1 Puesto que muchos han intentado componer una narrativa de los acontecimientos que nos sucedieron, 2 tal como nos lo entrgaron a nosotros los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores del Logos, 3 me pareció bien también a mí, que he seguido todo desde el principio con exactitud, escribírtelas a ti por orden, excelentísimo Teófilo, 4 para que conozcas la verdad de las cosas, sobre las cuales tenías informaciones.
5 Hubo en los días de Herodes, rey de Judea, un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Y su mujer era de las descendiedientes de Aarón, y se llamaba Elisabet. 6 Ambos eran piadosos ante de Dios. Caminaban según todos los mandamientos y ordenanzas del Señor. 7 Pero no tenían hijo, porque Elisabet era estéril. Y ambos eran ya de edad avanzada.
8 Cuando le llegó el turno de estar de servicio en su propia clase (sacerdotal) y de ejercer sus deberes sacerdotales ante Dios, 9 fue elegido por sorteo, como se acostumbraba a hacer en el sacerdocio, para entrar en el templo del Señor para ofrecer el incienso. 10 Y toda la multitud del pueblo estaba fuera (del templo) orando a la hora del incienso. 11 Y se le apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso. 12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. 13 Pero el ángel le dijo: "Zacarías, no temas; porque tu súplica ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y lo llamarás Juan. 14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento. 15 Porque será grande ante los ojos de Dios. No beberá vino ni otras bebidas embriagadoras, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los israelitas regresen al Señor Dios de ellos. 17 E irá delante de él (del Señor Dios) con poder y fuerza de Elías (del profetas Elñias), para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien predispuesto.
39 En aquellos días, levantándose María, fue de prisa a la zona montañosa, a una ciudad de la tribu de Judá. 40 Y entró en casa de Zacarías, y saludó a Elisabet. 41 Y en cuanto oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre. Y Elisabet fue llena del Espíritu Santo, 42 y exclamó a gran voz, y dijo: «Bendita eres tú entre las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre. 43 ¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? 44 Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Y bienaventurada es la que creyó, porque se cumplirán las palabras del Señor sobre ella».
46 Entonces María dijo: «Glorifica mi alma al Señor; 47 y estalla mi espíritu en himno a Dios mi Salvador, 48 porque ha mirado a su humilde sierva. Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones, 49 porque el Poderoso ha hecho grandes cosas sobre mí, y glorificado es su nombre, 50 y su misericordia se extiende de generación en generació sobre los que le repetan. 51 Conquistó con su poder, esparció a los soberbios en el pensamiento de sus corazones.
52 Derribó de los tronos a los tiranos y exaltó a los humildes. 53 A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió con manos vacías. 54 Socorrió a Israel su siervo, acordándose de ser misericordioso 55 a Abraham y a sus descendientes siempre, como prometió a nuestros padres».
67 Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo: 68 «Que sea glorificado el Señor Dios de Israel, porque se ha interesado y ha preparado un redentor para su pueblo, 69 e hizo para nosotros que proviniese poder de la casa de David su siervo, 70 como había prometido por boca de sus santos profetas desde la época antigua. 71 Preparó la salvación de nuestros enemigos y de todos los que nos odian, 72 para mostrar misericordia hacia nuestros padres y acordarse de su santa promesa, 73 del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, de modo que nos haga dignos, 74 siendo liberados de las manos de nuestros enemigos, de adorarle sin temor 75 con reverencia, devoción y virtud ante él, todos los días de nuestra de nuestra vida.
76 Y tú, niño, profeta del Altísimo serás llamado. Porque serás precursor del Señor, para preparar sus caminos (para que pase), 77 para dar conocimiento de salvación a su pueblo, que se consigue con el perdón de sus pecados, 78 por el misericordioso corazón de nuestro Dios, debido al cual el sol se nos apareció, que salía desde lo alto del cielo (no desde el horizonte), 79 para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte, para encaminar nuestros pies por camino de salvación 1». 80 Y el niño crecía, y se fortalecía en espíritu; y vivía en lugares desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.
Aconteció en aquellos días, salió una orden de parte de Augusto César, para que se hiciese registro de todos los habitantes de la tierra habitada. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 Y fueron todos para registrarse, cada uno en su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por provenía de la familia y de la generación de David, 5 para ser empadronado con María la desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito y elegido, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos donde establecerse.
21 Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre Jesús, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido en el vientre (de su madre).
33 Y José y su madre se maravillaban de todo lo que se decía de él. 34 Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: «He aquí, este será causa para que se pierdan y para que se salven muchos en Israel. También será señal (milagro) que será contradicha (por los mal intencionados) 35 y una espada de doble filo traspasará tu misma alma, para que sean reveladas las meditaciones (pensamientos secretos y disposiciones) de muchas almas».
39 Después de haber cumplido (José y María) con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se fortalecía en el espíritu, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua; 42 y cuando (el niño Jesús) tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. 44 Y pensando que estaba entre la compañía de los peregrinos, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos. 45 Pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. 46 Tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los maestros (los rabinos) de la ley, oyéndoles y preguntándoles. 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. 48 Cuando le vieron (José y su madre), se sorprendieron; y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia». 49 Entonces él les dijo: «¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais, que he de estar en la casa de mi Padre?» 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
En el año decimoquinto del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de Judea Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de Galilea, y su hermano Felipe tetrarca de Iturea y de la provincia de Traconite, y Lisanias tetrarca de Abilinia, 2 y siendo sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino orden de Dios a Juan, hijo de Zacarías, en el desierto, 3 y después de esto (Juan) fue por toda la región del Jordán, predicando el bautismo de arrepentimiento para el perdón de los pecados, 4 como está escrito en el libro de las palabras del profeta Isaías, que dijo: Voz de uno, que vocea fuertemente en el desierto: Preparad el camino para que pase el Señor, enderezad sus sendas. 5 Todo valle se rellenará tierra y todo monte y collado se bajará (será igualado), y los caminos torcidos serán enderezados y los irregulares allanados. 6 Y entonces cada hombre la salvación, que ofrece Dios.
Predicación de control estricto
Predicación de filantropía y justicia
10 Y la gente le preguntaba, diciendo: «Entonces, ¿qué haremos?» 11 Y respondiendo, les dijo: «El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo». 12 Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: «Maestro, ¿qué haremos?» 13 Él les dijo: «No exijáis más de lo que os está ordenado». 14 También le preguntaron unos soldados, diciendo: «Y nosotros, ¿qué haremos?» Y les dijo: «No toméis nada de nadie ilegalmente y con violencia, sino contentaos con vuestro salario».
Predicación sobre la excelencia y la obra de del Mesías
15 Como el pueblo tenía la expectativa mesiánica, preguntándose todos en sus corazones si acaso Juan sería el Cristo, 16 habló Juan, diciendo a todos: «Yo os bautizo en agua; pero viene uno más poderoso que yo, de quien no soy digno de desatar la correa de su calzado; él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. 17 Su aventador está en su mano, y limpiará completamente su era, y recogerá el trigo en su granero, mientras que la paja será quemada en fuego que nunca se apagará. 18 Y con otras muchas exhortaciones enseñaba al pueblo.
Herodes encarcela a Juan por su control
19 Entonces Herodes el tetrarca, siendo reprendido por Juan a causa de Herodías, mujer de Felipe su hermano, y de todas las maldades que Herodes había hecho, 20 sobre todas ellas, añadió además esta: encerró a Juan en la cárcel.
El bautismo de Jesús
(Mt. 3, 13-17; Mc. 1, 9-11;)
21 Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, 22 y descendió el Espíritu Santo sobre él en forma corporal, como paloma, y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia. 1 (y he establecido Mesías, Cristo)
(Mt. 1, 1-17)
23 Este Jesús tenía treinta años, al comienzo del año 30, y era, según la ley, hijo de José, según se creía, de José, hijo de Elí, 24 hijo de Matat, hijo de Leví, hijo de Melqui, hijo de Jana, hijo de José, 25 hijo de Matatías, hijo de Amós, hijo de Nahum, hijo de Esli, hijo de Nagai, 26 hijo de Maat, hijo de Matatías, hijo de Semei, hijo de José, hijo de Judá, 27 hijo de Joana, hijo de Resa, hijo de Zorobabel, hijo de Salatiel, hijo de Neri, 28 hijo de Melqui, hijo de Adi, hijo de Cosam, hijo de Elmodam, hijo de Er, 29 hijo de Josué, hijo de Eliezer, hijo de Jorim, hijo de Matat, 30 hijo de Leví, hijo de Simeón, hijo de Judá, hijo de José, hijo de Jonán, hijo de Eliaquim, 31 hijo de Melea, hijo de Mainán, hijo de Matata, hijo de Natán, hijo de David, 32 hijo de Isaí, hijo de Obed, hijo de Booz, hijo de Salmón, hijo de Naasón, 33 hijo de Aminadab, hijo de Aram, hijo de Joram, hijo de Esrom, hijo de Fares, hijo de Judá, 34 hijo de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham, hijo de Taré, hijo de Nacor, 35 hijo de Serug, hijo de Ragau, hijo de Peleg, hijo de Heber, hijo de Sala, 36 hijo de Cainán, hijo de Arfaxad, hijo de Sem, hijo de Noé, hijo de Lamec, 37 hijo de Matusalén, hijo de Enoc, hijo de Jared, hijo de Mahalaleel, hijo de Cainán, 38 hijo de Enós, hijo de Set, hijo de Adán, hijo de Dios.
(Mt. 4.1-11; Mr. 1.12-13)
16 Y vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día del Sábado entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17 Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo desenrollado el libro (que estaba enrollado en forma cilíndrica), halló el lugar donde estaba escrito: 18 El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido. Me envió para dar gozoso mensaje a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón (a todos los que tienen lesiones psíquicas), a pregonar liberación a los cautivos y a los ciegos adquisición de la vista, a enviar a los impedidos sanos. 19 A predicar la bendita época del Señor. 20 Después recogió el libro y se lo dio de nuevo al al sirviente (al encargado, al cudador), y se sentó. Y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21 Comenzó entonces a decirles: «Hoy se ha cumplido esta Escritura bíblica en vuestros oídos (porque me habéis oído a mí, quien según la lectura profética soy el crismado y enviado a predicar)». 22 Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras agraciadas que salían de su boca, y decían: «¿No es este el hijo de José?»
(Mc. 1, 21-28)
31 Y descendió a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba los Sábados. 32 Y se admiraban de su doctrina, porque hablaba con autoridad. 33 Estaba en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu demoniaco inmundo, el cual exclamó a gran voz, 34 diciendo: «Ah... ¿qué hay de común entre nosotros, Jesús nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Te conozco quién eres, el elegido de Dios (el escogido por Dios). 35 Y Jesús le reprendió, diciendo: «Cállate, y sal de él». Entonces el demonio, derribándole en medio de ellos, salió de él, sin hacerle daño alguno. 36 Y todos sintieron sorpresa y temor, y hablaban entre ellos, diciendo: «¿Qué cosa es esta, que con autoridad y poder ordena a los espíritus inmundos, y salen? 37 Y su fama se difundía por todos los lugares de la región.
Jesús sana a la suegra de Pedro y a otros enfermos
(Mt. 8,14-17; Mc. 1, 29-31)
38 Cuando salió de la sinagoga, fue a la casa de Simón. La suegra de Simón estaba sufriendo debido a que tenía una gran fiebre y le rogaron por ella. 39 Y poniéndome por encima de ella, reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó. Y se levantó ella al instante y les servía. 40 Y al ponerse el sol, todos los que tenían enfermos de diversas enfermedades los traían a él. Y él ponía las manos sobre cada uno de ellos y los sanaba. 41 También salían demonios de muchos, dando voces y diciendo: «Tú eres el Cristo (el Mesías), el Hijo de Dios. Pero él los reprendía y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Cristo (el Mesías).
(Mc. 1, 35-39)
42 Cuando ya era de día, salió y se fue a un lugar desierto. Y la multitud le buscaba, y llegando a donde estaba, le detenían para que no se fuera de ellos. 43 Pero él les dijo: «Es necesario que también en otras ciudades predique el reino de Dios. Porque para esta es mi misión». 44 Y predicaba en las sinagogas de Galilea.
1. Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 2 Y vio dos barcas que estaban en la orilla del lago. Y los pescadores, habiendo bajado de ellas, lavaban sus redes. 3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco. Y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. 4 Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: «Lleva de nuevo la barca a lo profundo y echad vuestras redes para pescar». 5 Respondiendo Simón, le dijo: «Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado. Μas en tu palabra echaré la red». 6 Y habiéndolo hecho, cogieron gran cantidad de peces, y sus redes comenzaron a romperse. 7 Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que peligraban en hundirse. 8 Cuando Simón Pedro vio lo que pasaba, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: «Sal y vete de mí, Señor, porque soy hombre pecador». 9 Esto lo dijo porque el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él, por los muchos peces que cogieron, 10 y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Y Jesús dijo a Simón: «¡No temas!; de ahora en adelante pesacrás hombres. 11 Y habiendo traído a tierra las barcas, lo dearon todo y le siguieron.
(Mt. 8.1-4; Mc. 1,40-45)
12 Y cuando estaba en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra. Y cuando vio a Jesús, se postró con el rostro en tierra y le rogó, diciendo: «Señor, si quieres, puedes limpiarme (de la lepra)». 13 Entonces extendió la mano y le tocó, diciendo: «Quiero; sé limpio (de la lepra)». Y al instante la lepra se fue de él. 14 Y él (Jesús) le dio la orden, «no se lo digas a nadie; sino ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, según mandó Moisés, para darte confirmación (de tu sanación). 15 Pero su fama se extendía más, y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. 16 Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
(Mt. 9,1-8; Mr. 2,1-12)
17 Un día que él estaba enseñando, estaban sentados los fariseos y maestros de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, de Judea y de Jerusalén. Y el poder del Señor estaba con él para sanar a los enfermos. 18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle dentro de la casa y ponerle delante de él. 19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y entre las tejas le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. 20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: «Hombre, tus pecados te han sido perdonados». 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: «¿Quién es este que dice cosas blasfemas? ¿Quién puede perdonar pecados sino solo Dios?» 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: «¿Qué pensáis en vuestros interiores? 23 ¿Qué es más fácil, decir: "Tus pecados te son perdonados", o decir: "Levántate y anda"? 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados» —dijo al paralítico: «A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa». 25 Al instante, levantándose ante ellos, tomó el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: «Cosas increíbles hemos visto hoy».
(Mt. 9, 9-13; Mc. 2, 13-17)
(Mt. 9.14-17; Mc. 2.18-22)
(Mt. 10, 1-4; Mc. 3, 13-19)
12 En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.
(Mt. 4, 23-25)
17 Y descendió con ellos, y se detuvo en un lugar llano, donde había multitud de discípulos suyos y una gran multitud de gente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón, que habían venido para oírle, y para ser sanados de sus enfermedades; 18 y los que habían sido atormentados de espíritus inmundos, y eran sanados. 19 Y toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de él y sanaba a todos.
(Mt. 5, 1-12)
20 Entonces él se volvió hacia sus discípulos y decía: «Afortunados sois vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
27 «Pero a vosotros que me escucháis, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian; 28 bendecid a los que os maldicen, y orad por los que ante vovotros se comportan mal. 29 Al que te golpee en una mejilla, ofrécele también la otra. Y al que te quite la capa, ni aun la camisa le niegues. 30 A cada uno que te pida, dale. Y al que tome lo que es tuyo, no pidas que te lo devuelva. 31 Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con ellos. 32 Porque si amáis a los que os aman, ¿qué salario os pertenece? Porque también los impíos aman a los que los aman.
(Mt. 7.1-5)
37 No critiquéis, y no seréis criticados. No condenéis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados. 38 Dad, y se os dará. Recipiente de medida correcto, cuyo contenido haya sido comprimido, remecido y rebosando, darán en vuestro regazo. Porque la misma medida que utilizáis con los demás, será utilizada sobre vosotros». 39 Y les decía una parábola: ¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo? 40 No hay discípulo superior a su maestro. Todo el que fuere perfeccionado, será como su maestro. 41 ¿Por qué ves la paja que está en el ojo de tu hermano, y no ves la viga que está en tu propio ojo? 42 ¿O cómo puedes decir a tu hermano: "Hermano, déjame sacar la paja que está en tu ojo, no mirando tú la viga que está en el ojo tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.
(Mt. 7, 24-27)
(Mt. 8, 5-13; Jn. 4, 43-54)
24 Cuando se fueron los discípulos de Juan, (Jesús) comenzó a decir de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña, sacudida por el viento?» (Claro que no). 25 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, se encuentran en los palacios. 26 Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. 27 Este es de quien está escrito: He aquí yo envío mi mensajero delante de tí, y preparará tu camino.
31 «¿Con qué, pues (tras el comportamiento con superioridad de los los fariseos y los intérpretes de la ley, compararé los hombres de esta generación? ¿A qué son semejantes? 32 Semejantes son a los muchachos, que se sientan en grupos, y dan voces los jugadores de un grupo a los jugadores del otro grupo, y dicen entre ellos: —Os tocamos alegres canciones, y no bailasteis.
(Mt. 13, 1-9. Mc. 4, 10-12)
4 Y mientras mucha gente se juntaba, y venían a él de distintas ciudades, les dijo por parábola: 5 «El sembrador salió a sembrar su semilla; y mientras sembraba, unas semillas cayeron en el camino, y fueron pisoteadas, y se las comieron las aves del cielo. 6 Otras cayeron sobre suelo pedregoso; y nacidas, se secaron, porque no tenían humedad. 7 Otra parte cayó entre espinos, y los espinos que nacieron juntamente con ellas, la ahogaron completamente. 8 Y otra parte cayó en buena tierra, y nacieron y dieron fruto a ciento por uno». Hablando estas cosas, decía a gran voz: «El que tiene oídos para oír, oiga».
(Mt. 13, 18-23. Mc. 4, 13-20)
11 «El significado de la parábola es este: La semilla es la palabra de Dios. 12 Y las semillas que cayeron en el camino, se refieren a los que hombres que han escuchado (la palabra de Dios), pero luego viene el Diablo y quita de su alma la palabra, para que no crean y sean salvados. 13 Y las semillas que cayeron sobre suelo pedregoso, se refiere a los que, cuando escuchan, reciben la palabra con gozo; pero no tienen raíz (profunda raíz). Estos creen por algún tiempo, y en el tiempo de la prueba se apartan. 14 Y las semillas que cayeron entre espinos, se refieren a los que escuchan, pero según avanzan en el camino de la vida, son ahogados por los afanes y las riquezas y los placeres de la vida, y no llevan fruto. 15 Mas las samillas que cayeron en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con paciencia»
16 «Nadie que enciende un candil lo cubre con un objeto, ni lo pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entran vean la luz. 17 Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni secreto, que no haya de ser conocido, y de salir a luz. 18 Dad atención a lo que oís (de mí). Porque a todo el que tiene, se le dará (más todavía); y a todo el que no tiene, aun lo que piensa que tiene, se le quitará».
(Mt. 12, 46-50; Mc. 3, 31-35)
19 Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él; pero no podían llegar hasta él por causa de la multitud. 20 Y unos le avisaron, diciendo: «Tu madre y tus hermanos están fuera y quieren verte». 21 Él entonces respondiendo, les dijo: «Mi madre y mis hermanos son los que oyen la palabra de Dios, y la aplican».
(Mt. 8.23-27; Mr. 4.35-41)
(Mt. 8, 28-34; Mr. 5, 1-20)
(Mt. 9, 18-26; Mc. 5, 21-43)
40 Cuando volvió Jesús, le recibió la multitud con gozo, porque todos le esperaban. 41 Entonces vino un hombre llamado Jairo, que era principal de la sinagoga. Y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que viniese a su casa ,42 porque tenía una hija única de doce años, que se estaba muriendo. Y mientras iba, la multitud le oprimía. 43 Y una mujer que padecía de hemorragia desde hacía ya doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, 44 se le acercó por detrás y tocó el extremo de su vestidura, y al instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: «¿Quién me ha tocado?». Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: «Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: "¿Quién es el que me ha tocado?"» 46 Pero Jesús dijo: «Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí». 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. 48 Y él le dijo: «Ten valor, hija mía. Tu fe te ha salvado. Ve en paz».
49 Estaba hablando aún, cuando vino uno de casa del principal de la sinagoga y le dice: «Tu hija ha muerto; no molestes al maestro». 50 Oyéndolo Jesús, le respondió: «No temas; cree solamente, y será salva (se recuperará, será resucitada)». 51 Entrando en la casa, no dejó entrar a nadie consigo, sino a Pedro, a Jacobo, a Juan, y al padre de la niña y a la madre. 52 Y lloraban todos y hacían lamentación por ella. Pero él dijo: «No lloréis; no está muerta, sino que duerme». 53 Y se burlaban de él, sabiendo que estaba muerta. 54 Mas él, habiendo puesto a todos fuera y tomándola de la mano, clamó diciendo: «Muchacha, levántate!». 55 Entonces su espíritu volvió, e inmediatamente se levantó; y él mandó que se le diese de comer. 56 Y sus padres estaban atónitos. Pero Jesús les mandó que a nadie dijesen lo que había sucedido.
(Mt. 10, 5-15; Mc. 6, 7-13)
7 Herodes el tetrarca oyó de todas las cosas que hacía Jesús; y estaba perplejo, porque decían algunos, que Juan ha resucitado de los muertos, 8 y otros, que Elías había aparecido, y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado. 9 Y dijo Herodes: «A Juan yo le hice decapitar; ¿quién, pues, es este, de quien oigo tales cosas?» Y procuraba verle.
(Mt. 14,13-21; Mc. 6,30-44; Jn. 6,1-14)
(Mt. 16.13-20; Mr. 8.27-29)
18 Aconteció que mientras Jesús oraba aparte, estaban con él los discípulos; y les preguntó, diciendo: «¿Quién dice la gente que soy yo?» 19 Ellos respondieron: «Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado». 20 Él les dijo: «¿Y vosotros, quién decís que soy?» Entonces respondiendo Pedro, dijo: «El Cristo de Dios (el Mesías, que Dios ha enviado)».
(Mt. 16, 20-21; Mc. 8, 30-31)
21 Pero él les mandó que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, 22 y añadió, que es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea rechazado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y al tercer día resucitará.
(Mt. 16, 24-28; Mc. 8,34 - 9,1)
(Mt. 17,1-8; Mc. 9,2-8)
(Mt. 17.14-21; Mc. 9.14-27)
37 Al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro. 38 Y he aquí, un hombre de la multitud clamó diciendo: «Maestro, te ruego que veas a mi hijo, pues es el único que tengo; 39 y sucede que un espíritu le toma, y de repente da voces, y le sacude con violencia, y le hace echar espuma, y estropeándole, a duras penas se aparta de él. 40 Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron». 41 Respondiendo Jesús, dijo: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae aquí a tu hijo». 42 Y mientras se acercaba el muchacho, el demonio le derribó y le sacudió con violencia; pero Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y se lo devolvió a su padre. 43 Y todos se admiraban de la grandeza de Dios.
(Mt. 17,22-23; Mr. 9,30-32)
(Mt. 18, 1-5; Mc. 9, 33-37)
46 Entonces entraron en discusión sobre quién de ellos es superior. 47 Y Jesús, percibiendo los pensamientos de sus corazones, tomó a un niño y lo puso junto a sí, 48 y les dijo: «Cualquiera que honre a este niño en mi nombre, a mí me honra; y quien me honra a mí, honra al que me envió. Éste entonces, que es el más humilde entre todos vosotros, este es el superior.
(Mr. 9, 38-40)
49 Entonces respondiendo Juan, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no nos sigue». 50 Jesús le dijo: «No se lo prohibáis. Porque no está contra vosotros. Y el que no está contra vosotros, de vuestra parte está».
(Mt. 8.18-22)
10. Elección de los setenta apóstoles e instrucciones hacia ellos
1. Después de estas cosas, el Señor eligió y designó también a otros setenta (apóstoles), a quienes envió de dos en dos delante de él a toda ciudad y lugar, adonde él había de ir. 2 Y les decía: «La cosecha a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies. 3 Id; he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos. 4 No llevéis con vosotros bolsa (con dinero), ni alforja, ni calzado. Y a nadie saludéis por el camino (para no retrasaros en vuestra obra). 5 En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: "La bendición sobre esta casa". 6 Y si hubiere allí hombre digno de bendición, vuestra bendición vendrá y quedará sobre él. Y si no, se volverá a vosotros. 7 Y quedaos en aquella misma casa y comed y bebed lo que os den. Porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa. 8 En cualquier ciudad donde entréis, y os reciban, comed lo que os pongan delante; 9 y sanad a los enfermos que en ella haya, y decidles: "Ha llegado a vosotros el reino de Dios". 10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: 11 "Aun el polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios ha llegado a vosotros (y seréis castigados). 12 Y os digo que en aquel día (del Juicio) será más tolerable el castigo para Sodoma, que para aquella ciudad.
(Mt. 11.20-24)
16 El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha. Y el que me desecha a mí, desecha al que me envió.
(Mt. 11,25-27; 13,16-17)
23 También dirigiéndose a los discípulos, les dijo aparte: «Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis. 24 Porque os aseguro que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, pero no lo vieron; y oír lo que oís, pero no lo oyeron».
25 Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: «Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?» 26 Él le dijo: «¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?» 27 Aquel, respondiendo, dijo: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con todο tu nus; y a tu prójimo como a ti mismo». 28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y heredarás la vida (eterna).
29 Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo? 30 Respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones. Éstos, despojándole e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. 31 Coincidió que un sacerdote descendió por aquel camino, y aunque le vió, pasó de largo. 32 Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo. 33 Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia; 34 y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. 35 Y al día siguiente, al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: "Cuida de él, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese". 36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? 37 Él (el intérprete de la ley) dijo: «El que usó de misericordia con él». Entonces Jesús le dijo: «Ve, y haz tú lo mismo».
38 Aconteció que yendo de camino, entró en una aldea; y una mujer llamada Marta le recibió en su casa. 39 Esta tenía una hermana que se llamaba María, la cual, sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra. 40 Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres (preparando la comida), y acercándose, dijo: «Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude». 41 Respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas (respecto a la comida). 42 Pero solo una (comida) es necesaria. Y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada».
1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos». 2 Y les dijo: «Cuando oréis, decid:
"Padre nuestro celestial,
glorificado sea tu nombre;
venga tu reino (reina sobre nosotros, gobierna nuestra vida);
hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra;
3 nuestro pan necesario para nuestra vida dánoslo cada día.
4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a cada uno (que nos haya hecho algo malo), el cual es ante nosotros deudor;
y no permitas que nos inclinemos a la tentación, mas líbranos del Μalvado».
«Buscad..., pedid..., llamad...»
5 Les dijo también: «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: "Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante", 7 y aquel, respondiendo desde adentro (de la casa), le dice: "No me molestes"; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos"? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Por eso yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. 11 ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si le pidiese pescado, en lugar de pescado le dará una serpiente? 12 ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? 13 Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará buen Espíritu a los que se lo pidan?
14 Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y cuando salió el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló. 15 Pero algunos de ellos decían: «Por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios». 16 Otros, para tentarle, le pedían señal (milagro) del cielo. 17 Mas él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: «Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una familia dividida que lucha contra sí misma, cae. 18 Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿entonces cómo es posible que permanezca su reino? Ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. 19 Pero si yo echo fuera los demonios por el poder Beelzebú, ¿vuestros hijos por el poder de quién los echan? Por tanto, ellos os condenarán. 20 Pero si yo por el poder de Dios echo fuera los demonios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros. 21 Cuando el hombre fuerte armado guarda su casa, sus existencias están aseguradas. 22 Pero cuando viene otro más fuerte contra él y le vence, le quita todas sus armas en que confiaba, y reparte sus existencias como botín. 23 El que no es conmigo, es contra mí; y el que conmigo no recoge, desparrama».
(Mt. 12.43-45)
24 «Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo. Υ no hallándolo, dice: "Volveré a mi casa, de donde salí". 25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada (lista para recibir visitas). 26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y así el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
27 Mientras él (Jesús) decía estas cosas, una mujer de entre la multitud levantó la voz y le dijo: «Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste.» 28 Y él dijo: «Sí, y bienaventurados los que oyen las palabras de Dios, y las guardan».
(Mt. 12, 38-42)
29 Y apiñándose las multitudes, comenzó a decir: «Esta generación es mala. Demanda señal (milagro), pero señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta. 30 Porque así como Jonás (con su salvación milagrosa) fue señal a los ninivitas, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación. 31 La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque ella vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y he aquí más que Salomón en este lugar. 32 Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron, y he aquí más que Jonás en este lugar».
(Mt. 5,15 - 6,22-23)
(Mt. 23, 1-36)
37 Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él en su casa. Y en cuanto entró Jesús en la casa, se sentó a la mesa. 38 El fariseo, cuando lo vio, se extrañó de que no se hubiese lavado antes de comer. 39 Pero el Señor le dijo: «Ahora vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de rapacidad y de (toda) maldad. 40 Necios, ¿el que hizo lo de fuera (el cuerpo), no hizo también lo de adentro (el alma)? 41 Por eso dad como limosna lo que está dentro (del vaso y del plato), y entonces todo os será limpio.
53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a llenarse de ira en gran manera, y a pedirle que les diese directamente respuestas sobre muchos temas, provocarle a que hablase de muchas cosas; 54 tendiéndole una trampa, procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle.
1 Entonces, juntándose una gran multitud de gente, tanto que unos a otros se atropellaban, comenzó a decir a sus discípulos, primeramente: «Guardaos de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. 2 Porque nada hay encubierto, que no haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. 3 Por tanto, todo lo que habéis dicho en tinieblas, a la luz se oirá. Υ lo que habéis hablado al oído en las habitaciones particulares, se proclamará en las azoteas».
No temáis a los asesinos del cuerpo
(Mt. 10,19-20)
4 «Mas os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, pero después nada más pueden hacer. 5 Pero os enseñaré a quién debéis temer. Temed a aquel que después de haber quitado la vida, tiene el poder de echar en la gehena (en el Infierno). Sí, os digo, a este temed. 6 ¿No se venden cinco gorriones por dos cuadrantes?* Con todo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios. 7 Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues; más valéis vosotros que muchos gorriones.
* pequeña moneda romana.
Sobre confesión y negación
8 «Os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. 9 Mas el que me negare delante de los hombres, le negaré delante de los ángeles de Dios.
Blasfemia contra el Espíritu Santo
10 «Al que hablare ofensivamente contra el Hijo del Hombre, le será perdonado. Pero al que ofenda al Espíritu Santo, no le será perdonado» (blasfemia contra el Espíritu Santo es la perversión, la deformación, el no arrepentimiento o impenitencia. El no arrepentimiento o impenitencia no se perdona).
No tensión en la defensa
11 Cuando os trajeren a las sinagogas, y ante los magistrados y las autoridades, no os preocupéis por cómo os habréis de defender o qué habréis de responder, o qué habréis de decir. 12 Porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis decir».
Guardaos de la avaricia
16 También les dijo una parábola, diciendo: «Los campos de un hombre rico habían producido mucho. 17 Y él pensaba dentro de sí, diciendo: "¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos?» 18 Después dijo: «Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; 19 y me diré a mí mismo: Tu mismo, tienes muchos bienes que llegan para muchos años; "repósate, come, bebe, regocíjate". 20 Pero Dios le dijo: "¡Necio!, esta noche reclaman de tí tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? 21 Así muere el que hace para sí tesoro, y no es rico (haciendo buenas obras) para la gloria de Dios.
(Mt. 6,25-34)
22 Dijo luego a sus discípulos: «Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis. 23 ¿La vida no es superior que la comida, y el cuerpo que el vestido?. 24 Mirad los cuervos, que ni siembran, ni siegan; que ni tienen despensa, ni granero, y Dios los alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que las aves? 25 ¿Quién de vosotros podrá con afán añadir a su estatura un codo?
33 «Vended lo que poseéis, y dad limosna. Haceos bolsa que no envejezca, tesoro innagotable en los cielos, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. 34 Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón».
35 Vuestra cintura que está bien ceñida, y vuestras lámparas encendidas; 36 y vosotros sed semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de la boda, para que cuando llegue y llame a la puerta, le abran en seguida.
(Mt. 10, 34-36)
49 «¡Fuego vine a echar en la tierra!; ¿y qué más quiero, si ya se ha encendido? 50 Un bautismo (martirio) he de recibir. ¡Y cómo me angustio hasta que se cumpla! 51 ¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino división. 52 Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. 53 Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra (debido a la falta de fe de los unos y a la fe de los otros).
(Mt. 16, 2-3)
54 Decía también a la multitud de la gente: «Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: "Agua viene"; y así sucede. 55 Y cuando (veis que) sopla el viento del sur, decís: "Hará calor"; y lo hace. 56 ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra. Pero el tiempo presente (que muestra que el Mesías ya ha venido) ¿cómo no lo distinguís?»
(Mt. 5.25-26)
1. En este mismo momento estaban allí algunos que le contaban acerca de los galileos, cuya sangre Pilato había mezclado con los sacrificios de ellos (matándoles a ellos mientras ofrecían sacrificios en el templo). 2 Y Jesús les dijo entonces: «¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? 3 No, os aseguro. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. 4 O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? 5 No, os aseguro. Y si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente».
6 Dijo también esta parábola: «Tenía un hombre una higuera plantada en su viña, y vino a buscar fruto en ella, y no lo halló.
10 Un Sábado (Jesús) enseñaba en una de las sinagogas. 11 Y he aquí, había allí una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu (demonio) de enfermedad, y debido a ello andaba encorvada, y en ninguna manera podía levantar su cabeza. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, eres libre de tu enfermedad». 13 Y puso las manos sobre ella, y ella se enderezó directamente, y glorificaba a Dios. 14 Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en Sábado, dijo a la gente: «Seis días hay, durante los cuales se permite trabajar. En estos, pues, venid y sed sanados, y no en día de Sábado». 15 Entonces el Señor le respondió y dijo: «Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no desata en el Sábado su buey o su asno del pesebre y lo lleva a beber? 16 Y a esta hija de Abraham, que Satanás la tuvo atada durante dieciocho años, ¿no se le debía desatar de esta ligadura en el día de Sábado?» 17 Al decir él estas cosas, se avergonzaban todos sus adversarios; pero todo el pueblo se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por él.
(Mt. 13, 31-32; Mr. 4, 30-32)
18 Y dijo: «¿A qué es semejante el reino de Dios, y con qué lo compararé? 19 Es semejante al grano de mostaza, que un hombre tomó y sembró en su huerto. Υ creció, y se hizo árbol grande, y las aves del cielo anidaron en sus ramas.
(Mt. 7, 13-14. 21-23)
22 Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén. 23 Y alguien le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Y él les dijo: 24 «Luchad por entrar por la puerta angosta. Porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado bien la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: "Señor, Señor, ábrenos", entonces él respondiendo os dirá: "No sé de dónde sois". 26 Entonces comenzaréis a decir: "Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste". 27 Pero os dirá: "Os digo que no sé de dónde sois. Marchaos lejos de mí todos vosotros, hacedores de maldad". 28 Allí será el llanto y el crujir de dientes (del dolor), cuando veáis a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros estéis excluidos. 29 Porque vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. 30 Y he aquí hay últimos, que serán primeros, y primeros, que serán últimos».
(Mt. 23, 37-39)
31 Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: "Sal, y vete a otro sitio, porque Herodes te quiere matar». 32 Y les dijo: «Id, y decid a aquel zorrο: "He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra". 33 Por eso, es necesario que hoy y mañana y pasado mañana siga mi camino (hacia Jerusalén), porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén».
1 Aconteció un Sábado que habiendo entrado (Jesús) para comer en casa de uno de los gobernantes de los fariseos, estos le miraban atentamente (para ver qué iba a hacer). 2 Y he aquí estaba delante de él un hombre hidrópico. 3 Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: «¿Está permitido en Sábado realizar aguien sanaciones?» 4 Mas ellos callaron. Y él, tomándole, le sanó, y le despidió. 5 Y dirigiéndose a ellos, dijo: «¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en Sábado? 6 Y no pudieron responderle a esto.
7 Observando cómo los invitados escogían los primeros asientos a la mesa, refirió a los convidados una parábola, diciéndoles: 8 «Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro superior a ti esté convidado por él, 9 y viniendo el que te convidó a ti y a él, te diga: "Da el puesto a este"; y entonces comiences con vergüenza a ocupar el último lugar. 10 Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el último lugar, para que cuando venga el que te convidó, te diga: "Amigo, ven delante, a un puesto superior". Entonces serás honorificado delante de los que se sientan contigo a la mesa. 11 Porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido».
12 Dijo también al que le había convidado: «Cuando hagas comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos; no sea que ellos después te vuelvan a convidar, y seas recompensado. 13 Mas cuando hagas banquete, llama a los pobres, los descapacitados, los cojos y los ciegos;
15 Oyendo esto uno de los que estaban sentados con él a la mesa, le dijo: «Bienaventurado el que coma pan en el reino de Dios». 16 Entonces Jesús le dijo: «Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. 17 Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: "Venid, que ya todo está preparado". 18 Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: "He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses". 19 Otro dijo: "He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses". 20 Y otro dijo: "Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir". 21 Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el señor de la casa, dijo a su siervo: "Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los descapacitados, los cojos y los ciegos". 22 Y dijo el siervo (cuando regresó): "Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar". 23 Dijo el señor al siervo: "Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa".
25 Durante su recorrido grandes multitudes iban con él. Y volviéndose, les dijo: 26 «Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. 27 Y el que no levanta su cruz y me sigue, no es posible que sea mi discípulo. 28 Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? 29 No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, 30 diciendo: "Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar". 31 ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil hombres? 32 Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. 33 Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo, no puede ser mi discípulo».
(Mt. 5,13; Mc. 9,50)
1 Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, 2 y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: «Este a los pecadores recibe, y con ellos come». 3 Υ les dijo la siguiente parábola: 4 «¿Quién de vosotros, teniendo cien ovejas, si pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta encontrarla? 5 Y cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso;» 6 y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: «Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido». 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.
8 «¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde un dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? 9 Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: "Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido". 10 Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente».
25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 Él le dijo: "Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: "He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo". 31 Él entonces le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado"».
14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él. 15 Entonces les dijo: «Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestro interior, porque la arrogancia (el orgullo) de los hombres delante de Dios es cosa repugnante y odiosa a los ojos de Dios.
La ley y los profetas
16 «La ley y los profetas (profetizaron sobre el Mesías) hasta Juan. Desde entonces el reino de Dios es anunciado, cada uno que busca conquistarlo ejerce violencia sobre sí mismo. 17 Es más fácil que pasen el cielo y la tierra a que caiga una tilde de la ley.
19 «Había un hombre rico, que se llevaba lujosa vestimentas, y se divertía a diario con espléndidos banquetes. 20 Había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de su palacio lleno de llagas, 21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. 22 Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Y murió también el rico, y fue sepultado con honores. 23 Y en el hades* alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 24 Entonces él, dando voces, dijo: "Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama". 25 Pero Abraham le dijo: "Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes abundantemente en tu vida, así como Lázaro, males; por eso ahora este tiene deleites aquí, y tú tormentos. 26 Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar a nosotros". 27 Entonces le dijo (el rico infernado): "Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, 28 porque tengo cinco hermanos, para que les hable vehementemente testificándoles, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento". 29 Y Abraham le dijo: "A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. 30 Él entonces dijo: "No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán". 31 Mas Abraham le dijo: "Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos".