miércoles, 7 de agosto de 2024

Hieromártir Narciso, Patriarca de Jerusalén (+213)

Fue ataque un violento y traicionero contra un hombre que había dedicado su vida a la Santa Iglesia y al Evangelio de Jesús Cristo.
Sin embargo la víctima de la difamación, que casi es destruido por ella, no respondió de ningún modo a quienes lo atacaron. 
Cuando esos tres pérfidos hombres de Iglesia juraron que el Patriarca había cometido terribles crímenes en secreto, él se negó a atacarlos o, más aún, a negar esas acusaciones sin fundamentos.
En vez de ello, actuando con su humildad característica, renunció a su solemne cargo y se retiró al desierto con la finalidad de llevar una vida ascética de meditación continua. Subsistiendo día a día con sólo algunos higos y hierbas silvestres, mientras dormía en el suelo bajo las brillantes estrellas, el Gran Narciso usó este tiempo de exilio para crecer más en su cercanía con Dios.
Esto sucedió alrededor del año 190 de Nuestro Señor, en la Ciudad Santa, cuando le tendieron una trampa al Patriarca de Jerusalén sus propios compañeros... lo que casi le costó la vida. Era una figura piadosa y humilde que prefería una vida de austera simplicidad mientras se negaba a sí mismo todo tipo de comodidades. Narciso fue el trigésimo Patriarca de Jerusalén. 
 
 
 
 



San Narciso, Patriarca de Jerusalén


 
 
 
 
De acuerdo al gran cronista Eusebio, el autor de La Historia de la Iglesia, Narciso fue un pastor supremamente compasivo de su rebaño, que realizaba frecuentemente milagros gracias al poder de Dios Todopoderoso.
Describiendo un incidente de ese tipo, Eusebio nos cuenta la sorprendente historia de una noche en la cual la Iglesia de Jerusalén estaba celebrando la Vigila Pascual – cuando todos los que participaban de ella –casi al mismo tiempo- se quedaron consternados. Las lámparas se habían quedado sin aceite y ya era demasiado tarde para ir a buscar el precioso combustible. La situación se veía desesperanzadora y la vigilia -aparentemente- iba a arruinarse.
Sin embargo el Gran Patriarca escogió ese momento para invocar a los Cielos y, por la Gracia de Dios, fue capaz de ayudar. Primeramente lugar les pidió a los que estaban encargados de las lámparas que le trajeran agua. 
 
 
 







Así lo hicieron. Narciso se arrodilló y rezo con gran pasión y urgencia sobre los recipientes de agua... luego les pidió a quienes habían traído los recipientes con agua que llenaran las lámparas de aceite con ese líquido.  
Atónitos, los piadosos hombres de Iglesia, lo miraron asombrados. ¿Narciso se había vuelto loco? Todos los que ahí estaban entendían que el agua no se quema; esta sugerencia de su líder espiritual parecía totalmente rara. Sin embargo le eran obedientes en todas las cosas e hicieron tal como se les había ordenado. Cuando el agua fue vertida en las lámparas les pidió que le trajeran una vela encendida. Nuevamente obedecieron diligentemente.
Narciso tomó la vela encendida y la sostuvo sobre la primera de las lámparas y el hilo que había en ella se encendió. Hizo lo mismo con la siguiente lámpara y luego con la siguiente. Una por una todas las lámparas fueron encendidas produciendo brillo profundo, una rica iluminación que ponía en evidencia a todos los participantes que había ocurrido algo imposible: el agua se había convertido en aceite en todas las lámparas.
Para el Gran patriarca este acontecimiento milagroso era algo perfectamente normal. Por supuesto que no tomó crédito por lo acontecido debido a que entendía que el poder que había realizado el milagro no provenía de él sino solamente de Dios. 
 
 









Sin embargo, a pesar de la legendaria bondad y humildad, sus enemigos eran de carne y hueso. Llenos de rencor contra él, y celosos de su posición como líder reverenciado de la Santa Iglesia en Jerusalén, tres de sus clérigos, alrededor del año 190, inventaron maliciosas difamaciones en su contra. Aunque Eusebio no llega a identificar la naturaleza de estas falsas acusaciones hace notar que fueron atroces –al tiempo que señala que no fueron creídas por los habitantes de Jerusalén. 
Astutos y manipuladores, los confabuladores habían esperado convencer a los observadores pronunciando unos terribles juramentos. Mientras uno de los clérigos pedía ser castigado con la ceguera si es que sus acusaciones eran falsas, el segundo clamaba por una enfermedad degenerativa si sus cargos no eran verdaderos. El tercero en jurar pidió ser quemado hasta morir si es que estaba mintiendo en este asunto. 
Lo que siguió a continuación fue una muestra notable de cómo la justicia de Dios trabaja misteriosamente. Aunque los miembros de la Iglesia no le pidieron al Patriarca que abandonase su cargo, él escogió hacerlo por voluntad propia debido a su profundo disgusto por las horribles acciones cometidas por sus enemigos. Una vez más el bondadoso anciano partió hacia las desiertas llanuras de Palestina en donde pasaría varios meses deambulando como un asceta solitario.
 
 
 









 
Mientras tanto las mentiras de los difamadores empezaron a caerse rápidamente. Sorprendidos, los otros miembros de la Iglesia en Jerusalén observaron cómo cada uno de los que había hecho ese falso juramento eran destruidos por el castigo que ellos mismos habían pedido recibir si es que se probaba que su corazón era falso. Mientras uno de los perjuros moría junto con su familia en un terrible incendio en su hogar, el segundo era devorado lentamente por una terrible enfermedad que le iba carcomiendo la carne. Viendo esto, el tercer mentiroso, aterrado por su posible ceguera, confesó públicamente sobre la difamación... y la reputación del honesto Patriarca fue restaurada públicamente.
Luego de retomar su papel como Patriarca por un número adicional de años, el Santo Narciso, una vez más, fue víctima de una conspiración muy poco santa... por la que fue decapitado por los ocupantes Romanos de Jerusalén a la edad de 116 años. Murió como mártir bajo el reinado del Emperador Antonino en el Año 213 de Nuestro Señor.
 La vida del Gran patriarca Narciso nos enseña una importante lección acerca del valor de soportar con ecuanimidad las difamaciones y los engaños. Cuando el Gran patriarca fue brutalmente atacado por sus enemigos en la Iglesia de Jerusalén no alegó haber sido inculpado erróneamente, no se golpeó el pecho u organizó revancha contra los enemigos que lo habían dañado tan violentamente. En vez de ello se retiró del mundo a los desiertos de Palestina con la finalidad de crecer en cercanía a Dios y a pedir su ayuda para soportar estos asaltos con un corazón paciente.
 

Apolitiquio tono 4º

Como partícipe de las sendas y como sucesor del trono de los Apóstoles, Oh inspirado por Dios, encontraste la disciplina como un medio para ascender a la visión divina. Por esta razón, habiendo vivido justamente la palabra de la verdad, también luchaste por la fe con tu sangre, Oh Hieromártir Narciso. Intercede ante Cristo nuestro Dios para se salven nuestras almas.


Condaquio tono 4º

Habiendo vivido piadosamente la vida de un hierarca, y habiendo caminado el sendero del martirio, eliminaste a los adoradores de ídolos y defendiste a tú rebaño, con la sabiduría divina. Por esta razón te veneramos clamando desde nuestros corazones: para que a través de tus oraciones nos libremos del peligro, Oh Narciso padre nuestro.







Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr

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