Cuando un joven tonto continuó retando su virtud, ella se
dio cuenta de que debía cambiar su vida completamente para evitar ofender a Dios
con el pecado.
No dudó en hacerlo; debido a que la valerosa Mastridia de Jerusalén era una mujer de gran integridad y de carácter sin mancha, ella estaba perfectamente dispuesta a transformar su vida completamente,
de modo que pudiera permanecer
libre de culpa ante el Todopoderoso. No dudó en hacerlo; debido a que la valerosa Mastridia de Jerusalén era una mujer de gran integridad y de carácter sin mancha, ella estaba perfectamente dispuesta a transformar su vida completamente,
Por esa causa cambió totalmente (es esto a lo que los Padres
de la Iglesia llaman metania, es decir a un cambio completo desde el fondo del
corazón), dejando la ciudad para residir permanentemente en los vastos
desiertos de Tierra Santa. Esto sucedió durante los últimos años del Siglo Séptimo,
bajo el reinado del Emperador Bizantino Maurikios, en el que esta piadosa
virgen descubrió -para horror suyo- que un joven amigo suyo tenía deseos lujuriosos
hacia ella.
Santa Mastridia le hizo saber tan pronto como pudo que sus
avances no sólo eran inapropiados sino también altamente ofensivos para con ella.
Una y otra vez le imploró que controlase sus pasiones y la dejase en paz para
contemplar al Señor. Sin embargo, para su tristeza y gran decepción, el impetuoso
joven decidió persistir en sus lascivos intentos. Finalmente la santa Mastridia
entendió que no tenía otra alternativa. Con tal de preservar a ambos del peligro
de pecar contra la voluntad del Todopoderoso, reunió rápidamente algunas
provisiones para dirigirse hacia las arenosas llanuras que flanqueaban el Río Jordán.
Partió llevando solamente las ropas que llevaba puestas –mientras
acarreaba un saco de cuero lleno de frejoles remojados. Sin temor a los lobos
que aullaban desde los riscos de las montañas y sin preocuparse por lo que
sucedería cuando su pequeña bolsa de provisiones se hubiera terminado se
sumergió en lo desconocido. Ya que ella confiaba tan profundamente en el Dios
que ella adoraba día y noche, esta valiente peregrina encontró fortaleza para
enfrentar cada peligro y cada dificultad con una sonrisa.
Santa Mastridia no tenía dinero ni ningún tipo de bienes.
Sin embargo se las arregló para sobrevivir de esa manera durante los siete años
siguientes al tiempo que recorría el desierto incansablemente, como un asceta
que ha encontrado un gran gozo al renunciar a los placeres de este mundo caído,
con tal de obtener una visión vistazo de los bienes futuros. Día tras día
mientras caminaba a lo largo del desierto, vasto y seco, nuestra Santa Madre
Mastridia se alegraba por su decisión de haber escapado de los asaltos febriles
de su tonto admirador.
"PALESTINIAN SAINTS" "العواصم الفلسطينية" SANTOS DE PALESTINA |
Cómo valoraba esta oportunidad, mientras vivía sola bajo el
ardiente sol del desierto, enfocándose
en el Santo Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo y siendo testigo de visiones
místicas muy amadas por los Padres del Desierto de la Santa Iglesia... Aunque
en los anales de la Iglesia primitiva se encuentran sólo algunos registros de
ascetas femeninas que eligieron vivir en el desierto, la historia de lo que le sucedió
a la inocente Mastridia nos muestra claramente que la manera de vivir
profundamente la virtud no era privativa solamente de los hombres ascetas contemplativos.
Ciertamente sus hábitos austeros, así como su severa abnegación, son
equiparables a los de sus homólogos varones –un hecho que ha inspirado a muchos
Padres de la Iglesia a lo largo de los años a recordar una poderosa sentencia
de San Pablo en su Epístola a los Gálatas: “ya no hay judío ni griego; ni esclavo
ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”. (Gálatas
3, 28)
Mientras hacía notar que “las diferencias de género” no
tienen nada que ver con la manera en que Dios Todopoderoso nos ama y juzga a
cada uno de nosotros, el Gran Apóstol también hizo notar en su Epístola a los
Efesios: “Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a que
habéis sido llamados. Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo
Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos...” (Efesios
4, 4-6)
Obediente a Dios desde el principio hasta el fin, esta
valiente y casta joven mujer pasaría muchos años en soledad con la esperanza
puesta en el Novio celestial que ella había escogido por encima de los hombres
mortales y en la bendición eterna que esperaba gozar con El Amado al final de
los tiempos.
Mientras las semanas se convertían en meses y los meses en
años esta apasionada caminante del desierto se maravillaba al constatar que sus
vestidos no se desgastaban. A pesar del polvo, el calor y el viento, su sencilla
vestimenta permanecía sin mancha y sin arrugas. Después de más de diecisiete
años de recorrer los desiertos durante el día y de dormir en el suelo las ropas
de la fiel Mastridia se veían limpias y frescas.
"SAINT MASTRIDA" SANTA MASTRIDA DE JERUSALEN |
Lo que resulta aún más notable es que sus provisiones de
frejoles nunca parecían haber disminuido. Cada vez que ella se detenía en sus
travesías para consumir un poco del único alimento que había traído de Jerusalén,
la bolsa se llenaba nuevamente ante sus ojos. El Buen Dios, en Su gran amor y
bondad, no permitió que su sierva pasara hambre durante sus interminables jornadas
a lo largo de los desiertos de Palestina.
Luego de las muchas luchas que la han ubicado al mismo nivel
que los Santos Padres por cerca de Catorce Siglos, nuestra santa Madre
Mastridia de Jerusalén transitó finalmente a la Casa del Padre, alrededor del 580,
bajo el reinado del gran Emperador Tiberio. A pesar de sus dificultades y de su
cansancio, luego de sus agotadores viajes a través de climas inhóspitos, Santa Mastridia
mantuvo su voto de castidad al único hombre que verdaderamente le importaba en
la vida: Nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Ella también demostró que la vida ascética en el desierto
podía ser vivida por una mujer contemplativa en oración tan fiel y
determinadamente del mismo modo que cualquier monje varón de los yermos. En su
paciente aceptación del desgastante caminar y la aguda incomodidad que se
requiere para vivir esta vocación gloriosa, Santa Mastridia nos recuerda una
importante percepción de San Pablo: El Padre de todos nosotros no está
preocupado por el género de sus fieles sino por el carácter de sus almas, las
cuales no son ni hombres ni mujeres.
Apolitiquio tono plagal del 4º
En ti la imagen ha sido preservada con exactitud, Oh Madre,
pues habiendo tomado tu Cruz seguiste a Cristo, y por tus acciones nos han
enseñado a sobreponernos a la carne, pues esta pasa, para poner atención a
nuestra alma ya que es inmortal. Por eso, Oh Justa Mastridia, tu espíritu se regocija
con los Angeles.
Condaquio tono plagal del 4º
Por el amor a Dios, Oh Justa Madre Mastridia, rechazaste la
necesidad de descansar. Por el ayuno hiciste tú alma más luminosa y venciste
totalmente a la bestia. Por tú intercesión ayúdanos a vencer las trampas del
enemigo.
Fuentes consultadas: *Texto publicado con autorización y bendición del autor, su Santidad
Obispo de Jableh, Siria, Demetri Khoury