1. Comienzo del evangelio Juan el precursor
(Mat.3,1-12; Lc. 3,1-9;15-17. Jn.1,19-28)
1. Principio del jubiloso mensaje sobre Jesús Cristo, el Hijo de Dios (Este principio tiene lugar con el con el precursor Juan) 2 De acuerdo a lo escrito en los profetas (Malaquías e Isaías), «He aquí yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare tu camino. 3 Voz de uno, que clama fuertemente en el desierto: "Preparad el camino para que pase el Señor, enderezad sus sendas"». 4 Vino Juan y bautizaba en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados. 5 Y salían e iban hacia él los habitantes de toda Judea y los de Jerusalén, y eran bautizados todos por él en el río Jordán, confesando (al mismo tiempo) sus pecados.
6 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, con un cinto de cuero alrededor de su cintura, y comía langostas y miel de abejas silvestres. 7 Y predicaba diciendo: «Después de mí viene mí el que es más poderoso que yo, ante el cual no soy digno de inclinarme para desatar la correa de su calzado. 8 Yo a la verdad os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo».
El bautismo de Jesús
(Mt. 3,13-17; Lc. 3, 21-22)
9 En aquellos días, vino Jesús de Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. 10 Y luego, en cuanto subió del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu como paloma que descendía sobre él. 11 Y vino una voz de los cielos, Tú eres mi Hijo amado, a ti te he elegido 1 (y he establecido como Mesías, como Cristo)
1 Ver Isaías 42,1 como aparece en Mat. 12,18.
Satanás tienta a Jesús
(Mt. 4.1-11; Lc. 4.1-13)
12 Y justo después el Espíritu le condujo fuera al desierto. 13 Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y afrontó tentaciones por Satanás. Y vivía junto con las fieras, pero los ángeles le servían.
Jesús principia su ministerio
(Mt. 4.12-17; Lc. 4.14-15)
14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús fue a Galilea y predicó el jubiloso mensaje sobre el reino de Dios, 15 diciendo: «Se ha cumplido el tiempo (establecido) y ha llegado el reino de Dios. Arrepentíos, y creed en el jubiloso mensaje».
La llamada de los primeros discípulos
(Mt. 4.18-22; Lc. 5.1-11)
16 Mientras caminaba cerca del mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, que echaban la red en el mar, porque eran pescadores. 17 Y les dijo Jesús: «Seguidme y haré que seáis pescadores de hombres». 18 Y dejando enseguida sus redes, le siguieron. 19 Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, preparando también ellos las redes dentro de la barca, 20 y seguidamente los llamó. Dejaron entonces a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y le siguieron.
Predicación y sanación de un endemoniado en Capernaúm
(Lc. 4,31-37)
21 Y entraron en Capernaum, y directamente el Sábado entró en la sinagoga, y enseñaba. 22 Y (sus oyentes) se admiraban de su doctrina. Porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. 23 Estaba en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo (demonio), que voceaba, 24 diciendo: «¡Ah! ¿Qué tenemos en común contigo, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el elegido de Dios». 25 Pero Jesús le reprendió y le ordenó (al espíritu inmundo), diciendo: «¡Para de hablar y sal de él!» 26 Y el espíritu inmundo, sacudiéndole con violencia, y clamando a gran voz, salió de él. 27 Y todos sintieron sorpresa y temor, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: «¿Qué es esta cosa?» ¿Qué nueva doctrina es esta? ¿Con qué autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen? 28 Y rápidamente se difundió su fama por toda la región de Galilea.
Sanación de la suegra de Simón (Pedro) y otros enfermos
(Mt. 8.14-17; Lc. 4,38-41)
2. Jesús sana a un paralítico
(Mt. 9,1-8; Lc. 5,17-26)
2 Entró Jesús otra vez en Capernaum después de algunos días; y se oyó que estaba en una casa. 2 E inmediatamente se juntaron muchos, de manera que ya no cabían ni aun a la puerta. les predicaba la palabra. 3 Entonces vinieron a él unos trayendo un paralítico, que era cargado por cuatro. 4 Y como no podían acercarse a él a causa de la multitud, descubrieron el techo de donde estaba, y haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico. 5 Al ver Jesús la fe de ellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te han sido perdonados.
23 Aconteció que en Sábado pasó Jesús por los sembrados. Y empezaron sus discípulos, según iban caminando, comenzaron a arrancar espigas. 24 Entonces los fariseos le dijeron: «Mira lo que hacen en Sábado, algo que no está permitido» 25 Pero él les dijo: «¿Nunca leísteis lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y sintió hambre, él y los que con él estaban?; 26 Es decir que entró en la casa de Dios, siendo Abiatar sumo sacerdote, y comió los panes de la proposición, los cuales sólo les está permitido a los sacerdotes comer, y también dio a los que con él estaban? 27 Además les dijo: «El Sábado fue hecho para el hombre, y no el hombre para el Sábado. 28 Y el Hijo del Hombre es Señor también del Sábado.
3. Sanación en Sábado
(Mt. 12,9-15a; Lc. 6,6-11)
Otra vez entró Jesús en la sinagoga. Había allí un hombre que tenía la mano paralítica. 2 Y le observaban para ver si le sanaría en Sábado, a fin de poder acusarle. 3 Entonces dijo al hombre que tenía la mano paralítica: «Levántate y ponte aquí enfrente» 4 Después les dijo a ellos: «¿Qué está permitido en Sábado, hacer alguien el bien, o hacer el mal? ¿Salvar a un hombre, o matarle?» Pero ellos callaban. 5 Entonces, haciendo un recorrido con su mirada sobre ellos con enojo, entristecido por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Y la extendió, y la mano le fue restaurada sana, como la otra. 6 Y enseguida salieron los fariseos, tomaron consejo con los herodianos contra él para destruirle.
Αfluencia hacia Jesús, aglomeración, sanación de enfermos
7 Mas Jesús se retiró en dirección al mar con sus discípulos. Y le siguió gran multitud de Galilea. 8 Y de Judea, de Jerusalén, de Idumea, del otro lado del Jordán, y de los alrededores de Tiro y de Sidón, oyendo cuán grandes cosas hacía, grandes multitudes vinieron a él. 9 Dijo entonces a sus discípulos que le tuviesen preparada una barca allí para él, a causa del gentío (para entrar en ella), para que no le oprimiesen. 10 Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él. 11 Y los espíritus inmundos, al verle, caían ante él, y daban voces, diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». 12 Pero con gran severidad les ordenaba que no mostrasen quién es.
Elección, autoridad y nombre de los doce apóstoles
(Mt. 10,1-4; Lc. 6,12-16)
13 Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. 14 Y eligió a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, 15 y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para expulsar demonios. 16 Eligió a Simón y le puso por sobrenombre Pedro; 17 y a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan hermano de Jacobo, y los apodó Boanerges, esto es, hijos del Trueno; 18 y a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Tadeo, Simón el cananista, 19 y Judas Iscariote, el que le entregó.
La blasfemia contra el Espíritu Santo
(Mt. 12,22-30; Lc. 11,14-23)
20 Y fueron a una casa. Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer. 21 Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle y para delimitarle. Porque decían, que perdió su lógica.
«Decían que tenía a Beelzebú...»! Respuesta de Jesús
22 Pero los escribas, que habían venido de Jerusalén, decían que tenía dentro a Beelzebú, y que por el poder del príncipe de los demonios expulsaba los demonios. 23 Entonces les llamó y les decía en parábolas (con ejemplos análogos): «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás?» 24 Si un reino está dividido en partes combatientes entre sí, tal reino no puede permanecer. 25 Y si una familia se divide entre partes combatientes entre sí , tal familia no puede permanecer. 26 Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer. 27 Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata. Sólo entonces podrá saquear su casa».
La blasfemia contra el espíritu Santo
(Mt. 12, 31-32)
28 «De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hombres, y todas sus irreverencias. 29 Pero quien muestre irreverencia contra el Espíritu Santo, no tendrá nunca perdón, sino que es reo de castigo eterno». 30 Dijo esto porque decían de Él: «Tiene espíritu inmundo». (Blasfemia, u ofensa, irrevenrencia contra el Espíritu Santo es es esto; que vea alguien muy claramente una manifestación del Espíritu Santo, de la Divinidad, mediante milagro, como es la expuldión de demonio, y que sin embargo no crea, y que tergiverse el sentido del milagro. Esto significa depravación y perversión de la conciencia y falta de arrepentimiento, por eso e por lo que nunca se perdona)
La familiaridad espiritual superior a la carnal
31 Llegaron entonces su madre y sus hermanos, se quedaron fuera de la casa y enviaron a llamarle. 32 Alrededor de él estaban muchos. Y le dijeron: «Tu madre y tus hermanos están afuera, y te buscan». 33 Él les respondió diciendo: «¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» 34 Y mirando a los que estaban sentados alrededor de él, dijo: «He aquí mi madre y mis hermanos. 35 Sí, el que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano, y mi hermana, y mi madre»
(Mt. 13.1-9; Lc. 8.4-8)
Por qué Jesús habla mediante parábolas
(Mat. 13, 10-17. Luc. 8, 9-10)
10 Cuando estuvo solo (sin la gran multitud de los que le escuchaban), los que estaban cerca de él junto con los doce le preguntaron sobre la parábola (sobre el significado de la parábola). 11 Y les dijo: «A vosotros os ha sido el privilegio de conocer los misterios del reino de Dios, mas a los que permanecen fuera del lugar de la fe, todo les es enseñado por parábolas; 12 para que viendo, vean y no perciban; y oyendo, oigan y no entiendan; para que no se conviertan, y les sean perdonados los pecados».
Interpretación de la parábola del sembrador
(Mat.13, 18-23. Luc. 8, 11-15)
13 Entonces les dijoa ellos (que preguntaron por el significado de la parábola del sembrador): «¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, pues, entenderéis todas las parábolas? (es decir, y la más difícil?) 14 El sembrador es el que siembra la palabra. 15 Y las semillas, que cayeron junto al camino, se refieren (tienen sus aplicación) sobre quienes se siembra la palabra, pero después que la oyen, en seguida viene Satanás, y quita la palabra que se sembró en sus corazones. 16 Y las semillas que cayeron en parte pedregosa, se refieren a los que cuando han oído la palabra, al momento la reciben con gozo; 17 pero no tienen raíz (profunda raíz) en ellos, sino que se gozan sólo momentáneamente. Después cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la palabra, enseguida son perturbados. 18 Y las semillas que cayeron entre espinos se refieren a los que oyen la palabra, 19 pero los agonizantes cuidados de esta vida y el disfrute de las riquezas, así como los disfrutes del resto otras cosas, entran dentro y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. 20 Y las semillas que fueron sembradas en buena tierra, se refieren a los que oyen la palabra y la aplican, y dan fruto al treinta, al sesenta, y al cien por cien.
(Luc. 8,16-18)
(Mt. 13, 31-32; Lc. 13, 18-19)
30 Decía también: ¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿O con qué parábola lo compararemos? 31 Es semejante al grano de mostaza, que cuando se siembra en tierra, es la más pequeña de todas las semillas que hay en la tierra; 32 pero después de sembrado, germina, crece, y se hace mayor que todas las hortalizas, y echa grandes ramas, de tal manera que las aves del cielo pueden morar bajo su sombra.
(Mt. 13.34-35)
33 Con muchas parábolas como estas les predicaba la palabra, conforme a sus capacidades perceptivas. 34 Y sin parábolas no les predicaba la palabra. Aunque a sus discípulos en particular les explicaba todo.
(Mt. 8,23-27; Lc. 8,22-25)
35 Aquel día, cuando llegó la noche, les dijo (a sus discípulos): «Pasemos al otro lado». 36 Y despidiendo a la multitud, le tomaron con ellos, como estaba, dentro de la barca. Y había también con él otras barcas (flotando sobre el mar). 37 Pero se levantó una gran tempestad de viento, y las olas levantaban y entraban en la barca, de tal manera que comenzó a hundirse. 38 Y él estaba en la popa, durmiendo encogido sobre un cabezal; y le despertaron, y le dijeron: «Maestro, ¿no tienes cuidado que perecemos?» 39 Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: «Calla, enmudece». Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza. 40 Y les dijo: «¿Por qué estáis así amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?» 41 Entonces sintieron gran asombro, y se decían el uno al otro: ¿Quién es este, que aun el viento y el mar le obedecen?»
(Mt. 8.28-34; Lc. 8.26-39)
1 Y salió Jesús de allí y fue a su tierra. Y le seguían sus discípulos. 2 Y llegado el Sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga. Y muchos, oyéndole, dudaban, y decían: «¿De dónde tiene este estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le ha sido dada? ¡Y milagros sorprendentes son hechos por el! 3 ¿No es este el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven también aquí en nuestro lugar?» Y se escandalizaban y dudaban de él. 4 Mas Jesús les decía: «No hay profeta sin honra sino en su propia tierra, y en el círculo de sus familiares y en su familia» 5 Y no pudo hacer allí ningún milagro, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sobre ellos sus manos. 6 Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
(Mt. 10.5-15; Lc. 9.1-6)
(Mt. 14,1-12; Lc. 9,7-9)
14 Oyó el rey Herodes (sobre Jesús), porque se extendió su fama, y decían que Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por eso actúan poderes milagrosos a través de él. 15 Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, como alguno de los antiguos profetas. 16 Pero cuando oyó esto Herodes, dijo: «Este es Juan, al cual yo decapité. Él ha resucitado de los muertos. 17 Porque el mismo Herodes había enviado y prendido a Juan, y le había encadenado y encarcelado por causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, pues la había tomado por mujer. 18 Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». 19 Por eso Herodías albergaba odio contra él y deseaba matarle, pero no podía; 20 porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre virtuoso y santo, y le mantenía en la vida, y escuchaba y se aplicaba mucho (de lo que escuchaba), le escuchaba de buena gana. 21 Pero venido un evento festivo, es decir cuando Herodes por la fiesta de su cumpleaños daba una cena a los políticos y a los dirigentes del ejército y a los aristócratas de Galilea, 22 y entró la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa; y el rey dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré». 23 De hecho le hizo este juramento: «Todo lo que me pidas te daré, hasta la mitad de mi reino». 24 Entonces salió ella y fue y dijo a su madre: «¿Qué pido?» Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». 25 Entonces ella volvió rápidamente al rey, y pidió diciendo: «Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista. 26 Y aunque el rey se entristeció, a causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quιsο romper su promesa con ella. 27 Y en seguida el rey envió un verdugo y ordenó que trajese su cabeza. 28 Y el fue y le decapitó en la cárcel, y trajo su cabeza en un plato, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. 29 Cuando oyeron esto sus discípulos, vinieron y tomaron su cuerpo, y lo pusieron en un sepulcro.
30 Entonces los apóstoles regresaron (de su recorrido) a Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado. 31 Él les dijo: «Venid (conmigo) vosotros sólos, sin la multitud, a un lugar desierto, y descansad un poco». Porque eran muchos los que iban y venían, de manera que nο hallaban oportunidad para comer. 32 Y se fueron solos en una barca a un lugar desierto. 33 Pero muchos los vieron ir, y le reconocieron; y muchos fueron allá a pie desde las ciudades, de hecho llegaron antes que ellos, y se reunieron junto a él. 34 Así, cuando salió Jesús (a tierra firme), vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas sin pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
(Mt. 14.22-27; Jn. 6.15-21)
(Mt. 14.34-36)
(Mt. 15.1-20)
7 Se juntaron a su alrededor los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén. 2 Y cuando vieron a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos impuras, esto es, no lavadas, los condenaban. 3 Porque los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si no se lavan muy bien las manos, frotando la palma y los dedos de una con el puño de la otra, no comen. 4 Y volviendo de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que tomaron para guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, y de mayores recipientes, y de los utensilios de cobre, y de los lechos. 5 Le preguntaron, pues, los fariseos y los escribas: «¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan con manos sin lavar?» 6 Respondiendo él, les dijo: «Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón mucho dista de mí. 7 Falsamente me honran, ya que siguen enseñanzas que son mandamientos de hombres. 8 Sí, habéis dejado el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres, los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber. Y hacéis otras muchas cosas semejantes a éstas».
14 Entonces se dirigió a sí a toda la multitud y les dijo: «Oídme todos, y entended. 15 Nada hay fuera del hombre que entre en él (mediante la comida), que le pueda hacer impuro (moralmente), pero lo que sale de dentro de él, eso es lo que le puede hacer impuro (moralmente). 16 Quien tenga oídos para oír, oiga».
8 En aquellos días, como de nuevo había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: 2 «Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen qué comer. 3 Υ si les dejo que se vayan en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino. Además algunos de ellos han venido de lejos». 4 Sus discípulos le respondieron: «¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?» 5 Él les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos dijeron: «Siete». 6 Entonces mandó a la multitud que se sentasen en el suelo. Y tomando los siete panes, hizo oración de agradecimiento, los partió, y dio a sus discípulos para que los ofreciesen. Y se los ofrecieron la multitud. 7 Tenían también unos pocos pececillos. Y bendiciendo también éstos, asimismo dijo que los ofreciesen. 8 Y comieron, y se saciaron. Además recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. 9 Eran los que comieron, como cuatro mil. Después les dejó marchar. 10 Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
11 Y salieron los fariseos y comenzaron a debatir con él. Y pidieron señal (milagro) del cielo, probándole.
(Mt. 16,5-12)
(Mt. 16,13-20; Lc. 9,18-21)
(Mt. 16,21-23; Lc. 9,22)
Pregunta de los discípulos sobre Elías y respuesta de Jesús
9 Y cuando descendían del monte, les dio orden de no contar a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del hombre hubiese resucitado de los muertos. 10 Y obedecieron a la orden, y entre ellos discutían qué significa aquello de resucitar de los muertos. 11 Y le preguntaron, diciendo: «¿Por qué dicen los escribas, que primero ha de venir Elías?» 12 Respondiendo él, les dijo: «Elías a la verdad viene primero, y pondrá en orden todas las cosas; ¿y cómo está escrito (si pondrá en orden todas las cosas) del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea muerto? 13 Sin embargo os digo que Elías ya vino (otro Elías, Juan el Precursor), y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él (en el libro de Dios en el cielo).
14 Cuando llegó allí, donde estaban los (otros) discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que discutían con ellos. 15 Y en seguida toda la gente, viéndole, se asombró, y corriendo a él, le saludaron. 16 Y les preguntó a los discípulos: «¿Qué disputáis con ellos?» 17 Y respondiendo uno de la multitud, dijo: «Maestro, te he traído a mi hijo, que tiene un espíritu (demonio), que le ha quitado el habla. 18 Y donde le toma, le sacude y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que lo echasen fuera, y no pudieron». 19 Y respondiendo él, les dijo: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo». 20 Y se lo trajeron; y cuando el espíritu (el demonio) vio a Jesús, sacudió con violencia al muchacho, quien cayendo en tierra se revolcaba, echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?» Y él dijo: «Desde niño». 22 Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos». 23 Jesús le dijo: «Si puedes creer, al que cree todo le es posible». 24 E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo con lágrimas: «Creo; ayuda mi incredulidad». 25 Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él». 26 Entonces el espíritu, clamando y sacudiéndole con violencia, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían que había muerto. 27 Pero Jesús, tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó. 28 Cuando él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle» 29 Y les dijo: «Este género (de demonios) con nada puede salir, sino con oración y ayuno».
33 Y llegó a Capernaum. Y cuando estuvo en casa, les preguntó: «¿Qué discutíais entre vosotros en el camino?» 34 Mas ellos callaron. Porque en el camino discutían, quién (de entre ellos) es superior. 35 Entonces él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: «Quien quiera ser el primero, ha de ser el último de todos y servidor de todos». 36 Después tomó a un niño y lo puso delante de ellos, y lo abrazó y les dijo: 37 «Quien honre a un niño como este en mi nombre (por mí), me honra a mí; y el que a mí me honra, no me honra a mí sino al que me envió.
(Lc. 9.49-50)
(Mt. 18,6-9; 5,13; Lc. 17.1-2)
1 Levantándose de allí (Jesús), vino a la región de Judea, pasando por la región al otro lado del Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a él. Y de nuevo les enseñaba como solía. 2 Y se acercaron los fariseos y le preguntaron, para probarle, si le está permitido al hombre era lícito al marido repudiar a su mujer. 3 Él, respondiendo, les dijo: «¿Qué os mandó Moisés?» 4 Ellos dijeron: «Moisés permitió escribir (al hombre y dar) certificado de divorcio, y entonces repudiarla». 5 Entonce Jesús les dijo: «Debido a la dureza de vuestro corazón (Moisés) escribió para vosotros este mandamiento. 6 Pero desde ell principio, durante la creación, hombre (un hombre) y mujer (una mujer) los creó Dios. 7 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos serán una carne (un cuerpo). Así que no son ya más dos, sino una carne (un cuerpo). 9 Por tanto, lo que Dios emparejó con lo otro juntó, no lo separe el hombre.
10 En casa volvieron los discípulos a preguntarle de lo mismo, 11 y les dijo: «Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio con ella, 12 Igualmente, si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
(Mt. 19,13-15; Lc. 18,15-17)
(Mt. 19,16-30; Lc. 18,18-30)
(Mt. 20,17-19. Lc. 18,31-34)
Petición de primeros puestos
(Mt. 20, 20-28)
11 Y cuando se acercaron a Jerusalén, a Betfagé y a Betania, cerca del Monte de los Olivos, envió dos de sus discípulos, 2 y les dijo: «Id a la aldea que está enfrente de vosotros, y en cuanto lleguéis a su entrada encontraréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado; desatadlo y traedlo. 3 Y cuando alguien os diga: «¿Por qué hacéis eso?» decid que el Señor lo necesita, y que enseguida lo enviará aquí de nuevo. 4 Fueron, y hallaron el pollino atado cerca de la entrada fuera del camino, y lo desataron. 5 Y unos de los que estaban allí, les dijeron: «¿Qué le hacéis? ? ¿Por qué desatáis el pollino? 6 Ellos entonces respondieron como les dijo Jesús, y aquellos les dejaron. 7 Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
(Mt. 21,18-19)
(Mt. 21,12-17; Lc. 19,45-48; Jn. 2,13-22)
(Mt. 21.19-22)
(Mt. 21.23-27; Lc. 20,1-8)
1 Y comenzó a decirles por parábolas: «Un hombre plantó una viña, la cercó de vallado, excavó e hizo una cisterna debajo del lagar, y edificó una torre, y la arrendó a unos labradores, y se fue a otro lugar. 2 Y cuando vino el tiempo, envió a los labradores un siervo, para que recibiese de estos del fruto de la viña. 3 Mas ellos, tomándole, le golpearon, y le enviaron con las manos vacías. 4 Y de nuevo envió otro siervo. Pero a aquel apedreándole, le hirieron en la cabeza, y también le enviaron maltratado y afrentado. 5 Y de nuevo volvió envió otro siervo. Y a éste mataron. Y a otros muchos maltrataron, golpeando a unos y matando a otros. 6 Por último, teniendo aún un hijo suyo, único y amado por él, lo envió también a ellos, diciendo: "Tendrán respeto a mi hijo". 7 Mas aquellos labradores, en cuanto lo vieron venir, dijeron entre sí: Este es el heredero; venid, matémosle, y la heredad será nuestra. 8 Y tomándole, le mataron, y le echaron fuera de la viña. 9 Después de esta conducta, ¿qué hará el señor de la viña?» «Vendrá (dijeron algunos), y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros». 10 «¿Ni estas palabras de la Escritura (dijo Jesús) habéis leído? La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo; 11 El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa a nuestros ojos?»
12 Y procuraban prenderle, porque entendían que decía contra ellos aquella parábola; pero temιeron al gente y le dejaron irse.
(Mt. 22,15-22; Lc. 20,20-26)
(Mt. 22.23-33; Lc. 20.27-40)
28 Acercándose uno de los escribas, que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, le preguntó: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?» 29 Jesús le respondió: «El primer mandamiento, superior a todos, es éste: Oye, Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. 30 Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este mandamiento es el primero. 31 Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que estos». 32 Entonces el escriba le dijo: Correcto, Maestro, verdad has dicho, que (el Señor nuestro Dios) es uno, y no hay otro fuera de él; 33 y el amarle con todo el corazón, con todo el entendimiento, con toda el alma, y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, es supeior que todos los holocaustos y sacrificios». 34 Jesús entonces, viendo que habló respondido sabiamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios». Y ya ninguno osaba preguntarle.
(Mt. 22,41-46; Lc. 20,41-44)
(Mt. 23,1-36; Lc. 20,45-47)
(Lc. 21,1-4)
41 Estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda en el templo y miraba cómo el pueblo echaba dinero en el arca. Y muchos ricos echaban mucho. 42 Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, o sea un cuadrante. 43 Entonces, dirigiéndose a sus discípulos, les dijo: «De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca. 44 Porque todos han echado de lo que les sobra, pero esta ha echado de su pobreza todo lo que tenía, toda su riqueza».
3 Y cuando estaba sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron aparte: 4 «Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y cuál será la señal de advertencia, cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?» 5 Jesús, respondiéndoles, comenzó a decirles: «Mirad que nadie os engañe; 6 porque vendrán muchos reclamando mi puesto, diciendo: "Yo soy (el Mesías)", y engañarán a muchos. 7 Mas cuando oigáis de guerras y de rumores de guerras, no os agitéis, porque es necesario que suceda (todo esto); pero aún no es el fin. 8 Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino, y habrá terremotos en distintos lugares, y habrá hambres y revueltas. 9 Estas cosas serán principios de sufrimientos y de dolores.
Pero atended de vosotros mismos. Porque os entregarán a los concilios, y en sus sinagogas os azotarán; y delante de gobernadores y de reyes os llevarán acusados por mi causa, para dar testimonio a ellos (de mí).
32 «Pero de aquel día y de la hora (de la segunda venida) nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo (como hombre), sino el Padre (como Dios). 33 iAtended, estad despiertos y orad!; porque no sabéis cuándo es el tiempo (de la segunda venida). 34 Es como el hombre que yéndose lejos, dejó su casa, y dio autoridad a sus siervos, y determinó a cada uno su obra, y al portero mandó que estuviese despierto. 35 iEstad despiertos entonces!, pues, porque no sabéis cuándo viene el señor de la casa; si al anochecer, o a la medianoche, o al canto del gallo, o a la mañana, 36 no sea que venga de repente y os halle durmiendo (espiritualmente). 37 Y lo que a vosotros digo, a todos lo digo: iEstad despiertos!.
3 Y estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, cuando él había regresado y estaba sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro (tipo de recipiente) con mirra, que era nardo puro de mucho precio, y quebrando el alabastro, se lo derramó copiosamente en su cabeza. 4 Pero había algunos entre ellos que se mostraron enojados, y dijeron: «¿Para qué se ha hecho este desperdicio de mirra? 5 Porque podía haberse vendido por más de trescientos denarios, y haberse dado a los pobres». Y la regañaron severamente. 6 Pero Jesús dijo: «Dejadla, ¿por qué la molestáis? (No debéis molestarla). Porque buena obra ha hecho conmigo. 7 Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podréis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. 8 Lo que ella ha querido (que era voluntad suya que sintió dentro de ella) ha hecho. Ha ungido voluntariamente mi cuerpo con mirro, para prepararlo para la sepultura. 9 De cierto os digo, que dondequiera que se predique este evangelio en todo el mundo, también se contará lo que esta ha hecho, para memoria eterna de ella».
(Mt. 26.14-16; Lc. 22.3-6)
10 Entonces Judas el Iscariote, uno de los doce, fue a los principales sacerdotes para entregárselo. 11 Y ellos, al oírlo, se alegraron, y prometieron darle plata. Y Judas buscaba oportunidad para entregarle.
(Mt. 26,17-30; Lc. 22,7-23; Jn. 13,21-30; 1 Co. 11.23-25)
22 Y mientras comían, Jesús tomó pan, bendijo y lo partió y les dio, diciendo: «Tomad, esto es mi cuerpo». 23 Y tomando la copa, hizo oración de agradecimiento y les dio; y bebieron de ella todos. 24 Y les dijo: «Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada. 25 De cierto os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta aquel día (el día eterno) en que lo beba nuevo en el reino de Dios».
(Mt. 26,31-35; Lc. 22,31-34; Jn. 13,36-38)
(Mt. 26,36-46; Lc. 22,39-46)
32 Viniero a un lugar que se llama Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí, entre tanto que yo oro». 33 Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. 34 Y les dijo: «Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad». 35 Yéndose un poco adelante, se postró rostro en tierra, y oró que si fuese posible, pasase de él aquella hora (de los padecimientos y de la muerte). 36 Y decía: «Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa (la amarga copa de la muerte por martirio); mas no lo que yo quiero, sino lo que tú». 37 Vino luego y los halló durmiendo; y dijo a Pedro: «Simón, ¿duermes? ¿No hanéis podido velar una hora? 38 Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. 39 Otra vez fue y oró, diciendo las mismas palabras. 40 Al volver, otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño; y no sabían qué decirle para excusarse. 41 Vino la tercera vez, y les dijo: «ιDormid ya, y descansad! Basta. La hora ha venido; he aquí, el Hijo del Hombre es entregado en manos de los pecadores. 42 Levantaos, avancemos. He aquí, se acerca el que me entrega.
Arresto de Jesús
(Mt. 26,47-56; Lc. 22,47-53; Jn. 18,3-12)
43 Luego, hablando él aún, vino Judas, que era uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los escribas y de los ancianos. 44 Y el que le entregaba les había dado señal (de reconocimiento), diciendo: «Al que yo besare, ese es. Pendedle, y llevadle con seguridad». 45 Y cuando vino (el que le entregaba), se acercó luego a él, y le dijo: «iSalve, Maestro!». Y le besó. 46 Entonces ellos pusieron sobre él sus manos, y le prendieron. 47 Pero uno de los que estaban allí, sacando el puñal, hirió al siervo del sumo sacerdote, cortándole la oreja. 48 Y respondiendo Jesús, les dijo: «¿Como contra un criminal habéis salido con espadas y con palos para prenderme? 49 Cada día estaba con vosotros enseñando en el sagrado recinto del templo, y no me prendisteis. Pero así se han cumplido las Escrituras (proféticas)». 50 Entonces todos (los discípulos) le abandonaron y se fueron. 51 Y cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana. Y le prendieron los (otros) jóvenes, 52 pero él, dejando la sábana, huyó desnudo.
(Mt. 26, 57-68. Lc. 22 (54-55,63-71). Jn. 18,13-14,19-24)
(Mt. 26.69-75. Lc. 22,56-62. Jn. 18 (15-18,25-27)
(Mt. 27,1-2,11-26; Lc. 23,1-5; Jn. 18,28 - 19,16)
15 Y directamente por la mañana, los principales sacerdotes con los ancianos, con los escribas y con todo el concilio, hicieron consejo, y habiendo atado a Jesús, le llevaron y le entregaron a Pilato.
(Mt. 27,32-44; Lc. 23,26-43; Jn. 19,17-27)
33 Cuando vinieron las doce del mediodía, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta las tres de la tarde. 34 Y a las tres de la tarde Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 35 Y algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: «Mirad, llama a Elías». 36 Y corrió uno, y empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en el extremo de una caña, le dio a beber, diciendo: «Dejad, veamos si viene Elías a bajarle». 37 Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. 38 Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
(Mt. 27,57-61. Lc. 23,50-56. Jn. 19,38-42)
42 Pasando ya el atardecer, debido a que era Viernes* víspera del Sábado, 43 vino José, que procedía de Arimatea, miembro noble 1 del concilio (miembro del concilio judaico), que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 44 Pilato se sorprendió de que ya hubiese muerto; y haciendo venir al centurión, le preguntó si hacía tiempo que había muerto. 45 E informado por el centurión, dio el cuerpo a José. 46 Y compró una sábana, y bajándolo (de la cruz), lo envolvió en la sábana, y lo puso en un sepulcro que estaba cavado en una peña, e hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro. 47 Y María Magdalena y María madre de José miraban dónde lo ponía.
(Mt. 28,1-8; Lc. 24,1-12; Jn. 20,1-10)
Y habiendo pasado el Sábado (día de reposo) María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Y muy de mañana, el primer día de la semana (el Domingo), nada más salir el sol bajo el horizonte (nada más comenzar el amanecer) vinieron al sepulcro. 3 Pero decían entre sí: «¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?» 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. 5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se asustaron. 6 Mas él les dijo: «iNo os asustéis! Buscáis a Jesús el Nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar en donde le pusieron. 7 Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; 2 allí le veréis, como os dijo». 8 Y salieron y se fueron del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo.
9 Habiendo, pues, resucitado Jesús por la mañana, el primer día de la semana (el Domingo), apareció primeramente a María Magdalena, de quien había echado siete demonios. 10 Yendo ella, lo hizo saber a sus discípulos, que estaban tristes y llorando. 11 Pero ellos, cuando oyeron que vivía, y que había sido visto por ella, no lo creyeron. 12 Después apareció en otra forma a dos de ellos que iban a un pueblo. 13 Y ellos fueron y lo hicieron saber a los otros. Pero tampoco a ellos creyeron. 14 Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado (no creyeron a testigos visuales).
15 Después les dijo: «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda la humanidad. 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo. Mas el que no creyere, será condenado».
(Lc. 24,50-53)
19 Y el Señor, después que les habló, fue ascendido al cielo, y se sentó a la diestra de Dios. 20 Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, y el Señor colaboraba con ellos, confirmando las palabras con las señales que las seguían. Amén. 1
1 Los versículos 9-20 faltan en algunos manuscritos antiguos.