TEXTO DEL VIDEO:
Hoy queridos celebramos la memoria de los dos principales apóstoles Pedro y Pablo. Pero, ¿cómo podría describir a alguien sus personalidades celestiales bautizadas en el Espíritu Santo? Con cada descripción cósmica siempre es imposible ahondar en las personalidades espirituales, porque el mundo es juzgado por los santos pero no puede juzgar a los santos, como dice el apóstol Pablo en su primera carta a los corintios. Y como escribe el apóstol Pablo sobre los justos es decir los santos del Antiguo Testamento, “de los cuales el mundo no era digno”. Aun así, teniendo sus admirables e inspiradas por Dios escrituras, podemos sacar muchos bienes de ellas. Son las catorce epístolas del apóstol Pablo y las dos epístolas católicas del apóstol Pedro. Veremos ahora entonces una de las epístolas del apóstol Pablo, la dirigida a los Filipenses. Intentaremos realizar un acercamiento porque naturalmente no es posible en poco tiempo ver todo lo que está escrito en esta epístola. Simplemente un acercamiento.
Filipos fue una ciudad de Macedonia cerca de la actual Kavala. Su Iglesia fue fundada por el apostol Pablo durante su segundo recorrido apostólico, alrededor del año 52 d.C., y fue la primera Iglesia fundada en suelo europeo (Hech. 16,12). El apostol Pablo, que era acompañado por Silas y por Timoteo. Y después de un inesperado acontecimiento que sucedió en aquella ciudad, porque el diablo en todas partes se mete, y creó un escándalo contra Pablo, se vio obligado Pablo a abandonar la ciudad. Esta epístola es llamada epístola de la alegría, y esto es porque se hace una mención frecuente de la alegría. En dos puntos de la epístola escribe: “Por lo demás, hermanos, gozaos en el Señor” (Fil. 3,1). Es decir que tengáis la alegría del Señor. Y un poco más abajo, dice: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4,4). Que tengáis siempre la alegría del Señor, lo diré de nuevo, alegraos… Y cuando Pablo escribió esta epístola lo hizo estando preso en la cárcel de Roma. Pero no se avergüenza de padecer por Cristo. Escribe, “conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”. (Fil. 1,20) Sea como sea una cosa me interesa que sea glorificado el Señor.
Es el bienaventurado Pablo, que dejó su vida en las manos de Cristo; sea declarado inocente, sea declarado culpable, hacerlo por la gloria de Cristo. Eso solo le interesaba, nada más. Y exhorta a los queridos por él Filipenses, que reciban su epístola, que vivan dignamente el Evangelio. Esto le interesa. Su gran deseo siempre era queridos, el progreso del Evangelio. Desea mucho también la unidad de los fieles, y esta se consigue desde luego con la humildad. Y como ejemplo de humildad se referirá al mismo Jesús Cristo. Escribe: “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Fil. 2, 5-11) Queridos, este fragmento constituye una roca de la teología. Que era sobre todo nombre, porque se humilló a sí mismo. Con que le reverenciarán todas las potencias celestiales, todas las potencias terrenales, pero también las potencias del hades, debido exactamente a que se humilló a sí mismo. Esta imagen os doy, dice san Pablo a los filipenses, mientras teologiza con una gran profundidad…No tenemos tiempo para analizar esta posición. Sin embargo, Pablo también señala una página desagradable. Hará referencia a los cristianos que creyeron a Pablo, que fueron bautizados, pero que no entendieron el sentido profundo ascético y cruciforme del Cristianismo. Y ahora con aflicción y con lágrimas escribe en la epístola: “18 Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; 19 el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal.” (Fil. 3, 18-19). Vuelvo a decir, fueron bautizados de modo normal, pero no abandonaron su espíritu mundano. Qué comeremos qué beberemos y no hicieron dios suyo al Dios Triádico, Sino a su propio estómago. Y lo peor, elogian cosas que simplemente como personas, mucho más como cristianos, de las que deberían avergonzarse. Cuáles son estas cosas solo tenemos queridos que mirar nuestros actuales cristianos y observaremos esto. ¿Cuál? Cae en la prostitución, cae en el adulterio, cae en todos estos pecados carnales, ¡y se jacta!. Ante los hombres dice, “¿sabéis lo que hecho…?”.
Os voy a recordar, cuando servía en el ejército, Se quedaban algunos fuera hablando y se sentían orgullosos de sus logros, de los cuales deberían avergonzarse. Al contrario, en eso está su valentía y su gloria. ¿Podría el apóstol Pablo no llorar ante cristianos de esta calidad? Tal como, por desgracia, sucede hoy. Hablamos de cristianos adoradores de la carne y materialistas. “12 Estos son manchas en vuestros ágapes… 19 Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al Espíritu.” (Judas 1). Y desde luego siempre existirán estos hombres. ¿Y por qué les llama enemigos de la Cruz de Cristo? Respondo. ¿Qué es la cruz de Cristo? Es la ascesis. ¿Lo habéis escuchado? Es la ascesis. Por eso el Evangelio de Cristo es en forma de cruz, es ascético, No con el sentido de “ voy al desierto”, si no con la de “ me ejercito”, Lucho contra mis pasiones contra mis defectos.
Entonces si ellos vuelven a crucificar a Cristo, como dice el apóstol Pablo, si ellos no han vencido en nada a sus pasiones, ¿no son enemigos de la Cruz de Cristo? Esto sólo con pensarlo, queridos, nos asustaremos. Como en nuestra época son los “nuevos ortodoxos”, no dudo en decíroslo. Los cuales, no sé, una nueva Ortodoxia predican. No es nuevo el fenómeno hace algunos años que apareció. Y ellos, entre los cuales también existen clérigos, escandalizan a los fieles de nuestra Iglesia. Predican el amor libre. ¿Dónde vais? ¿que hacéis? Se parecen o no a los que describe el apóstol Pablo. Así también eran los antiguos “nicolaístas”, a los cuales condena Cristo (Apoc. 2,14).
Y concluye Pablo, diciendo: “20 Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; 21 el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filip. 3)
Ellos así piensan; nosotros, sin embargo, no. Los filipisenses enterándose del encarcelamiento de Pablo en Roma, —querían mucho a Pablo, pero Pablo también quería mucho a los Filipenses —, le enviaron una ayuda, ayuda económica, mediante su compatriota cristiano Epafrodito. Cuando llegó a Roma, debido a las dificultades para llegar desde los filipenses hasta Roma, se enfermó y estuvo a punto de morir, tal como dice el apóstol Pablo en la epístola; Y rogó cálidamente al Señor que no permitiese además de todas las tribulaciones que ya tenía, que también fuese añadida a esta, con la idea también de que este hombre vino desde los filipenses a ayudar a Pablo, y Dios le dio la vida. Lo escribe el mismo Pablo en la misma epístola.
Y ahora, habiéndole traído Epafrodito las bendiciones de los cristianos filipenses, les envía en sus carta muchos y cálidos agradecimientos. Lo que les escribe constituye un monumento a las relaciones entre el apóstol y la Iglesia. Les agradece, les elogia. “10 En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad. 11 No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. 12 Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. 13 Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filip.4)
Un alma excelente la de Pablo. Él era ingenioso, con muchas expectativas para su futuro, estando junto al maestro de la ley Gamaliel —se jacta de hecho de su enseñanza—. El envío su padre de Tarsos a Jerusalén para estudiar, y tenía dinero su padre debía ser rico.
Y en un momento dado se le manifestó Cristo, yendo a Damasco; todos lo sabemos esto. Y escribe en su epístola a los Filipenses: “ Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. 8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;” Por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. La excelencia del conocimiento de mi señor es sobre todo. Mi Señor, dice, como si Pablo quisiera tomar entero al Señor, hacerlo suyo, sin que sobre para los demás si fuese posible. Si pudiésemos nosotros decir esto alguna vez, cuanto más en estos tiempo finales que estamos viviendo, entonces queridos míos, seríamos muy afortunados, si llegásemos a comprender la excelencia del conocimiento de Cristo, esto que está por encima de todo. Y concluye el apóstol Pablo en su epístola a los Filipenses con estas palabras inmortales: “8 Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.”(Filip. 4). Aquí Hablamos de una personalidad completa. Es decir si alguien cumpliese esto sería una personalidad completa. ¿Dónde encontraremos entonces una personalidad completa fuera de las palabras inmortales de Pablo? No existen. Pero no son solo palabras porque él mismo proyecta con su consecuencia esta personalidad suya propia. Por eso añade esto que les dijo: “9 Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros” (Filip. 4).
Queridos, hemos hecho un poco compañía con el inmortal Pablo. He de decir que ayer, que me ocupé con esta homilía, fue un momento de alivio y descanso, de gozo, de verdad os lo digo. Hemos hecho entonces ahora un poco compañía con Pablo, y sólo con la lectura, hemos recibido su espíritu beneficioso. ¿Cuánto más si cada día estudiando la Santa Escritura, aprendemos tanto de sus epístolas como de su vida? Nos describe también el apóstol Lucas en los Hechos de los Apóstoles. Estos son nuestros modelos inmortales, beneficiosos y eternos. Y en una época de profunda desviación, comportan nuestro cimiento, siempre que mantengamos una chispa de salud y buena conciencia dentro de nuestra alma.
No nos durmamos, aprendamos a los pies de estas santas personas, que el Espíritu Santo ha establecido como figuras eternas que llenan el alma de un sentimiento de gozo y regocijo.
Santo Pablo junto con el también principal apóstol Pedro, no nos abandonéis en esta difícil época errática, en la que todo se ha puesto patas arriba, en la que todo ha sido traicionado. A ayudarnos a permanecer estables en lo que nos habéis enseñado y en lo que nos habéis mostrado. Y ateneros siempre como indicadores infalibles en la noche de nuestra vida. Os damos las gracias. Y glorificamos al Santo Dios Triádico que os envió para ayudarnos. Amén.