EL NUEVO TESTAMENTO (Nikolaos Sotirópoulos). EVANGELIO SEGUN SAN LUCAS.




1. Prólogo
 

1 Puesto que muchos han intentado componer una narrativa de los acontecimientos que nos sucedieron, 2 tal como nos lo entrgaron a nosotros los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores del Logos, 3 me pareció bien  también a mí, que he seguido todo desde el principio con exactitud, escribírtelas a ti por orden, excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas la verdad de las cosas, sobre las cuales tenías informaciones. 
 
 
 
Zacarías y Elisabet


5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Y su mujer era de las descendiedientes de Aarón, y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran piadosos ante de Dios. Caminaban según todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. 7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril. Y ambos eran ya de edad avanzada.
 
 
 
 
La anunciación de Zacarías 



8 Cuando le llegó el turno de estar de servicio en su propia clase (sacerdotal) y de ejercer sus deberes sacerdotales ante Dios, 9 fue elegido por sorteo, como se acostumbraba a hacer en el sacerdocio, para entrar en el templo del Señor para ofrecer el incienso. 10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera (del templo) orando a la hora del incienso. 11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. 12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. 13 Pero el ángel le dijo: "Zacarías, no temas; porque tu súplica ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento. 15 Porque será grande ante los ojos de Dios. No beberá vino ni otras bebidas embriagadoras, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los israelitas regresen al Señor Dios de ellos. 17 E irá delante de él (de
l Señor Dios) con poder y fuerza de Elías (del profetas Elñias), para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien predispuesto.
 
 
 
 
Incredulidad de Zacarías y el castigo momentáneo
 
 
18 Dijo Zacarías al ángel: «¿Cómo puedo convencerme de esto? Porque yo soy viejo, y mi mujer es también de edad avanzada. 19 Respondiendo el ángel, le dijo: «Yo soy Gabriel, que estoy delante de Dios, y me ha enviado a hablarte, y darte estas buenas nuevas. 20 Y ahora quedarás mudo y no podrás hablar, hasta el día en que esto se haga, por cuanto no creíste mis palabras, las cuales se cumplirán a su tiempo». 
 
21 Y el pueblo estaba esperando a Zacarías, y se extrañaba de que él se demorase en el templo. 22 Y cuando salió, no les podía hablar; y comprendieron que había visto visión en el santuario. Él les hablaba por señas, y permaneció mudo. 23 Y cumplidos los días de su ministerio sacerdotal, se fue a su casa. 24 Después de aquellos días concibió su mujer Elisabet, y ocultaba su embarazo por cinco meses, diciendo (después): 25 «Así ha hecho conmigo el Señor en los días (de mi avanzada edad) en los cuales me miró con benevolencia, para quitar mi afrenta (mi falta de hijos) entre los hombres».
 
 
 
 
 
La Anunciación de la Virgen María
 


26 Al sexto mes (del embarazo de Elisabet) Dios envió al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, 27 a una virgen desposada con un varón que se llamaba José, del linaje de David; y el nombre de la virgen era María. 28 Y cuando el ángel se presentó a ella, dijo: ¡Salve, a tí que estás llena de Gracia! El Señor es contigo. Bendita eres tú más que todas las mujeres. 29 Mas ella, cuando le vio, se alteró mucho por sus palabras, y pensaba qué de dónde provenía ya qué se refiería este saludo. 30 Entonces el ángel le dijo: «iMaría, no temas!, porque has sido favorecida por Dios. 31 Y he aquí, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. 32 Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo. Y el Señor Dios le dará el trono de David su padre (su ascendiente); 33 y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 34 Entonces María dijo al ángel: «¿Cómo será esto, si no conozco varón? 35 Y el ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo cual también el santo niño, que nacerá, será llamado Hijo de Dios (no hijo de hombre). 36 Y he aquí tu parienta Elisabet, ella también ha concebido hijo en su vejez, y a esta a la que llamaban estéril, ahora está en su sexto mes. 37 Porque nada hay imposible para Dios». 38 Entonces María dijo: «He aquí la sierva del Señor. Hágase conmigo conforme a tus palabras». Y el ángel se fue de su presencia.
 
 
 
La Virgen María visita a Elisabet 
 


39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la zona montañosa, a una ciudad de la tribu de Judá. 40 Y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. 41 Y en cuanto oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: «Bendita eres  tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre. 43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Y bienaventurada es la que creyó, porque se cumplirán las palabras del Señor sobre ella». 
 
 
 
 
Himno y profecía de la Virgen María 


46 Entonces María dijo: «Glorifica mi alma al Señor; 47 y estalla mi espíritu en himno a Dios mi Salvador, 48 porque ha mirado a su humilde sierva. Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones, 49 porque
el Poderoso ha hecho grandes cosas sobre mí, y glorificado es su nombre, 50 y su misericordia se extiende de generación en generació sobre los que le repetan. 51 Conquistó con su poder, esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.

52 Derribó de los tronos a los tiranos y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió con manos vacías. 54 Socorrió a Israel su siervo, acordándose de ser misericordioso 55 a Abraham y a sus descendientes siempre, como prometió a nuestros padres».
56 Y se quedó María con ella (con Elisabet) como tres meses y después regresó a su casa.
 
 
 

Nacimiento, circuncisión y nombre del hijo de Zacarías
 
 
57 Se le cumplió a Elisabet el tiempo de su alumbramiento, y dio a luz un hijo. 58 Y  oyeron sus vecinos y sus parientes, que Dios había engrandecido para con ella su misericordia, se regocijaron con ella. 59 Al octavo día vinieron para circuncidar al niño y decían de llamarle con el nombre de su padre, Zacarías. 60 Pero tomó la palabra su madre y dijo: «No, se llamará Juan». 61 Entonces le dijeron a ella: «No hay nadie entre tus familiares que se llame con ese nombre». 62 Entonces preguntaron por señas a su padre, cómo le quería llamar. 63 Y pidiendo una tablilla, escribió, diciendo: «Juan es su nombre». Y todos se sorprendieron. 64 Al momento fue abierta su boca y suelta su lengua, y habló glorificando a Dios. 65 Y todos los habitantes de alrededor se llenaron de temor todos sus vecinos; y en toda región  montañosa de Judea se divulgaron todas estas cosas. 66 Y todos los que las oían, pensaban y decían: «¿Quién, pues, será este niño?» Y la mano del Señor estaba con él.
 
 
 
 
Himno y profecía de Zacarías
 


67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: 68 «Que sea glorificado el Señor Dios de Israel, porque se ha interesado y ha preparado un redentor para su pueblo, 69 e hizo para nosotros que proviniese poder de la casa de David su siervo, 70 como había prometido por boca de sus santos profetas desde la época antigua. 71 Preparó la salvación de nuestros enemigos y de todos los que nos odian, 72 para mostrar misericordia hacia nuestros padres y acordarse de su santa  promesa, 73 del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, de modo que nos haga dignos, 74 siendo liberados de las manos de nuestros enemigos, de adorarle sin temor 75 con reverencia, devoción y virtud ante él, todos los días de nuestra de nuestra vida.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado. Porque serás precursor del Señor, para preparar sus caminos (para que pase), 77 para dar conocimiento de salvación a su pueblo, que se consigue con el perdón de sus pecados, 78 por el misericordioso corazón de nuestro Dios, debido al cual el sol se nos apareció, que salía desde lo alto del cielo (no desde el horizonte), 79 para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de salvación 1». 80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y vivía en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
 

1. O, del bien



 2 El nacimiento de Cristo en un establo y su acostamiento en un pesebre
(Mt. 1, 18-25)



Aconteció en aquellos días, salió una orden de parte de Augusto César, para que se hiciese registro de todos los habitantes de la tierra habitada. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 Y fueron todos para registrarse, cada uno en su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por provenía de la familia y de la generación  de David, 5 para ser empadronado con María la desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito y elegido, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos donde establecerse. 
 
 
 
 
El mensaje del ángel a los pastores de Belén. El himno de los ángeles. Gloria a Dios en las alturas...

 
8 En aquella región había pastores, que vivían al aire libre y guardaban turnos por la noche sobre su rebaño. 9 Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y el resplandor del Señor brilló a su alrededor y tuvieron gran temor. 10 Pero el ángel les dijo: «iNo temáis!; porque he aquí os anuncio gran alegría, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo (el Mesías) el Señor (Jahvé). 12 Y esta es la señal, por la cual lo reconoceréis: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre. 13 Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: 14 Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra bendición, felicidad para los hombres. 15 Sucedió que cuando los ángeles se fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: "Vayamos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha dado a manifestado. 16 Y fueron apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. 17 Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. 18 Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían. 19 Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su alma. 20 Y los pastores regresaron glorificando y alabando a Dios por todo lo que oyeron y vieron, como se les había dicho (por el ángel).
 
 
 
 
La circuncisión y el nombre de Jesús



21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido en el vientre (de su madre). 
 


 
La presentación de Jesús en el templo 
 
 
 
22 Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para dedicárselo al Señor 23 como está escrito en la ley del Señor, que todo varón que abriere la matriz (es decir primogénito) será dedicado al Señor, 24 y para ofrecer sacrificio, conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palomas pequeñas. 
 
 
 
 
Simeón recibe al bebé divino, glorifica y profetiza
 
 
25 Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, virtuoso y devoto, esperaba la salvación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él. 26 Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor. 27 Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres trajeron al niño Jesús al templo, (concretamente en el espacio exterior del templo), para hacer por él conforme al rito de la ley 28 entonces él (Simeón) le tomó en sus brazos, y glorificó a Dios, diciendo: 29 «Ahora, Señor, despides a tu siervo gozoso conforme a tu palabra, 30 porque han visto mis ojos han visto al salvador, 31 al cual has preparado para todos los pueblos, 32 para iluminar a los de las naciones (los idólatras) para que brille tu pueblo Israel»
33 Y José y su madre se maravillaban de todo lo que se decía de él. 34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: «He aquí, este será causa para que se pierdan y para que se salven muchos en Israel. También será señal (milagro) que será contradicha (por los mal intencionados) 35 y una espada de doble filo traspasará tu misma alma, para que sean reveladas las meditaciones (pensamientos secretos y disposiciones) de muchas almas». 
 
 
 

La profetisa Ana glorifica y habla del divino bebé
 
 
36 Estaba también allí una Ana profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada y siendo virgen contrajo matrimonio con un hombre, con quien vivió siete años 37 y era viuda desde hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y súplicas (oraciones). 38 Y ella en aquel momento se presentó y glorificaba al Señor, y hablaba de él a todos los que esperaban la redención en Jerusalén. 
 
 
 
 

El regreso a Nazaret

 

39 Después de haber cumplido (José y María) con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
 
 
 
 
Jesús con doce años en el templo sorprende a los maestros


41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua; 42 y cuando (el niño Jesús) tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 44 Y pensando que estaba entre la compañía de los peregrinos, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos. 45 Pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 46 Tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros (los rabinos) de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron (José y su madre), se sorprendieron; y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia». 49 Entonces él les dijo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais, que he de estar en la casa de mi Padre?» 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. 
 
 
 
 
Jesús vive en Nazareth con sumisión a José y a su madre
 
 
51 Y descendió con ellos, y fue a Nazaret y vivía en obediencia a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas dentro de su alma. 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en desarrollo del cuerpo, y en gracia para con Dios y los hombres.
 
 
 
 
 
 
 
 
3. Profecía sobre la predicación precursora de Juan 
(Mt. 3, 1-12; Mc. 1, 1-8; Jn. 1, 19-28)
 
 

En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, 2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino orden de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, 3 y después de esto (Juan) fue por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dijo: Voz de uno, que vocea fuertemente en el desierto: Preparad el camino para que pase el Señor, enderezad sus sendas. 5 Todo valle se rellenará tierra y todo monte y collado se bajará (será igualado), y los caminos torcidos serán enderezados y los irregulares allanados. 6 Y entonces cada hombre la salvación, que ofrece Dios. 





Predicación de control estricto

7 Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: «¡Hijos nacidos de víboras! ¿Quién os dijo, que os libraréis de la ira venidera? 8 Haced pues obras, que son frutos de arrepentimiento, y no comencéis a decir de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. 9 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no da buen fruto se corta de raíz y se echa en el fuego. 
 
 
 
 
 

Predicación de filantropía y justicia

 
10 Y la gente le preguntaba, diciendo: «Entonces, ¿qué haremos?» 11 Y respondiendo, les dijo: «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo». 12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: «Maestro, ¿qué haremos?» 13 Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está ordenado». 14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: «Y nosotros, ¿qué haremos?» Y les dijo: «No toméis nada de nadie ilegalmente y con violencia, sino contentaos con vuestro salario». 

 

 

Predicación sobre la excelencia y la obra de del Mesías 



15 Como el pueblo tenía la expectativa mesiánica, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, 16 habló Juan, diciendo a todos: «Yo os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su mano, y limpiará completamente su era, y recogerá el trigo en su granero, mientras que la paja será quemada en fuego que nunca se apagará. 18 Y con otras muchas exhortaciones enseñaba al pueblo. 

 

 

Herodes encarcela a Juan por su control 

19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, 20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel. 

 

 

El bautismo de Jesús 

(Mt. 3, 13-17; Mc. 1, 9-11;)

21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. (y he establecido Mesías, Cristo)

1.Ver Isaías 42,1 como se indica Mat. 12, 18.
 
 
 
 
 
 

La genealogía jurídica de Jesús
(Mt. 1, 1-17) 
 
 
 

23 Este Jesús tenía treinta años, al comienzo del año 30, y era, según la ley, hijo de José, según se creía, de José, hijo de Elí, 24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José, 25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai, 26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá, 27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, 28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er, 29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, 30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, 31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David, 32 hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón, 33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Joram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, 35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala, 36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, 38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
 
 
 
 
 
El Diablo tienta a Jesús
(Mt. 4.1-11; Mr. 1.12-13)

 
4 Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto, 2 donde cuarenta días era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días. Y cuando (los días) pasaron, después tuvo hambre. 3 Entonces el Diablo le dijo: «Si eres Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan». 4 Jesús, respondiéndole, dijo: «Escrito está, que el hombre no solo vive de pan, sino de toda palabra, que sale de la boca de Dios». 5 Después el diablo le subió a una alta montaña, y le mostró en un momento todos los reinos de la tierra,  6 y le dijo el Diablo: «A ti te daré la potestad sobre todos estos reinos y su gloria,  porque a mí me ha sido entregada, y a quien quiero la doy. 7 Si tú te prosternases  ante mí adorándome, toda (la autoridad y la gloria) serán tuyas». 8 Respondiendo Jesús, le dijo: «¡Desaparece de delante de mí, Satanás!, porque está escrito: Ante el Señor tu Dios te prosternarás, y a él sólo adorarás». 
9 También le llevó a Jerusalén, y le puso en el extremo del techo del templo, y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, salta aquí abajo; 10 porque escrito está, que dará orden a sus ángeles para que te guarden, 11 y que te tomarán de las manos, para que no golpee tu pie sobre piedra». 12 Respondiendo de nuevo le dijo Jesús: «Dicho está: No provoques al Señor tu Dios». 13 Y cuando el Diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de él momentáneamente.
 
 
 
 
 
Jesús en Galilea
(Mt. 4, 12-17. Mc. 1, 14-15) 


14 Y Jesús lleno del poder del Espíritu regresó a Galilea. Y se difundió su fama por toda la región. 15 Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era admirado por todos.

 

Jesús predica en su tierra Nazaret. ¡Es admirado y perseguido por sus compatriotas!
(Mt. 13, 53-58; Mr. 6, 1-6)

16 Y vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día del Sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo desenrollado el libro (que estaba enrollado en forma cilíndrica), halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me envió para dar gozoso mensaje a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón (a todos los que tienen lesiones psíquicas), a pregonar liberación a los cautivos y a los ciegos adquisición de la vista, a enviar a los impedidos sanos. 19 A predicar la bendita época del Señor. 20 Después recogió el libro y se lo dio de nuevo al al sirviente (al encargado, al cudador), y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Comenzó entonces a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura bíblica en vuestros oídos (porque me habéis oído a mí, quien según la lectura profética soy el crismado y enviado a predicar)». 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras agraciadas que salían de su boca, y decían: «¿No es este el hijo de José?» 
23 Él les dijo: «Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24 Y añadió: «De cierto os digo, ningún profeta es honrado en su propia tierra. 25 Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y vino una gran hambre en toda la tierra; 26 pero a ninguna de ellas envió Dios a Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27 Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado (de la lepra), sino Naamán el sirio». 28 Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29 y levantándose, le sacaron fuera de la ciudad, y le acosaron llevándole hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30 Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue.
 
 
 
Sanación de un endemoniado en Capernaum
(Mc. 1, 21-28)

31 Y descendió a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba los Sábados. 32 Y se admiraban de su doctrina, porque hablaba con autoridad. 33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu demoniaco inmundo, el cual exclamó a gran voz, 34 diciendo: «Ah... ¿qué hay de común entre nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Te conozco quién eres, el elegido de Dios (el escogido por Dios). 35 Y Jesús le reprendió, diciendo: «Cállate, y sal de él». Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, sin hacerle daño alguno. 36 Y  todos sintieron sorpresa y temor, y hablaban entre ellos, diciendo: «¿Qué cosa es esta, que con autoridad y poder ordena a los espíritus inmundos, y salen? 37 Y su fama se difundía por todos los lugares de la región.
 
 
 
Jesús sana a la suegra de Pedro y a otros enfermos
(Mt. 8,14-17; Mc. 1, 29-31)

38 Cuando salió de la sinagoga, fue a la casa de Simón. La suegra de Simón estaba sufriendo debido a que tenía una gran fiebre y le rogaron por ella. 39 Y poniéndome por encima de ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó. Y se levantó ella al instante y les servía. 40 Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él. Y él ponía las manos sobre cada uno de ellos  y los sanaba. 41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: «Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo 
(el Mesías).
 
 

La multitud busca a Jesús hasta el desierto
(Mc. 1, 35-39)

42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto. Y la multitud le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. 43 Pero él les dijo: «Es necesario que también en otras ciudades predique el reino de Dios. Porque para esta es mi misión». 44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
 
 
 
 
 
 
5. Pesca milagrosa y llamada de los primeros discípulos
(Mt. 4, 18-22; Mc. 1, 16-20)
 
 

1. Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 2 Y vio dos barcas que estaban en la orilla del lago. Y los pescadores, habiendo bajado de ellas, lavaban sus redes. 3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco. Y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. 4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva de nuevo la barca a lo profundo y echad vuestras redes para pescar». 5 Respondiendo Simón, le dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado. Μas en tu palabra echaré la red». 6 Y habiéndolo hecho, cogieron gran cantidad de peces, y sus redes comenzaron a romperse. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que peligraban en hundirse. 8 Cuando Simón Pedro vio lo que pasaba, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: «Sal y vete de mí, Señor, porque soy hombre pecador». 9 Esto lo dijo porque el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, por los muchos peces que cogieron,
10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «¡No temas!; de ahora en adelante pesacrás hombres. 11 Y habiendo traído a tierra las barcas, lo dearon todo y le siguieron. 
 
 
 
 
Sanación  de un leproso
(Mt. 8.1-4; Mc. 1,40-45)


12 Y cuando estaba en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra. Y cuando vio a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme (de la lepra)». 13 Entonces extendió la mano y le tocó, diciendo: «Quiero; sé limpio (de la lepra)». Y al instante la lepra se fue de él. 14 Y él (Jesús) le dio la orden, «no se lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, según mandó Moisés, para darte confirmación (de tu sanación). 15 Pero su fama se extendía más, y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. 16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. 
 
 
 
 
Perdón de los pecados y sanación de un paralítico
(Mt. 9,1-8; Mr. 2,1-12)

17 Un día que él estaba enseñando, estaban sentados los fariseos y maestros de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para sanar a los enfermos. 18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle dentro de la casa y ponerle delante de él. 19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y entre las tejas le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. 20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: «Hombre, tus pecados te han sido perdonados». 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: «¿Quién es este que dice cosas blasfemas? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: «¿Qué pensáis en vuestros interiores? 23 ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados» —dijo al paralítico: «A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». 25 Al instante, levantándose  ante ellos, tomó el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: «Cosas increíbles hemos visto hoy». 
 
 

Llamamiento de Leví (de Mateo)
(Mt. 9, 9-13; Mc. 2, 13-17)
 
 
27 Después de estas cosas (Jesús) salió, y (de camino) vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: «Sígueme». 28 Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. 29 Y Leví le ofreció una gran recepción en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. 
30 Y sus escribas (sus maestros de la ley) y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: «¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores?» 31 Respondiendo Jesús, les dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. 32 No he venido a llamar a santos, sino a pecadores al arrepentimiento».
 
 
 
 

Εn respuesta a una pregunta sobre el ayuno
(Mt. 9.14-17; Mc. 2.18-22)

 
33 Entonces ellos le dijeron: «¿Por qué los discípulos de Juan ayunan a menudo y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?» 34 Él les dijo: «¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas ayunen, entre tanto que el Εsposo está con ellos? 35 Mas vendrán días cuando el Εsposo se separará de ellos; entonces, en aquellos días ayunarán». 36 Les dijo también una parábola: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo (para coger el remiendo), sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. (El judaísmo y el cristianismo no coinciden y son incopatibles, porque el primero ha envejido, como una vestimenta, y el segundo es nuevo)  37 Y nadie echa vino nuevo (mosto) en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán. 38 Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan. 39 Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor». (Todos los que permanecen apegados al judaísmo son odres viejos, que no pueden mantener el vino nuevo, el del cristianismo. El cristianismo requiere odres nuevos, hombres liberados del judaísmo. Pero los judíos fanáticos piensan, que el judaísmo es mejor que el cristianismo como el vino viejo es mejor que nuevo)
 
 
 
 
 
 
6. No absoluta y meticulosa observancia del cumplimiento del Sábado
(Mt. 12, 1-8; Mc. 2, 23-28)

 
 
Aconteció en un Sábado,* pasando él (Jesús) por los sembrados, sus discípulos arrancaban espigas y comían, restregándolas con las manos.
 
* En el texto original, "δευτερόπροτο Σάββατο", [defteróproto Sábbato], segundo-primer sábado, refiriéndose probablemente al segundo Sábado después del primer Sábado de Pascua.
 
 
 
 2 Y algunos de los fariseos les dijeron: «¿Por qué hacéis lo que no es lícito hacer en Sábado? 3 Respondiendo Jesús, les dijo: «¿Ni aun esto habéis leído, lo que hizo David cuando tuvo hambre él, y los que con él estaban? 4 ¿Cómo entró en la casa de Dios, y tomó los panes de la proposición, de los cuales no es lícito comer sino solo a los sacerdotes, y comió, y dio también a los que estaban con él?» 5 Y les decía: «El Hijo del hombre es Señor también del Sábado».
 
 
 

Sanaciones durante el Sábado 
(Mt. 12, 9-15; Mc. 3, 1-6)

 
6 Aconteció también en otro día de reposo, que él (Jesús) entró en la sinagoga y enseñaba. Y estaba allí un hombre que tenía paralizada la mano derecha. 7 Y miraban los escribas y los fariseos, para ver si lo sanaría en Sábado, a fin de hallar de qué acusarle. 8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate, y ponte aquí delante». Y él, levantándose, se puso allí delante. 9 Entonces Jesús les dijo: «Os preguntο: ¿Qué está permitido el Sábado, hacer alguien bien, o hacer mal?, ¿salvar la vida, o quitarla?» 10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada. 11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús.
 
 
 

Elección y los nombres de los doce apóstoles
(Mt. 10, 1-4; Mc. 3, 13-19)

12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. 
13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles: 14 a Simón, a quien también llamó Pedro, a Andrés su hermano, Jacobo y Juan, Felipe y Bartolomé, 15 Mateo, Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, Simón llamado Zelote, 16 Judas hijo de Jacobo, y Judas Iscariote, que llegó a ser el traidor. 
 
 
 
 

Jesús atiende a una multitud
(Mt. 4, 23-25)

17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, donde había multitud de discípulos suyos y una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18 y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos, y eran sanados. 19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
 
 
 

Bienaventuranzas y ayes
(Mt. 5, 1-12)

20 Entonces él se volvió hacia sus discípulos y decía: «Afortunados sois vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
21 Afortunados sois vosotros, los que ahora tenéis hambre, porque seréis saciados.  
Afortunados sois vosotros, los que ahora lloráis, porque reiréis.
22 Afortunados sois, cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.
23 Gozaos en aquel día y saltad de alegría, porque he aquí vuestro salario es grande en los cielos. Porque lo mismo, como es conocido, hacían sus padres a los profetas.
24 Por el contrario, ay de vosotros, ricos, porque ya habéis recibido lo que habíais de disfrutar.
25 Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados, porque tendréis hambre. Ay de vosotros, los que ahora reís, porque lamentaréis y lloraréis.
26 Ay de vosotros, cuando todos los hombres hablen bien de vosotros. Lo mismo, como es conocido, hacían sus padres con los falsos profetas». 
 
 
 
 
 
Amad a vuestros enemigos
(Mt. 5, 38-48)

27 «Pero a vosotros que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que ante vovotros se comportan mal. 29 Al que te golpee en una mejilla, ofrécele también la otra. Y al que te quite la capa, ni aun la camisa le niegues. 30 A cada uno que te pida, dale. Y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. 32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué salario os pertenece? Porque también los impíos aman a los que los aman. 
33 Y si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué salario os pertenece? Porque también los impíos hacen lo mismo. 34 Y si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué salario os pertenece? Porque también los impíos prestan a los impíos, para recibir otro tanto. 35 Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada. Y así será vuestro salario grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los desagradecidos y malos. 36 Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre (celestial) es misericordioso».
 
 
 
 
 
No critiquéis
(Mt. 7.1-5)

37 No critiquéis, y no seréis criticados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará. Recipiente de medida correcto, cuyo contenido haya sido comprimido, remecido y rebosando, darán en vuestro regazo. Porque la misma medida que utilizáis con los demás, será utilizada sobre vosotros». 39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 No hay discípulo superior a su maestro. Todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro. 41 ¿Por qué ves la paja que está en el ojo de tu hermano, y no ves la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo?
¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano. 


 
 
El árbol se conoce por los frutos
(Μt. 7,17-20; 12,33-35)

 
43 «No existe buen árbol, que dé mal fruto, ni árbol malo el que dé buen fruto. 44 Por esto cada árbol se reconoce (como bueno o como malo) por su fruto. Pues no se recogen higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas (los espinos y las zarzas no están incluídos entre los árboles). 45 El hombre bueno, del buen tesoro de su alma saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del alma habla su boca». 
 
 
 

El constructor sensato y el constructor imprudente
(Mt. 7, 24-27)

 
46 «¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que digo? 47 Todo aquel que viene a mí, y oye mis palabras y las aplica, os indicaré a quién es semejante. 48 Semejante es al hombre que al edificar una casa, cavó en profundidad y puso el cimiento sobre la roca. Y cuando vino una inundación, la corriente del río cayó con ímpetu contra aquella casa, pero no la pudo derrumbar, porque estaba cimentada  sobre la roca. 49 Por el contrario el que oyó y no lo aplicó, semejante es al hombre que edificó su casa sobre terreno sin cimiento. La corriente del agua cayó sobre ella, y cayó directamente, y fue grande la caída de aquella casa».
 
 
 
 
 

7. Jesús sana al siervo de un centurión
(Mt. 8, 5-13; Jn. 4, 43-54)
 
1 Después que (Jesús) hubo terminado todas sus palabras, que tenía que decir al pueblo, entró en Capernaum. 2 Y el siervo de un centurión, al cual estimaba, estaba enfermo y a punto de morir. 3 Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y salvase a su siervo. 4 Y ellos vinieron a Jesús y le rogaron cálidamente, diciéndole: «Merece que le concedas esto; 5 porque ama a nuestra nación, y nos edificó la sinagoga». 6 Y Jesús fue con ellos. Pero cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: «Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres en mi casa. 7 Por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti. Pero da la orden con tu palabra, y mi siervo será sano. 8 Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, pero tengo soldados a mis órdenes, y digo a este: «Ve», y va; y al otro: «Ven», y viene; y a mi siervo: «Haz esto», y lo hace. 9 Al oír esto Jesús, le admiró y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: «Os digo que ni aun en Israel he hallado tan grande fe». 10 Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo». 
 
 
 
 

La resurrección del hijo de la viuda de Naín

 
11 Aconteció después, que (Jesús) iba a la ciudad que se llama Naín. E iban con él muchos de sus discípulos, y una gran multitud. 12 Cuando se acercó a la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, que era hijo único de su madre, la cual era viuda; y mucha gente de la ciudad la acompañaba. 13 Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: «¡No llores!». 14 Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: «Joven, a ti te digo, levántate». 15 Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y se lo se lo entregó a su madre. 16 Y todos se llenaron de temor, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta ha aparecido ante nosotros»; y: «Dios se ha interesado por su pueblo». 17 Y se extendió esta fama sobre él por toda Judea, y por toda la región de alrededor. 
 
 
 
 

Pregunta sobre "el que viene"* y la respuesta de Jesús
(Mt. 11, 2-19)

 
18 Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, 19 y los envió a Jesús, para preguntarle: «¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? 20 Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir*, o esperaremos a otro?» 
 
* El que viene, el que había de venir. Término original: "ὁ ἐρχόμενος" [o erjómenos], participio (en griego) del verbo "ἔρχομαι" [érjome], venir. La traducción literal es "el viniente" (el que está viniendo), ya que en español equivale a un gerundio.
 
 
21 En esa misma hora (Jesús) sanó a muchos de dolencias y de enfermedades  atormentadoras, y de espíritus malvados, y a muchos ciegos les dio la vista. 22 Y después, respondiendo Jesús, les dijo: «Id y haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos recobran la vista y los cojos andan, los leprosos son limpiados (de la lepra), los sordos oyen, los muertos son resucitados, los pobres escuchan gozosos mensajes. 23 Y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí». 
 
 
 
 
Jesús teje la alabanza de Juan
 

24 Cuando se fueron los discípulos de Juan, (Jesús) comenzó a decir de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña, sacudida por el viento?» (Claro que no). 25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, se encuentran en los palacios. 26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27 Este es de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tí, y preparará tu camino. 
28 Os digo que, no ha dado a luz mujer ningún profeta mayor que Juan el Precursor. Pero el más pequeño en el reino de Dios (en la Iglesia) es mayor que él (desde el punto de vista de privilegios espirituales). 29 Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron (a Juan), y también los publicanos, glorificaron a Dios y fueron bautizados con el bautismo de Juan. 30 Mas los fariseos y los intérpretes de la ley negaron sobre ellos mismos la voluntad de Dios, no siendo bautizados por él». 
 
 
 
 
Rechazo y justificación de la sabiduría


31 «¿Con qué, pues (tras el comportamiento con superioridad de los
los fariseos y los intérpretes de la ley, compararé los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32 Semejantes son a los muchachos, que se sientan en grupos, y dan voces los jugadores de un grupo a los jugadores del otro grupo, y dicen entre ellos: —Os tocamos alegres canciones, y no bailasteis.
—Os cantamos endechas, y no llorasteis. 
33 Es decir ha venido Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: "Demonio tiene". 34 Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: "Este es un hombre comilón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores". 35 Mas la sabiduría es justificada por todos sus hijos (todos los hombres sabios reconocieron, que la sabiduría actuó correctamente a través de Juan y a través del Hijo del hombre)». 
 
 
 
 
 
«Porque ha amado mucho, son perdonados sus muchos pecados»
(Mt.26, 6-13; Jn. 12, 3-8)

 
36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa. 37 Y he aquí que una mujer que vivía en la ciudad, que era pecadora. Al saber que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro (tipo de recipiente) con mirra, 38 se puso detrás de él a sus pies, llorando, y comenzó a regar sus pies con lágrimas, y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con la mirra. 39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo dentro de él: «Este, si fuese profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, conocería que es pecadora». 40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: «Simón, una cosa tengo que decirte». Y él le dijo: «Di, Maestro». 41 «Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta; 42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?» 43 Respondiendo Simón, dijo: «Pienso que aquel a quien perdonó más». Y él le dijo: «Rectamente has juzgado». 44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: «¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, y no me diste agua para mis pies; mas esta ha regado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos. 45 No me diste beso; mas esta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. 46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas esta ha ungido con mirra mis pies. 47 Por lo cual, te digo, sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama». 48 Y a ella le dijo: «Tus pecados te son perdonados». 49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: «¿Quién es este, que perdona pecados?» 50 Pero él dijo a la mujer: «Tu fe te ha salvado, ve en paz». 
 
 
 
 


 

8 Mujeres siguen y sirven a Jesús
 
1 Y en adelante iba de ciudad en ciudad y de aldea en aldea, predicando y enseñando sobre el reino de Dios. Y con él estaban los doce con él, 2 y algunas mujeres que habían sido sanadas de enfermedades, de tormentos y de espíritus malos y de dolencias: María, que se llamaba Magdalena, de la que habían salido siete demonios, 3 Juana, mujer de Chuza administrador en la casa de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus existencias. 
 
 

Parábola del sembrador
(Mt. 13, 1-9. Mc. 4, 10-12)

4 Y mientras mucha gente se juntaba, y
venían a él de distintas ciudades, les dijo por parábola: 5 «El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, unas semillas cayeron en el camino, y fueron pisoteadas, y se las comieron las aves del cielo. 6 Otras cayeron sobre suelo pedregoso; y nacidas, se secaron, porque no tenían humedad. 7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ellas, la ahogaron completamente. 8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nacieron y dieron fruto a ciento por uno». Hablando estas cosas, decía a gran voz: «El que tiene oídos para oír, oiga». 
 
 
 
 
¿Por qué Jesús habla con parábolas?
(Mt. 13, 10-17. Mc. 4, 10-12)  
 
 
9 Le preguntaron sus discípulos, diciendo: «¿Qué significa esta parábola?» 10 Y él dijo: «A vosotros os es dado el privilegio de conocer los misterios del reino de Dios, mientras que a los demás hablo por parábolas, para que, aunque viendo, no vean, y aunque oyendo, no entiendan». 
 
 
 
 
Explicación de la parábola del sembrador
(Mt. 13, 18-23. Mc. 4, 13-20)



11 «El significado de la parábola es este: La semilla es la palabra de Dios. 12 Y las semillas que cayeron en el camino, se refieren a los que hombres que han escuchado (
la palabra de Dios), pero luego viene el Diablo y quita de su alma la palabra, para que no crean y sean salvados. 13 Y las semillas que cayeron sobre suelo pedregoso, se refiere a los que, cuando escuchan, reciben la palabra con gozo; pero no tienen raíz (profunda raíz). Estos creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 Y las semillas que cayeron entre espinos, se refieren a los que escuchan, pero según avanzan en el camino de la vida, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. 15 Mas las samillas que cayeron en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con paciencia» 



El candil en el candelero
(Mc. 4, 21-25)

 


16 «Nadie que enciende un candil lo cubre con un objeto, ni lo pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz. 17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de ser conocido, y de salir a luz. 18 Dad atención a lo que oís (de mí). Porque a todo el que tiene, se le dará (más todavía); y a todo el que no tiene, aun lo que piensa que tiene, se le quitará».
 
 
 
 
 
El parentesco espiritual superior al carnal
(Mt. 12, 46-50; Mc. 3, 31-35)

19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. 20 Y unos le avisaron, diciendo: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». 21 Él entonces respondiendo, les dijo: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la aplican». 
 
 
 
 

Jesús calma la tempestad
(Mt. 8.23-27; Mr. 4.35-41)

22 Aconteció un día, que entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: «Pasemos al otro lado del lago». Y partieron. 23 Pero mientras navegaban, él se durmió. Y se desencadenó una tempestad de viento en el lago; y se anegaban y peligraban (en hundirse). 24 Y vinieron a él y le despertaron, diciendo: «¡Maestro, Maestro, que perecemos!» Él entonces se levantó, reprendió al viento y a las olas; y cesaron, y se hizo bonanza. 25 Y les dijo: «¿Dónde está vuestra fe?» Y temor y con admiración decían entre ellos: «¿Quién es este, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?»
 
 
 
 
El endemoniado gadareno
(Mt. 8, 28-34; Mr. 5, 1-20)

 
26 Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está enfrente de Galilea. 27 Al llegar él a tierra, vino a su encuentro un hombre de la ciudad, que tenía demonios desde hacía mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros. 28 Este, al ver a Jesús, lanzó un gran grito, y postrándose a sus pies exclamó a gran voz: «¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes». 29 Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre. Pues muchas veces se había apoderado de él; y le ataban con cadenas y grillos, pero rompiendo las cadenas, era impelido por el demonio a lugares desiertos. 30 Y le preguntó Jesús, diciendo: «¿Cómo te llamas?» Y él dijo: «Legión». Porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y le rogaban que no los mandase ir al abismo (a las profundidades del hades). 
32 Había allí un hato de muchos cerdos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y les dio permiso. 33 Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los cerdos; y el hato se precipitó por un despeñadero al lago, y se ahogó. 34 Y los que apacentaban los cerdos, cuando vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos. 35 Y salieron a ver lo que había sucedido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús, vestido, y en su cabal juicio; y tuvieron miedo. 36 Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido salvado el endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la región alrededor de los gadarenos le rogó que se marchase de ellos, pues tenían gran temor. Y Jesús, entrando en la barca, se volvió. 38 Y el hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le dejase estar con él; pero Jesús le despidió, diciendo: 39 «Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo». Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él. 
 
 
 
 

Jesús sana a la mujer que padecía de hemorragia y resucita a la hija de Jairo
(Mt. 9, 18-26; Mc. 5, 21-43)


40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo, porque todos le esperaban. 41 Entonces vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que viniese a su casa ,42 porque tenía una hija única de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía. 43 Y una mujer que padecía de hemorragia desde hacía ya doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el extremo de su vestidura, y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?». Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: «Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: "¿Quién es el que me ha tocado?"» 46 Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí». 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: «Ten valor, hija mía. Tu fe te ha salvado. Ve en paz».

49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga y le dice: «Tu hija ha muerto; no molestes al maestro». 50 Oyéndolo Jesús, le respondió: «No temas; cree solamente, y será salva (se recuperará, será resucitada)». 51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre de la niña
y a la madre. 52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: «No lloréis; no está muerta, sino que duerme». 53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. 54 Mas él, habiendo puesto a todos fuera y tomándola de la mano, clamó diciendo: «Muchacha, levántate!». 55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. 56 Y sus padres estaban atónitos. Pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
 
 
 
 
 
 
 
9. Autoridad de los doce apóstoles e instrucciones hacia ellos
(Mt. 10, 5-15; Mc. 6, 7-13)
 
 
 
1. Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. 2 Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos. 3 Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas. 4 Y en cualquier casa donde entréis, quedad allí, y de allí salid. 5 Y dondequiera que no os recibieren, cuando salgáis de aquella ciudad, y sacudíos bien el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». 6 Y comenzaron (su misión), y pasaban de aldea en aldea, predicando el evangelio y sanando por todas partes.
 
 
 
 
 
Perpejlidad de Herodes
(Mat. 14, 1-12. Mc. 6, 14-29)



7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos, que Juan ha resucitado de los muertos, 8 y otros, que Elías había aparecido, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. 9 Y dijo Herodes: «A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es este, de quien oigo tales cosas?» Y procuraba verle. 
 
 
 
 
 
El milagro de la alimentación de los cinco mil
(Mt. 14,13-21; Mc. 6,30-44; Jn. 6,1-14)

 
10 Cuando regresaron los apóstoles, le contaron todo lo que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida. 11 Y cuando la gente lo supo, le siguió. Y les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados. 12 Pero el día comenzaba a declinar; y acercándose los doce, le dijeron: «Despide a la gente, para que vayan a las aldeas y campos de alrededor, y se alojen y encuentren alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto». 13 Él les dijo: «Dadles vosotros de comer». Y dijeron ellos: «No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros a comprar alimentos para toda esta multitud». 14 Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: «Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta». 15 Así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos para comer. 16 Y tomando los cinco panes y los dos pescados, levantando los ojos al cielo, los bendijo, y los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de la gente. 17 Y comieron todos, y se saciaron; y recogieron lo que les sobró, doce cestas de pedazos que sobraron. 
 
 
 

La confesión de Pedro
(Mt. 16.13-20; Mr. 8.27-29)

18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 19 Ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado». 20 Él les dijo: «¿Y vosotros, quién decís que soy?» Entonces respondiendo Pedro, dijo: «El Cristo de Dios (el Mesías, que Dios ha enviado)». 
 
 
 
 
 

Jesús anuncia su pasión y su resurrección
(Mt. 16, 20-21; Mc. 8, 30-31)

21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, 22 y añadió, que es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y al tercer día resucitará. 


 
Los seguidores de Jesús toman la cruz
(Mt. 16, 24-28; Mc. 8,34 - 9,1)
 
23 Y decía a todos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame. 24 Porque quien busque salvarse a sí mismo (evitando el martirio), se perderá. Mientras que quien se sacrifique a sí mismo por mí, éste se salvará. 25 Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo? 26 Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles. 27 Pero os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que vean el reino de Dios (con la caída del judaísmo y la invasión de Jerusalén en el 70 d.C. y la prevalencia del cristianismo).
 
 
 
 
 

La transfiguración de Jesús
(Mt. 17,1-8; Mc. 9,2-8)

 
28 Ocho días después de estas palabras tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo distinta, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él. Eran Moisés y Elías, 31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida (de su muerte), que iba Jesús a cumplir en Jerusalén (sacrificándose a sí mismo). 32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33 Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: «Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías»; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras él decía esto, vino una nube luminosa que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía: «Este es mi Hijo amado 1 , a él oíd». 36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
 
 
1 Ver Is. 42,1 como se expone en Mt. 12,18
 
 
 
 
 
 
Jesús sana a un muchacho endemoniado
(Mt. 17.14-21; Mc. 9.14-27)

37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro. 38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: «Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo; 39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él. 40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron». 41 Respondiendo Jesús, dijo: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae aquí a tu hijo». 42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre. 43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
 
 

Jesús predice por segunda vez su muerte
(Mt. 17,22-23; Mr. 9,30-32)

Y maravillándose todos de todas las cosas que hacía, dijo a sus discípulos: 44 «Atended vosotros estas palabras. Acontecerá que el Hijo del hombre será entregado en manos de hombres». 45 Mas ellos no entendían estas palabras, pues les estaban veladas para que no las entendiesen; y dudaban en preguntarle sobre el significado de esas palabras. 
 
 
 

¿Quién es el mayor?
(Mt. 18, 1-5; Mc. 9, 33-37)

46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos es superior. 47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, 48 y les dijo: «Cualquiera que honre a este niño en mi nombre, a mí me honra; y quien me honra a mí, honra al que me envió. Éste entonces, que es el más humilde  entre todos vosotros, este es el superior.
 
 
 
 

El que no está contra vosotros, con vosotros está
(Mr. 9, 38-40)

49 Entonces respondiendo Juan, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no nos sigue». 50 Jesús le dijo: «No se lo prohibáis. Porque no está contra vosotros. Y el que no está contra vosotros, de vuestra parte está».
 
 
 
 
Decisión de ir a Jerusalén para el martirio
 
No hospitalidad de los samaritanos 

51 Cuando se acercó el cumplimiento de los días para su muerte, él firme e irrevocablemente decidió ir a Jerusalén. 52 Y envió mensajeros delante de él. Y fueron y entraron en una aldea de los samaritanos para hacerle preparativos para su venida. 53 Mas no le recibieron (los samaritanos), porque se dirigiría a Jerusalén (ciudad enemiga para ellos). 54 Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo y que los consuma, como hizo Elías?» 55 Entonces volviéndose él, los reprendió, diciendo: «Vosotros no sabéis qué destino ni qué objetivo tenéis. 56 El Hijo del Hombre no ha venido para perder destruir existencias humanas, sino a salvar» Después de esto se fueron a otra aldea. 
 
 
 

Requisitos de aprendizaje
(Mt. 8.18-22)

 
57 Yendo ellos, uno le dijo en el camino: «Señor, te seguiré adondequiera que vayas». 58 Y le dijo Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos lugares para posarse; mas el Hijo del hombre no tiene dónde recostar la cabeza». 59 Y dijo a otro: «Sígueme». Él le dijo: «Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre». 60 Jesús le dijo: «Deja que los (espiritualmente) muertos entierren a sus (corporalmente) muertos; y tú ve, y anuncia el reino de Dios». 61 Entonces también dijo otro: «Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa». 62 Y Jesús le dijo: «Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios». 
 
 
 
 
 


10. Elección de los setenta apóstoles e instrucciones hacia ellos

 

1. Después de estas cosas, el Señor eligió y designó también a otros setenta (apóstoles), a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar,  adonde él había de ir. 2 Y les decía: «La cosecha a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. 3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis con vosotros bolsa (con dinero), ni alforja, ni calzado. Y a nadie saludéis por el camino (para no retrasaros en vuestra obra). 5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: "La bendición sobre esta casa". 6 Y si hubiere allí hombre digno de bendición, vuestra bendición vendrá y quedará sobre él. Y si no, se volverá a vosotros. 7 Y quedaos en aquella misma casa y comed y bebed lo que os den. Porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; 9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: "Ha llegado a vosotros el reino de Dios". 10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: 11 "Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios ha llegado a vosotros (y seréis castigados). 12 Y os digo que en aquel día (del Juicio) será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad. 

 


 

Ayes (lamentaciones) sobre las ciudades impenitentes
(Mt. 11.20-24)

 
13 «¡Ay de ti, Corazín, ay de ti, Betsaida! Porque, si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros, que se han hecho en vosotras, tiempo ha que sentadas en cilicio (como vestimenta) y ceniza (en la cabeza), se habrían arrepentido. 14 Por tanto, en en el día del Juicio será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón, que para vosotras. 15 ¡Y tú, Capernaum, que hasta los cielos fuiste levantada, hasta el hades serás bajada!

16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha. Y el que me desecha a mí, desecha al que me envió. 
 
 

Regreso de su recorrido de los setenta apóstoles

 
17 Volvieron los setenta (apóstoles) con gozo, diciendo: «Señor, aun los demonios se nos someten invocando tu nombre». 18 Y les dijo: «Yo veía a Satanás como un rayo caer del cielo. 19 He aquí os doy potestad de pisar sobre serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. 20 Pero no os regocijéis de esto, de que los espíritus (los demonios) se someten a vosotros, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos». 




Jesús glorifica al Padre
(Mt. 11,25-27; 13,16-17)

 
21 En aquella misma hora Jesús se regocijó en el Espíritu, y dijo: «Τe glorifico, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas (los misterios celestiales) de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó». 
 
 
 
Quién conoce al Padre y al Hijo
 
22 Después se volvió hacia los discípulos y dijo: «Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar».
 
 
 
Bienaventurados ojos

23 También dirigiéndose a los discípulos, les dijo aparte: «Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. 24 Porque os aseguro que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que oís, pero no lo oyeron».
 
 
 
 
¿Qué haré para heredar la vida eterna?

25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: «Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» 26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?» 27 Aquel, respondiendo, dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todο tu nus; y a tu prójimo como a ti mismo». 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y heredarás la vida (eterna).
 
 
 

El buen samaritano

29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones. Éstos, despojándole e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Coincidió que un sacerdote descendió por aquel camino, y aunque le vió, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Y al día siguiente, al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: "Cuida de él, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese". 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él (el intérprete de la ley) dijo: «El que usó de misericordia con él». Entonces Jesús le dijo: «Ve, y haz tú lo mismo». 
 
 
 

Jesús visita a Marta y a María

38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres (preparando la comida), y acercándose, dijo: «Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude». 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas (respecto a la comida). 42 Pero solo una (comida) es necesaria. Y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada».
 
 
 
 
 
 
11. La oración del Señor



1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos». 2 Y les dijo: «Cuando oréis, decid: 

"Padre nuestro celestial, 

glorificado sea tu nombre; 

venga tu reino (reina sobre nosotros, gobierna nuestra vida); 

hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra;

3 nuestro pan necesario para nuestra vida dánoslo cada día.

4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a cada uno (que nos haya hecho algo malo), el cual es ante nosotros deudor;

y no permitas que nos inclinemos a la tentación, mas líbranos del Μalvado». 

 

 

«Buscad..., pedid..., llamad...»



5 Les dijo también: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante", 7 y aquel, respondiendo desde adentro (de la casa), le dice: "No me molestes"; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos"? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Por eso yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 11 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si le pidiese pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? 12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará buen Espíritu a los que se lo pidan?

 

 

 
 Cómo Jesús expulsa demonios
(Mt. 12,22-30. Mc. 3,20-27)
 
 

14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y cuando salió el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló. 15 Pero algunos de ellos decían: «Por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios». 16 Otros, para tentarle, le pedían señal (milagro) del cielo. 17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una familia dividida que lucha contra sí misma, cae. 18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿entonces cómo es posible que permanezca su reino? Ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. 19 Pero si yo echo fuera los demonios por el poder Beelzebú, ¿vuestros hijos por el poder de quién los echan? Por tanto, ellos os condenarán. 20 Pero si yo por el poder de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su casa, sus existencias están aseguradas. 22 Pero cuando viene otro más fuerte contra él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte sus existencias como botín. 23 El que no es conmigo, es contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama». 
 
 
 
 
Empeoramiento en una situación peor
(Mt. 12.43-45)

24 «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo. Υ no hallándolo, dice: "Volveré a mi casa, de donde salí". 25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada (lista para recibir visitas). 26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y así el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
 
 
 
 
Bienaventuranza de la madre de Cristo y los oyentes que guardan las palabras divinas.

27 Mientras él (Jesús) decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: «Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.» 28 Y él dijo: «Sí, y bienaventurados los que oyen las palabras de Dios, y las guardan». 



La señal de Jonás
(Mt. 12, 38-42)

29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: «Esta generación es mala.  Demanda señal (milagro), pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta. 30 Porque así como Jonás (con su salvación milagrosa) fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación. 31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar. 32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar». 
 
 
 
 
 

La lámpara del cuerpo y la luz interior
(Mt. 5,15 - 6,22-23)

 
33 «Nadie haya encendido una lámpara, la pone en un lugar oculto, ni debajo del almud, sino sobre el candelero, para que los que entran vean la luz. 34 La lámpara del cuerpo es el ojo. Cuando tu ojo es sano, entonces todo tu cuerpo está lleno de luz; pero cuando tu ojo está dañado, entonces tu cuerpo está en tinieblas. 35 Mira pues, no suceda que tu luz interior (el nus, la conciencia), sea tinieblas. 36 Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor».
 
 
 
 
 
Jesús acusa a fariseos y a intérpretes de la ley
(Mt. 23, 1-36)


37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él en su casa. Y en cuanto entró Jesús en la casa, se sentó a la mesa. 38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. 39 Pero el Señor le dijo: «Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de (toda) maldad. 40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera (el cuerpo), no hizo también lo de adentro (el alma)? 41 Por eso dad como limosna lo que está dentro (del vaso y del plato), y entonces todo os será limpio.
42 Mas ¡ay de vosotros, fariseos! porque dais (al templo) la décima parte de la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello. 
43 ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas. 
44 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros que no se ven, y los hombres que andan encima (y se contaminan, segín la ley) no lo saben.
45 Respondiendo uno de los intérpretes de la ley, le dijo: «Maestro, cuando dices esto, también nos ofendes a nosotros». 46 Y él dijo: «¡Ay de vosotros también, intérpretes de la ley! porque cargáis a los hombres con cargas que no pueden llevar, pero vosotros ni aun con un dedo las tocáis. 47 ¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! 48 De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros (aprobáis las obras de vuestros padres, porque vuestras disposiciones son asesinas y continuaréis los actos criminales de ellos. 49 Por eso la Sabiduría de Dios (el mismo Hijo) dijo: "Les enviaré profetas y apóstoles, pero de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, 50 para que se demande de esta generación la responsabilidad (y sea impuesto el castigo) por la sangre de todos los profetas que es derramada desde la fundación del mundo, 51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que fue asesinado entre el altar y el templo. Sí, os digo, será demandada la reponsabilidad sobre esta generación. 
52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque (con vuestra pervertida enseñanza) habéis quitado la llave del conocimiento. Vosotros mismos no entrasteis, y a los que querían entrar, entraban se lo impedisteis».

53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a llenarse de ira en gran manera, y a pedirle que les diese directamente respuestas sobre muchos temas, provocarle a que hablase de muchas cosas; 54 tendiéndole una trampa, procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
 
 
 
 
 
 
12. La oración del Señor 
 


1 Entonces, juntándose una gran multitud de gente, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. 3 Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá. Υ lo que habéis hablado al oído en las habitaciones particulares, se proclamará en las azoteas».



No temáis a los asesinos del cuerpo

 (Mt. 10,19-20)


4 «Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer. 5 Pero os enseñaré a quién debéis temer. Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene el poder de echar en la gehena (en el Infierno). Sí, os digo, a este temed. 6 ¿No se venden cinco gorriones por dos cuadrantes?* Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. 7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos gorriones. 

* pequeña moneda romana.

 


Sobre confesión y negación 

 
8 «Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. 9 Mas el que me negare delante de los hombres, le negaré delante de los ángeles de Dios. 

 

 

Blasfemia contra el Espíritu Santo

 

10 «Al que hablare ofensivamente contra el Hijo del Hombre, le será perdonado. Pero al que ofenda al Espíritu Santo, no le será perdonado» (blasfemia contra el Espíritu Santo es la perversión, la deformación, el no arrepentimiento o impenitencia. El no arrepentimiento o impenitencia no se perdona). 

 

 

No tensión en la defensa

 

11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo os habréis de defender o qué habréis de responder, o qué habréis de decir. 12 Porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir».

 

 

Guardaos de la avaricia 


13 Le dijo uno de la multitud: «Maestro, di a mi hermano que haga repartimiento de la herencia conmigo». 14 Mas él le dijo: «Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o repartidor?» 15 Y les dijo: «Estad atentos y guardaos de toda avaricia, porque la vida del hombre (la larga y afortunada vida) no depende de la abundancia de los bienes que posee».
 
 
 
La parábola del rico insensato 



16 También les dijo una parábola, diciendo: «Los campos de un hombre rico habían producido mucho. 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: "¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?» 18 Después dijo: «Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19 y me diré a mí mismo: Tu mismo,
tienes muchos bienes que llegan para muchos años; "repósate, come, bebe, regocíjate". 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio!, esta noche reclaman de tí tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así muere el que hace para sí tesoro, y no es rico (haciendo buenas obras) para la gloria de Dios.
 
 
 
 
 
La ansiedad por la vida
(Mt. 6,25-34)

22 Dijo luego a sus discípulos: «Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. 23 ¿La vida no es superior que la comida, y el cuerpo que el vestido?. 24 Mirad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? 25 ¿Quién de vosotros podrá con afán añadir a su estatura un codo? 
26 Pues si no podéis ni aun con algo tan pequeño, ¿por qué os afanáis por lo demás? 27 Observad las flores, qué hermosas son. No se fatigan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. 28 Y si así viste Dios la hierba que hoy está en el campo, y mañana es echada al horno (y es quemada), ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe? 29 Vosotros, pues, no os preocupéis por lo que habéis de comer, ni por lo que habéis de beber, ni estéis en ansiosa inquietud. 30 Porque todas estas cosas buscan (como si fuesen enormes bienes) las gentes del mundo (los idólatras). Pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas. 31 Por eso pedid (para recibir) el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas. 32 No temas, mi pequeño rebaño, porque a vuestro Padre le ha placido daros a vosotros el reino».
 
 
 
 
Dad limosna
 

33 «Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsa que no envejezca, tesoro innagotable en los cielos, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. 34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón». 
 
  
 
 
La venida repentina del Señor


35 Vuestra cintura que está bien ceñida, y vuestras lámparas encendidas; 36 y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de la boda, para que cuando llegue y llame a la puerta, le abran en seguida. 
37 Bienaventurados aquellos siervos a los cuales su señor, cuando venga, halle velando.* De cierto os digo que se ceñirá la cintura, y hará que se sienten, y vendrá a servirles. 38 Y aunque venga a la segunda guardia de la noche (alrededor de la media noche)**, y aunque venga a la tercera guardia (alrededor de la madrugada), si los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos. 39 Pero sabed esto, que si supiese el padre de familia a qué hora el ladrón había de venir, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa. 40 Por eso vosotros también (que sabéis que es seguro  que el Señor vendrá) , estad continuamente preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora que no esperáis. 
 
* Velando: espiritualmente despiertos y espabilados. 
** Segunda guardia de la noche: después de la media noche, en el segundo periodo de cuatro horas de la noche. Tercera guardia: cerca del amanecer, en el tercer periodo de cuatro horas (interpretación por P. Trempelas)
 
 
 

El siervo fiel y prudente

 
41 Entonces Pedro le dijo: «Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?» 42 Y dijo el Señor: «¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor le hará representante de sus siervos, para que a tiempo les dé su acordada ración? 43 Afortunado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. 44 En verdad os digo, que le pondrá responsable sobre todos sus bienes». 
 
 
 
 
El siervo malo
 
45 «Mas si aquel siervo dijere en su interior: "Mi señor tarda en venir"; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, 46 vendrá el señor de aquel siervo en día que este no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los que no son fieles. 47 Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48 Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco. Porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá».
 
 
 
 
Cristo, ¡causa de división entre los hombres!
(Mt. 10, 34-36)

49 «
¡Fuego vine a echar en la tierra!; ¿y qué más quiero, si ya se ha encendido? 50 Un bautismo (martirio) he de recibir. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino división. 52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. 53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra (debido a la falta de fe de los unos y a la fe de los otros). 
 
 

Interpretación de tiempos y señales
(Mt. 16, 2-3)

54 Decía también a la multitud de la gente: «Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: "Agua viene"; y así sucede. 55 Y cuando (veis que) sopla el viento del sur, decís: "Hará calor"; y lo hace. 56 ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra. Pero el tiempo presente (que muestra que el Mesías ya ha venido)  ¿cómo no lo distinguís?»
 
 
 

Juzgad vosotros mismos lo que es correcto y no lleguéis hasta los tribunales
(Mt. 5.25-26)

 
57 «¿Y por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es justo? 58 Cuando vayas al magistrado (juez) con tu adversario, procura en el camino arreglarte con él (resolviendo vuestra disputa), no sea que te arrastre al juez, y el juez te entregue al órgano ejecutivo, y éste te meta en la cárcel. 59 Te digo, no saldrás de allí, hasta que hayas pagado aun la el último cántimo». 
 
 
 
 
 
 
13. Todos los impenitentes perecerán
 
 

1. En este mismo momento estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos (matándoles a ellos mientras ofrecían sacrificios en el templo). 2 Y Jesús les dijo entonces: «¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? 3 No, os aseguro. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. 4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5 
No, os aseguro. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente».
 
 
 
 
 
Parábola de la higuera estéril

6 Dijo también esta parábola: «Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló. 
7 Dijo entonces al viñador: "He aquí, hace tres años que vengo a buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?" 8 Él entonces, respondiendo, le dijo: "Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone. 9 Y si diere fruto, bien; y si no, la cortarás en el futuro". 
 
 
 

Jesús sana a una mujer en Sábado
 

10 Un Sábado
(Jesús) enseñaba  en una de las sinagogas. 11 Y he aquí, había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu (demonio) de enfermedad, y debido a ello andaba encorvada, y en ninguna manera podía levantar su cabeza. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, eres libre de tu enfermedad». 13 Y puso las manos sobre ella, y ella se enderezó directamente, y glorificaba a Dios. 14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en Sábado, dijo a la gente: «Seis días hay, durante los cuales se permite trabajar. En estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de Sábado». 15 Entonces el Señor le respondió y dijo: «Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el Sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? 16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás la tuvo atada durante dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de Sábado?» 17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él. 
 
 
 

Parábola de la semilla de mostaza y de la levadura
(Mt. 13, 31-32; Mr. 4, 30-32)

18 Y dijo: «¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto. Υ  creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas. 
20 Y volvió a decir: «¿A qué compararé el reino de Dios? 21 Es semejante a la levadura, que una mujer tomó y escondió en tres medidas de harina (cantidad grande), hasta que todo hubo fermentado, y recibió el efecto de la levadura toda la harina».
 
 
 
 

La puerta estrecha del reino. Exclusión de los no verdaderos discípulos.
(Mt. 7, 13-14. 21-23)

22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. 23 Y alguien le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Y él les dijo: 24 «Luchad por entrar por la puerta angosta. Porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado bien la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: "Señor, Señor, ábrenos", entonces él respondiendo os dirá: "No sé de dónde sois". 26 Entonces comenzaréis a decir: "Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste". 27 Pero os dirá: "Os digo que no sé de dónde sois. Marchaos lejos de mí todos vosotros, hacedores de maldad". 28 Allí será el llanto y el crujir de dientes (del dolor), cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. 29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Y he aquí hay últimos, que serán primeros, y primeros, que serán últimos».
 
 
 


«Id, y decid a aquel zorrο...»
(Mt. 23, 37-39)


31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: "Sal, y vete a otro sitio, porque Herodes te quiere matar». 32 Y les dijo: «Id, y decid a aquel zorrο: "He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra". 33 Por eso, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino (hacia Jerusalén), porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén». 
 
 
 
La dolorosa aversión de Jesús hacia Jerusalén
 
34 «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina a sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste! 35 He aquí, para vuestra pena vuestra nación os es dejada desierta (desprotegida). Y os aseguro que no me veréis (en mi providencia), hasta que llegue el tiempo en que digáis, Bendito el que viene de parte del Señor. 
 
 
 
 
 
 
 
14. Curación de un hidrópico en Sábado
 


1 Aconteció un Sábado que habiendo entrado (Jesús) para comer en casa de uno  de los gobernantes de los fariseos, estos le miraban atentamente (para ver qué iba a hacer). 2 Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico. 3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: «¿Está permitido en Sábado realizar aguien sanaciones?» 4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió. 5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: «¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en Sábado? 6 Y no pudieron responderle a esto. 
 
 
 
 
Parábola sobre elevación y humillación con ocasión de primados

7 Observando cómo los invitados escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles: 8 «Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro superior a ti esté convidado por él, 9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: "Da el puesto a este"; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, ven delante, a un puesto superior". Entonces serás honorificado delante de los que se sientan contigo a la mesa. 11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido». 
 
 
 


Invita a la mesa a los que no puedan devolvértelo


12 Dijo también al que le había convidado: «Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos después te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los descapacitados, los cojos y los ciegos; 
14 y serás bienaventurado; porque ellos no te pueden recompensar, pero te será recompensado en la resurrección de los piadosos». 
 
 
 

Parábola de la gran cena
(Mt. 22, 1-10)
 

15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: «Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios». 16 Entonces Jesús le dijo: «Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. 17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: "Venid, que ya todo está preparado". 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: "He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses". 19 Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses". 20 Y otro dijo: "Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir". 21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el señor de la casa, dijo a su siervo: "Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los
descapacitados, los cojos y los ciegos". 22 Y dijo el siervo (cuando regresó): "Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar". 23 Dijo el señor al siervo: "Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa". 
24 Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena». 
 
 
 
 

Renuncia a toda condición previa para el aprendizaje.
(Mt. 10, 37-38)

25 Durante su recorrido grandes multitudes iban con él. Y volviéndose, les dijo: 26 «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no levanta su cruz y me sigue, no es posible que sea mi discípulo. 28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: "Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar". 31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil hombres? 32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo, no puede ser mi discípulo». 
 
 
 
 
 
Parábola de la sal
(Mt. 5,13; Mc. 9,50)

 
34 «Útil es la sal. Pero si la sal pierde su salinidad, con qué la recuperará de nuevo? 35 Ni como tierra es útil ni como abono. La tiran. El que tiene oídos para oír, oiga».
 
 
 
 
 
 
 15. La parábola de la oveja perdida.
(Mt. 5,13. Mc. 9,50)
 


1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este a los pecadores recibe, y con ellos come». 3 Υ les dijo la siguiente parábola: 4 «¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;» 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: «Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido». 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
 
 
 
Parábola de la moneda perdida

8 «¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde un dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: "Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". 10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente».
 
 
 
 
 
 

Parábola del hijo pródigo, del padre misericordioso y del hijo enojado

 
 
11 También dijo: «Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde"; y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a un país lejano; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 E intentaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Y volviendo en sí, dijo: "¡Cuántos trabajadores en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus trabajadores". 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y le abrazó fuertemente y le besó cálidamente. 21 Y el hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo". 22 Pero el padre dijo a sus siervos: "Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse". 
 
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: "Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo". 31 Él entonces le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado"».
 
 
 
 
 
 

16 Parábola del mayordomo injusto

 
1 Dijo también a sus discípulos: «Había un hombre rico, que tenía un administrador, y este fue acusado ante él como derrochador de sus bienes. 2 Entonces le llamó, y le dijo: "¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu administración, porque ya no podrás más ser administrador". 3 Entonces el mayordomo dijo para sí: "¿Qué haré ahora, que mi amo me quita la administración? Cavar, no puedo; mendigar, me da vergüenza. 4 Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la administración, me reciban en sus casas". 5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" 6 Él dijo: "Cien barriles de aceite". Y le dijo: "Toma tu cuenta y siéntate, y escribe cincuenta". 7 Después dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Y él dijo: "Cien medidas de trigo". Él le dijo: "Toma tu cuenta, y escribe ochenta". 8 Y el señor se expresó de modo elogiador sobre el mayordomo injusto, por haber actruado sagazmente».  «Porque los hombres de este mundo son más inteligentes en su propio orden humano que los hijos de la luz, 
 
 
 «Haced amigos de las riquezas injustas...» 
 
 
9 por eso yo os digo: haced para vosotros mismos amigos por medio de las riquezas injustas *, para que cuando estas falten, os reciban en las moradas eternas. 10 El que es misericordioso teniendo lo mínimo, es también misericordioso cuando tiene mucho; y el que no es misericordioso teniendo lo mínimo, tampoco es misericordioso cuando tiene mucho. 11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis misericordiosos, ¿quién de vosotros dará lo que es suyo? 12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro? 
 
* Interpretación por el teólogo I. Kolitsara: "Y les digo esto: imiten la manera de obrar del mayordomo injusto. Ustedes, que poseen grandes posesiones, que generalmente se adquieren con injusticia, después de arrepentirse, hagan buenas obras con este dinero de injusticia, ganen amigos con sus buenas obras, para que estos los reciban en la vida eterna cuando partan de este mundo".
 
 
 
 
 
«No podéis servir a Dios y a Mammón» *
 
13 Ningún siervo puede servir a dos señores (a la vez), porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón. 
 
 
* Mammón o Mamón: la riqueza o avaricia material 
 
 
 
 
La arrogancia de los hombres es abominación ante los ojos de Dios
 

14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. 15 Entonces les dijo: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestro interior, porque la arrogancia (el orgullo) de los hombres delante de Dios es cosa repugnante y odiosa a los ojos de Dios. 
 
 

La ley y los profetas

16 «La ley y los profetas (profetizaron sobre el Mesías) hasta Juan. Desde entonces el reino de Dios es anunciado, cada uno que busca conquistarlo ejerce violencia sobre sí mismo. 17 Es más fácil que pasen el cielo y la tierra a que caiga una tilde de la ley. 
18 El que se divorcia de su esposa y se casa con otra comete adulterio. Y el que se casa con una mujer divorciada de su esposo comete adulterio.
 
 
 
La parábola del rico y de Lázaro el pobre
 

19 «Había un hombre rico, que se llevaba lujosa
vestimentas, y se divertía a diario con espléndidos banquetes. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de su palacio lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Y murió también el rico, y fue sepultado con honores. 23 Y en el hades* alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: "Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama". 25 Pero Abraham le dijo: "Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes abundantemente en tu vida, así como Lázaro, males; por eso ahora este tiene deleites aquí, y tú tormentos. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar a nosotros". 27 Entonces le dijo (el rico infernado): "Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les hable vehementemente testificándoles, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento". 29 Y Abraham le dijo: "A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 Él entonces dijo: "No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán". 31 Mas Abraham le dijo: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos".
 
 
* Hades: antes de la Segunda Venida del Señor y del Juicio Final, "lugar" al que son predestinadas las almas de los que no hasn sido dignos de ganar el paraíso. Los lugares definitivos y eternos tras el Juicio son el infierno y el reino de los cielos, respectivamente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Traduciendo...
 

 
 
 

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