"La arrogancia no es la pasión más severa, pero a través de ella el enemigo sedujo a Santiago".
Por muchos años luchó contra las fuerzas de la oscuridad –contra entidades demoníacas que no se detenían ante nada
con tal de poner en peligro su alma inmortal.
Por muchos años luchó contra las fuerzas de la oscuridad –contra entidades demoníacas que no se detenían ante nada
con tal de poner en peligro su alma inmortal.
A pesar de ellos su gran
debilidad era el orgullo que tenía sobre sí mismo. Tontamente, creyó que podía
gobernar su propio espíritu sin ninguna ayuda o la gracia que viene de Dios
Todopoderoso. Ese orgullo casi lo destruye.
Una y otra vez durante su
atormentada vida este orgullo arrogante lo hizo vulnerable ante el Príncipe de
la Oscuridad. En una ocasión terrible, Satán mismo hizo uso de este defecto
fatal –e hizo todo lo que pudo para mentir y engañar en las luchas del Santo Santiago (Jacobo), el Asceta de Palestina.
El combate entre estos dos
enemigos jurados tuvo lugar alrededor del Año 350 de Nuestro Señor, según los
historiadores de la Iglesia... y comenzaron tan pronto como el orgulloso monje
(conocido posteriormente como “Santiago el Asceta”) fuera víctima del ridículo
engaño iniciado por su propia vanidad.
Nativo de Palestina, de la
región desértica de Nitria, Santiago nació alrededor del año 320 de Nuestro
Señor, y creció como un atento joven estudiante con una pasión ardiente por el
Santo Evangelio de Jesucristo. Educado profundamente en las Sagradas Escrituras
y en las enseñanzas de los Padres de la Iglesia, Santiago se encontró muy pronto
anhelando por la vida monástica y se integró a una comunidad religiosa ubicada
en los límites del Desierto del Sinaí. Allí aprendió todo lo que pudo sobre las
prácticas ascéticas de los Padres del Desierto, desde donde partió para imitar
su austero estilo de vida vagando por el desierto y negándose todo a sí mismo,
salvo lo mínimo requerido para sobrevivir.
Santiago amaba a Jesucristo y su Santo Evangelio, pero su corazón aún no había sido probado. Debido a que había entregado todas sus posesiones terrenas antes de entrar en la vida ascética se sintió “con el derecho” de la salvación –en vez de reconocer que la redención por la Sangre de Cristo es un regalo que nadie puede ganar por sí mismo y que nos llega enteramente por la Gracia de Dios.
Santiago amaba a Jesucristo y su Santo Evangelio, pero su corazón aún no había sido probado. Debido a que había entregado todas sus posesiones terrenas antes de entrar en la vida ascética se sintió “con el derecho” de la salvación –en vez de reconocer que la redención por la Sangre de Cristo es un regalo que nadie puede ganar por sí mismo y que nos llega enteramente por la Gracia de Dios.
Pero la oscuridad en la que se encontraba el
joven Santiago le nublaba su
entendimiento; y su orgullo, muy frecuentemente, lo llevaba a afirmar, según los
historiadores de ese período: “¿Quién más que yo sabe lo que se necesita para
mi propia salvación?” Ignorando los consejos de los ancianos y ascetas más
experimentados, quienes habían pasado años batallando contra las tentaciones
del orgullo, el vanaglorioso Santiago fue fácilmente engañado por los demonios
que odian tanto a Dios como al hombre.
Sus astutos engaños fueron
una cosa muy difícil de presenciar. En una ocasión terrible, mientras Santiago
se encontraba sentado y felicitándose a sí mismo por su perfección espiritual,
la cueva en la que había vivido se iluminó repentinamente con una brillantez
impresionante. Sorprendido y parpadeando, el monje asumió inmediatamente que se
encontraba en la presencia de un ángel.
Momentos después, su
presunción aparentemente se vio confirmada, cuando la “presencia angélica” le
anunció repentinamente, en una voz solemne y elocuente: “Limpia tu celda e
ilumínala con luces brillantes y con incienso; luego alístate pues Cristo está
complacido por tus obras, y esta noche El vendrá a honrarte con muchas
recompensas.”
Tontamente impresionado por esta maravillosa manifestación, el auto-engañado monje obedeció instantáneamente. Luego esperó con gran expectativa hasta que, precisamente a medianoche, la cueva se inundó una vez más con una brillantez repentina. Sin dudarlo, el ensoberbecido monje cayó sobre sus rodillas y comenzó a adorar. Pero sus vanas oraciones fueron respondidas con una crueldad golpeante –cuando el Gran Mentiroso Satán agarró repentinamente al monje arrodillado y lo golpeó salvajemente en la frente.
Tontamente impresionado por esta maravillosa manifestación, el auto-engañado monje obedeció instantáneamente. Luego esperó con gran expectativa hasta que, precisamente a medianoche, la cueva se inundó una vez más con una brillantez repentina. Sin dudarlo, el ensoberbecido monje cayó sobre sus rodillas y comenzó a adorar. Pero sus vanas oraciones fueron respondidas con una crueldad golpeante –cuando el Gran Mentiroso Satán agarró repentinamente al monje arrodillado y lo golpeó salvajemente en la frente.
Casi desmayado y sin
ningún tipo de sensibilidad, el engañado asceta se dio cuenta lentamente de lo
peor: Le había estado rezando a Satán
mismo –cuyo nombre (en el sánscrito original del cual proviene) describe
perfectamente su esencia: “El Que Te Quita.”
Privado de una
significativa y verdadera (la cual sería humilde) relación con Dios
Todopoderoso, el engañado asceta había sido severamente castigado por su
adoración a una entidad espiritual que lo había odiado a él.
Sin embargo, a pesar de la
imperfección espiritual del monje, Dios -en su infinita misericordia- lo
protegió del Enemigo Oscuro, ordenándole que se fuera de la cueva. Luego de
algunas horas el atribulado asceta recobró finalmente la conciencia. Quejándose
del dolor y del remordimiento, se arrastró fuera de su celda en busca de un
sabio anciano. Pero antes de que pudiera pronunciar una simple palabra sobre
los acontecimientos de la noche anterior, el piadoso monje lo interrumpió.
“Debes irte de aquí”, dijo el anciano monje,
quien había intuido la situación, “pues tú has sido engañado por Satán.”
Al escuchar esto el
atribulado monje lloró de angustia. ¿Qué debería hacer? Afortunadamente el
atribulado monje decidió seguir el consejo del anciano monje ingresando
inmediatamente en una de los más estrictos monasterios de la región de Nitria,
en donde cientos de monjes se encontraban en ese instante comprometidos en las
luchas diarias consigo mismos.
Una vez entrado en el
monasterio el arrepentido Santiago se ofreció a ser un humilde trabajador en la
cocina. Por los siguientes siete años se dedicaría a limpiar las ollas y a
trapear los pisos para luego sentarse en su pequeña celda sin hablar. Tan
grande fue su remordimiento y su desprecio a si mismo que éstos lo llevaron,
eventualmente, a una nueva vida de auténtica espiritualidad –una vida en la
cual él nunca más se otorgaría “a sí mismo el crédito” por su propia salvación.
Santiago el Asceta se
había embarcado ahora en la dificultosa travesía hacia la verdadera adoración a
Dios Todopoderoso. Pero sus luchas estaban muy lejos de haber finalizado. En
los años siguientes sería probado una y otra vez por el Engañador, quien usó
toda estrategia a su alcance en el intento continuo por destruir el alma
atribulada del monje. En una ocasión muy notoria, como lo reportaron
posteriormente los historiadores de la Iglesia, un grupo de hombres libidinosos
de la villa cercana de Porfiriano, enviaron a una habilidosa prostituta a donde
se encontraba el monje –conminándola a usar todas sus vilezas con el fin de
seducir al asceta que vivía en la cueva.
Con la Gracia de Dios, Santiago fue capaz de vencer esa tentación. Pero no siempre tuvo la misma
suerte... y luego de otro incidente deplorable en el cual sucumbió a sus deseos
lujuriosos con una doncella que lo visitó se desesperó completamente sobre su
salvación. ¿Qué debería hacer? Lleno de miseria y sin esperanza le describió su
situación a un monje piadoso –quien lo sorprendió por la sugerencia de
encerrase a sí mismo en una tumba y vivir en un cementerio cercano, entre los
muertos.
Santiago siguió esta recomendación, que sonaba extraña, y empezó a vivir en un ataúd vacío. Pero su autoentierro se convirtió en un milagro, cuando el obispo local Cristiano recibió una visión celestial en la cual se le dijo que la única manera de acabar con la terrible sequía era convencer al monje enterrado para que rece pidiendo lluvia.
Santiago siguió esta recomendación, que sonaba extraña, y empezó a vivir en un ataúd vacío. Pero su autoentierro se convirtió en un milagro, cuando el obispo local Cristiano recibió una visión celestial en la cual se le dijo que la única manera de acabar con la terrible sequía era convencer al monje enterrado para que rece pidiendo lluvia.
El monje en el ataúd se
resistió al principio... pero finalmente decidió poner el bienestar de sus
vecinos por encima de sus propias luchas espirituales. Rezó fervientemente... y
se sorprendió algunas horas después cuando empezó a caer esa lluvia salvadora.
En un lapso de un día o dos las cosechas resecas se recuperaron y el espíritu
de Santiago el Asceta sería sanado por esta bendición venida del cielo.
Habiendo sobrevivido a su
crisis espiritual por la misericordia y la gracia de Dios, Santiago el Asceta
se arrastró fuera de su ataúd y vivió por otros veinte años más, durante los
cuales agradeció incesantemente a Dios por sus bendiciones que él y sus
hermanos habían recibido. Finalmente murió en paz como un anciano y venerable
monje alrededor del año 380, según historiadores de la Iglesia.
Más de 1.600 años después
de que Santiago el Asceta luchó contra los poderes de la oscuridad, y aprendió
finalmente sobre la humildad de la cual depende la salvación, los Cristianos en
todo lugar aún siguen siendo inspirados por la historia de sus luchas. Si el
Señor de Misericordia salvó a Santiago el Asceta, con toda seguridad hay
esperanza para todo aquel que trabaja sirviendo al Dios Todopoderoso.
Apolitiquio tono 8
Con los ríos de tus
lágrimas cultivaste la aridez del desierto y por tus suspiros, desde lo más
profundo, produjiste fruto multiplicado en cientos; y llegaste a ser luz, brillando
con milagros sobre el mundo; Oh Santiago nuestro Padre justo. Intercede ante
Cristo Dios para que se salven nuestras almas.
Condaquio tono 2
Armado con la pureza de
alma y sosteniendo firmemente la oración incesante como un lanza, venciste a
los demonios, Oh Santiago, nuestro padre. Intercede incesantemente por todos
nosotros.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con
autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria,
Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr