicente.
Estos dos mártires fueron encadenados con pesadas cadenas y trasladados a Valencia, donde el gobernador Daciano ordenó encerrarlos en una celda sucia y oscura. Allí les dejó un largo tiempo, sufriendo hambre y otras torturas, esperando que fuese debilitada la fe de los testigos de Cristo.
Sin embargo, cuando comparecieron ante él, no pudo menos que sorprenderse al verles tan intrépidos y vigorosos, y aun castigó a los soldados por no haberles tratado con el rigor que él había ordenado. El procónsul empleó amenazas y promesas para lograr que los prisioneros ofrecieran sacrificios a los dioses. 
 
 
 



Hieromártir Vicente de Zaragoza


 
 
Como Valero, que tenía un impedimento en la lengua, seguramente no podría responder, Vicente le dijo: «Padre, si me lo ordenas, yo hablaré». «Hijo mío -le contestó Valero-, yo te he confiado ya la dispensación de la divina palabra, y ahora te pido que respondas en defensa de la fe por la que sufrimos». El diácono informó entonces al juez de que estaban dispuestos a sufrirlo todo por Dios y que no se doblegarían, ni ante las amenazas, ni ante las promesas. Daciano se contentó con desterrar a Valero, pero decidió hacer flaquear a Vicente valiéndose de todas las torturas que su cruel temperamento podía imaginar.
San Agustín nos asegura que Vicente sufrió torturas que ningún hombre hubiera podido resistir sin la ayuda de la gracia, y que, durante las mismas, conservó una paz y tranquilidad que sorprendió a los mismos verdugos. La rabia del procónsul se manifestaba en el rictus de su boca, en el fuego de sus ojos y en la inseguridad de su voz. 
Tras orden del salvaje Daciano, Vicente fue primero atado de manos y pies al potro, y ahí le desgarraron con garfios. El mártir, sonriente, acusaba a sus verdugos de debilidad, lo cual hizo creer a Daciano que no atormentaban suficientemente a Vicente; así pues, mandó que le apalearan. 
 
 



"SAINT VIKENTIOS, PROTOMARTYR OF SPAIN"
SAN VICENTE, PROTOMÁRTIR DE ESPAÑA



 
 
Sin embargo, cuanto más le torturaban los verdugos, tanto más le consolaba el cielo. El juez, viendo correr la sangre a chorros y el lastimoso estado en que se hallaba el cuerpo de Vicente, no pudo menos de reconocer que el valor del joven clérigo había vencido su crueldad. 
En seguida ordenó que cesara la tortura y dijo a Vicente que, si no había podido inducirle a sacrificar a los ídolos, por lo menos esperaba que entregaría éste las Sagradas Escrituras a las llamas, para cumplir el edicto imperial.
El mártir contestó que tenía menos miedo de los tormentos que de la falsa compasión. Daciano, más furioso que nunca, le condenó a lo que las actas llaman «quaestio legitima» («la tortura legal»), que consistía en ser quemado sobre una especie de parrilla. Vicente se instaló gozosamente en la reja de hierro, cuyas barras estaban erizadas de picos al rojo vivo. Los verdugos le hicieron extenderse y echaron sal sobre sus heridas. Con la fuerza del fuego, la sal penetraba hasta el fondo. 
 
 







 
San Agustín dice que las llamas, en vez de atormentar al santo, parecían infundirle nuevo vigor y ánimo, ya que Vicente se mostraba más lleno de gozo y consuelo, cuanto más sufría. La rabia y confusión del tirano fue increíble; perdió totalmente el dominio de sí mismo y preguntaba continuamente qué hacía y decía Vicente; pero la respuesta era siempre que el santo no hacía más que afirmarse en su resolución.
Finalmente, el procónsul ordenó que arrojaran al santo en un calabozo cubierto de trozos de vidrios, con las piernas abiertas y atadas a sendas estacas, y que le dejaran allí sin comer y sin recibir ninguna visita. Pero Dios envió a sus ángeles a reconfortarle. El carcelero, que vio a través de la rejilla el calabozo lleno de luz y a Vicente paseándose en él y alabando a Dios, se arrepintió de sus pecados y se convirtió súbitamente al cristianismo. Al saberlo, Daciano lloró de rabia; sin embargo ordenó que se diese algún reposo al prisionero. Los fieles fueron a ver a Vicente, vendaron sus heridas, y recogieron su sangre como una reliquia. 





Vicente de Zaragoza (Menologio de Basilio II)


 
 
Cuando le depositaron en el lecho que le habían preparado, Vicente entregó su alma a Dios. Daciano ordenó que su cuerpo fuese arrojado en un pantano, pero un cuervo le defendió de los ataques de las fieras y aves de presa. Las "Actas" y un sermón atribuido a San León añaden que el cadáver de Vicente fue entonces arrojado al mar, pero que las olas lo devolvieron a la playa, donde lo recogieron dos cristianos, por revelación del cielo, y su veneración se extendió de inmediato por toda la Iglesia. El anciano obispo Valerio fue exiliado.
Los sagrados restos mortales de San Vicente fueron enterrados en Valencia*, y su memoria se celebra cada año el día 11 del mes de noviembre.
San Vicente es el más insigne de los mártires españoles y su culto se propagó enseguida por todo el mundo. San Agustín le elogia escribiendo de él: 

" Oh, santo mártir de la bellísima tierra de los españoles, ruega por la salvación del pueblo de Zaragoza, tu tierra natal, de España y de todo el mundo, para que nosotros, como tú, confesemos a Cristo por los siglos. Amén"



 
 
 

Relicario con un hueso de la pierna de san Vicente, ubicado en 
el Tesoro de la Catedral de Notre Dame, París

 
 
 
NOTAS:
 
El Mártir San Vicente es patrón de la ciudad y también de la Diocesis de Valencia. La mayoría de las poblaciones españolas que llevan por nombre San Vicente se refieren a este santo (alrededor de 100 y 50 en tierras francesas). Las primitivas catedrales de Toledo, Sevilla, Granada y Zaragoza estaban dedicadas a este santo aragonés.

* Según A. Butler, el relato de las traslaciones y la difusión de las reliquias de san Vicente es muy confuso y poco fidedigno. Se habla de sus reliquias no sólo en Valencia y Zaragoza, sino también en Castres de Aquitania, en Le Mans, en París, en Lisboa, en Bari y en otras ciudades. Es absolutamente cierto que su culto se extendió muy pronto por todo el mundo cristiano y llegó hasta algunas regiones del Oriente. Alban Butler basa principalmente su relato en la narración del poeta Prudencio (Peristephanon,5).
 
Según otras fuentes (preguntasantoral.com), "cuenta la tradición que Vicente al fin expira en Enero de 304, teniendo de 25 a 30 años, en un mullido colchón hecho con pétalos de rosa en que se habían transformado los cristales y las púas y estando al cuidado de algunos cristianos. Para evitar que el cuerpo del mártir fuera venerado por los cristianos de la ciudad, Daciano ordenó que fuera arrojado a un descampado para que fuera devorado por las alimañas, pero su cuerpo fue protegido por los cuervos. Daciano, enfurecido, ordenó entonces que fuese llevado el cadáver a alta mar atado a una rueda de molino. Cumplida esta orden por Eumorfio en playas de Cullera, el cuerpo de Vicente llegó milagrosamente a la orilla en un paraje conocido como la Font Santa, donde se levantó una ermita, en el lugar en que lo encontró la viuda llamada Jónica que le dio sepultura. 
Al finalizar la persecución contra los cristianos a partir del Edicto de Milán del Emperador Constantino en el año 313, durante el reinado de Teodosio I, y convertirse el Cristianismo en la religión oficial del imperio en el año 391, el cuerpo fue trasladado a un cementerio que se convertiría en Basílica y mausoleo a las afueras de la ciudad de Valencia (Iglesia-Monasterio de La Roqueta), que generó una inmensa corriente de peregrinaciones".
 
 
 
 
Ἀπολυτίκιον. Ἦχος δ’. Ταχὺ προκατάλαβε.  (Κατέβασμα)

Tρισάριθμον σύνταγμα τῶν ἀθλητῶν τοῦ Χριστοῦ συμφώνως τιμήσωμεν ὡς καθαιρέτας ἐχθροῦ, Μηνᾶν τὸν ἀοίδημον, Βίκτωρα τὸν γενναῖον καὶ Βικέντιον ἅμα, τούτοις συνευφημοῦντες στεφανίδα τὴν θείαν. Αὐτῶν, Χριστέ, ἱκεσίαις πάντας ἐλέησον. 
 
 

Έτερον Ἀπολυτίκιον Ήχος δ'. (ΠΡΟΣΌΜΟΙΟ: "Ταχύ προκτάλαβε" )
 
Τρισάριθμον σύνθημα, των αθλοφόρων Χριστού, υμνήσωμεν άσμασι, χαριστηρίοις πιστοί, Μηνάν τον αοίδιμον, Βίκτωρα τον γενναίον, και Βικέντιον θείον, πλάνην την των ειδώλων, καταργήσαντας πίστει. Αυτών ταις ικεσίαις, Χριστέ ο Θεός, σώσον τας ψυχάς ημών.
 
Otro himno de despedida, tono 4º (SIMILAR A: "Se adelantó rápidamente" )

Juntos honremos a los Atletas de Cristo, al memorable Víctor y al noble Vicente, y con ellos alabamos a la divina Estefanía, quienes destruyeron al enemigo con sus luchas. Por sus súplicas, oh Cristo nuestro Dios, ten piedad de nuestras almas.
 

Condaquio tono 4º

Hoy la Iglesia honra a los Grandes Mártires y Atletas, las luchas de Menas, Victor, Vicente y Estefanía. Ella grita y glorifica al amante de la humanidad.
 
                               
Megalinario

Salve, antorcha divina de España, gloria de Zaragoza, tesoro de Valencia, 
salve, inagotable torrente de milagros, bienaventurado Vicente, orgullo de diáconos.






Fuentes consultadas: * Santoral Ortodoxo Español, G. E. Piperakis, Prof. de la Facult. de Med. de la Univ. de Atenas, Grecia  *orthodox-world.org, * "Historia de España desde el tiempo primitivo hasta el presente" C. Romey ,* eltestigofiel.org*Vidas de Santos de A.Butler, * Sinaxario de los doce meses del año de San Nicodemo el Athonita, *www.rae.es

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