miércoles, 1 de mayo de 2024

El Profeta Jeremías (+ s.VI a.C.)

Versos:
"Almas pedregosas ajenas al miedo divino, levantaron piedras contra el divino Jeremías".
El primero de mayo, Jeremías fue asesinado con piedras.
 
Del Synaxario del Santo Profeta Jeremías

Este maravilloso Profeta del Señor fue santificado desde el vientre de su madre, como dice Dios de Él: "Antes de formarte en el vientre te conocí, antes de que nacieras te santifiqué, te puse por profeta a las naciones". (Jeremías 1:5). Era de Anathoth, y vivió 620 años antes de Cristo. Cuando Jerusalén fue esclavizada por el rey Nabucodonosor de Babilonia, fue a Tahpanhes en Egipto, llamada Daphnae en griego, donde profetizó, y fue apedreado por el pueblo de Israel, que había huido a Egipto. Habiendo muerto, fue enterrado en el área del palacio del Faraón. Los egipcios lo glorificaron y honraron, ya que él era un bienhechor para ellos con sus palabras. Porque con sus oraciones hizo morir a las áspides, que estaban acabando con los egipcios. También dio muerte a las bestias que se encuentran en las aguas de Egipto, que los egipcios llaman "nephoth", y los griegos "cocodrilos".
 
 
 
 
 
 



 
 
 
Por lo tanto, aquellos cristianos que se encuentran hoy en ese lugar, en oración toman tierra de la tumba del Profeta, y son sanados de las mordeduras de áspides. Se dice que el rey Alejandro fue a la tumba de Jeremías y, al enterarse de él, llevó sus reliquias a Alejandría, que esparció por los alrededores y por toda la ciudad. De esta manera todas las áspides fueron desterradas, y en su lugar soltó serpientes llamadas argolai, que había traído de Argos, de donde derivan su nombre.*

Jeremías había dicho a los sacerdotes de Egipto: "Se llevará a cabo una señal: los ídolos de Egipto se estremecerán y serán arrojados a tierra por un niño Salvador, que nacerá de una virgen en un pesebre". Por eso los egipcios deificaban hasta ahora a una virgen, y colocando a un niño en un pesebre, la veneraban. Así que cuando el rey Ptolomeo les preguntó por qué hacían esto, respondieron que este misterio les había sido transmitido por sus padres, porque les fue entregado a sus padres por un venerable Profeta, el cual, además, esperaban que se cumpliera realizando este misterio

Se dice de este Profeta, que antes de que Nabuzaradán, el jefe de los carniceros de Nabucodonosor, incendiara el Templo de Jerusalén, tomó el Arca del Pacto y las cosas sagradas que contenía, y las puso debajo de una roca, porque dijo a aquellos que estaba junto a él: "El Señor se ha ido del Sinaí al Cielo, y quiere volver al Sinaí con poder, y quiere mostraros a vosotros que estáis junto a Él una señal de Su presencia, cuando todas las naciones adoren la madera." 
 
 
 
 
 
 
 


 
 
 
 
 
También dijo: "Este Arca y las tablas que hay dentro, nadie las quitará de la tierra, excepto Aarón, ni las abrirá, ni siquiera un sacerdote o un profeta, excepto Moisés, el elegido de Dios. En la resurrección común se será el arca que primero se levantará, y será revelada a la tierra, será puesta en el Sinaí, y se reunirán en ella todos los santos, los que estarán esperando la venida del Señor, tantos como los que habían huido el enemigo (el diablo), que deseaba darles muerte". Ahora bien, en la roca que recibió el Arca, Jeremías escribió con su dedo el temible nombre de Dios, a saber, Jehová. Y estas letras se formaron como si estuvieran grabadas con un cincel y hierro. De repente una nube luminosa cubrió este nombre, y nadie conoce el lugar, ni puede leer el nombre de Dios hasta que llega ese día.**
 
Esta roca está en el desierto donde el Arca fue construida por primera vez por Bezalel, entre dos montañas, donde se encuentran las reliquias de Moisés y Aarón.*** Por la noche aparece una nube en ese lugar, según el antiguo orden, cuando una nube apareció de noche ante los israelitas, e iluminó su camino. El profeta Jeremías era un anciano en años, de baja estatura físicamente, su barba era ancha arriba y angosta abajo. Su Synaxis se celebra en el Templo del Santo Apóstol Pedro, que está cerca de la santísima Gran Iglesia.
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
 
 
 
El Profeta Jeremías
 
Del libro "Una Nube de Testigos, Santos y Mártires de Tierra Santa". Por el Obispo + Demetri (Matta) Khoury

Cuando la gente de Jerusalén se negó a escuchar sus advertencias del inminente desastre él decidió tomar una acción drástica. Gracias a la ayuda de un granjero consiguió un gran yugo de madera, de los que usan los bueyes para jalar el arado. Sin dudarlo un solo instante lo colocó sobre su cuello. Ahora se veía como una bestia de carga. Se le veía grotesco y al mismo tiempo aterrorizador.
Cargando el enorme yugo sobre sus hombros doblados deambulaba por las calles de la Ciudad Santa –mientras gritaba con voz muy fuerte que el Señor Dios estaba molesto con los Israelitas debido a su adoración de ídolos y que por ello pagarían un precio terrible al haber rechazado a Dios Todopoderoso y dado las espaldas al Cielo.
Los residentes de la gran ciudad se detenían a mirarlo con gran asombro. Su nombre era Jeremías, hijo de un sacerdote Hebreo llamado Helkiah, es lo más que ellos sabían y era considerado como un hombre temeroso de Dios.
 
 
 
 






 
 
 
 
Aparentemente había estado caminando a lo largo de toda la ciudad por algunos días seguidos, mientras advertía a los ciudadanos en fuerte voz que muy pronto ellos estarían usando el yugo que él estaba usando ahora. ¿Cómo podría ser aquello? le preguntaron. Es muy simple, respondió. Dentro de un año o dos, les advirtió, serían invadidos, capturados y luego arrastrados hacia la esclavitud por el monstruoso Nabucodonosor y su armada Babilonia, siempre sedienta de sangre.
A menos que ellos se arrepintiesen, rasgasen sus vestiduras y rociasen sus cabellos con cenizas –y luego rogasen por perdón ante el Dios Todo Poderoso por haberse hundido en la idolatría en los últimos años– estos orgullosos ciudadanos de Jerusalén muy pronto estarían portando yugos. Pero sus yugos serían los yugos de la esclavitud y un exilio de setenta años de interminable trabajo en un mundo extraño, en el que tendrían menos valor que el de los animales de granja comunes.
 
 
 
 
 





 
 
 
 
Los buenos ciudadanos de Jerusalén escucharon estas oscuras profecías de Jeremías –uno de los más grandes y también más apasionados profetas en todo el mundo del Antiguo Testamento– y cuando terminó de advertirles acerca del gran cataclismo que estaba a punto de sacudir su mundo sacrílego no dudaron en responder rápidamente.
Lo arrojaron a la cárcel, por un tiempo, y luego a un hueco lodoso infestado de horribles roedores y reptiles. Día tras día se arrastraba alrededor del fondo de ese hueco grasoso mientras era atacado por ratas y arañas así como reptiles venenosos. ¿Era esta la recompensa por advertirles de la sencilla verdad que estaba a punto de suceder a su ciudad... ya que ellos habían escogido ignorar al Dios de Abraham y desafiarlo con cada clase de libertinaje existente? Así era. 
La hora del juicio se encontraba cerca. Les advirtió pero ellos no quisieron escuchar pues estaban disfrutando de sus vidas decadentes sin ninguna intención de arrepentirse.
 
 
 
 
 
 



                           
 
 
 
 
 

Ellos lo castigaron por sus visiones pero no lo asesinaron. Todavía no era lo suficientemente importante como para asesinarlo. Simplemente se olvidaron de él mientras volvían a sus prácticas idolátricas y de pecado.  No pasó mucho tiempo  antes de que se encontrasen rezando nuevamente a sus odiosos ídolos hechos de oro, plata y bronce. Entonces una mañana, tan pronto como amaneció, se percataron de una mancha oscura en el horizonte. ¿Eso era humo? ¿Habría estallado un incendio en el pueblo vecino? Durante todo el día observaron cómo la mancha se oscurecía al tiempo en que se hacía cada vez más grande y más cercana. Sí, era fuego.
Era el bárbaro Nabucodonosor, quien estaba incendiando todo con  lo que se cruzaba. Los ciudadanos de Jerusalén, en una fiebre de pánico, hicieron sonar las alarmas llamando a sus ejércitos para que los salvasen. Pero ya era demasiado tarde cuando se despertaron de su estado pecador. Antes de que pudieran huir y preparar las defensas necesarias para prevenirse del asalto, Nabucodonosor y sus Babilonios ya estaban sobre ellos.
 
 
 
 
 
 







 
 
Jeremías había predicho cada pieza del horror que comenzaba ahora.
El lo había profetizado: “Será reducida toda esta tierra a pura desolación, y servirán estas gentes al rey de Babilonia setenta años”. (Jeremías 25, 11)
El también había profetizado: “Y les dices: Así dice Yahveh Sebaot: Asimismo quebrantaré yo a este pueblo y a esta ciudad, como quien rompe un cacharro de alfarería, que ya no tiene arreglo. Y se harán enterramientos en Tófet, hasta que falte sitio para enterrar”. (Jeremías 19, 11)
Ellos no lo escucharían. Siempre ha sucedido así con los profetas. Son ignorados y despreciados, son menospreciados por los pecadores hasta que es demasiado tarde. Pero nadie sufrió más que Jeremías el destino de los Israelitas durante el Cautiverio en Babilonia (del 605 a.C. hasta el 537 a.C.). 
 
 
 
 
 






 
 
 
El había nacido en el pueblo de Anatoth, ubicado sólo a unas cuantas millas de Jerusalén, en donde fue criado en piedad y una rectitud muy estricta, como el hijo de un virtuoso sacerdote del templo. De acuerdo a las Sagradas Escrituras el Todopoderoso lo había elegido para ser Su profeta desde el vientre de su madre:
“Antes de haberte formado yo en el seno materno, te conocía, y antes que nacieses, te tenía consagrado: yo profeta de las naciones te constituí.” (Jeremías 1, 5).
Este Profeta del Dios Todopoderoso sufrió terriblemente debido a sus visiones. Luego de haber comenzado a hacer sus espantosas profecías a la edad de quince años, el Gran Profeta de Dios pasaría la mayor parte de su vida llorando y suspirando con dolor ante la destrucción del mundo que él había amado, el mundo de la antigua Jerusalén, la cual caería en la más completa ruina y desolación. Jeremías había nacido seiscientos años antes de Cristo, de la tribu de Leví, y comenzó a profetizar durante el reinado del gran rey Israelita Josías. 
 
 
 







 
 
 
 
Casi asesinado en varias ocasiones por los poderosos nobles que resentían la recriminación que percibían en sus pronunciamientos, él sobreviviría y continuaría desafiando a cuatro diferentes sucesores reales de Josías. Por ejemplo, en una ocasión explosiva, predeciría que el poderoso Rey Jehoiakim sería asesinado y arrojado en las afueras de las murallas de la ciudad bajo un ejército invasor, lo que sería una cosa muy terrible de presenciar:  “El entierro de un borrico será el suyo: arrastrarlo y tirarlo fuera de las puertas de Jerusalén”. (Jeremías 22, 19).
 A causa de esta predicción Jeremías sería arrojado a prisión -y limitado solamente a “dictar” sus profecías a su fiel asistente Barúc, quien se paraba cerca de la ventana de la prisión con el fin de escribir todo lo que el Gran Profeta le decía. El enfurecido rey arrojó al fuego rugiente todo lo profetizado, no obstante lo cual todo se cumplió muy pronto.
Así sucedió también con los otros monarcas de Judea. Uno a uno ignoraron las palabras del Profeta –y solo les quedó ver impotentemente cómo se hacían realidad sus predicciones... hasta que llegó el momento, bajo el Rey Zedekiah, cuando Jeremías usaría el yugo de un buey y predeciría el inmenso desastre que sería conocido como el Cautiverio en Babilonia, el cual duró setenta años y no finalizó hasta que la voluntad de la Deidad hubo sido completamente expresada. (El nombre de Jeremías en Hebreo significa: “Yahveh es exaltado.”)
 
 
 
 



"Martirio del Santo Profeta Jeremías" 




 
 
Luego de haber escrito el Libro de Jeremías, uno de los más grandes documentos espirituales de la humanidad, y su adolorido Libro de las Lamentaciones, el gran Profeta Jeremías sería finalmente apedreado hasta la muerte –junto con su fiel amigo y asistente Barúc– en el pueblo de Taphnas, Egipto, alrededor del año 582 a.C..
Según la mayoría de los historiadores Bíblicos esto ocurrió luego de haber hecho una predicción sobre la guerra que muy pronto alcanzaría al país y que aniquilaría a la mayoría de Israelitas que recientemente se habían refugiado ahí. Las profecías de Jeremías se dieron entre los años 613 y 583 a.C. y se le considera como el segundo de los Profetas Mayores, cuya visión, inmensamente poderosa, ilumina el antiguo mundo del Antiguo Testamento. 
 
 
 
 
 






 
 
 
 
Su más grande obra, el Libro de Jeremías, se divide en 51 capítulos y ha inspirado algunas de las más grandes obras de arte así como algunos de los más importantes comentarios religiosos en la historia de la Santa Iglesia.
Este gran Profeta del Antiguo Testamento también predijo que algún día en el futuro lejano se elevaría un Salvador, el mismo que sería traicionado por treinta monedas de plata.
Según la tradición, el Rey Alejandro Magno visitó la tumba del Profeta Jeremías en Taphnas y ordenó que el cuerpo del Santo Profeta fuese llevado a Alejandría con la finalidad de ser enterrado allí. De la vida del Gran Profeta Jeremías aprendemos que la Profecía siempre es un don que viene de Dios. También aprendemos que ignorar a los profetas en medio de nosotros es muy peligroso para nosotros mismos. Al final las advertencias que Jeremías les hizo a los Israelitas fueron regalos enviados por Dios, enviados a ellos como expresión de Su infinito amor por toda la raza humana. 
 
 
 
El amor del profeta Jeremías después de la muerte
 
Por San Nicolás Velimirovich

"Hecho esto, de la misma manera apareció un hombre canoso y muy glorioso, que era de una majestad maravillosa y excelente. Entonces Onías respondió, diciendo: 'Este es un amante de los hermanos, que ora mucho por el pueblo y por la ciudad santa, es decir, Jeremías, el profeta de Dios'" (2 Macabeos 15:13-14).

Esta fue la visión que tuvo el valiente Judas Macabeos. El primero que se le apareció desde el otro mundo fue el sumo sacerdote Onías y después el santo profeta Jeremías. Así como Moisés y Elías fueron vistos en gloria por los apóstoles en el Monte Tabor, así, en una ocasión Judas Macabeos vio al profeta Jeremías en gloria. Ni antes de Cristo resucitado Dios Misericordioso dejó a los hombres sin prueba de vida después de la muerte. En tiempos cristianos, sin embargo, esas pruebas son innumerables y sin fin. Quien, incluso después de todo esto, duda en la vida después de la muerte, ese está bajo la maldición de su pecado como bajo la lápida de su tumba. Así como las cosas inanimadas no pueden ver la luz del día, así tampoco puede ver quien duda de la vida que es y para la cual no tiene fin.
 
 
 
 
 
 
 



 
 
 
 
Pero, ¡mirad con qué clase de gloria está casado el profeta Jeremías en la otra vida! "Cabellos grises y muy gloriosos". A su alrededor cierta dignidad indescriptible, cierta aureola brillante, cierto placer y belleza inexpresables. El que fue arrastrado y golpeado por hombres a quienes comunicó e impartió la voluntad de Dios y que fue cautivo en prisión y mártir en un agujero fétido y que fue ridiculizado como locura y juzgado como traidor y finalmente, como transgresor , fue apedreado hasta la muerte. Sin embargo, uno es el juicio de los pecadores, otro es el juicio de Dios. Los más humillados entre los hombres se casaron con gloria angelical ante Dios.

¡Y, sin embargo, he aquí cómo llama el cielo a uno, a quien la tierra llamó falso, traidor y transgresor! "Amante de los hermanos" así lo llamó el cielo. "Amante de los hermanos" que ora mucho por el pueblo. ¡Finalmente, mira cómo los santos en el cielo oran a Dios por nosotros! No durmiendo, están orando por nosotros mientras dormimos; no comen, están orando por nosotros mientras comemos y hemos comido en exceso; no pecando, están orando por nosotros mientras pecamos. Oh hermanos, avergoncémonos ante tantos de nuestros amigos sinceros. Avergoncémonos, avergoncémonos de tantas oraciones de los santos por nosotros y unámonos a sus oraciones.

Oh Señor Todomaravilloso, perdónanos nuestra pecaminosa pereza y torpeza. A Ti sea la gloria y las gracias siempre. Amén.
 
 
 
 
 
 
 
NOTAS:

*
Según la Suda: "Alejandro el macedonio trajo argolai de Pelasgian Argos a Alejandría, y los arrojó al río para matar a las áspides, cuando trasladó los huesos del profeta Jeremías de Egipto a Alejandría". Pelasgian Argos, según Homero, estaba ubicado en la moderna Tesalia.

** Según San Nikodemos el Hagiorita, aunque algunos dicen que Nehemías descubrió el Arca, esto no ha sido comprobado. Y en cuanto a cuando Moisés y Aarón lo recobrarán, dice que parece que será en el tiempo del fin del mundo y de la común resurrección.

*** El área del Monte Nebo.
 
 
 
 
 
 
 
 

 
 
Apolitiquio tono 1º  (SIMILAR A: "Τῆς ἐρήμου πολίτης", [Tis erimu polítis], "Ciudadano del desierto")
 
 
Ἀπολυτίκιον  (Κατέβασμα) Ἦχος α’. Τῆς ἐρήμου πολίτης.
 
Ἐκ γαστρὸς ἠγιάσθης τὴ προγνώσει τοῦ Κτίσαντος, καὶ προφητικῆς ἐπληρώθης ἐκ σπαργάνων συνέσεως, ἐθρήνησας τὴν πτῶσιν Ἰσραήλ, σοφὲ Ἱερεμία ἐν στοργῇ, διὰ τοῦτο ὡς Προφήτην καὶ Ἀθλητήν, τιμῶμεν σὲ κραυγάζοντες, δόξα τῷ σὲ δοξάσαντι Χριστῷ, δόξα τῷ σὲ στεφανώσαντι, δόξα τῷ χορηγούντι διὰ σοῦ, ἠμὶν τὰ κρείττονα.


Apolitiquio tono 1º

Desde el vientre de tu madre fuiste santificado por el Creador en Su conocimiento previo, y desde tus pañales te llenaste de sabiduría profética. Oh sabio Jeremías, lamentaste con amor la caída de Israel. Honrándote como Profeta y Atleta, te clamamos: Gloria a Aquel que te ha glorificado; gloria Al que te ha coronado; Gloria a Aquel que te ha traído como un ferviente intercesor.
 
Έτερον Ἀπολυτίκιον Ἦχος β’.
 
Τοῦ προφήτου σου Ἰερεμίου τὴν μνήμην, Κύριε, ἑορτάζοντες, δι᾽ αὐτοῦ σὲ δυσωποῦμεν· Σῶσον τὰς ψυχὰς ἡμῶν.

 

Otro apolitiquio tono 2º

Al celebrar la memoria de Tú Profeta Jeremías, Oh Señor, te suplicamos que, por su intercesión, salves nuestras almas.
 
 
 
 

Κοντάκιον. Ἦχος πλ. δ’. Ὡς ἀπαρχὰς τῆς φύσεως.


Ὡς ἐκ γαστρὸς θεόληπτος, καὶ συμπαθείας ἔμπλεως, τὴν τοῦ λαοῦ σου ἐθρήνησας ἔκπτωσιν, Ἱερεμία ἔνδοξε· διὰ τοῦτό σε λίθοις, ἐν Αἰγύπτῳ Προφῆτα φόνῳ παρέδωκαν, οἱ μὴ εἰδότες ψάλλειν, σὺν σοὶ Θεῷ· Ἀλληλούϊα.

 
Condaquio tono plagal del 4º

Oh bienaventurado Jeremías, habiendo sido elegido por Dios desde el vientre de tu madre, en tú compasión, sufriste y lloraste por la caída y el alejamiento de Israel. Y en Egipto, Oh Profeta, fuiste asesinado, apedreado por aquellos a quienes reprendiste y que no entendieron que debían proclamar contigo: Aleluya.
 
 
 
Otro condaquio tono 3º

Tu corazón puro fue iluminado por el Espíritu, oh gran profeta y mártir Jeremías. Recibiste el don de profecía de lo alto, y clamaste en voz alta a las naciones: Este es nuestro Dios y no hay otro fuera de Él, que ha aparecido encarnado en la tierra.





Fuentes consultadas:*Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury.*saint.gr *synaxarion.gr *mystagogyresourcecenter.com

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