Archimandrita Atanasio de Mitilene. Memoria de San Policarpo de Esmirna.

DEL MARTIROLOGIO DE SAN POLICARPO DE ESMIRNA   

[Fecha en que se pronunció la homilía: 22-02-99]

 


Hoy, queridos amigos, nuestra Iglesia honra la memoria del Padre Apostólico y Mártir San Policarpo. San Policarpo nació en el tercer cuarto del siglo I en Esmirna, Asia Menor. La Esmirna griega, por eso su nombre es griego: Esmirna. Fue ordenado obispo de Esmirna por el Evangelista Juan.

Luchó con fervor contra las herejías, especialmente contra los gnósticos. Los gnósticos eran quienes buscaban la unificación de todas las religiones. Es decir, un sincretismo. Idéntico a lo que tenemos hoy. Hoy prevalece el gnosticismo. Tenga en cuenta, si también desean saber esto, que el símbolo principal de la masonería es la G latina. Y no es más que la primera letra de la palabra griega
"Gnosis"*

* "Gnosis": conocimiento. En este caso de la masonería, un conocimiento relacionado con el ocultismo diabólico).

 

La palabra griega "Gnosis". Presten atención. Es decir, la masonería se basa en el gnosticismo; y hoy, por supuesto, usamos la palabra gnosticismo, que no es otra cosa que el sincretismo, porque también usamos una palabra similar (no "συγκρινω", sino "σηγκρτιτες")*. Es toda una historia. Entonces representa la unión de todas las religiones. Entonces si lo buscáis, tampoco muchas cosas, veréis qué es el gnosticismo.  

* "Συγκρητισμος" [syncretismós], sincretismo, unión-comparación. Frente a: "Συγ-Κρήτες", [syn-Krítes], cretenses unidos. No desarrollaremos más aquí el término, si se desea se puede buscar más al respecto en internet 
 

Y San Policarpo fue quien luchó contra el gnosticismo. Un señor, diríamos, que  introdujo el gnosticismo en nuestra Iglesia fue Marción de Sinope. E imagínense, era hijo de un obispo…

San Policarpo fue martirizado en Esmirna, durante el reinado del procónsul de Asia, Estacio Cuadrato, y el emperador Antonino Pío, el 23 de febrero del año 156. Se conserva una carta suya a los Filipenses. 

Fue escrito también su martirologio, el primero de su tipo. En él, en el martirologio, se aprecia su grandeza espiritual. Escribe además una carta hacia él, hacia san Policarpo, de San Ignacio, obispo de Antioquía, en el camino de San Ignacio hacia Roma, para ser martirizado, cuando sería arrojado a las fieras, etc.

Cuando se acercaba a Esmirna, allí le envió una carta, que era obispo de Esmirna, como os decía. Esta carta de San Ignacio el Teoforo* a San Policarpo está llena de elogios**, absolutamente justos, a la persona del santo padre, pero también de exhortaciones.

* Teoforo: que es portador "del espíritu de Dios"

** Encomios: panegíricos, elogios 

 

Una carta maravillosa. Les recomiendo que la lean. Está en el volumen de los Padres Apostólicos. Los Padres Apostólicos son aquellos que estuvieron cerca, es decir, de la época, de los Apóstoles. Luego tenemos, simplemente, a los Padres de la Iglesia.

En cuanto a los encomios que San Ignacio le escribe, escuchen:


"Ignacio, y Teoforo, a Policarpo, obispo de la Iglesia de Esmirna, o más bien que tiene por su obispo a Dios el Padre y Señor Jesús". Es decir, "Yo, Ignacio, el Teoforo, te escribo". Verán, es la forma bien conocida de una carta antigua, lo sabemos de la escuela, les recuerdo: "Alejandro, Aristóteles, saludos*"; esta es la forma epistolar.

"Cuyo obispo (tú que eres obispo**), o más bien que tiene por su obispo a Dios. Es decir, más bien, eres tú quien está bajo la supervisión de Dios, es decir, gozas de Su favor.

* Saludos: término original, "χαίρειν". Término no traducible.

** Obispo literalmente significa supervisor 


También le escribe: «En todo con mi alma te correspondo, yo y mis ataduras, a quienes amaste». Estás en mi corazón, es decir, y mis ataduras, es decir, que soy un prisionero, un encarcelado, a quien tanto has amado. También lo llama «el muy bendito de Dios». «Policarpo», le escribe, «el muy bendito de Dios». Estos son los encomios en la carta de San Ignacio, a la persona de San Policarpo. Sin embargo, le escribe no pocas advertencias; no era algo que, diríamos, San Policarpo podría malinterpretar, porque otro obispo le daba advertencias, es decir, consejos. Todo lo contrario. Tenían humildad y cuando el otro estaba dispuesto a dar una advertencia, un consejo, el receptor lo aceptaba con gusto. Y tiene advertencias muy importantes y hermosas; permitidme ver y analizar algunas de ellas. 

Le escribe: “Los tiempos te lo requieren”; es decir, “Los tiempos te necesita, nuestra época te requiere, te necesita”. Tiempos difíciles requieren, realmente, que personas maravillosas y espirituales se levanten, se mantengan en pie, para poder apoyar a los demás.

Os dije, que la era de entonces y la era actual son una copia. ¿Quiénes serán esos hombres que se levantarán —del clero, por supuesto— y hablarán contra el gnosticismo, contra el sincretismo? Pero, ¿veis?, oraciones comunes, reuniones comunes, decimos “reuniones interreligiosas”… ¿Qué cosas son estas? ¿Qué cosas son estas cosas? “Los tiempos te requieren”. “Nuestra época te requiere”. Entonces,  ¡y ahora! ¿Quiénes serán los que realmente se levantarán? ¿Quiénes serán los que no tendrán un espíritu* secularizado


* Espíritu: del gr. "Φρόνημα", [Frónima]: espíritu, pensamiento, propósito, voluntad. 


Y continuamos: “Analiza los tiempos. Espera al que está por encima de los tiempos, el atemporal, el invisible, el visible para nosotros, el impalpable, el impasible, el que padeció por nosotros, el que soporta en todo por nosotros”. Es decir, no “mira, observa”, sino “analiza”. Es decir, “estudia con mucho cuidado”, ¿qué? Los tiempos.

Estudia los tiempos. Con cuidado. Y a Aquel que está por encima de los tiempos, por encima del tiempo, que es Cristo, espéralo. “El atemporal”, aquel que como Logos de Dios, el Hijo de Dios, está fuera del tiempo, “el invisible”, aquel que se hizo visible para nosotros; es decir, se hizo hombre. Aquel que es impalpable; aquel que es impasible y padeció por nosotros, aquel que “por todos nosotros lo soportó todo en todos los modos”.


En efecto, amados míos, el estudio de los tiempos espirituales es sumamente necesario. Esta contemplación escatológica falta entre nuestros cristianos de hoy. Y cuando alguien se involucra en esta —ya les dije— contemplación escatológica, los otros lo llaman exagerado, fanático o lo que sea. En primer lugar, quien contempla los tiempos finales no peca, evita el pecado. Y luego está en un estado espiritual despierto, en un estado de vigilia, y esto es muy necesario. 

El Señor mismo, sobre este punto, dijo lo siguiente, está en el Evangelio de Mateo: «Hipócritas, sabéis discernir el aspecto del cielo» Εs decir, el tiempo meteorológico. ¡Mirad! Por la mañana —dice más allí—, por la mañana decís: El este está rojo, tendremos buen tiempo o tendremos mal tiempo, y miramos esto; cuando el oeste está rojo y no hay nubes, etc., decimos: ¡Mañana tendremos buen tiempo!. «Pero  los signos de los tiempos, ¿no podéis discernir?» Es decir, ¿no tenéis contemplación escatológica?  

El Señor ve. Así que los tiempos son finales, más que ayer. Cada día que pasa, es un día más cercano al fin. ¿Lo habéis oído? Cada día que pasa, es un día más cercano al fin. Han pasado 2025 años. El día de mañana está aún más cerca del fin. Estos son los llamados "tiempos finales". Así que debemos siempre mirar hacia los tiempos finales, para mantener viva nuestra espiritualidad. Y esperar la venida del Señor. Quienes le recibirán serán aquellos que mantengan su espíritu* íntegro en Él y estén vigilantes. Y esto es importante. En muchos pasajes de la Santa Biblia lo dice. De hecho, especialmente en el libro del Apocalipsis, donde dice que "El Señor viene" o "El Señor se acerca". 

Pero veamos algunas advertencias más. Es un conjunto, un gran conjunto, de hermosas exhortaciones. San Ignacio escribe a San Policarpo: «Rogad siempre por que seáis salvados»; le dice: Cuida, ruega a todos que sean salvados. Nada de violencia. Pero siempre con el elemento de súplica. "Te ruego, hombre mío, hermano mío, presta atención, quiero que seas salvado, debes ser salvado". ¿Qué significa ser salvado? Lo explicaré. Pero todo esto siempre con el elemento de súplica.

Muchas veces el apóstol Pablo usa la súplica en su labor pastoral. «Así que os ruego, hermanos» —ya habéis visto, «os ruego», rara vez usa la palabra «os mando», es decir, «os ordeno»—, siempre usa la súplica; con el objetivo, por supuesto, de la salvación de los demás. Y la otra persona lo ve, 
lo entiende y se convence más si comprende que actuamos por su propio beneficio.

También escribe: «Soporta a todos, como 
a ti te soporta el Señor». Cuando usamos el verbo "soportar", siempre entenemos que se trata de una carga. No decimos "levantar"; "levanto" significa simplemente tomar un vaso en mis manos; eso no es nada, no hago ningún esfuerzo. Nunca decimos "levanto o cojo un vaso" en el sentido de mostrar esfuerzo, de mostrar carga. ¿Qué significa esto? Que la otra persona, a quien se me pide soportar, es pesada. Tiene sus problemas, tiene sus pecados, y ahora debo soportarlo. Esto dice san Ignacio a san Policarpo. "Además", le escribe, "el Señor es quien te soporta a ti"; porque, en efecto, queridos amigos, el Señor nos soporta a cada uno de nosotros. Nosotros también debemos soportar a nuestros hermanos. Es una hermosa forma de amor.

Además, dirá inmediatamente: "Soporta a todos —dice un poco más adelante— con amor". Cada uno tiene sus particularidades, sus maneras. "Soporta a todos, —dice—, con amor". “Tal como  haces”; le dice a San Policarpo.

Y más abajo escribe: “Soporta las dolencias”. Tenemos hombres con dolencias, enfermos. No con enfermedad comunes, sino con un carácter enfermizo, con gente de mal carácter. “Todos estos”, dice, “sopórtales, toléraeles”, con el sentido de que les ayudes a que sean salvados. 


San Ignacio también le escribe a San Policarpo: “Entrégate a oraciones incesantes”. Es decir, “absorto en oraciones sin cesar”. ¿Por qué? Porque la oración es el motor de todas las exhortaciones. ¿Quieres lograr algo de una exhortación que has recibido? Con la oración lo lograrás. Orarás. Por eso, cuando no tenemos nada que ofrecer a los demás, nosotros, hoy, ¿sabes lo que decimos? Alguien viene a mí y me cuenta un montón de sus problemas. No tengo nada especial que ofrecerle excepto esto: “Hermano mío, rezaré por ti”. No lo toméis esto como algo pequeño. Es muy grande. Como no tengo nada más… “Todo lo que tengo, te doy”, dijo una vez el apóstol Pedro a aquel hombre cojo que estaba en las escaleras del templo de Salomón. “Todo lo que tengo, te doy”. ¿Qué tenía el apóstol Pedro? «En el nombre de Jesucristo», le dice, «levántate y anda». ¿No es eso mucho más que dar una moneda, incluso una de oro? Y no tenemos nada más que decirle, salvo: «Rogaremos al Señor por ti, para que el Señor te ayude y tenga misericordia de ti».

Por eso, como dice un Padre: «Considero pecado no orar por ti». Así que debemos orar por los demás. Y eso de «incesantemente», es decir, sin interrupción, sin descanso, siempre, constantemente, orar por los demás. Las personas tienen muchas necesidades. Están, no en un mar, sino en un océano de situaciones, y luchan allí, en las olas y en las tormentas de la vida social. Con sus pasiones*, con las pasiones de los demás… La gente sufre. Siempre debemos orar por ellos. 

* Pasiones: Aquí significan padecimientos, vicios 



También le dice: «Pide más sabiduría de la que tienes». “Pide al Señor que te dé sabiduría, más de la que ya tienes”. Claro que San Policarpo tenía sabiduría; es imposible que no la tuviera. “Pues”, le dice, “pide siempre tener sabiduría, más y más de la que tienes”. Es una muy buena exhortación para adquirir cada vez más sabiduría. Queridos míos, la sabiduría es fruto del discernimiento; tanto del discernimiento natural como del discernimiento espiritual, que es un don del Espíritu Santo.

En una ocasión, el Señor reprendió a sus discípulos, a quienes advirtió sobre su falta de sabiduría. Sus doce discípulos. ¿Y saben lo que les dijo? “¿También ustedes son necios?”. “Entonces”, dice, “¿también ustedes son insensatos? ¿Necios? ¿No pueden entender?” Queridos míos, cristiano y necio son cosas incompatibles. No se puede ser cristiano y no tener sabiduría, es imposible. De hecho, te convertiste en cristiano porque comenzaste a tener cierta sabiduría. Y tu particularidad de cristiano te  aumenta 
constantemente tu sabiduría. Por eso, debemos entender que la sabiduría se añade o se quita. No nos conviene que nos sea quitada sabiduría. Nos conviene añadir sabiduría. Y ser cada vez más sabios, más y más sabios cada día.

Una cosa más. Él da una exhortación más, aunque tiene muchas, he seleccionado algunas. Tiene muchas exhortaciones. «Donde hay más labor, hay mucha ganancia». Es decir, allí 
donde hay más trabajo, también hay más ganancia. Sí, no hay objeción a que el ministerio de los hermanos tiene mucho trabajo. Servir a los demás, servir al Señor, servir a sus hermanos, lo que Cristo le dijo al apóstol Pedro: «¿Me amas más que estos? ¿Me amas más que tus condiscípulos, como una vez te jactaste de que así es contigo? Apacienta mis ovejas». Apacienta mis corderos. Recordad, dijo esto junto al lago de Genesaret, después de su resurrección. Así que servir a los hermanos del Señor, es decir, servir al Señor, es lo mismo, eso significa que requiere mucho esfuerzo, mucho esfuerzo. Pero donde hay mucho esfuerzo, también hay mucha ganancia… Oh, si pudiésemos saberlo esto, si tan solo todos supiéramos que debemos servir a los demás, incluso nos cansemos; nos cansamos, no hay objeción; pero no indignarse, simplemente, como humanos, tenemos límites de resistencia y nos cansamos. Pero no nos indignemos contra las otras personas. No los ahuyentemos. No digan: "¡Anda, vete de aquí! No me basta con tener mis propios problemas, también tengo que cargar con los tuyos. ¡Déjame en paz!" No. Entonces donde hay mucho trabajo, también hay mucha ganancia. ¡Qué hermosamente dijo todo esto!
Queridos, ¿qué puedo decir? El santo hieromártir Policarpo es una figura grande y muy compasiva de la Iglesia primitiva. Cuando se le pidió que negara a Cristo en el estadio de Esmirna, dijo: «Ochenta y seis años le he servido, y no me ha hecho ningún mal». ¿Desde su nacimiento o desde que conoció al Señor? Este es un pequeño problema… «En nada —dice— el Señor no me ha hecho daño»; «¿y cómo puedo blasfemar contra mi Rey, mi Salvador?»; «¿y cómo puedo ahora, como me pides, blasfemar contra mi Señor Jesucristo, que me ha salvado?». Esto está escrito en el Martirologio, en su noveno párrafo.

Y para que nosotros también podamos mantenernos en pie, queridos míos, como os decía, los tiempos no son paralelos, sino idénticos. Debemos tener el espíritu martírico del santo, pero también la conciencia de que el Señor no solo no nos ha hecho ningún daño —porque eso es lo que creemos, ¿saben?— Que el apóstol Pablo vino aquí. ¡Escuchen, escuchen!, este “hombre gruñón” (lo llaman al apóstol Pablo…), nosotros que hemos empezado a convertirnos en "neoidólatras", "este hombre gruñón vino y nos arruinó nuestra hermosa religión, dicen, la idolatría". Y  a 
Jesús Cristo, lo hemos dejado de lado. ¡No lo necesitamos! Regresaremos a los dioses del Olimpo. Cosas que se oyen a menudo. ¿Es eso lo que diremos? ¿Nuestro Señor, quien tanto nos ha beneficiado, que nos ha dado a conocer la verdad, al Dios verdadero, y nos ha dado la salvación, que significa integridad incluso después de la muerte, ya que tenemos la resurrección de los muertos? Entonces, ¿cómo podemos blasfemar contra el Señor, cómo podemos abandonarlo?

Imiten al santo hieromártir Policarpo, queridos míos; quien se yergue entre nosotros como un olivo fructífero en la Iglesia de Cristo. Amén.




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