Versos: "Las mujeres discípulas llevan la mirra a Cristo.
¿Y les traigo un himno como si fuera mirra?"
En este día, el segundo domingo después Pascua, celebramos la fiesta de las Santas Mujeres Mirroforas (del gr. "Μυροφόρες",[Mirofóres]) o Portadoras de Mirra o del Bálsamo) y también conmemoramos
a José de Arimatea, que era un discípulo secreto, y también a Nicodemo, que era discípulo de noche.
De estos santos, las mujeres fueron las primeras e infalibles testigos de la Resurrección de Cristo, mientras que José y Nicodemo fueron testigos de Su entierro, que son los elementos primarios y más esenciales de nuestra enseñanza dogmática.
Nuestro Señor, como bien sabían aquellas mujeres, fue bajado de la Cruz por José ( del gr. "Ιωσήφ", [Iosif]), que era sacerdote principal en la región de Judea llamada Arimatea. Él tenía el permiso de Pilato de recoger el cuerpo de Jesús y enterrarlo. Y así hizo, lo recogió y lo llevó a un sepulcro, donde no había sido nadie puesto aún. Este sepulcro no era como los de hoy en día en los cementerios cristianos. Los judíos, y más generalmente los hebreos, colocaban a sus muertos en especies de cuevas excavadas peñas de piedra. Un ejemplo es el icono de la Resurrección de Lázaro.
Según la tradición, algunos días después de la muerte de cada hombre, se debe ir a su sepulcro y ungir con aromas (mirra) su cuerpo muerto, como señal de respeto, honra y agradecimiento.
Lo mismo exactamente quisieron hacer los discípulos del Señor. Pero ningún hombre las acompañó, y ellas se sintieron muy débiles para mover la gran piedra que había sido colocada en la puerta del sepulcro.
Y su sorpresa fue grande cuando vieron la piedra caída abajo. En cambio, ingresaron a la Tumba y vieron a un Ángel que anunció la Resurrección de su maestro y los envió a los estudiantes. Entonces las criaturas de Mirra se convirtieron en las primeras en reclamar la Resurrección.
Con cierto temor entraron al sepulcro y vieron a un Ángel, quien les anunció la Resurrección de su maestro y las envió a que se lo dijesen a los apóstoles. De este modo las Miróforas fueron las primeras en ser dignas de conocer la Resurrección de Jesús Cristo.
Nicodemo fue expulsado de la sinagoga tan pronto como decidió separarse de los judíos, mientras que José, después de enterrar el cuerpo del Señor fue arrojado por los judíos a un pozo, del cual fue arrebatado por el poder divino y llevado a Arimatea, su tierra natal. Después de resucitar, Cristo se le apareció y le dio mayor seguridad del misterio de la Resurrección. Aunque José sufrió mucho a manos de los judíos, ya no pudo guardar silencio sobre este Misterio, y contó audazmente a todos lo sucedido.
Se dice de Nicodemo que, en virtud de sus escritos, fue el primero en explicar en detalle los acontecimientos que rodearon la Pasión y la Resurrección de Cristo, porque proveniente de la sinagoga, estaba mejor informado sobre los esquemas y deliberaciones de los judíos, y, en resumen, él sabía todo sobre ellos.
Y porque, como hemos dicho, José y Nicodemo fueron testigos fiables del entierro del Señor, se clasificaron junto con las mujeres que vieron la Resurrección.Estas mujeres fueron las primeras en contemplar la Resurrección, y fueron ellas quienes anunciaron las buenas nuevas a los discípulos; porque era apropiado que el sexo que primero había caído en el pecado y había heredado la maldición debería ser el primero en contemplar la Resurrección y para escuchar el alegre saludo, habiendo escuchado anteriormente las palabras: “con dolor darás a luz niños”.
Fueron llamadas portadoras de mirra, porque José y Nicodemo, que tenían prisa por enterrar el cuerpo del Señor el viernes, ya que al día siguiente era el gran
el día del Sabbath, lo ungieron según la costumbre judía, pero no como
deberían haberlo hecho.
Sólo lo ungieron con aloes y especias, y lo envolvieron en una mortaja (vestidura, sábana o sudario en que se envuelve un cadáver para enterrarlo), y lo llevaron a la tumba; por este motivo, teniendo
un ardiente amor por Cristo, como discípulos suyos, estas mujeres compraron la costosa mirra y vinieron de noche, tanto por temor a los judíos como por la ley, que les permitía hacer luto y lamentarse sólo temprano en el día y ungir el cuerpo, compensando así una deficiencia debida a la presión del tiempo.
Cuando llegaron a la tumba, presenciaron lo siguiente: a los dos brillantes ángeles, uno dentro de la tumba, y el otro sentado en la piedra; y después de esto, vieron a Cristo y lo adoraron. Santa María Magdalena le preguntó acerca de Sí mismo pensando que era el jardinero.
Muchas eran las portadoras de mirra, pero los Evangelistas solo mencionaron
Los importantes, dejando a los demás a un lado. La primera de todas fue María.
a Magdalena, de quien Cristo había echado fuera siete demonios. Después de la Ascensión de Cristo, ella fue a Roma, como dice la historia, y anunció a Pilato
y a los sumos sacerdotes una muerte malvada, tras relatar al emperador Tiberio los eventos que rodearon a Cristo. Más tarde descansó en Éfeso y fue enterrada por San Juan el Teólogo. Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla por el emperador León el Sabio.
La segundo fue Salomé, que era hija de San José el prometido de María la Madre de Dios y cuyo esposo era Zebedeo; ella dio a luz a San Juan Evangelista y a Santiago.
Porque José había engendrado cuatro hijos: Santiago, llamado el Menor, José, Simón y Judas; y tres hijas: Esther,Thamar y Salome, la esposa de Zebedeo. Por lo tanto, cuando se hable en el Evangelio sobre María, la madre de Santiago el Menor y José, se ha de tener en cuenta que ella es la Theotokos.
La tercera de las era Mirroforas era Joanna, la esposa de Chuza, el administrador y cuidador de la casa del rey Herodes. La cuarta y la quinta eran María y Marta, las hermanas de Lázaro. La sexta era María, la esposa de Clopás, a quien algunos llama a Cleopás. La séptima era Susana. Y había muchas otras, como lo registra el divino Lucas, quienes apoyaron a Cristo y sus discípulos desde sus propios recursos.
Debido a que estas mujeres proclamaron la Resurrección y contribuyeron en gran medida a asegurarnos, con absoluta certeza, de la Resurrección de Cristo, la Iglesia de Dios recibió la tradición de celebrarlos después de Santo Tomás,
porque fueron los primeros en ver a Cristo resucitar de entre los muertos, predicaron el mensaje de salvación a todos y llevaron de la manera más excelente la vida según Cristo y como mujeres fueron discípulos Suyos.
Por las intercesiones de los Santos Portadores de Mirra, oh Dios, ten piedad de nosotros. Amén.
Lecturas del día:
HECHOS DE LOS APOSTOLES (6, 1-7)
ELECCIÓN DE LOS SIETE DIÁCONOS. 1 En aquellos días al crecer el número de los discípulos, se produjo una queja de los griegos contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en el suministro cotidiano1275. 2 Por lo cual los doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: “No es justo que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir a las mesas1276. 3 Elegid, pues, oh hermanos, de entre vosotros a siete varones de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, a los cuales entreguemos este cargo. 4 Nosotros, empero, perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”1277. 5 Agradó esta proposición a toda la asamblea, y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía1278. 6 A éstos los presentaron a los apóstoles, los cuales, habiendo hecho oración, les impusieron las manos1279. 7 Mientras tanto la palabra de Dios iba creciendo, y aumentaba sobremanera el número de los discípulos en Jerusalén. También muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
NOTAS
1275 1. Por hebreos se entiende aquí los cristianos palestinos o nacidos en el país, mientras que los griegos, o cristianos de lengua griega eran los extranjeros y, por ende, más necesitados, porque no tenían casa en Jerusalén. Como observa el P. Boudou en sus comentarios a los Hechos (Verbum Salutis), este rasgo de disensión es uno de los que nos prohíben idealizar indiscretamente la vida de la Iglesia en sus comienzos, como si ya se hubiera realizado sobre la tierra la plenitud del reinado cristiano (cfr. 2 Tm. 4, 11); la cizaña, anunciada por Jesús, estará mezclada con el trigo hasta “la consumación del siglo” (Mt. 13, 39). Cf. 5, 1 y nota.
1276 2. Nótese la importancia primordial que ya los apóstoles atribuyen al ministerio de la predicación evangélica (cfr. 1 Tm. 5, 17), aún por encima de la atención de los pobres que, como lo vimos en 4, 35 y nota, es también obligación de la comunidad cristiana. Recordemos la célebre exclamación de S. Pablo: “¡Ay de mí si no predicare el Evangelio!” (1 Co. 9, 16). Cf. 1 Co. 1, 17. 1277 4. La oración: Se cree que alude a la pública y litúrgica. Pero algunos sostienen que se trataba del culto del Templo israelita (cf. 5, 20), y otros que habla de un culto propio de la comunidad cristiana.
1278 5. Todos los siete parecen pertenecer a los griegos, a juzgar por sus nombres, con lo cual los apóstoles habrían mostrado su caridad satisfaciendo ampliamente el reclamo de los helenistas (v. 1). De entre esos diáconos veremos la gran actuación de Esteban el protomártir (cap. 7) y la de Felipe (8, 5 ss.; 21, 8 ss.). Nicolás es mirado, según algunos (Ireneo, Epifanio, Agustín), como el autor de la “doctrina” y “hechos” de los nicolaítas aunque no lo admite así Clemente Alejandrino ni muchas opiniones modernas. Véase Ap. 2, 6 y 15 y notas.
1279 6. Les impusieron las manos. Tal acto puede ser una bendición (Gn. 48, 14 ss.; Lv. 9, 22; Mt. 19, 13 y 15; Lc. 24, 50) o una consagración a Dios (Ex. 29, 10 y 15; Lv. 1, 4), o un modo de transmitir poderes espirituales (Nm. 27, 18 y 23, etc.) como aquí en que va unido a la oración litúrgica (véase 13, 3; 1 Tm. 4, 14; 5, 22; 2 Tm. 1, 6). S. Crisógono la llama “kirotonia”, nombre dado a la ordenación pero luego duda de que estos “siete” fuesen verdadero diáconos. Como observa Boudou, y también Fillion, Knabenbauer, etc., según S. Clemente Romano los apóstoles instituyeron obispos y diáconos (cfr. 20, 17 y 28 y notas), y S. Ireneo resuelve claramente la cuestión al decir que Nicolás era “uno de los siete que fueron los primeros ordenados al diaconado por los apóstoles”. Cf. 8, 17 y nota.
EVANGELIO SAN MARCOS (16, 1-8)
LAS SANTAS MUJERES VAN AL SEPULCRO. 1 Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas, para ir a ungirlo501. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, al salir el sol. 3 Y se decían unas a otras: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” 4 Y al mirar, vieron que la piedra había ya sido removida, y era en efecto sumamente grande. 5 Y entrando en el sepulcro vieron, sentado a la derecha, a un joven vestido con una larga túnica blanca, y quedaron llenas de estupor. 6 Mas él les dijo: “No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto502. 7 Pero id a decir a los discípulos de Él y a Pedro503: va delante de vosotros a la Galilea; allí lo veréis, como os dijo”. 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro porque estaban dominadas por el temor y el asombro; y no dijeron nada a nadie, a causa del miedo.
NOTAS: 501 1 ss. Véase Mt. 28, 1 ss.; Lc. 24, 1 ss.; Jn. 20, 1 ss.
502 6. S. Juan (20, 2) refiere que María Magdalena fué la primera en comunicar a los discípulos la resurrección del Señor (v. 9 y nota).
503 7. Menciona especialmente a Pedro, como para indicar que le han sido perdonadas sus negaciones.
Se hace también referencia a estos temas en Mateo 27, 57-60, Marcos 15, 43-46, Lucas 23, 50-55 y Juan 19, 38-42)
Typikon Domingo Mirroforas
Fueron llamadas portadoras de mirra, porque José y Nicodemo, que tenían prisa por enterrar el cuerpo del Señor el viernes, ya que al día siguiente era el gran
el día del Sabbath, lo ungieron según la costumbre judía, pero no como
deberían haberlo hecho.
un ardiente amor por Cristo, como discípulos suyos, estas mujeres compraron la costosa mirra y vinieron de noche, tanto por temor a los judíos como por la ley, que les permitía hacer luto y lamentarse sólo temprano en el día y ungir el cuerpo, compensando así una deficiencia debida a la presión del tiempo.
Cuando llegaron a la tumba, presenciaron lo siguiente: a los dos brillantes ángeles, uno dentro de la tumba, y el otro sentado en la piedra; y después de esto, vieron a Cristo y lo adoraron. Santa María Magdalena le preguntó acerca de Sí mismo pensando que era el jardinero.
Muchas eran las portadoras de mirra, pero los Evangelistas solo mencionaron
Los importantes, dejando a los demás a un lado. La primera de todas fue María.
a Magdalena, de quien Cristo había echado fuera siete demonios. Después de la Ascensión de Cristo, ella fue a Roma, como dice la historia, y anunció a Pilato
y a los sumos sacerdotes una muerte malvada, tras relatar al emperador Tiberio los eventos que rodearon a Cristo. Más tarde descansó en Éfeso y fue enterrada por San Juan el Teólogo. Sus reliquias fueron trasladadas a Constantinopla por el emperador León el Sabio.
La segundo fue Salomé, que era hija de San José el prometido de María la Madre de Dios y cuyo esposo era Zebedeo; ella dio a luz a San Juan Evangelista y a Santiago.
Porque José había engendrado cuatro hijos: Santiago, llamado el Menor, José, Simón y Judas; y tres hijas: Esther,Thamar y Salome, la esposa de Zebedeo. Por lo tanto, cuando se hable en el Evangelio sobre María, la madre de Santiago el Menor y José, se ha de tener en cuenta que ella es la Theotokos.
La tercera de las era Mirroforas era Joanna, la esposa de Chuza, el administrador y cuidador de la casa del rey Herodes. La cuarta y la quinta eran María y Marta, las hermanas de Lázaro. La sexta era María, la esposa de Clopás, a quien algunos llama a Cleopás. La séptima era Susana. Y había muchas otras, como lo registra el divino Lucas, quienes apoyaron a Cristo y sus discípulos desde sus propios recursos.
Debido a que estas mujeres proclamaron la Resurrección y contribuyeron en gran medida a asegurarnos, con absoluta certeza, de la Resurrección de Cristo, la Iglesia de Dios recibió la tradición de celebrarlos después de Santo Tomás,
porque fueron los primeros en ver a Cristo resucitar de entre los muertos, predicaron el mensaje de salvación a todos y llevaron de la manera más excelente la vida según Cristo y como mujeres fueron discípulos Suyos.
Por las intercesiones de los Santos Portadores de Mirra, oh Dios, ten piedad de nosotros. Amén.
Lecturas del día:
HECHOS DE LOS APOSTOLES (6, 1-7)
ELECCIÓN DE LOS SIETE DIÁCONOS. 1 En aquellos días al crecer el número de los discípulos, se produjo una queja de los griegos contra los hebreos, porque sus viudas eran desatendidas en el suministro cotidiano1275. 2 Por lo cual los doce convocaron la asamblea de los discípulos y dijeron: “No es justo que nosotros descuidemos la palabra de Dios para servir a las mesas1276. 3 Elegid, pues, oh hermanos, de entre vosotros a siete varones de buena fama, llenos de espíritu y de sabiduría, a los cuales entreguemos este cargo. 4 Nosotros, empero, perseveraremos en la oración y en el ministerio de la palabra”1277. 5 Agradó esta proposición a toda la asamblea, y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas y a Nicolás, prosélito de Antioquía1278. 6 A éstos los presentaron a los apóstoles, los cuales, habiendo hecho oración, les impusieron las manos1279. 7 Mientras tanto la palabra de Dios iba creciendo, y aumentaba sobremanera el número de los discípulos en Jerusalén. También muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.
NOTAS
1275 1. Por hebreos se entiende aquí los cristianos palestinos o nacidos en el país, mientras que los griegos, o cristianos de lengua griega eran los extranjeros y, por ende, más necesitados, porque no tenían casa en Jerusalén. Como observa el P. Boudou en sus comentarios a los Hechos (Verbum Salutis), este rasgo de disensión es uno de los que nos prohíben idealizar indiscretamente la vida de la Iglesia en sus comienzos, como si ya se hubiera realizado sobre la tierra la plenitud del reinado cristiano (cfr. 2 Tm. 4, 11); la cizaña, anunciada por Jesús, estará mezclada con el trigo hasta “la consumación del siglo” (Mt. 13, 39). Cf. 5, 1 y nota.
1276 2. Nótese la importancia primordial que ya los apóstoles atribuyen al ministerio de la predicación evangélica (cfr. 1 Tm. 5, 17), aún por encima de la atención de los pobres que, como lo vimos en 4, 35 y nota, es también obligación de la comunidad cristiana. Recordemos la célebre exclamación de S. Pablo: “¡Ay de mí si no predicare el Evangelio!” (1 Co. 9, 16). Cf. 1 Co. 1, 17. 1277 4. La oración: Se cree que alude a la pública y litúrgica. Pero algunos sostienen que se trataba del culto del Templo israelita (cf. 5, 20), y otros que habla de un culto propio de la comunidad cristiana.
1278 5. Todos los siete parecen pertenecer a los griegos, a juzgar por sus nombres, con lo cual los apóstoles habrían mostrado su caridad satisfaciendo ampliamente el reclamo de los helenistas (v. 1). De entre esos diáconos veremos la gran actuación de Esteban el protomártir (cap. 7) y la de Felipe (8, 5 ss.; 21, 8 ss.). Nicolás es mirado, según algunos (Ireneo, Epifanio, Agustín), como el autor de la “doctrina” y “hechos” de los nicolaítas aunque no lo admite así Clemente Alejandrino ni muchas opiniones modernas. Véase Ap. 2, 6 y 15 y notas.
1279 6. Les impusieron las manos. Tal acto puede ser una bendición (Gn. 48, 14 ss.; Lv. 9, 22; Mt. 19, 13 y 15; Lc. 24, 50) o una consagración a Dios (Ex. 29, 10 y 15; Lv. 1, 4), o un modo de transmitir poderes espirituales (Nm. 27, 18 y 23, etc.) como aquí en que va unido a la oración litúrgica (véase 13, 3; 1 Tm. 4, 14; 5, 22; 2 Tm. 1, 6). S. Crisógono la llama “kirotonia”, nombre dado a la ordenación pero luego duda de que estos “siete” fuesen verdadero diáconos. Como observa Boudou, y también Fillion, Knabenbauer, etc., según S. Clemente Romano los apóstoles instituyeron obispos y diáconos (cfr. 20, 17 y 28 y notas), y S. Ireneo resuelve claramente la cuestión al decir que Nicolás era “uno de los siete que fueron los primeros ordenados al diaconado por los apóstoles”. Cf. 8, 17 y nota.
EVANGELIO SAN MARCOS (16, 1-8)
LAS SANTAS MUJERES VAN AL SEPULCRO. 1 Pasado el sábado, María la Magdalena, María la de Santiago y Salomé compraron aromas, para ir a ungirlo501. 2 Y muy de madrugada, el primer día de la semana, llegaron al sepulcro, al salir el sol. 3 Y se decían unas a otras: “¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro?” 4 Y al mirar, vieron que la piedra había ya sido removida, y era en efecto sumamente grande. 5 Y entrando en el sepulcro vieron, sentado a la derecha, a un joven vestido con una larga túnica blanca, y quedaron llenas de estupor. 6 Mas él les dijo: “No tengáis miedo. A Jesús buscáis, el Nazareno crucificado; resucitó, no está aquí. Ved el lugar donde lo habían puesto502. 7 Pero id a decir a los discípulos de Él y a Pedro503: va delante de vosotros a la Galilea; allí lo veréis, como os dijo”. 8 Ellas salieron huyendo del sepulcro porque estaban dominadas por el temor y el asombro; y no dijeron nada a nadie, a causa del miedo.
NOTAS: 501 1 ss. Véase Mt. 28, 1 ss.; Lc. 24, 1 ss.; Jn. 20, 1 ss.
502 6. S. Juan (20, 2) refiere que María Magdalena fué la primera en comunicar a los discípulos la resurrección del Señor (v. 9 y nota).
503 7. Menciona especialmente a Pedro, como para indicar que le han sido perdonadas sus negaciones.
Se hace también referencia a estos temas en Mateo 27, 57-60, Marcos 15, 43-46, Lucas 23, 50-55 y Juan 19, 38-42)
Typikon Domingo Mirroforas
Doxasticón Mirroforas "Tras la mirra" (del gr. "Μετά μύρων", [Metá míron]) salmodiado en las Alabanzas de Maitines del Domingo de las Mirroforas, coro Mijáli Makrí (del gr." Μιχάλη Μακρή").
Apolitiquio Mirroforas
Otro Apolitiquio
Fuentes consultadas: pemptousia.gr, ia800305.us.archive.org, hsir.org, pravoslavie.ru, youtube.com