lunes, 4 de diciembre de 2023

Santa Mártir Juliana, martirizada junto con Santa Bárbara

Versos: 
"Recibe a Juliana como a una paloma, que fue rápidamente decapitada mientras cantaba, Oh Logos".

 

Extractos tomados de la Vida de Santa Bárbara, por San Dimitri de Rostov:

Mientras santa Bárbara era torturada por su fe cristiana por orden del gobernador Marciano, ante quien fue traicionada por su padre pagano Dióscoro, había una mujer cristiana que vivía cerca llamada Juliana, respetuosa y temerosa Dios, que había visto a los torturadores atrapar a Santa Bárbara. Observaba desde lejos mientras Bárbara era atormentada y, después de que la santa fuera llevada a la prisión, la observó a través de la ventana de la mazmorra. Se maravilló de cómo una joven doncella, en la misma flor de la juventud y la belleza, podía abandonar a su padre, parientes, riquezas y las cosas buenas y hermosas de este mundo, y estar tan ansiosa por dar su vida por Cristo.

Cuando vio que el Señor había sanado las heridas de Santa Bárbara en la prisión, ella misma se llenó de anhelo de sufrir por Él. Comenzó a prepararse para la lucha, rezando a Cristo, el Juez de la contienda, para que le concediera la fuerza para soportar la tortura.





Al amanecer, sacaron a Bárbara de la prisión para ser sometida a nuevos tormentos. Juliana la siguió a distancia.  Y entre la gente que observó el padecimiento de la santa estaba Juliana, que no pudo evitar llorar al ver a Bárbara soportar valientemente la tortura. Llena de celo divino, Juliana gritó en medio de la multitud y comenzó a insultar a los dioses paganos y acusar al despiadado gobernador de crueldad inhumana. Inmediatamente fue arrestada e interrogada. Le preguntaron qué fe profesaba. Dado que ella se confesó cristiana, el gobernador ordenó que fuese torturada junto con Bárbara.

Juliana fue suspendida junto a Bárbara y raspada con ganchos de hierro. Mientras tanto, Bárbara alzó los ojos y oró: "Oh Dios, que pruebas los corazones de los hombres, tú sabes que te anhelo y amo tus sagrados mandamientos. Me he entregado a tu diestra todopoderosa. No me desampares, oh Señor, pero misericordiosamente mírame a mí y a mi compañera de sufrimiento Juliana. Fortalécenos a ambas y capacítanos para completar bien la presente contienda, -porque el espíritu en verdad está dispuesto, pero la carne es débil- ". 






Mientras la santa oraba, una ayuda invisible descendió del cielo sobre las dos mártires, permitiéndoles soportar su tormento con valentía. Entonces el perseguidor ordenó que les cortaran los senos, dejándolos con el mayor dolor. Nuevamente Bárbara se volvió hacia su Médico y Sanador, levantando los ojos y clamando: "¡No me arrojes de tu Persona ni quites de mí tu Santo Espíritu. Devuélveme el gozo de tu salvación, y con espíritu regente afiánzame!".

Después de estas torturas, el gobernador hizo llevar a Santa Juliana a la cárcel, mientras que para exponer a Santa Bárbara a una vergüenza aún mayor, la condujo desnuda por la ciudad para que fuese abucheada, manoseada y golpeada. Santa Bárbara fue devuelta al perseguidor, quien luego hizo que santa Juliana fuera llevada desnuda por la ciudad e hiciera un espectáculo ante ángeles y hombres. Finalmente, viendo que no podía separar a ninguna de las santas del amor de Cristo ni obligarlas a adorar ídolos, el tirano condenó a ambas a ser decapitadas.

Dióscoro, el cruel padre de Santa Bárbara, no solo no sintió pena al ver los sufrimientos de su hija, sino que se ofreció gustoso para ser su verdugo. 




Santa Mártir Juliana




Tomando a Bárbara con una mano y sosteniendo su espada desenfundada con la otra, la condujo al lugar de ejecución, una montaña en las afueras de la ciudad. Detrás de ellos un soldado llevaba a santa Juliana. Bárbara y Juliana se apresuraron a morir con gran alegría, deseando partir rápidamente del cuerpo e ir a su Señor. Cuando llegaron al lugar señalado, el cordero de Cristo, Bárbara, dobló el cuello bajo la espada y fue decapitado por su despiadado padre. Así se cumplieron las palabras de las Escrituras: "Y el padre entregará al hijo a la muerte". El soldado decapitó a Juliana también allí, y así las mártires completaron juntos su contienda.

Vivía en Heliópolis un hombre piadoso llamado Valentiano que se llevó los sagrados cuerpos de las santas mártires y los devolvió a la ciudad. Los enterró con los debidos honores y construyó una iglesia sobre ellos. Mediante la gracia del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y las oraciones de los santos, se obraron numerosas curaciones a través de las reliquias.





Fuentes consultadas: johnsanidopoulos.com